tag:blogger.com,1999:blog-29721203047619554872024-03-13T10:03:12.383+00:00El Fútbol De PabloEl Fútbol de Pablo no es el fútbol absoluto, ni siquiera vive con la intención de autoproclamarse como válido, es el fútbol de un aficionado que sueña, piensa, transmite y comparte. Nada me hace más ilusión que compartir mis opiniones con todos aquellos que amais el fútbol.Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.comBlogger754125tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-26088382446724789632024-03-11T11:31:00.001+00:002024-03-11T11:31:06.221+00:00Lejos del ruido<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjt0GyBKNDUTMNm7we70Yznclq-_rX4Q53Wlns7NaQ1OPvdtyH4mhGUAMcnWQpSigPzS1yXGRWya-ciggrSFa0YMZ-lFuMQ2Pi1fcuPH0xzElQN7Bw33bX9Ul-GzlJCg5ls5awHt7NHvzWYbuIvPB978_JMlEUV2zzXCyf_mDHevz2O7lmsrVddqfyhyphenhyphen0I/s1200/3882423-78881388-2560-1440.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="675" data-original-width="1200" height="113" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjt0GyBKNDUTMNm7we70Yznclq-_rX4Q53Wlns7NaQ1OPvdtyH4mhGUAMcnWQpSigPzS1yXGRWya-ciggrSFa0YMZ-lFuMQ2Pi1fcuPH0xzElQN7Bw33bX9Ul-GzlJCg5ls5awHt7NHvzWYbuIvPB978_JMlEUV2zzXCyf_mDHevz2O7lmsrVddqfyhyphenhyphen0I/w200-h113/3882423-78881388-2560-1440.jpg" width="200" /></a></div>Existen personalidades tan apabullantes que, en sí mismas, son capaces de aglutinar todos los conceptos derivados del resultado de sus operaciones. Si es el éxito quien llama a su puerta, entonces sacará pecho con un gallito erguido y proclamará su ego por encima del conjunto. Si, en cambio, es el fracaso quien viene a visitarle, entonces buscará entre la basura de los factores externos hasta encontrar ese motivo sobre el cual pueda cimentar su exculpación.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los hombres ególatras raramente piden perdón y si lo hacen es para recordar que su figura vive siempre por encima de los hombres. Cuando implosionan, en cambio, es tanto el ruido que generan que resulta imposible mantenerse al margen e ignorar la presión que conlleva un discurso que, en general, va cayendo en desuso con el paso de los años. Suele ocurrir, además, que la onda expansiva es tan grande que, durante años va arrastrando a todo el que se cruce en su paso ignorando, a su vez, que la caída ha dado su primer paso hacia la involuntaria desgracia y que, si por un último momento, siguen en la picota es más porque la personalidad ha labrado un nombre en lugar de porque el presente reparta verdaderas cartas ganadoras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La implosión de José Mourinho comenzó el día que aceptó volver a mirar a la cara a Josep Guardiola. Irritado por la perfecta conjunción de astros que suele acompañar a su némesis, firmó por el United con la promesa de volver a ser Ferguson sin darse cuenta de que jamás podría dejar de ser Mourinho. Aquella caída derivó en un fichaje por un equipo con menos aspiraciones como era el Tottenham y de aquel escarnio salió herido camino a Roma. Definitivamente, eran los equipos los que elegían al portugués y no el portugués quien elegía a los equipos a los que gustaba de hacer campeones.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sucede en ciertos personajes que son incapaces de separar el ego de la realidad. El trabajo en Roma no fue tan malo si tenemos en cuenta los hechos; dos finales europeas con un triunfo y clasificaciones para Europa en todas la temporadas, pero la verdad decía que el equipo se estaba viciando de un discurso que, ni calaba, ni sabía interpretarse. Los sabios, cuando lo son de verdad, saben variar el discurso a medida que ven crecer el hilo de sus dificultades. Cuando el equipo comenzó a caer, Mourinho no dejó de tocar el violín; si había que hundirse, lo haría sin variar una sóla nota.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Apagado el concierto y liberado el caos, el silencio ha permitido a De Rossi, otrora leyenda y hoy apagafuegos, planificar el juego en base a sus piezas. Así, ha ido involucrando a los jugadores en una forma de jugar diametralmente distinta y los resultados están cantando bingo en las gradas del Olímpico. Dos buenas eliminatorias en Europa League y la sensación, en liga, de que el equipo va subiendo posiciones con la facilidad del escalador en los puertos de primera categoría.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De Rossi ha recuperado a Spinazzola para la profundidad, a Paredes para la jerarquía, a Aouar para la distribución, a Dybala para la magia y a Lukaku para el gol. El resto, piezas importantes de un engranaje que se va conformando como funcional, aportan su granito en un grupo que, lejos del ruido y los discursos antiguos, ha recuperado el ánimo, la velocidad, el hambre y, sobre todo, el fútbol. A veces un cambio de discurso es tan importante como asumir una derrota, porque en el pozo se encuentran los peores espíritus y los diablos interiores pueden hacerte saber cual es el camino correcto.<br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-85492401581045380932024-02-27T13:11:00.003+01:002024-02-27T13:11:46.838+01:00Sin personalidad<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRbjXR_TEePiKDNyG3qIdUL80-SmXUTg4Eok6fewKPeI66l6x-RGg8fRP_z137f0O0f9K-cKogto103JmSgEL06QWZjzk4zVrdovyVdIRRo26R6e6y-J7JvoRFN3A0Bvr9qEw_hfhEmZitSSPxSELVZd3Lyx9yrk0SWCD55j9WpMsvZ-yjzTPfXtbVoh0/s1200/2028785734.0.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="1200" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRbjXR_TEePiKDNyG3qIdUL80-SmXUTg4Eok6fewKPeI66l6x-RGg8fRP_z137f0O0f9K-cKogto103JmSgEL06QWZjzk4zVrdovyVdIRRo26R6e6y-J7JvoRFN3A0Bvr9qEw_hfhEmZitSSPxSELVZd3Lyx9yrk0SWCD55j9WpMsvZ-yjzTPfXtbVoh0/w200-h133/2028785734.0.jpg" width="200" /></a></div>El fútbol tiene factores que precisan del trabajo diario y el entreno constante porque la mejoría va adherida a la práctica como una suela va adherida a un zapato y apenas es capaz de despegarse por más que insistamos en caminar. Un tiro libre, un centro al área, un desplazamiento en largo, una presión a la salida del rival, un tackle, un despeje, una anticipación, todo ello se gana con la memoria y se perfecciona con la práctica porque lo innato ayuda a manejarse, pero nada como el ensayo y el error para ayudarnos a aprender.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sin embargo, el fútbol tiene otros factores que dependen absolutamente de la inteligencia emocional del futbolista. Tales son la capacidad para visionar el espacio, la inteligencia para encontrar los momentos y, sobre todo, la motivación extraordinaria que te lleva a competir por encima de tus posibilidades. Porque un futbolista comprometido, si es además talentoso, vale por dos. Y es que en la capacidad de imaginarnos a nosotros mismos como héroes reside el verdadero valor del éxito, porque los regalos nunca hay que darlos por sentados y las recompensas gustan mucho más si los logros se alcanzan gracias al esfuerzo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El Atleti que jugó en Almería no fue sino la prolongación del mismo Atleti que hemos vislumbrado, durante toda la temporada, cada vez que se pone la camiseta de visitante y trata de ganar aplicando la ley del mínimo esfuerzo. Puede que esa capacidad tan generosa con el aficionado que ha adquirido para ganar los partidos como local les haya llevado a la confusión de creer que todos los estadios son jauja y que nadie va a querer exigirte delante de su gente. De esta manera, cada equipo que recibe al Atleti obtiene una dosis de motivación extra; primero por enfrentarse a un grande de la categoría y segundo porque saben de antemano que le pueden y, ya puestos, hasta le deben ganar. Así, cada vez que el Atleti encuentra un equipo extramotivado, en lugar de sacar el puño y apretar los dientes, opta por asustarse, recular hacia su área y dejar que los goles le entren por inercia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Primero fue Valencia, luego Las Palmas, después el mejor Barça de la temporada tras ser arrasados por un Athletic en alza, después no se había visto un Sevilla igual en dos años y ahora es el mejor partido del Almería como local después de encadenar dos meses sin hacer un solo gol en su estadio. Que todo sea contra el mismo rival deja de ser casualidad, que todo sea contra el mismo rival empieza a decir mucho de un equipo que quiere jugar a gustarse cuando se encuentra arropado por su gente pero que, cuando siente el frío del abandono, prefiere dejar pasar los minutos y esperar a que el chaparrón termine por escampar. Cuando lo hace, se va a casa empapado y aterido. Da igual, quizá piense, otra vez será ¿Pero cuándo será? La perspectiva indica que dentro de mucho porque jugando así no sólo no ganas al colista sino que mereces perder con creces. El siguiente partido es en Cádiz; seis meses sin ganar un partido. Los amarillos ya se frotan las manos.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-84923857503848264362024-02-14T13:36:00.003+01:002024-02-14T13:36:27.895+01:00Aventura<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7DN0fpncq2n2mKT4ScctYDyFohL8v3agmg3QC4wmh7eMOQkCTeOogy-ajumsItr88Y2eaFymC7mT5zj2bjQ7BuM8cTrAGQJ6TZmYpaFzHpDZarb_2FZrExz4nbDTuYo86hX1tMicMSldemdVcLYnFoS6cgsjTxkpoqdM3T7zxDE-mpkanSsJrB9LmGqw/s3000/295802.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="2000" data-original-width="3000" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7DN0fpncq2n2mKT4ScctYDyFohL8v3agmg3QC4wmh7eMOQkCTeOogy-ajumsItr88Y2eaFymC7mT5zj2bjQ7BuM8cTrAGQJ6TZmYpaFzHpDZarb_2FZrExz4nbDTuYo86hX1tMicMSldemdVcLYnFoS6cgsjTxkpoqdM3T7zxDE-mpkanSsJrB9LmGqw/w200-h133/295802.jpg" width="200" /></a></div>Sobrevive un alto nivel de riesgo en la mente de los audaces, ese sentimiento extremo que conduce hacia la aventura, esa insistencia tan meticulosa que no se borra ni cuando el error hace acto de aparición, esas palabras que nunca viajan con el viento puesto que, más que promesas, son auténticos actos de fe que, cuando se hacen carne, son capaces de levantar en un impulso a toda una multitud.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El Barça enfrenta la peor crisis de sus últimos veinte años subido a lomos de un niño que no quiere dejar de lado la responsabilidad. Sabedor de que las oportunidades no se regalan, se ha empeñado en situarse por encima de todos y conducir a su equipo hacia la victoria por más trabas que sus propios compañeros le pongan al empeño. Tras un error grosero de Araujo, una inexplicable decisión de Kounde o una conducción sin sentido de De Jong, aparece siempre un desborde y un ingenio del joven Lamine Yamal, dispuesto siempre a corregir errores tanto propios como ajenos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Yamal es un producto más de una inagotable cantera de valores que se ha aprovechado de un momento clave en la historia del club. En su última gran crisis, aparecieron tipos como Valdés, Puyol y Xavi primero para dar testigo al final del túnel a dos genios sin parangón llamados Lío Messi y Andrés Iniesta. En este camino de regreso al barro, visto que el club sólo se las puede ingeniar a base de palancas, Xavi ha decidido que morirá joven pero morirá con todo y ese todo incluye a una cuadrilla de niños que han saltado a la titularidad para sujetar la crisis con sus manos e incluso tratarla de borrarla con sus pies.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Entre ellos destaca el bisoño Lamine que, con tan sólo dieciséis años, se echa a la espalda al equipo cada vez que tira un desmarque pegado a la banda derecha. Desde allí ha aprendido que la mejor escuela es la improvisación y la mejor carta es el talento; por ello encara, dribla y, generalmente, gana el espacio suficiente para dejar atrás al defensor y provocar una ocasión de gol que, visto lo visto, cuesta mucho conseguir.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Desde el extremo, Lamine Yamal ha llegado al fútbol de élite para asentarse como una estrella, primero en el Barça y después, ya veremos, en la selección. De momento ya ha batido récords de precocidad y eso, más allá de lo llamativo, alcanza lo sustantivo, porque que esté jugando no es ningún capricho, como ya dijeron algunos, si lo hace es porque, ahora mismo, es el único jugador de Barcelona capaz de proponer algo distinto a los demás, algo ilusionante tratándose de un niño y algo preocupante tratándose de un club lleno de tipos con un currículum tan brillante que hasta serían capaces de deslumbrar.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-25493904329421720442024-02-07T13:55:00.003+01:002024-02-07T13:55:49.576+01:00La pulga<div style="text-align: justify;">Ahora que los flashes se apagan, que la cuesta a abajo parece un precipicio, que la lejanía nos envía ecos de enfermería, que las viejas amistades han llegado para arroparle en su penúltimo viaje, ahora que el mundial soñado está en la estantería de las promesas cumplidas, que los premios han vuelto a relucir el expediente, ahora que los críticos quieren trocear su decrepitud, que el fútbol sigue siendo sabio pero el tiempo desagradecido, ahora que no quedan tipos como él, ahora que sabemos que no veremos otro como él, es de merecida obligación rendir el homenaje porque lo póstumo suele llevar el aroma de cierta demagogia sentimental, pero lo sincero siempre es doblemente abrumador, primero porque cuenta la historia, segundo por la englosa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lionel Messi ha sido Dios sin necesitarlo y discípulo eterno sin pretenderlo. Porque lo suyo fue más allá del corazón; lo suyo fue un idilio con la pelota que empezó cuando no podía crecer y terminará el día en el que diga adiós entre lágrimas. Se marchó del Barça y el agujero que dejó fue tan grande que ni las viejas glorias de banquillo han sido capaz de taparlo. Y es que Messi fue al Barça, como la llegada del profeta llegado desde otra tierra, el tipo que les hizo creer inmortales, el hombre que, con su sóla presencia, condicionó el fútbol de todos los rivales a los que se enfrentaron.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Porque Messi fue tres jugadores a lo largo de su carrera. Primero un extremo inciso que driblaba por talento y definía por condición, después un nueve retrasado que abarcaba el espacio y dominaba los tiempos y, finalmente, un gobernador con puño de hierro que conseguía el propósito de que los partidos se jugasen dónde y cómo él quería. De esta manera llegó el título mundial, con un grupo de compañeros entregados a él y un último servicio a la causa de una majestuosidad tan grande que pasará el tiempo y se le comparará, esta vez sin miramientos, con los más grandes de la historia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Porque el lugar de Messi es ese; el olimpo de los dioses del balón donde perviven las sinfonías de Di Stéfano, las invenciones de Pelé y el genio ingobernable de Maradona. El hombre que convirtió en oro lo que tocó también llegó de Sudamérica, tierra de ínfulas y sueños, de despechos y realidades, de pasión y gloria. Allí lo crió un potrero y el mundo aprendió su nombre desde que se presentó ante la gente volviendo loco a Mourinho y su plan defensivo el día que cayó el Chelsea y el ciclo del fútbol viró ciento ochenta grados buscando fortuna en el pie izquierdo de un niño que llegará a hombre colmado de honores.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/7iRoAHmlihw?si=Tdort9BHPbvFg0sE" title="YouTube video player" width="560"></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-68924743630064147272024-01-30T15:51:00.003+01:002024-01-30T15:51:46.237+01:00Viral<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi392sZNTY32QAuppjuY2KKi5Vb4BHUfpWMclFIPLoEX_rxecobNB3x-fDsAy09VjpUgMjankas4PJt5RF0LxyftP53oN5gilpCxQEsqvDJygmz_54T8FMnP6W0HHaYMpj-pVdRDwWBKIPA9X174MYn14z462VDhzP_nCyWIu-KyIsX5Csrw9ycVo8L2lI/s678/1520165455315.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="388" data-original-width="678" height="114" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi392sZNTY32QAuppjuY2KKi5Vb4BHUfpWMclFIPLoEX_rxecobNB3x-fDsAy09VjpUgMjankas4PJt5RF0LxyftP53oN5gilpCxQEsqvDJygmz_54T8FMnP6W0HHaYMpj-pVdRDwWBKIPA9X174MYn14z462VDhzP_nCyWIu-KyIsX5Csrw9ycVo8L2lI/w200-h114/1520165455315.jpg" width="200" /></a></div>Sus palabras eran un canon sobre la respetuosidad, sus relatos eran
