miércoles, 17 de abril de 2019

El Bicho

La costumbre nos ha convertido en tipos ávidos de novedad. Normalmente, nos hacemos una idea propia de la fantasía y no valoramos el momento; porque más allá de lo cotidiano, existe lo valorable. Más allá de lo admirable, existe, también, lo extraordinario.

Vivir en la era de Lío Messi hubiese supuesto una claudicación por la vía de lo elemental; nadie puede con este tío, nadie puede sobreponerse a su éxito. Sin embargo, la ambición, entendida como un camino hacia la superación, ha supuesto un motor de aguante en la carrera ceremoniosa de Cristiano Ronaldo. Lo que podría haber sido una carrera trufada de goles, se ha convertido en una carrera trufada de éxitos porque el tipo no se conformó con ser el segundo. Y aunque lo terminase siendo, no podría soportar que le achacasen que no lo hubiese intentado.

Cristiano se cree el mejor jugador del mundo y está en su derecho de hacerlo. Nadie ha hecho más por la competitividad de sus equipos que él, nadie ha entendido los espacios y el remate como lo ha hecho él. Porque su juego no se basa en la virtuosidad de la combinación, sino en la explosión de sus características, y por más que nos quieran vender, Cristiano no es un tipo bruto que sólo busca la portería rival sino que entiende el juego de ataque como una partida de ajedrez donde ocupa la posición del alfil; siempre tirando la diagonal apropiada y siempre encontrando el lugar exacto para el remate.

Con los años ha perdido explosividad pero ha ganado en conocimiento. Es lo que tienen los buenos jugadores de verdad, saben refundirse desde las limitaciones para potenciar sus mejores virtudes. Ya no es el velocista que guardaba carreras interminables ni el regateador que citaba a los laterales en la línea de fondo. Ha encontrado su sitio desde la voluntad y el conocimiento. Y aunque hoy quieran que no sea el día para alabarle quizá sea el día para reconocerle una vez más. Porque el legado de este tipo va más allá de una eliminatoria ganada o perdida, sino que viajará con el tiempo y se instalará en la memoria de todos aquellos que le vimos y de todos aquellos que terminen leyendo sus números de impresión.

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