enciclopédicos, sus gestos transpiraban bondad, sus sonrisas inspiraban
ternura. Era asistente de notario de día, padre abnegado de tarde y aficionado
a su equipo de noche. Los que le conocían hablaban de él como un tipo
estupendo, como un compendio de virtudes capaces de hacerle pasar por un
aspirante a la canonización. Madrugaba para correr, desayunaba de pie y vestía
a sus hijos para mandarles al colegio antes de ir a trabajar. Durante la mañana
controlaba las citas, los archivos y el papeleo general, ofrecía cafés recién
hechos a los clientes y repartía fuertes apretones de manos a aquellos que se
presentaban en el despacho y a los que atendía con exquisita educación.<p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span style="text-indent: 35.4pt;">Por ello, cuando le vieron aparecer en aquel vídeo de Youtube que se
había publicado por accidente y se había hecho viral por la lógica aplastante
de la ley de morbosidad, fueron muchos los que dudaron de su veracidad y otros
tantos quienes dudaron de la identificación del protagonista. No podía ser que
el tipo amable y educado al que habían conocido en un despacho de la notaría
fuese el mismo energúmeno que le gritaba a un televisor y daba patadas a una
mesita auxiliar.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y es que el día ya había comenzado torcido. Había nevado copiosamente y,
aun así, se había atrevido a madrugar para hacer sus cinco kilómetros diarios.
La rutina no le llevaba más de media hora y una ducha caliente para
reactivarse. Quizá es que se había metido demasiado en la canción que sonaba en
sus auriculares, quizá estaba ya pensando en la tostada con mermelada que se
iba a comer para desayunar, el caso es que se despistó más de lo que debía y no
fue consciente de que había empezado a correr sobre una placa de hielo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Lo que ocurrió a continuación fue más propio de un gag de película de
risa, pero puñetera fue la gracia que le causó a él aquella caída hacia atrás y
aquel culetazo tan aparatoso. Permaneció en el suelo durante unos segundos, más
llevado por la vergüenza que por el dolor y, cuando consiguió levantarse, lo
primero que hizo fue mirar hacia todos los lados para comprobar si alguien le
había visto caer de aquella manera. Por la sonrisa que descubrió en el tipo que
se cruzó con él a toda velocidad, sospechó que aquel resbalón no había caído en
el olvido ni en el anonimato.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se levantó dolorido y dañado en el orgullo interno. Intentó seguir
corriendo, pero la corcusilla, ese lugar donde termina la espalda y empieza el
culo, le dolía tanto que le resultaba imposible dar más de dos zancadas sin
sentir una terrible punzada que le cruzaba el cuerpo de arriba abajo. Caminó
despacio, tanto como le permitía el dolor, hasta llegar a casa y meterse debajo
del chorro de la ducha caliente. Sólo que no había agua caliente. En aquel
momento recordó el correo electrónico que había recibido durante el día
anterior en el que la comunidad de vecinos advertía que habría cortes en el
suministro para reparar una avería. Lo que no esperaba es que los trabajos
empezaran a una hora tan temprana.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se duchó como pudo, con agua gélida y dolores punzantes y, mientras
dejaba que su cuerpo se secase tras un albornoz estropajoso, se acercó al cajón
de la medicina para buscar un calmante y poner fin a ese dolor tan agudo. Pero
al no encontrar ninguno cayó en la cuenta de que los había agotado hacía tiempo
y no se había acercado a la farmacia a reponer las existencias. Así que se
vistió como pudo, se montó en el coche sin probar bocado y se puso a buscar una
farmacia de guardia ya que la que había cerca de su casa no abría hasta las
nueve de la mañana.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La única farmacia abierta estaba al otro lado del municipio y, para
llegar, tuvo que esperar siete semáforos en rojo y pasar por dos avenidas
llenas de colegios con las paradas en pasos de cebra que eso le supuso. Cuando
llegó a la puerta de la farmacia eran las nueve menos cinco por lo que le
hubiese dado igual haber esperado a que abriese la de su barrio a haber llegado
hasta allí. La mujer que atendía por la ventanilla le dijo que esperase un par
de minutos a que abriese el establecimiento y así podía atenderle detrás del
mostrador. No le pudo dar las pastillas que él quería porque precisaba receta
así que le dio un antiinflamatorio menos efectivo que no le iba a quitar el
dolor pero al menos le iba a permitir descansar en cierta medida. Salió cojeando
de la farmacia y, al llegar hasta el coche, se encontró con un guardia poniendo
una multa sobre su parabrisas. Por más que le suplicó, no se apiadó de él y le
aconsejó no volver a dejar el coche en doble fila en un lugar de tránsito
continuo, algo que refrendó, a gritos y bocinazos, el dueño del coche al que
había obstaculizado y que no podía sacar el vehículo de su plaza de
aparcamiento.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se insultaron mutuamente y, cuando vio como el guardia se marchaba con su
moto él creía haber zanjado aquella disputa con un último reproche que había
saciado más su orgullo que su conciencia, vio como el tipo se acercaba a él y
le propinaba un puñetazo en la mandíbula que le mandó directamente al suelo con
el extra de dolor en la curcusilla que eso le producía. Quiso levantarse y no
puedo. Le dolía la espalda, el trasero, la cara y el orgullo. Por doler, le
dolía hasta el alma. Con el traje completamente mojado por el charco que había
situado en el lugar exacto en el que había caído, se levantó a duras penas
mientras miraba al tipo montarse en el coche y decirle con la mirada que se
largase de una vez si no quería volver a recibir una buena ración de jarabe de
palo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se marchó con viento fresco no sin antes comprobar como sus nervios le
jugaban una mala pasada y el coche se le calaba hasta en cuatro ocasiones antes
de llegar al trabajo. Una de ellas en la entrada de una de las rotondas más
concurridas de la ciudad, lo que provocó un concierto de claxon en do mayor que
ya quisiera para sí la sinfónica de Viena.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Llegó tarde a la Notaría, como era de esperar, y tuvo que aguantar como
su jefe le echaba la bronca del siglo al haber tenido que dejar que se
marchasen los clientes que tenía a primera hora porque él no había llegado a
tiempo con los legajos que se había llevado a casa la tarde anterior para su
visado. A pesar de que era su primera falta grave en ocho años de expediente
impecable, no se libró de una ración de gritos y otra de aspavientos. Lo peor
fueron las amenazas y las heridas en el orgullo, porque cuando se quiso
explicar le dijo que los cuentos eran para Calleja.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Le dolían la espalda, la cara y el orgullo. Estaba hecho un trapo y aún
tenía que sentirse culpable por haberse levantado a las seis de la mañana a
hacer deporte. Sacó un café de la máquina y lo bebió apresuradamente,
consiguiendo, con ello, quemarse la garganta. Lanzó un improperio en voz más
alta de lo que hubiese querido lo que le valió la reprobación de una de sus
compañeras que venía acompañada de unos clientes. Se sentó a trabajar al fin,
esperando que el calmante hiciese efecto cuando antes y lo que terminó haciendo
efecto fue el café cargado de la máquina.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Empezó con un leve gorgoteo en el estómago, continuó con un dolor agudo y
terminó con sus posaderas sobre la taza del váter expulsando lo que tenía y lo
que no tenía. Debió haber dado un concierto en sí bemol porque cuando salió del
baño, los compañeros de la notaría le miraban con discreción e intentaban
disimular sus risas. Pero fue saber que el jefe estaba esperando a que
terminase para pasar al baño cuando se puso más colorado que en ningún momento
del día ya que el aroma que había dejado en el habitáculo era poco menos que
insoportable.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¿¡Pero qué ha comido usted!?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se sintió tentado de decir que había sido el café y utilizar el brebaje
barato y malo de la máquina como motivo y excusa, pero sabía que aquello no iba
más que a seguir echando leña sobre una hoguera que él mismo había encendido de
manera inconsciente con una simple carrera de madrugada.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">A lo largo de la mañana se le destintó un bolígrafo, otro dejó de
escribir mientras estaba firmando cartas y la sombra de un pájaro por la
ventana le provocó un susto tan grande que se levantó de un impulso derramando
el vaso de agua sobre un informe oficial que tenía que visar con el sello de la
notaría. Puso el informe a secar extendiéndolo en el suelo con la mala suerte
de que una compañera abrió la puerta y, sin mirar abajo, pisoteó dos de las
hojas dejando una huella negra y grande sobre el blanco del papel.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Cuando fue a levantarse, desolado por la situación, su espalda dijo basta
y se quedó clavado en el sitio. Hubo de pedir ayuda y hasta una ambulancia tuvo
que venir a por él para ayudarle a incorporarse en el hospital con una
inyección y mucha paciencia. Se llevó, de paso, la mirada severa de su jefe
quien, al ver el galimatías que había en su despacho, le miró con cara de estás
despedido y la próxima vez que vengas te llevarás de paso el finiquito.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Aunque todo eso, en aquel momento, le daba igual. Lo único que quería era
llegar cuanto antes al hospital, recibir un pinchazo en la espalda y sentir
como el dolor agudo desaparecía sin más para convertirle, de nuevo, en una
persona normal. El trayecto fue largo y abrupto. Hubo dos frenazos que le
hicieron golpearse la cabeza contra una bombona de oxígeno que había en el
suelo y que asomaba por encima de la camilla, el enfermero que le acompañaba
sufría de una difícil digestión y, en silencio, fue soltando sus gases dejando
un peculiar aroma dentro del habitáculo y, cuando por fin llegaron a su destino,
le dijeron que debía esperar en una sala porque su caso no requería de tanta
urgencia y tenían muchos pacientes esperando a ser atendidos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La espera fue larga e incómoda. Debido a la ansiedad, le entró una
tremenda sed y pidió, por favor, que le diesen un poco de agua. A
regañadientes, una sanitaria de colmillo retorcido y mal encare le dio una
botella de agua caliente que bebió casi en dos tragos medio incorporado en la
camilla sintiendo como parte del líquido resbalaba por su barbilla y se perdía
entre su pecho y su estómago. Cuando creía haber calmado sus instintos y la sed
había desaparecido, llegaron unas terribles ganas de orinar. Aguantó lo que
pudo, más no podía levantarse para ir al baño, preso del dolor y de la
desesperación, apretó los dientes y forzó su próstata constriñéndola hasta la
extenuación. Creía tener controlada la situación hasta que un camillero entró
por error en la sala, golpeó su camilla sin mirar y, azotado por el movimiento,
el dolor le hizo soltar un quejido y un cuarto de litro de orina que tenía
acumulada dentro de su vejiga. Con el pantalón mojado y la cara colorada le
encontró el médico antes de hacerle una severa inspección.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Forzando los pantalones para bajárselo hasta el tobillo y notando, muerto
de vergüenza, como una toalla manejada por la enfermera le secaba parte de su
espalda, se acomodó como pudo en la camilla y sintió el pinchazo entrar por su
rabadilla de manera tan repentina que soltó una coz por instinto golpeando al
doctor en la zona inguinal y consiguiendo, de paso, que éste, llevado por el
impulso del dolor, clavase toda la aguja de golpe con todo el dolor que aquello
le produjo. Ambos gritaron a la vez, ambos se retorcieron a la vez y ambos
fueron sujetados por los hombros a la vez para que la escena no fuese a
mayores. El doctor con la mano en la entrepierna y un dolor agudo que le
llegaba hasta la cabeza y él con una jeringuilla clavada en la zona fronteriza
entre la espalda y el culo y bailando por instinto una especie de antigua danza
ancestral.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Duele, duele, duele. – Repetía.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Mucho, mucho, mucho. – Replicaba el doctor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Le sacaron la jeringuilla como bien pudieron y volvió a quedarse tieso en
la camilla hasta que sintió, poco a poco, como el dolor desaparecía y al fin
podía incorporarse no sin dificultad. Arrastrando los pies se marchó del
hospital, con los pantalones bajados y la espalda dolorida. Fue a pedir un taxi
pero se le acabó la batería y no tenía dinero suelto para llamar por un
teléfono público. Suplicó a media docena de pacientes que hiciesen el favor de
pedirle un taxi, pero le miraban de arriba abajo y terminaban despreciándole.
Solo, abandonado, empapado y dolorido en la puerta de un hospital, no le
quedaba más remedio que vencer al frío y buscar un taxi mientras arrastraba las
piernas y la dignidad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Con los pies helados y la entrepierna acartonada, recorrió los
alrededores del hospital con el brazo en alto y la desesperación en la
garganta. Se le hizo de noche y el frío comenzó a congelar su nariz y su
garganta. Aquel primer estornudo tan sólo fue un aviso de lo que estaba por
venir. Cuando había perdido la esperanza, al fin divisó una luz verde y se
acercó como pudo hasta el borde de la calzada sin calcular la altura del
bordillo lo que produjo que pisara mal y cayese de forma ridícula, y de rodillas,
delante del taxi que llegaba hacia él. Para intentar hacerlo frenar, puso los
brazos en cruz lo que hizo parecer una súplica en toda regla que el taxista
entendió como un gesto de desesperación y, aunque tenía un aviso pendiente que
atender, frenó en seco y le esperó con la puerta abierta y su mejor sonrisa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Le agradeció en el alma su compasión y, cuando le contó a grandes rasgos
lo que le había pasado encontró, por vez primera en lo que llevaba de día, unas
palabras agradecidas y un gesto amable.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Al menos llegaré a casa para ver el partido.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El taxista giró su cabeza de manera brusca y dio un volantazo
involuntario mientras le puso su peor mirada de desconfianza.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¿Es usted de los rojos?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se quedó mirándolo a medio camino entre el temor y la desesperanza.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Sí. – Balbuceó.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¡Fuera! – Dijo de manera inmediata antes de bajarse del
coche y abrirle la puerta con cara de disgusto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Pero…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¡Fuera!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->No tengo dinero para pagarle.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->No quiero su dinero.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y le dejó allí, muerto de frío y solo ante la noche cerrada y la necesidad
de llegar a casa, darse una ducha y ponerse la manta térmica para ver el
partido sentado en el sofá.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Al menos el calmante había hecho efecto y podría llegar a casa caminando.
Le quedaban dos kilómetros que anduvo lo más rápidamente que le dejó el frío y
el dolor y, cuando al fin abrió la puerta, su mujer le recibió con una regañina
y una cara de vinagre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¡Se puede saber dónde te has metido!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Resopló de manera paciente, cerró los ojos y empezó a contárselo todo. No
tenía móvil, ni dinero, ni ganas. Su día había sido una puñetera mierda. Sólo
quería sentarse, comer algo y ver el partido tranquilamente.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¡Si perdéis no me la líes!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La observó con displicencia y contestó con soberbia.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Tranquila, no vamos a perder.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La caldera se había vuelto a romper y el agua de la ducha estaba fría y
la cena demasiado caliente. El frío terrorífico que le había provocado el
chorro gélido en la espalda se había compensado con el abrasador sentimiento
que había sufrido entre la lengua y el paladar por la cucharada de sopa que se
había metido en la boca ávido de echarse un poco de alimento en el estómago.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Aguantó un aullido y se mordió la lengua intentando no gritar. Entonces
gritó y se quedó sin voz.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¡Dios!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Pero Dios no le había acompañado en todo el día.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Hizo pis y salpicó la taza, se subió la bragueta y se pilló un testículo,
se lavó las manos y se le escurrió el jabón, fue a cogerlo y se dio con la
cabeza en el lavabo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Con el cuerpo dolorido y las manos frías se sentó a ver el partido por la
final de la Copa del Mundo de equipos de fútbol. Su equipo, los Rojos de la
Ciudad, se enfrentaban a los Reyes del Continente en un partido a cara de
perro. Daba la casualidad de que no era un enfrentamiento entre campeones, ya
que su equipo había perdido la gran final continental unos meses antes, pero
como el campeón, el Copas de Oro, había renunciado a viajar hasta América para
ser apaleado hasta en el carnet de identidad, había dejado la plaza libre para
que los Rojos pudiesen desquitarse y llevarse una copa que, de alguna manera, merecían
por derecho propio.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">En el partido de ida habían perdido por dos goles a uno, por lo que les
bastaba un simple uno a cero para levantar la copa de campeones del mundo y
poder sacar pecho ante la humanidad con un título ganado a base de fútbol y coraje.
Porque su equipo podía tener mejor o peor suerte, pero nunca se amilanaba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Abrió una cerveza, sin alcohol para no desafiar a los calmantes, y la
espuma se derramó por toda la mesa. Se metió una corteza de cerdo en la boca y
una miga suelta le provocó un ataque de tos que casi le ahoga. Los golpes de su
mujer en la espalda, con tiento y sin tacto, le dolieron más que la tos y las
lágrimas que derramó tras verse a salvo se convirtieron a su pasaporte hacia el
alivio y la salvación. Decidió no beber nada, no comer nada y sentarse
tranquilamente, con la espalda apoyada en el respaldo del sillón, a ver el
partido de su equipo y esperar a celebrar el mayor título de su historia.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">No necesitaba otra cosa que no fuese tranquilidad y un gol. La
tranquilidad llegó cuando su espalda encontró acomodo y su cuerpo comenzó a
relajarse. Y gol llegó más tarde, justo cuando le entraron unas inaguantables
ganas de ir al baño y miccionar. Trató de aguantar, porque su equipo estaba
jugando bien, plantando cara y mostrando el ímpetu que se le presuponía. Pero
no podía más, se levantó, subió el volumen del televisor para poder escuchar la
narración del partido desde el baño y cuando el chorro de la orina estaba en su
momento de esplendor escuchó la palabra.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Gol.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¡Gol! – Repitió él de manera automática.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y, conducido por la emoción, se giró de manera impulsiva, paseando el
chorro por el sanitario, el suelo y los azulejos. Cuando quiso ser consciente,
ya estaba en mitad del pasillo con los pantalones mojados y la garganta rota.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Cuando se disponía a ver la repetición, después de deleitarse con el
abrazo en grupo de los jugadores, el televisor refulgió en negro y todas las
luces de la casa se apagaron dotando a la estancia de una oscuridad total.
Confuso, se asomó al ventana intentando, por intuición, sortear los muebles del
salón y comprobó que toda la calle se había sumido en la noche más profunda.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">No había luz, ni wifi, ni datos, ni siquiera un mínimo conato de protesta
que acabase con aquel silencio tan desesperante. Abrió la ventana y gritó,
frustrado por la situación, mientras preguntaba qué narices estaba ocurriendo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Un vecino le insultó, otro le mandó callar y otros dos, que ya conocían
su afición por el equipo rojo, le llamaron perdedor y le obligaron a meterse de
nuevo en su casa. Cuando lo hizo, se dio cuenta de que estaba muerto de frío y
buscó una manta con la que arroparse al tiempo que maldecía el día en que tiró
su viejo transistor de pilas pensando que ya jamás le iba a hacer falta
utilizarlo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se comió las uñas, se tiró de los pelos, se aguantó las ganas de gritar y
decidió guardar silencio para que su mujer no pagase por unos platos que ella
no había roto. Pasaron más de cincuenta minutos de inquietud, nerviosismo y
mucha sed hasta que las bombillas volvieron a refulgir y el televisor parpadeó
para volver a encenderse y pintarse en el color verde del terreno de juego.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Apretó los dientes, cerró los puños y dejó escapar un escueto “bien”
impregnado de rabia y satisfacción. Seguían ganando por uno gol a cero y
quedaban apenas diez minutos para el final del partido. Por un momento,
aparecieron las estadísticas del partido y pudo comprobar que su equipo había
disparados veintiocho veces a la portería rival por tan sólo una del equipo
contrario. El narrador decía que los rojos no habían sufrido en todo el partido
y que, seguramente, terminarían llevándose la copa sin ningún tipo de problema.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Así que, después de tanto sofoco, sintió un momento de tranquilidad. Dejó
de sentir frío, la cara dejó de palpitarle, la vejiga se relajó y la espalda
dejó de dolerle. Cogió el móvil y entró en Twitter. Los aficionados de su
equipo se regocijaban y los aficionados al fútbol en general se mostraban
admirados. Quedaba los minutos del descuento, la copa era suya, el partido
estaba finiquitado, su equipo controlaba el partido y el equipo rival no daba
dos pases consecutivos más allá del centro del campo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Así que abrió la aplicación de la cámara, buscó la opción vídeo y le dio
el móvil a su mujer.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Grábame justo en el final del partido que quiero tener
este recuerdo celebrando un título histórico.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y de esa manera, su mujer comenzó a grabar cuando apenas quedaban treinta
segundos para completar el tiempo de descuento. Él se mostraba risueño,
confiado, casi eufórico pero contenido. Lo que no grabó su mujer fue el último
ataque del equipo rival que terminó con un balón colgado al área, un rechace y
un disparo forzado, casi imposible, que terminó en la escuadra de la portería
del equipo rojo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y entonces se desató la tormenta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¡Nooooooooooooooooo! ¡Nooooooooooooooooooo! ¡Hijos de
putaaaaaaaaaa! ¡No puede ser! ¡Noooooooooooooooo! ¡No me lo puedo creer!
¡Noooooooooo! ¡Me cago en mi puta vida! ¡Desgraciados! ¡Una jugada, sólo
teníais que defender una puta jugada! ¡Diooooooooooooos! ¡Nooooooooooooooo! ¡Me
muero, hijos de puta! ¡Me muero por vuestra culpa! ¡Me voy a morir!
¡Nooooooooooo! ¡Éramos campeones, joder! ¡Éramos campeones!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Dio una patada a la mesa, lanzó al suelo el mando del televisor y, contra
la pantalla aún refulgente en verde con los jugadores del equipo rival
celebrando su conquista, lanzó el vaso aún lleno de agua que quedaba de pie en
una esquina de la mesa. En un momento se había quedado sin título, sin
televisor y sin dignidad, y su mujer que, obediente ante su mandato continuaba
grabando toda la reacción, permanecía indeleble, con la boca abierta y
paralizada por el miedo al no reconocer en el hombre que tenía frente a sí a la
persona con la que se había casado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Cortó la grabación justo cuando le vio empezar a llorar y, mientras
esperaba a que su marido terminase de calmarse y fuese capaz de combatir la
ansiedad, cometió el gran error. A modo de inocente información, envió el vídeo
a su hermano para decirle “Mira como está tu cuñado, no le reconozco”. Lo que
ella esperaba era compresión y unas palabras tranquilizadoras, pero lo único
que vino fue el silencio y una noche larga en la que no pegó ni ojo escuchando
a su marido moverse sobre el colchón una y otra vez.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Fue el teléfono quien les sacó de la cama. Era temprano aún, apenas las
siete de la mañana y ambos permanecían en el catre esperando que el despertador
les pusiese de cara a la realidad y les obligase a luchar contra el día a día.
Si los dolores se lo permitiesen, debería estar en la notaría a las nueve, y
allí debería lidiar con las miradas y comentarios socarrones de sus compañeros
de trabajo. Qué le iba a hacer, estaba acostumbrado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Dígame. – Contestó con la voz cargada de sueño y el
ánimo descargado de cualquier emoción.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->No hace falta que venga hoy a trabajar, está despedido.
Cuando quiera, puede pasarse a por sus cosas y a firmar el finiquito.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¿Cómo?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¿Y aún se atreve a preguntarlo?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Le colgaron el teléfono y él quedó completamente descolgado. Cuando sacó
el cable del cargador del teléfono móvil y activó los datos, recibió un aluvión
de mensajes. Durante toda la noche, su gente había estado en pie y había una
palabra que lo monopolizaba todo. “Viral”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Pinchó uno de los enlaces que le adjuntaban en los mensajes y, durante
unos segundos, se le vino la sangre arriba y el mundo se le vino abajo. Ahí
estaba él, totalmente alterado, después de haber estado esperando para celebrar
un gol y terminando rompiendo todo lo que pillaba por su camino, gritando como
un energúmeno, entregado a la derrota con la mayor desesperación posible.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¿Qué has hecho? – Preguntó a su mujer.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¿Qué?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¿¿Que qué has hecho?? – Repitió de manera airada y a
punto de perder la calma.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->Nada… - Dijo ella en voz baja y con la voz quebrada por
la duda.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Entonces le mostró el móvil y le enseñó el vídeo. Comprobó cómo, poco a
poco, ella se iba poniendo pálida y como tuvo que levantarse de la cama para
acudir al baño y desahogar una arcada dentro del inodoro. Cuando regresó tenía
los ojos caídos y la boca torcida. Buscó su teléfono y marcó un número de
memoria. Dos tonos, tres. Descolgaron.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]-->-<span style="font-feature-settings: normal; font-kerning: auto; font-optical-sizing: auto; font-size: 7pt; font-stretch: normal; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-variant-position: normal; font-variation-settings: normal; line-height: normal;">
</span><!--[endif]-->¿Pero qué has hecho, joder? – Preguntó desesperada.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Hubo un intercambio de palabras, airado al principio, más calmado
después, un silencio, más voces, otro silencio y un insulto. Ella tiro el
teléfono sobre la cama y comenzó a llorar. Balbuceó unas palabras y le pidió
perdón mientras se abrazaba a él.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Se convirtió en viral. En el nuevo icono de la postmodernidad. Su celebración corrió de mano en mano, de boca en boca, de ojo en ojo. Se hizo tan célebre que incluso los hinchas de su equipo le acogieron como suyo, tanto que el club le pagó un abono y le buscó un trabajo, tan popular que vio su imagen en cientos de entradas en la red y tan frágil que se vio abocado a la medicación cada vez que su equipo caía en la derrota y las mofas llamaban a su puerta. Su equipo ganó algún título, notoriedad e incluso volvió a verse en la misma situación años más tarde. Campeón de Europa y con aspiraciones a conquistar la Copa del Mundo, pero aquel día él ya no estaba para celebraciones y, mucho menos, para romper televisores a patadas. Aquel día permanecía acostado, enganchado a los somníferos y con una bata blanca tras la puerta de una habitación donde ponía "Cuidado, no pasar".</p>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-19450127909020586112024-01-24T11:28:00.000+01:002024-01-24T11:28:25.780+01:00Gol de Señor<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En una época en la que nos hemos acostumbrado al caviar, cabe recordar que,
durante muchísimos años nos estuvimos alimentando de patatas cocidas. De vez en
cuando, para acompañar, nos encontrábamos con un filete bien apañado y nos
creíamos estar nadando en la opulencia. En el fútbol de hoy, la selección
española es una referencia a nivel mundial. Las dos Eurocopas y el Mundial
ganados durante la última década nos acreditan. Y, sobre todo, nos acredita en un
estilo que nos han convertido en únicos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Pero hubo un tiempo en el que nos aferrábamos equivocadamente a una furia
que jamás daba resultado. Viajábamos a los campeonatos pronosticando el día que
regresaríamos a casa y, más temprano que tarde, terminábamos acertando en
nuestros pronósticos. En ese oasis de logros importantes, nos conformábamos con
cualquier victoria épica. Y para nuestra generación no hubo victoria más
celebrada que aquella ante Malta el día veintiuno de diciembre de 1983.</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Para ponernos en situación digamos que España necesitaba ganar a Malta por
once goles de diferencia si quería clasificarse para la Eurocopa a celebrar en
Francia durante el verano siguiente. Aquel era el último partido del grupo y, a
diferencia de ahora, estos partidos no se jugaban en simultáneo con los de los
rivales del mismo. El principal rival en la clasificación era Holanda, quien se
había repartido similares triunfos con España con la diferencia de que ellos
habían hecho diez goles más. Para empatarles a puntos había que ganar. Para
sobrepasarles en el goal average, había que ganar por once goles. Nadie
confiaba en ello.</p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Y menos se confiaba aún cuando el final de la primera parte reflejaba un
exiguo tres a uno a favor. El pesimismo se acrecentaba cuando nos acordábamos
de que incluso habíamos errado un penalti. No estábamos para concesiones, pero
las estábamos cediendo. Sin embargo, como una brújula manipulada con un imán,
la aguja viró de golpe y apuntó al norte. Fueron entrando los goles. A los tres
que había anotado Santillana en el primer tiempo se sumaron otro más del
cántabro, cuatro del Poli Rincón, dos de Maceda y uno de Sarabia. Quedaban
cinco minutos para el final y solamente faltaba un gol para completar la gesta.
Hubiese sido demasiado cruel terminar así.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Entonces ocurrió lo que ya todos estábamos esperando. Un balón suelto le llegó a Juan Señor, centrocampista del Real Zaragoza, en el bore del área y Juan Señor la pegó en el alma. La pelota entró mordida, junto al palo y todos nos abrazamos en los salones de nuestras casa. Aquel gol y aquel gallo mítico del locutor José Ángel De la Casa mientras perdía la voz relatando el momento, se grabaron para siempre en la memoria colectiva de un país que tuvo que esperar casi tres décadas para comenzar a celebrar títulos de verdad.</p>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/-io74oOSZpA?si=h2k6OctoM4JQvIlT" title="YouTube video player" width="560"></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-21012264360827592992024-01-17T17:08:00.002+01:002024-01-17T17:08:40.848+01:00El Rubio<div style="text-align: justify;">Los especiales, normalmente, suelen ser tipos discutidos por el jefe al tiempo que son venerados por sus compañeros y clientes, porque los tipos especiales saben encontrar el momento idóneo para sacar la chistera, hacer la gracia, vender la aspiradora y saber que pueden volver a casa con la conciencia tranquila y el expediente inmaculado, pero aquellos que siempre piden una venta más, una hora más o una llamada extra, serán los que reprochen al mejor comercial de la empresa su falta de implicación por más que la gente haya acudido a ellos solamente para dejarse seducir por sus dotes de convencimiento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">John Lauridsen fue el tipo más querido por la grada del Espanyol al tiempo que fue siendo reprochado por sus entrenadores. Todos pedían una entrada extra, una carrera de más, un esfuerzo adicional mientras el tipo golpeaba a la pelota con pasión, daba siempre el centro preciso y sabía levantar todos los corazones gracias a su talento innato para jugar al fútbol. Cuando Clemente consideró que aquellas dotes no eran suficientes para hacerle valedor de un puesto como titular, la gente se puso de uñas, pero el equipo funcionó tan bien que si bien no podían reprochar del todo la decisión, al menos sí podían ponerse de pie cuando El Rubio pisaba el terreno de juego.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Porque El Rubio era un futbolista de una pieza que entendía el juego como una concepción de individual al servicio de un conjunto ¿Para qué sacrificarse por todos cuando todo podían sacrificarse por él? Lauridsen era un tipo especial; en su empresa no hacía horas extra, ni llamadas a deshora, pero tenía a todos convencidos para comprar la aspiradora. Y es que el danés era un artista ímprobo, un tipo que sabía manejar los tiempos y que, sobre todo, flotaba sobre el césped. Uno de esos jugadores especiales por lo que merece la pena pagar la entrada y cuyo recuerdo ha sobrevivido incluso al tipo que le cortó las alas mandándole al banquillo de los acusados.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/mRtjgPv4O-E?si=Ose3kAa_TClcy9dn" title="YouTube video player" width="560"></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-65940982208899817852024-01-10T11:07:00.002+01:002024-01-10T11:08:17.143+01:00Il codino<div style="text-align: justify;">Se puede ser el mejor sin ganarlo todo, se puede ser un genio, un mantra, una excusa para ver un partido de fútbol sin la necesidad de ser un devorador de títulos porque la genialidad vive en la diversión y la diversión vive de la espontaneidad. Uno es feliz cuando puede hacer lo que quiere y por ello, a Roberto Baggio, muchas veces no le dejaron ser feliz porque aunque muchas veces hizo lo que quiso fueron otras tantas en las que le afearon la conducta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Porque Baggio vivió una época de guerras y cuarteles, una época en la que Italia era conservadora hasta en el fútbol y en la que el Calcio era un motivo para morder antes de para inventar. Y muchos de los que inventaban, la gran mayoría, jugaban allí y de esa concepción del esclavismo nacieron los espíritus más libres desde Rivera hasta Conti culminando la gran obra con Roberto Baggio. Y es que Baggio era al fútbol lo que Puccini a la ópera, pura inspiración, puro talento, pura magia al servicio de la emoción ajena.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando arrancaba, allá por su juventud, era frecuente verle dejar cadáveres por el camino en forma de sacos de arena; los defensores parecían fardos sin presencia y él parecía el capataz capaz de manejar los tiempos y los espacios. Más tarde, cuando las lesiones y el tiempo le había machacado la piel, cambio la potencia por la inteligencia y se convirtió en el tipo al que todos querían ver cada domingo. Su pie era el guante de las ilusiones y su cintura era el cúlmen de la perfección. Roberto Baggio era Dios entre los hombres y sin embargo se le trató como a un hombre entre dioses.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por ello se sintió arropado cuando le llegó el reconocimiento en forma de veteranía. Entonces jugueteaba con los defensores vistiendo camisetas de menor importancia histórica pero que grabaron a fuego la pasión del juego en su corazón. Bolonia y Brescia fueron apoteosis dominical siempre que Il Codino salía a hacer el paseíllo para retirarse más tarde por la puerta grande. Jugó en los equipos más potentes y él solito se las bastó para tener a su país a tiro de un penalti para ser campeón del mundo. Aquel pateo hacia el cielo le marcó ante la historia pero no lo marcó ante el rencor. Le siguieron amando porque gracias a él el fútbol italiano hizo click y a su sombra crecieron otros genios que supieron aprovechar el rebufo del hombre que lo cambió todo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>
<iframe width="560" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/cFHAIg4tbX0?si=6Bdaq0pkOWPfDT4K" title="YouTube video player" frameborder="0" allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-74642964612688032162024-01-04T11:42:00.003+01:002024-01-04T11:42:40.474+01:00El espejo invertido<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-p-_NhD8SfNphM7nyWig0yvzLT2Kbw1Ur86lrl_v_Fj6s6IjqYfa9ExpJjuGFvAfcJ_pBmquQoI1oM3mwEvmkplOvFWd7p6Xa6MPzQHieQFnCRwITqYA-2hc1MH-b4GbrAW7GKTBABSraSP4aGTidr_0WVjQY42AVOXrx75kfbqDx1TcQR58rYBapxn0/s1200/574557_1520763.webp" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="675" data-original-width="1200" height="113" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-p-_NhD8SfNphM7nyWig0yvzLT2Kbw1Ur86lrl_v_Fj6s6IjqYfa9ExpJjuGFvAfcJ_pBmquQoI1oM3mwEvmkplOvFWd7p6Xa6MPzQHieQFnCRwITqYA-2hc1MH-b4GbrAW7GKTBABSraSP4aGTidr_0WVjQY42AVOXrx75kfbqDx1TcQR58rYBapxn0/w200-h113/574557_1520763.webp" width="200" /></a></div>Los proyectos, como los sueños, son compendios de ilusión que mueven las tripas y ponen en marcha el corazón, porque mientras nuestra cabeza planifica la acción, nuestras manos se ponen al servicio de nuestras ideas, por ello es necesario convicción y firmeza y, sobre todo, una capacidad soberana para hacer creer a los demás que tu palabras es la de un mesías pues si los que deben seguirte no son capaces de cruzar el Rubicón por ti, lo más probable es que te veas de nuevo en una silla y el alma partida a latigazos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando Simeone aterrizó en el Atleti encontró un equipo descompuesto y tendente a la tragedia. Les había eliminado de Copa un equipo de Segunda B y las estrellas ya planificaban su futuro lejos del Manzanares porque en aquella casa de locos no había nadie capaz de dar un puñetazo en la mesa. Lo que hizo el Cholo, más allá de ese puñetazo, es utilizar su otro puño, el izquierdo, para acariciar el alma de sus futbolistas y hacerles saber que allí había un grupo que si creía y trabajaba, sería capaz de todo, y vaya si lo fue.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Algo parecido a aquel milagro en rojiblanco, ha obrado Michel en Girona con la salvedad, más meritoria aún para él, de que agarró en Segunda a un equipo sin apenas historia en la élite, lo que hace que su presión sea menos asfixiante pero que su mérito sea doblemente reconocido. En este juego de espejos, el Atleti se encontró anoche con su pasado; un equipo que apretaba en la salida, que sabía esperar ordenado en el medio y que conducía los contragolpes a velocidad de vértigo. Por ello, cuanta más admiración provocaba el Girona, más lástima producía el Atlético al comprobar que de lo que un día fue ya no quedan ni los recuerdos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A esta plantilla mal confeccionada le falta un lateral izquierdo, le sobran interiores y la falta, sobre todo, un número cinco que sepa guardar la posición y juntar al equipo en torno a su figura. Mientras Koke siga sobreviviendo en la jungla del físico, seguirá siendo un jugador aseado pero poco dado a la alta exigencia, porque jugando fuera de lugar se le ven muchas virtudes, pero pone en solfa su peor carencia y es que le cuesta girar sobre sí mismo cuando los lobos le acechan desde atrás.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Anoche se comió un bocado y el Atleti se desangró de manera ominosa, una vez más. Y mientras el Girona invertía el espejo y se reflejaba en aquel Atleti intenso de 2012, los colchoneros se iban del partido una vez más por culpa de un sistema que le impide sacudirse el dominio del rival y, sobre todo, encontrar a sus mejores hombres en sus mejores posiciones.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y aunque el rebato de la segunda parte bien podría haberle abierto la puerta de las victorias, el partido estaba escrito en clave rojiblanca, pero la local, porque ese pijama verde volvió a naufragar en aguas defensivas y lo que un día fue un manual de precisión pétrea, hoy es un circo de los horrores en el que los centrocampistas siempre llegan tarde y los defensores, la mayoría de las veces, terminan mirando como el delantero rival chuta hacia su portería. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ya no quedan ni los milagros de Oblak. Ya no queda nada de aquel Atleti en cuyo reflejo se sentía el equipo más poderoso de Europa.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-88239245885114145432023-12-20T11:16:00.005+01:002023-12-20T11:16:40.856+01:00El álbum del mundial<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgt3R72ScCU8aZnuEXVPrZWyuMVf2WTFwZRLTIy3KfcwECSn3oOQIaixwxdMKu2x0zI9amhOoXFkOgTzjN6KA3L-6B-Nv9YZG2vXEvtpMQ-tkdSjEbG5yAo429F64dEmSh0EaNOX4Srmg5_vceRasJQqGIh8qMafhJswZJNHhbGW7qLBYOmnvBbIlJ04ac/s1000/fc17885afa3e0161899c4373473249e8.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="753" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgt3R72ScCU8aZnuEXVPrZWyuMVf2WTFwZRLTIy3KfcwECSn3oOQIaixwxdMKu2x0zI9amhOoXFkOgTzjN6KA3L-6B-Nv9YZG2vXEvtpMQ-tkdSjEbG5yAo429F64dEmSh0EaNOX4Srmg5_vceRasJQqGIh8qMafhJswZJNHhbGW7qLBYOmnvBbIlJ04ac/w151-h200/fc17885afa3e0161899c4373473249e8.jpg" width="151" /></a></div> <p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span> </span>Las colecciones
de cromos eran más que un entretenimiento. Durante los años que nos duró la infancia eran el camino más corto hacia las nuevas amistades. Uno bajaba a la
calle, con su taco de cromos repes, y regresaba a casa con cincuenta cromos
menos pero con un fichaje y un amigo más. El fichaje iba directo al álbum, el
amigo iba directo al corazón.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Así fue como conocí a Sergio en el
verano de 1991. Yo ya tenía catorce años y no volví a juntar un álbum en la
vida a pesar de que él continuó completando sus colecciones hasta 1994. Gracias
a él rellené mi último álbum casi al completo. Tan sólo me faltó el cromo de
Ronald Koeman. Caprichos del destino, pasaba por ser mi jugador favorito y su
número, el cuatro, decoraba la espalda de la réplica de la camiseta del Barça
que mi padre me había regalado para mi decimotercer cumpleaños.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Conservé aquella zamarra hasta que,
con veintiocho, dejé el hogar familiar y acabó perdida en una mudanza casi
interminable. Aún creo que mi madre la tiene guardada en el fondo de uno de sus
cajones como muestra viviente de que la infancia de su hijo aún no salió por la
puerta de la calle. Lo cierto es que anoté muchos goles en el descampado del
barrio con aquella camiseta de Koeman que dejé de ponerme cuando los años y los
kilos se fueron añadiendo a mi currículum personal.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Uno de los goles que más ensayé fue
aquel zapatazo contra la Sampdoria el veinte de mayo de 1992. Nos jugábamos
mucho; más allá del prestigio estaba la historia, la leyenda negra, el
pesimismo, ese fatalismo que perseguía al Barça desde aquel día, también de
mayo, en el que hasta cuatro balones se había estrellado en los postes de la
portería del Benfica. La gente, que desde que Duckadam parase cuatro penaltis
en la final de 1986, estaba convencida de que el Barça jamás ganaría la Copa de
Europa, se echó a la calle para echarse, además, las manos a la cabeza. Sergio
me llamó nada más terminar el partido y descolgué el teléfono mientras veía
como Alexanco levantaba la orejona y mis ojos se vestían de la misma incredulidad
que mostraban el resto de aficionados del Barça repartidos por España.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Más allá de cromos, fui guardando
fotos que me fui encontrando en revistas y periódicos a lo largo de mi vida.
Aquella parada de González a Djukic cuatro días antes de que el Milan nos
mandase a la ruina, la cabalgada de Ronaldo entre dos defensores del Valencia,
la chilena de Rivaldo de espaldas a Cañizares o el regate de Ronaldinho ante
Sergio Ramos segundos antes de poner en pie al Santiago Bernabéu.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Cuando el Barcelona reencontró el
estilo, el éxito y la Copa de Europa, comencé a vibrar con los éxitos de la
selección española. Apuntándome a caballo ganador, me enamoré del estilo de
Luis y de la concepción de continuismo calmado que impuso Del Bosque. Allí
estaban Xavi e Iniesta para dar continuidad al baile que ya se afrontaba en
clave de discurso con denominación de origen en La Masía. Y, aunque había otros
tipos, también muy buenos, que complementaban a la perfección ese tiki taka que
se hizo famoso en el mundo entero, todos sabíamos quién era el verdadero eje de
un equipo que empezó a ganarlo todo en Viena y se presentaba en Sudáfrica con
esa vitola de favorito que tan mal le había sentado en anteriores ocasiones.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Un mes antes de comenzar el mundial,
a mediados de mayo, llegó a mis manos un álbum de Panini que Sergio había
comparado en el viejo quiosco que había en la esquina de su calle.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><!--[if !supportLists]--><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7pt "Times New Roman";">
</span></span><!--[endif]-->Para rememorar viejos tiempos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Le miré con cara de nosotros ya somos viejos para estas cosas, pero
comprobé tal ilusión en su mirada y recordé aquellos buenos tiempos en los que
bajábamos a los bancos con un taco de cromos en la mano que me dije “Por qué
no”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><!--[if !supportLists]--><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7pt "Times New Roman";">
</span></span><!--[endif]-->Porqué no.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Así que nos presentamos en una de las plazas del pueblo vecino, justo al
lado de donde ponían el mercadillo, porque nos decían que había tipos que, como
nosotros, coleccionaban álbumes y se reunían para intercambiarse cromos entre
sí. Habíamos gastado un dinero en sobres que nos habíamos quitado de cervezas y
otros vicios de sábado por la noche. Nos sentíamos dos frikis en busca de una
infancia perdida y nos quedamos de piedra cuando descubrimos que allí había más
de treinta tipos buscándose entre ellos y con un taco de cromo entre las manos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Nos faltaban seis para terminar la
colección. N’Kufo de Suiza, Villa, Puyol e Iniesta de España, Robben de Holanda
y Cardozo de Paraguay. Ninguno de ellos lo encontramos aquella mañana de
mercadillo y plaza bajo el sol del incipiente verano. Intercambiamos algún
teléfono y adquirimos, a la vuelta, otra media docena de sobres donde descubrimos,
para nuestra frustración, que el verdadero negocio residía en los cromos
repetidos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Para cuando empezó el mundial, el
hueco de aquellos cinco cromos seguían empobreciendo el aspecto de un álbum que
daba la apariencia de estar repleto. Observábamos de manera satisfactoria como
los grandes talentos del fútbol mundial se reunían, uno a uno, en una foto de
carnet mientras posaban con la camiseta de su selección. Messi en Argentina,
Cristiano Ronaldo en Portugal, Kaká en Brasil, Ribery en Francia o Müller en
Alemania. Todos con ganas de comerse el mundo a base de goles y todos mirando
de reojo la capacidad de adaptación de una selección española que, por una vez
de verdad, llegaba a la cita con el cartel de máxima favorita.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Andábamos tan ilusionados con
aquella posibilidad real de terminar viendo, por fin, a nuestra selección
levantando la copa dorada que simbolizaba el dominio sobre el resto de
selecciones del planeta, que apenas fuimos capaces de digerir aquella primera
derrota el día dieciséis de junio.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Se había parado el país. Miércoles a
las cuatro de la tarde. Bares llenos, oficinas vacías. Carreteras sin coches,
televisores encendidos. Y un maldito gol de rechace nos había devuelto a todos
a la realidad. “Ningún equipo que ha perdido el primer partido ha terminado
ganando el mundial”, decían las webs deportivas. Para qué seguir soñando.
Aquello iba a ser, una vez más, la misma decepción de siempre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El día siguiente a aquella derrota
compramos media docena de sobres en la vieja tienda de frutos secos del barrio.
De los treinta y seis cromos que descubrimos, treinta y cinco eran repetidos y
uno era nuevo. Era N’Kufo, de Suiza, el mismo tipo que, un día antes nos había
mandado al pozo de la desilusión. Maldita casualidad. Nos miramos con
resignación y una pizca de satisfacción bien reencontrada. Al menos ya nos
quedaban cinco.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El mundial transcurrió en los cauces
que nuestro deseo había pronosticado con anterioridad. Tras el tropiezo contra
Suiza llegaron dos victorias ante Honduras y Chile, ambas con goles de Villa e
Iniesta y predecesoras de un sufrimiento extremo que parecía querer abotargar
las piernas de nuestros futbolistas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>La colección de cromos, por su
parte, no seguía la misma rutina victoriosa a la que se había abonado nuestra
selección. Comprábamos sobres, algunos días casi de manera compulsiva y no
obteníamos el premio de conseguir a algunos de los que nos faltaban. España
estaba en octavos y a nosotros nos seguían faltando cinco cromos para completar
el álbum.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El partido frente a Portugal fue un
suplicio de sesenta minutos hasta que Villa hizo el gol. A partir de ahí hubo
control y espera, algún arrebato aislado y, sobre todo, la sensación de que
teníamos al mejor centro del campo del mundo. Allí, en nuestro preciado álbum
de cromos, sobresalían el hueco dejado por el cromo de Iniesta entre las fotos
de Xavi, Xabi, Busquets, Cesc y Javi Martínez. Había que seguir remando, había
que seguir comprando. Había que seguir soñando.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El día antes del enfrentamiento
contra Paraguay, conseguimos, mediante intercambio, el cromo de Óscar Cardozo.
Mira, Sergio, ya sólo nos faltan cuatro. Y Sergio me miraba con cara de ilusión
porque sabía que, de alguna manera, había vuelto a conseguir que mis ojos
recuperasen el brillo. Hastiado por la vida y por los fracasos amorosos, me
había refugiado en los éxitos de mi equipo de fútbol mientras esperaba que algo
volviese a llenar mis pensamientos en los días de asueto y volviese a hacerme
sentir vivo. Pensé que lo haría el mundial, lo que nunca imaginé es que lo hiciese,
sobre todo, una mera colección de estampas de futbolistas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pegamos en su lugar la foto de
Cardozo, sonriente, mostrando dos hileras de dientes alineados, en un gesto
forzado de un tipo que parecía estar pensando en el gol antes que en la foto.
Le rogamos, por activa y por pasiva, que no nos la liase y casi nos da un
infarto cuando le vimos delante de la pelota, afrontando un lanzamiento de
penalti frente a Iker Casillas en el minuto cincuenta y nueve. Los partidos de
España eran así; una hora de sufrimiento hasta poder encontrar oro y media hora
de disfrute desde que las hadas nos tocaban con la varita mágica.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Si había un futbolista tocado por
las hadas dentro de la selección española ese era Iker Casillas. Apodado el
santo por su costumbre para ejecutar milagros en los momentos más cruciales,
miró de reojo a su amigo Reina para encontrar un resquicio de fiabilidad de sus
gestos y se lanzó hacia el lugar que su amigo le había indicado. Casillas paró
el penalti y Cardozo quedó hundido, manos en la cabeza y gesto melancólico,
mientras los jugadores españoles se abrazaban en el área y nosotros nos
abrazábamos sobre un viejo sofá de escay.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Miramos el cromo de Cardozo, tan
sonriente, tan confiado, y le dedicamos una peineta con todo el mal gusto que
caracteriza a los forofos en estado de excitación.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><!--[if !supportLists]--><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7pt "Times New Roman";">
</span></span><!--[endif]-->Ahora ya no te ríes tanto ¿Eh?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y Cardozo nos miraba, desde su posición en el álbum, sin cambiar el
gesto, sin mover un ápice los labios para borrar su sonrisa y con una mirada
desconfiada, quizá algo cabreada, como queriéndonos mandar a tomar por culo. Al
mismo lugar que deseábamos que se marchase su equipo, y, aunque Xabi Alonso
marcó un penalti que hubo de repetir y volver a lanzar para dejar que el
portero paraguayo también tuviese su minuto de gloria, el pescado de la
clasificación estaba vendido desde que Casillas había detenido el ímpetu de
Cardozo y España se había encontrado, casi sin pensarlo, con una vida extra con
la que no contaba después de sesenta minutos de agonía.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Cuando Iniesta condujo el balón
desde la línea de tres cuartos, sentimos el gusanillo de quien sabe que aquella
puede ser la definitiva. La pelota terminó en pies de Villa quien, con el
suspense que supone que la pelota vaya de palo a palo antes de entrar en la
portería, nos regaló un momento de éxtasis inolvidable. Habíamos jugado muchas
veces los cuartos de final, pero jamás habíamos visto a nuestra selección
superar esa barrera. Ya era hora, joder. Viva Villa, quisimos exclamar mientras
elevábamos su imagen a los altares de nuestra imaginación, pero su lugar en el
álbum seguía vacío y no pudimos venerar su imagen por lo que tuvimos que
decirle bien alto, esperando que el eco de nuestras voces traspasasen cien
fronteras, Viva la madre que te parió.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Era la primera vez que, cualquier generación
de españoles, veía a su selección en semifinales de un campeonato del mundo.
Era la primera vez, esta vez de verdad, que los españoles tenían la seria
sensación de creerse favoritos a alcanzar la cima. No iba a ser fácil, nada lo
es. Esperaba Alemania en semifinales y a nosotros nos esperaban cuatro sobres
sin abrir que había comprado Sergio el lunes por la mañana, después de la
victoria, la locura y la resaca.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Entre los cromos descubiertos estaba
el de David Villa. Oh, goleador, mi goleador. Allí le teníamos, cuatro goles en
el mundial como cuatro soles, que habían servido para llevarnos a octavos, a
cuartos y a semifinal, su mirada desafiante y el rostro serio con esa perilla
de mosquetero que tan mal le quedaba y que tan poco respeto infundía. Podría
pasar por un niño de instituto entre un escuadrón de hombres fornidos y poder
liquidarles a todos con su astucia y su facilidad para la ejecución. Nuestro
número siete. El verdadero.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Trabajar, durante el tiempo que dura
un acontecimiento como un mundial, es un ejercicio de contención cognitiva,
porque en cada momento estás imaginando una jugada, un regate, un pase, un
remate, un gol. Y lo haces de todas las formas posibles; por el centro, por la
banda, de falta directa. Incluso, durante muchos momentos, te imaginas a ti
mismo, con el nueve en la espalda, y rematando de manera certera un centro
nevado desde la banda. Porque en ese momento, el gol es un motivo de ansia tan
caníbal que te ves devorado por ti mismo mientras intentas redactar un informe o
contabilizar una hoja de gastos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Alemania, en concepto futbolístico, era algo
así como el ogro de tres cabezas. Un ogro que, durante años, anduvo metiendo
miedo a los pobres latinos que, con su físico nimio y su vergüenza en la
mirada, eran incapaces de mirarles a los ojos y aceptarles un desafío. A nivel
de clubes, jugar allí era un tormento, y daba igual que fueses blanco que rojo
que grana, terminaban acogotándote en tu área y vacunándote por insistencia.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>A España le quedaban dos partidos
para ser campeón del mundo y a nosotros nos faltaban tres cromos para completar
la colección. Desde aquel verano del noventa y uno, cuando había dejado un
álbum incompleto con el hueco del cromo de Ronald Koeman, no había estado tan
cerca de completar todo un libro lleno de estampitas. Y aunque sabíamos que,
como aquel, este también, en el fondo, era un timo porque se trataba de un
gasto de dinero a fondo perdido, al menos nos quedaba la ilusión por encima de
la decepción. Y más por encima, aún, quedaba el objetivo, el de completar
aquellas hojas con todos los cromos y sentirnos amos de nuestro propio destino.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Para ello volvimos a dejarnos otros
diez euros en sobres, cinco por cabeza. No era moco de pavo teniendo en cuenta
que bien nos lo podíamos haber gastado en un par de cervezas por barba que, con
su buen pincho incluido, nos hubiese saciado el cuerpo de cara al partido. Pero
no hubo cerveza ni cromos nuevos. El taco de repetidos era ya tan alto que no
nos cabía en una sola mano y habíamos de repartirlo entre los dos. Sergio sacó
de su armario una vieja riñonera que no utilizaba desde los noventa y guardó
tres tacos bien cogidos con una goma elástica. La imagen, con la riñonera
puesta, era de un hortera de playa en lugar de la de un negociador de estampas,
pero, más allá de la presencia, estaba la necesidad y la nuestra indicaba que
necesitábamos ir a la plaza a intercambiar cromos con aquella panda de frikis
que reunían cada domingo por la mañana.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Pero aquel día era miércoles y
tocaba partido de fútbol. Partido de los de verdad, de esos que los alemanes
habían jugado tantas veces que habían olvidado, pero que nosotros jugábamos por
primera vez. Ahí estaban, compilados, todos los sueños, todas las emociones,
todas las tensiones, todos los deseos a flor de piel.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Del Bosque decidió poner a Pedro en
el once titular en detrimento de Torres. Se habían acabado las oportunidades
para El Niño, en el partido más importante, y ante los centrales más
corpulentos, el seleccionador optaba por sacar del equipo a nuestro delantero más
fuerte para dar paso a un pequeño diablo con una culebra en la cintura. Y lo
cierto es que el plan le salió bien porque Pedro jugó un partido soberbio y le
salió bien porque España bailó a Alemania durante noventa minutos de pasodoble
continuo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Tiki Taka, como había dicho el bueno
de Andrés Montes, aquel tipo con la cabeza afeitada y voz de speaker que nos
había cambiado la vida a los adolescentes de principios de siglo siguiendo las
aventuras de los equipos de la NBA cuando la madrugada daba su función de
silencio en los hogares españoles. Tiki Taka, Salinas. Así creí poder
escucharle en el cielo mientras disfrutaba, como nosotros, de aquel baile
histórico al que España estaba sometiendo a la mejor selección europea de la
historia. Tres mundiales tenían y nosotros cero y ahí estábamos, sin complejos,
quitándole el balón a Kross, Khedira, Schweinsteiger y Ozil y haciendo nuestra
la posesión y el rondo interminable.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>España mandaba y Xavi comandaba,
pero no llegaba el gol. No llegaba porque, más allá del toque interminable y
certero, de la velocidad de movimiento de la pelota, el equipo carecía de una
chispa de profundidad en los últimos metros y, aunque los alemanes no la
tocaran, todos sabíamos de lo que eran capaces de hacer, porque su historia
estaba marcada de remates de cabeza a la salida de un córner, de balones
colgados y ganados en segundas jugadas, de disparos lejanos perforando las
escuadras.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Cualquier córner podía alterar el
resultado y el córner, esta vez, llegó a nuestro favor. Faltaba algo más de un
cuarto de hora para el final y nuestro dominio daba para forzar córneres, pero
no daba para anotar goles.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pero ocurrió
lo que ninguno de nosotros hubiésemos esperado. Si nos hubiesen hablado del gol
de la victoria, todos hubiésemos imaginado aquel gol de Torres en la final de
Viena donde un balón en profundidad de Xavi había roto las líneas y una carrera
imponente había roto el partido. Pero nadie podía imaginar que íbamos a ganar a
los alemanes a la alemana, con un balón colgado y un remate certero de uno de
nuestros centrales.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Xavi, siempre Xavi, puso la pelota
con temple en el corazón del área alemana y Puyol, guerrero como siempre y
goleador como nunca, se impuso a todos los alemanes con un salto portentoso y
conectó un cabezazo que se coló como un obús en la portería de Neuer. Abrimos
bien los ojos antes de empezar a celebrar porque, realmente, nos costaba creer
que aquello fuese una realidad y nos estuviésemos plantando, por fin, en una
final de la Copa del Mundo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Sergio y yo nos abrazamos como dos
niños recién salidos de la escuela que buscan jugar un partido con amigos en el
descampado enfrente de casa, allí donde los goles desde lejos valían por dos y
donde los regates se pagaban a precio de sonrisa. Puyol, otra vez un tipo cuyo
cromo nos faltaba por rellenar en el álbum, otra vez alguien a quien no
esperábamos, como Torres en Viena, como Tamudo en Dinamarca el día que empezó
el tiki taka y en el que España entera desconocía que se había sembrado una
semilla que iba a florecer en el equipo más imponente del planeta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Los últimos minutos del partido
fueron un quiero y no puedo de Alemania porque se encontró a un equipo que le
escondió la pelota y le negó la oportunidad. Aún la tuvo Pedro, en un mano a
mano final en la que tomó la decisión más extraña cuando Torres corría junto a
él para empujar la pelota a la red. Era como si quisiera reivindicarse por sí
mismo y no querer darle el balón al tipo a quien había suplantado en el once
inicial. Durante los siguientes días, cada vez que alguno de los dos tomábamos
una decisión equivocada o nos andábamos por las ramas de manera innecesaria,
nos espetábamos el uno al otro que habíamos hecho un Pedro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El domingo amaneció soleado y
caluroso. Por más que nos contasen que en Sudáfrica el frío se estuviese convirtiendo
en el protagonista del invierno austral, aquí era verano y la ola de calor
estaba en todo su apogeo. Nos despertamos pronto y nos mandamos un par de
mensajes aún somnolientos. No dormimos poco debido al calor, no, tampoco debido
a la falta de cansancio, tampoco, dormimos poco porque aquel día, cuando
arreciase la noche y las hadas estuviesen camino de su particular fábrica de
sueños, comenzaría el partido más importante de nuestras vidas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>La noche anterior habíamos salido de
copas y terminamos, entre el alcohol y los besos furtivos que encontramos en
los labios de dos estudiantes holandesas de intercambio, con una tensión
resuelta y una resaca de aúpa. No sabíamos qué iba a pasar aquella misma noche,
pero en la anterior, y ya de entrada, Holanda nos había ganado la partida por
la mano. Menos mal que el pulpo Paul, listo como ninguno, eligió posarse sobre
nuestra bandera y darnos un pequeño respiro en aquellos días de agobio en los
que por más rubias que ocupasen nuestra cama o más cerveza que ocupase nuestro
estómago, no había lugar para otro pensamiento que no fuese la final de la Copa
del Mundo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Nos levantamos de manera forzada y
desayunamos un café bebido que servía como reparador y, a su vez, como
desatascador definitivo y nos dirigimos, cada uno desde nuestra casa, despedida
ya la noche y el recuerdo, al lugar de encuentro habitual; la puerta del bar de
Chicho Castillo. Era un tipo peculiar aquel; capaz de usar la ropa más ajustada
del mundo a pesar de su prominente barriga y siempre con una cinta en el pelo a
modo de samurái; a veces negra, otras blanca, pero nunca indiferente, siempre
llena de dibujos extraños e impresiones excéntricas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Aquel día llevaba una cinta, como no
podía ser menos, con los colores de la bandera de España. Nos sirvió los
botellines fríos con una sonrisa y un grito de aúpa para la selección de
nuestro país. Aquel día, las calles se vestían de banderas rojigualdas sin
importar el sesgo político ni la ideología personal. Aquel día, por una vez en
la vida, y gracias a un partido de fútbol, todos nos sentíamos, de verdad,
españoles.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Los botellines entraron con la
alegría del tipo que busca poner fin a su resaca agarrándose a la espalda de
las leyendas urbanas. Si nos decían que lo mejor para la resaca era un botellín
frío en ayunas, allá íbamos nosotros a lanzarnos a la comprobación y a no hacer
ningún comentario negativo al respecto, porque a nosotros no nos gustaba tener
resaca pese a que la edad ya iba haciendo mella en el organismo y nos gustaba,
bastante, la cerveza fría.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Sergio puso el dinero y yo puse el
coche. Chicho Castillo nos despidió con un “hasta luego” alegre y subido de
tono y nosotros le prometimos volver para regar de nuevo nuestro estómago con
cerveza y hacer una previa como Dios mandaba; con líquido y sustento en forma
de montados de lomo y beicon con queso. Él nos tomó la palabra y nosotros
tomamos el rumbo en dirección a la plaza del pueblo vecino, allí donde los
coleccionistas de imágenes intercambiaban su cromos y los ávidos de colección
se dejaban sus estampas repetidas e incluso sus billetes más preciados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Nosotros ofrecimos doscientos
veintidós cromos, todos los que teníamos, por los dos que nos faltaban. Pero
nadie tenía a Robben e Iniesta. Mala suerte, pensamos. Un tipo, al que le dimos
nuestro número de teléfono, nos prometió que nos conseguiría ambos si éramos
capaces de pagarle sesenta euros. Treinta por cada postal. Nos pareció una
barbaridad, pero como para decir que no teníamos tiempo y para conseguirlos por
otro medio, también, le dijimos que okey antes de retirarnos de allí y comprar
un par de sobres en un quiosco abandonado a dos calles de la plaza y que
encontramos por curiosidad mientras regresábamos al coche.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Como hacía calor y necesitábamos
refrigerarnos, Sergio guardó los sobres en el bolsillo trasero de su pantalón y
nos adentramos en un bar que encontramos justo detrás del quiosco. Era un bar
con alicatado viejo, barra de chapa rayada y olor a rancio. Nos despachó tres
botellines fríos por cabeza con su tapa de oreja, morro y callos. Castizo como
pocos. Salimos casi rodando, dando las gracias y buscando el coche para llegar
a casa y lanzarnos en la cama para disfrutar de una merecida siesta. Los
cuerpos venían de un viaje interminable durante la noche anterior y de un nuevo
rejón en forma de cerveza fría en aquel bar perdido en el corazón del pueblo
vecino.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Desperté de la siesta con la boca
seca y el corazón palpitante. Supe, en un instante, que había algo que debía
ocupar mi consciencia durante las siguientes horas, pero el sueño excesivo y la
desorientación, reforzada por las persianas bajadas de la habitación, me
hicieron darle demasiadas vueltas a la cabeza y pocas vueltas a los motivos. Me
levante como zombi, oriné mucho y fuerte y acudí a la cocina para echarme un
vaso de agua. Había dejado el móvil a cargar junto al fregadero y una luz azul
parpadeaba sobre el negro oscuro de la pantalla.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>“Te espero en el Chicho Castillo”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Tuve que parpadear dos veces y beber el vaso de un trago para ser
consciente de lo que Sergio me estaba diciendo en aquel mensaje.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">“Ok, ahora bajo”. Le contesté.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Camino del bar, y con los puños restregando los ojos, fui observando los
balcones engalanados con banderas, la gente que me cruzaba tenía la cara
pintada en dos colores, rojo y amarillo, los niños vestían la camiseta de la
selección y los más mayores discutían en un banco sobre la necesidad, o no, de
hacer que jugase Fernando Torres.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">¡El partido!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Me detuve un instante, me apoyé en una pared del bloque y me restregué
los ojos por enésima vez. Tenía la boca seca por la siesta y por todo el
alcohol que había ingerido durante las anteriores veinticuatro horas. Me agaché
un momento para liberar la presión de mi estómago y me dirigí, sonrisa puesta y
camiseta arrugada, al bar de Chicho Castillo donde Sergio me esperaba con un
botellín en la mano.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><!--[if !supportLists]--><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7pt "Times New Roman";">
</span></span><!--[endif]-->¡Vamos tío!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Nos habíamos habituado, en forma de ritual, a vivir las previas en el bar
y los partidos en mi casa. Desde que nos habíamos independizado, habíamos
alternado salidas y llegadas, partidos y postpartidos, previas y días de
guardar, entre el bar, la calle del ritmo y alguna de las dos casas.
Generalmente, cuando jugaban nuestros equipos, preferíamos verlo fuera porque
cada uno hinchaba por un club y terminábamos enfadándonos por nimiedades, pero
la unión de la selección nos había hecho unirnos en un solo sofá desde que el
día del partido contra Suiza, a las cuatro de la tarde, ambos pedimos permiso,
él en la oficina, yo en la fábrica, para cambiar el turno o para salir antes,
algo que, hecho con tiempo, se nos había concedido y que, llegado el día,
provocó el recelo de nuestros compañeros, menos previsores y avispados que
nosotros.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Lo cierto es que, tras aquella primera derrota, decidimos cambiar de casa
porque creímos que el salón de Sergio nos había causado el infortunio y
cualquier cambio de ritual era un probable cambio en el destino. Una vez que
comprobamos que España, vista desde mi sofá, ganaba una y otra vez, no
cambiamos el lugar de encuentro y el de desencuentro. Siempre nos veíamos donde
Chicho Castillo, bebíamos cerveza, subíamos a mi casa, veíamos el partido y nos
tomábamos el gin-tonic de despedida antes de darnos un abrazo y citarnos para
la siguiente ocasión.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y la siguiente ocasión era una final ¡Menuda ocasión! Irrepetible, única.
Una ocasión que habíamos soñado durante toda la vida pero que, sinceramente,
jamás habíamos imaginado que se iba a convertir en realidad. España en la final
de una Copa del Mundo y además como favorita. Como para no alucinar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La cerveza estaba fría y los ánimos calientes. La gente, en el bar, se
agolpaba para coger sitio y poder mirar hacia el televisor desde la mejor
perspectiva. No era un aparato de televisión muy grande el que tenía Chicho
Castillo, pero tampoco el local de un tamaño tan inmenso como para necesitar un
aparato mucho mejor. Situada en la pared frente a la barra, a una altura de
algo más de dos metros, el televisor refulgía en imágenes sobre la previa donde
se interseccionaban diversos reportajes sobre jugadores, cuerpo técnico y el
camino de rosas espinadas que había llevado a la selección hasta aquel lugar en
aquel momento.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y es que, aunque lo hubiese parecido, nada había sido fácil. Habíamos
empezado perdiendo y habíamos tenido que ir remontando el vuelo y sacando la
cabeza, fase a fase, con resultados cortos y finales agónicos por el ajustado
del marcador. Pero allí estábamos y no le íbamos a regalar nada a nadie.
Faltaría más. España jugaba su primera final contra un equipo, Holanda, que ya
había jugado aquel partido dos veces saliendo derrotado en ambas. La
circunstancia en que ambas derrotas habían llegado ante el anfitrión y aquel
día jugaban en terreno neutral ante un equipo que se conocía de memoria pero al
que no sabía cómo iban a afectar los nervios por disputar el partido más
importante del mundo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Los nuestros estaban a flor de piel. La última cerveza fría bajó por
nuestra garganta y, cuando el bar ya estaba lleno de ambiente y vociferio,
decidimos marcharnos para buscar el lugar tranquilo del sofá y cumplir así con
el ritual que decía que cada vez que habíamos visto un partido allí, habíamos
ganado. No es que no nos gustase estar en el bar, de buena gana nos hubiésemos
quedado para poder compartir sentimiento, alegría y sufrimiento con aquellos
tipos que, domingo tras domingo, llenaban el Chicho Castillo con sus camisetas
blancas mientras nos miraban furibundos cada vez que miraban nuestras
equipaciones roja y blanca o azul y grana, pero lo que queríamos era ayudar y nuestra mejor
manera de hacerlo era el de cumplir con el rito de partido en el sofá de mi
casa, que si ya el pulpo Paul había pronosticado nuestra victoria no íbamos
nosotros a echar por tierra los poderes predictivos del cefalópodo más famoso
del mundo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La calle era un hervidero de gente que buscaba su lugar. Una ligera
brisa, caliente como aire del infierno, agitaba las banderas que ondeaban en
los balcones anunciando un orgullo nacional que no había tenido precedentes en
el país. Las miradas, los saludos, las sonrisas nerviosas delataban un deseo
inabarcable por convertirse en rey del mundo. Incluso los vecinos más serios,
aquellos que escupían apenas un saludo en voz baja cada vez que te los cruzaban
en la escalera, habían abierto la garganta para despojarse de un buenas noches
que les picaba en la garganta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Sergio se acomodó en el sofá y, mientras buscaba el canal en el
televisor, yo sacaba las cervezas de la nevera. Por cortesía y costumbre, puse
dos platos con snacks encima de la mesita auxiliar, pero ambos sabíamos que,
una vez comenzase el partido, ninguno de los dos íbamos a tener ganas de probar
bocado alguno. Nosotros éramos de estómago cerrado y garganta seca cada vez que
la emoción nos hacía la visita rutinaria en días de partido serio, por ello,
nos sobraban siempre las patatas fritas pero nos terminaba faltando la cerveza.
Aparte de aquellas dos que había sobre la mesa, tenía otras seis guardadas en
la nevera, dos para cada parte, dejando el descanso para ir al baño o salir a
la terraza para tomar el aire y compartir nuestras frustraciones con los
vecinos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">El partido no empezó bien. España, como siempre, intentaba mover la
pelota en pequeños rondos que intentasen desesperar al contrario, pero el
contrario había salido al campo con una premisa clara; no dejar jugar. Con el
árbitro, Howard Webb, como espectador de lujo, como aquellos tipos que, en los
combates de boxeo se comen bolsas enteras de palomitas a pie de ring,
disfrutando con los golpes y las hemorragias, los holandeses pegaban a los
españoles de todas las formas posibles; al tobillo, a la rodilla, a la cadera
e, incluso yendo un paso más arriba, se atrevieron a estrellar una bota en el
pecho de Xabi Alonso quien se retorció de dolor en el suelo mientras su
agresor, el infame Nigel De Jong, se marchaba del lugar silbando y sin tarjeta roja.
Un bonito espectáculo de lucha libre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y nosotros, claro está, nos dejamos el alma y la garganta haciéndole
saber al bueno de De Jong, que su madre era la clienta más barata de un club
dirigido por la más sucia de las meretrices. Cosas del directo y de la pasión
desbordada. En esas fue que Sergio Ramos tuvo un remate forzado que casi entra
y que Villa empaló mal una buena situación de gol. Y entonces las quejas se
convirtieron en lamentos y los tragos a la cerveza se sustituyeron por
mordiscos esporádicos a unas uñas cuyo tamaño se habían comprimido hasta rozar
la punta con la carne. No hubo mucha más tela que cortar en aquella primera
parte de tanteo donde unos intentaban jugar y otros intentaban evitarlo de la
manera más sucia posible.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y es que aquel equipo no era Holanda. O al menos no era la Holanda con la
que nos habíamos criado y, mucho menos, aquella Holanda doblemente finalista en
el setenta y cuatro y el setenta y ocho de la que nuestros padres se habían
deshecho en halagos y nostalgias. Esta Holanda tenía dos o tres buenos
peloteros; Snejder, campeón de todo con el Inter aquel año, Robben, un jugador
decisivo como pocos y el fino estilista Van Persie, siendo todos los demás un
grupo de picapedreros comandados por un tipo sin escrúpulos que, desde el
banquillo, había dado órdenes claras precisas: Si queremos ganar a España hay
que hacerlo por lo criminal, nunca por lo civil.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La segunda parte empezó tras las cervezas y las palabras. Analizando lo
que habíamos visto, éramos conscientes de que aquel partido, como los demás, si
se ganaba, habría de hacerse con un resultado corto y sufriendo como perros. Y
es que España tocaba y tocaba, pero la profundidad, ese arma que sobrevive en el
desmarque del más listo y el pase del más cerebral, no se demostraba como
eficaz. Así que tocaba remar y remar. Despacito y buena letra.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Corría el minuto sesenta y uno de la segunda parte cuando todo casi se va
a la mierda. Lo recuerdo perfectamente porque un par de minutos antes, Sergio
se había levantado para ir al baño y, al tocarse accidentalmente la parte
trasera del pantalón, había palpado los dos sobres que habíamos comprado por la
mañana en el quiosco del pueblo de al lado. Interrumpiendo su intención de
visitar el aseo, rasgó el plástico de uno de los sobres y, mientras pasaba los
cromos con la mano, exclamó: “¡Robben!”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">En aquel momento le miré perplejo puesto que, mientras mantenía el cromo
del holandés, uno de los dos que nos faltaban para terminar la colección, en
alto y trataba de mostrármelo con agitada emoción, el número once de la
selección naranja le ganaba la carrera a Puyol y Piqué y se plantaba mano a
mano contra Iker Casillas. Sergio dejó caer el cromo y yo me hundí en el sofá
esperando el milagro. Y este llegó en forma de pie de Dios, el pie salvador de
Casillas que punteó el disparo intencionado de Robben y desvió la pelota junto
al palo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Los dos sentimos un alivio tan severo que llegamos incluso a iniciar una
arcada fantasma. De repente, todo el subidón, la cerveza y los panchitos, se
bajaron hasta los tobillos y sentimos el estómago vacío y la cabeza fuera de
nuestro sitio. El miedo nos produjo vértigo y el susto nos regaló un momento de
tensión que sólo supimos afrontar en silencio. Daba igual haber jugado bien
contra Alemania, ser los campeones de Europa, tener un equipo de estrellas o
que el pulpo Paul hubiese recitado misa cantada. En aquel momento fuimos
conscientes de que se podía perder la final de la Copa del Mundo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Fue después de un córner sin consecuencias cuando yo volví a tomar el
botellín de cerveza y Sergio se dispuso a abrir el segundo sobre de cromos.
Cuando lo había empezado a rasgar, escupí el líquido de mi boca y exclamé de
forma sonora y apresurada.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><!--[if !supportLists]--><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7pt "Times New Roman";">
</span></span><!--[endif]-->¡No!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Del susto que se llevó tiró el sobre al suelo y se me quedó mirando con
los ojos igual que dos platos de postre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><!--[if !supportLists]--><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7pt "Times New Roman";">
</span></span><!--[endif]-->¿Qué pasa? – Preguntó. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-left: 53.4pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18pt;"><!--[if !supportLists]--><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7pt "Times New Roman";">
</span></span><!--[endif]-->¡No abras el sobre!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y entonces le conté toda la teoría que, de repente, me había formado y
que había revolucionado mi cabeza.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Todo había empezado con aquella lejana colección de fotos en la noventa y
uno noventa y dos. Había rellenado todo el álbum salvo Koeman y finalmente
Koeman nos había dado la primera Copa de Europa con aquel zapatazo ante la
Sampdoria ¿Hasta aquí bien, no? Vale. Pues mira, Sergio, aquello podía haber
sido casualidad, pero piensa en todo lo que nos ha pasado con la colección de
cromos de este mundial. Cuando empezaron los partidos nos faltaban seis cromos
¿Los recuerdas? Yo sí, te digo: N’Kufo, Villa, Puyol, Iniesta, Robben y
Cardozo. Ahora dime si te van sonando todos esos nombres. Cuando nos marcó
N’Kufo, aún no teníamos su cromo y lo conseguimos justamente después del
partido. Sin el cromo de Villa, el guaje le vacunó a Honduras, a Chile, a
Portugal y a Paraguay. Fue salir su cromo y dejar de marcar goles. Nos faltaba
Puyol y marcó el gol ante Alemania. Ya tenemos también a Puyol. Pero fíjate que
Cardozo falló un penalti justo después de que sacáramos su cromo y ahora Robben
ha fallado el gol de su vida justo en el momento en el que sostenías su estampa
sobre tu mano ¿Todo eso no te dice nada? Pues claro que te lo dice, igual que a
mí. Si queremos mantener la esperanza, debes conservar ese último sobre que nos
queda sin abrir, porque solamente nos falta un cromo para terminar la colección
y ese no es otro que el de Andrés Iniesta. Imagina que abres ese sobre y está
el cromo de Iniesta. Estaremos jodidos y condenados a jugárnosla en una tanda
de penaltis que, históricamente, casi nunca ha favorecido a España, así que
deja ese sobre en el suelo, donde está, siéntate a ver el partido conmigo y
aprieta los puños muy fuerte porque este partido lo tenemos que ganar con un
gol de Andrés Iniesta. Así será mientras el hueco de su cromo siga vacío en el álbum.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Me miró como mira a un loco un tipo que se cree en posesión de la cordura
absoluta. Encogió los hombros, dejó el paquete de cromos en el suelo y se
sentó a mi lado sin pronunciar una sola palabra. El partido transcurrió tenso,
duro y siempre en el filo de la duda. Se alcanzó la prórroga y, poco a poco,
fuimos comprobando que España se iba haciendo con el dominio del partido e iba
gozando de las mejores oportunidades. Cesc falló un mano a mano y Villa erró un
balón franco algo escorado. Ambos cromos ya estaban en el álbum y yo lo sabía.
Y Sergio también lo sabía porque sabía que yo lo sabía. Tranquilo, le dije con
la mirada, el balón todavía le tiene que llegar a Andrés.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Así que nos quedamos allí sentados, cerveza en mano y silencio en la
garganta, mirando el partido y esperando a que el balón le llegase a Andrés. Y
cuando el balón le llegó a Andrés, en el minuto ciento dieciséis de partido, y este
estaba sólo, frente al portero, dentro del área grande, los dos nos levantamos
como un resorte y cantamos el gol una décima de segundo antes porque, de alguna
manera, habíamos entendido que ese partido, y ese mundial, lo íbamos a ganar
con un gol de Andrés Iniesta a pocos minutos del final, porque nuestro álbum
quedaría inconcluso pero nuestro palmarés reflejaría, a partir de entonces, y
ya para siempre, el legado que supone ganar la copa de campeones del mundo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Y nos abrazamos con fuerza, y gritamos con ganas, y nos desmelenamos sin
ningún atisbo de vergüenza. Nos asomamos a la terraza para compartir nuestro
grito de gol con todos aquellos vecinos que, como nosotros, habían decorado sus
balcones con distintivos nacionales, porque aquello era lo más grande que nos
había ocurrido como país en muchos años y aquello nos iba a volver a unir como
cuando salimos todos a la calle para protestar contra el terrorismo o para
pedir mejores condiciones laborales.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Porque un país no es nada sin su pasión y una pasión no es nada sin su
deseo. Y aquel día once de julio de dos mil diez, millones de españoles nos
despertamos deseando lo mismo y todos vimos como nuestro sueño se cumplía
gracias al gol de un tipo discreto y de calvicie incipiente que jugaba al fútbol
cómo sólo lo sabían hacer los ángeles del cielo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Terminó el partido y nos arrodillamos frente a un televisor donde
refulgían las imágenes de nuestros jugadores abrazándose y de los narradores
cantando un glosario de parabienes que nos colocaban en la cima del mundo de la
felicidad. Aquel día, durante unas horas, le dimos una patada a la crisis y nos
centramos en juzgarnos como un país de locos que salía a llenar sus plazas por
un partido de fútbol obviando que la clase política nos estaba sumiendo el pozo
más negro de la insatisfacción.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Lo dejamos todo como estaba; más bien hecho un Cristo. Los botellines de
cerveza vacíos sobre la mesa, las migas de patata sobre el sillón y el papel de
los sobres de cromos en el suelo. Sergio recogió el sobre que seguía sin abrir
y comenzó a rasgarlo de nuevo, cuando lo tenía casi abierto puse una mano sobre
su muñeca y le invité a no terminar de hacerlo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">“Déjalo, ya hemos ganado”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Ya éramos campeones del mundo, ya no merecía la pena completar un álbum
porque ese álbum nos había completado a nosotros. Porque ese álbum, como aquel
álbum del noventa y dos, quería quedar así, con un hueco libre, el de la foto
del tipo que le había dado la copa al equipo que más la buscaba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Por ello, cuando al fin bajamos a la calle para buscar la fuente pública
y fundirnos en abrazos, sudor y cánticos, nos acercamos a un contenedor de
basura donde Sergio tiró un sobre de cromos a medio abrir en el que creímos
intuir que, en la primera y única foto visible, había tipo con camiseta roja en
cuyo pantalón había serigrafiado, en color dorado, un número seis.<o:p></o:p></p>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-89759596745585000292023-10-23T12:00:00.003+01:002023-10-23T12:00:30.396+01:00Balones de oro: Allan Simonsen<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXRBi5zbcozrxUsP9_vObigXLwWx1gFaN3_M60lu-xvECkiXqVT34RWPVdjh723GIFZAzTKJaxAh4zfLPIIlcnhnfwNdoX4LaT6aoXnxqbDS99cwpvlR05FQK93DU-VV8cGUwyHwfG5nIBImYhaOIWsgL_in0qjUcb5DlOpJJX5hkdou_whd0qzmoviaA/s600/FB79-245.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="600" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXRBi5zbcozrxUsP9_vObigXLwWx1gFaN3_M60lu-xvECkiXqVT34RWPVdjh723GIFZAzTKJaxAh4zfLPIIlcnhnfwNdoX4LaT6aoXnxqbDS99cwpvlR05FQK93DU-VV8cGUwyHwfG5nIBImYhaOIWsgL_in0qjUcb5DlOpJJX5hkdou_whd0qzmoviaA/w200-h200/FB79-245.jpg" width="200" /></a></div>Durante los años setenta, la televisión latinoamericana abrió una ventana a un desconocido fútbol europeo. Los eruditos, sabían de sus compatriotas allá en la liga española y otros, los más, conocían los intríngulis del fútbol inglés y el fútbol italiano, pero debido al puño de hierro que impuso el Bayern Munich durante la segunda mitad de la década, comenzaron a aparecer en los televisores de américa los partidos de una Bundesliga que, por entonces, miraba de tú a tú a las ligas más poderosas de Europa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En sus narraciones, el colombiano Andrés Salcedo, salpicaba de apodos variopintos a algunos de los mejores jugadores del momento y así, la gente comenzó a reconocer a Caperucita Rummenigge, a Migajita Littbarski o a Norbert Nachtweih, el espía que vino del frío. Entre ellos, jugaba un extremo danés que enamoró al mundo y que por su baja estatura fue apodado la pulga y que, como tal, saltaba todas las trampas hasta llegar como una flecha hasta el área rival.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Veloz como un rayo, Allan Simonsen entró en el corazón del mundo haciendo diabluras en aquel Borussia Monchengladbach entrenado por Udo Lattek. Aquel equipo terminó siendo desmantelado por la incipiente liga española, Stielike se marchó a Madrid, Bonhof a Valencia y Simonsen a Barcelona. Allí permaneció hasta que el equipo fichó a Maradona y él, negándose a ser suplente, se marchó por la puerta grande aplaudido por la gente buscando un cariño que ya no encontró en el Charlton Athletic.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En aquel Charlton decrépito no cobró ni un duro, todo lo contrario al traspaso estelar que consiguió el Barça en 1979, aquel joven prodigio ya había destacado en la selección danesa y la vía roto en Monchengladbach durante una década de impresión. Hennes Weisweiler, que ya había entrenado al Barcelona en 1976, recomendó el fichaje del pequeño extremo danés, pero aquel entrenador, que ya había tocado la gloria con el Gladbach, terminó fuera de Barcelona tras un sonado enfrentamiento con un Johan Cruyff que ya empezaba a capitular.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Con Weisweiler había ganado la Copa de la Uefa de 1975 y con el Barcelona ganó la Recopa de Europa de 1982. En ambas finales, Allan Simonsen anotó un gol. Fueron dos entre muchos. De hecho, es el único jugador en la historia en haber marcado gol en las tres grandes finales europeas, una cifra que, a lo largo de su carrera, detuvo en ciento setenta y ocho, justo antes de que Ivon Le Roux le rompiese la pierna tras una dura entrada en la Eurocopa de 1984.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De hecho, más que un consumado goleador, Simonsen fue un asistente impecable. A ello le ayudaban sus infatigables carreras hacia la línea de fondo y sus maravillosos centros buscando una cabeza goleadora. Ganó un total de doce títulos a lo largo de su carrera, principalmente en Alemania, pero se le resistieron los dos más grandes, ya que perdió la final de 1977 frente al Liverpool y la edición de la Copa Intercontinental de la temporada siguiente ante Boca Juniors en una edición a la que acudió de improviso ante la negativa del Liverpool a viajar a Sudamérica.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Su último título, antes de capitular en la Eurocopa de Francia, fue la liga danesa de 1984, a la que ya había llegado de forma crepuscular y en la que siguió dando lecciones de puro fútbol. En Barcelona, pese a que su llegada no despertó la ilusión esperada puesto que le tocó el feo boleto de tener que sustituir al gran ídolo Johan Neeskens, terminó siendo el tipo más querido de la plantilla formando, junto a Quini, una sociedad que caló en el corazón de la ciudad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Simonet, como le apodaron cariñosamente en Barcelona, llegó a un Barça maldito después de ganar, una vez más, la Copa de la Uefa con el Borussia Monchengladbach en 1979. Era un Barça de pequeñas hazañas, nada que ver con el actual. Apenas disputaba las ligas y se tenía que conformar con torneos cortos donde podía poner toda la intensidad. Así llegó la victoria en la Recopa de 1982 ante el Standard de Lieja en un Camp Nou totalmente abarrotado que fue testigo de una exhibición del pequeño danés quien, con un gol y una asistencia convirtió a la ciudad condal en la capital del fútbol mundial por un día.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">España ya le había visto jugar en un partido entre la selección y Dinamarca valedero para la clasificación a la fase final de la Euro de 1976 a disputar en Yugoslavia. Ninguna de las dos consiguió clasificarse, pero aquel pequeño danés ya había dejado muestras de su ingobernable clase. Al año siguiente, sin causar demasiada sorpresa, fue galardonado con el Balón de Oro y un par de años después le estaba marcando un gol al Zaragoza en la Romareda en el minuto ochenta y siete de su partido de debut con la camiseta del Barcelona.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Antes de aquella Recopa del ochenta y dos, Simonsen y el Barça ya habían ganado la Copa del Rey del ochenta y uno en una final disputada ante el Sporting de Gijón. Aquel zurdo veloz, listo como pocos, había anotado más de cien goles en Alemania gracias a su zigzag imparable y a su salida hacia ambos perfiles, pues pese a tener la izquierda como pierna buena, manejaba la derecha de manera lo suficientemente decente como para saber definir con soltura delante de los porteros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aunque su escaparate principal, como dijimos, nunca fue el gol. En Barcelona tuvo el placer de acompañar a Quini y a Krankl, dos monstruos del área, pero antes, en el Gladbach, había formado parte de un auténtico equipazo que le quitó tres Bundesligas al Bayern en los años setenta y entre los que él fue galardonado con el Balón de Oro que le consideró como el mejor jugador de Europa por delante de Kevin Keegan y Michel Platini. Siendo el pionero, además, de una selección danesa que terminó de dar el salto cuando él daba por terminada su carrera, siendo el padrino perfecto para dos monstruos del balompié como Michael Laudrup y Elkjaer Larsen.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tanto cariño recibió en Dinamarca que, cuando sus piernas pesaban más de la cuenta, decidió dar su última lección en Velje, la ciudad en la que había nacido en 1952 y en a que se convirtió en ídolo inmortal después de regalarle el doblete en 1984. Y es que era un tipo con un carisma incontenible, un extremo excepcional que hizo de Heynckes un goleador impío y que convirtió a Schuster en un tipo feliz al encontrar en él al tipo idóneo a quien regalar sus maravillosos pases en largo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sufrió mil entradas, muchas de ellas terroríficas, pero supo sobrevivir siempre en el alambre de la línea de cal, tirando autopases y regateando con la cabeza agachada y el corazón en vilo. Desde aquel debut con dieciocho años hasta aquella entrada terrorífica cuando tenía treinta y dos, dejó catorce temporadas de puro fútbol clásico con carreras inagotables y centros al corazón del área para que sus compañeros pudiesen tener esa bendita gloria llamada gol tatuada por siempre en el riego de sus venas. Era muy pequeño, pero el fútbol le hizo muy grande.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En 1982 se despidió de Barcelona con lágrimas en los ojos y con el alma encogida. Los aficionados no querían su marcha, pero el club había hecho una nueva inversión y la Liga no dejaba inscribir a más de dos extranjeros por equipo. El pequeño extremo iba a ser sustituído por un futbolista aún más pequeño pero, decían, aún más talentoso. Se llamaba Diego Maradona y la historia terminó por escribirse en líneas derechas sobre renglones torcidos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-12482603555265953072023-08-30T16:24:00.000+01:002023-08-30T16:24:47.704+01:00El crepúsculo de los dioses<div style="text-align: justify;">Norma Desmond delira, busca a Joe Gillis, se refugia en su fracaso, se aprovecha de su urgencia, se buscan con la mirada y se encuentran en el vacío. Norma Desmond fue grande y Joe Gillis apenas lo soñó una vez. El Crepúsculo de los Dioses es una fábula sobre la verdad disfrazada de mentira y sobre la mentira cruelmente vestida de verdad. Cuando los dioses hablan el mundo calla, cuando el mundo calla, los dioses otorgan.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los mundiales de fútbol viven de dos deidades definidas en dos estilos contrapuestos; uno, que perdió la alegría por camino, hizo de la samba su seña de identidad. Brasil murió el día en el que trató de imitar a aquellos europeos que metían pierna fuerte y marcaban después del primer bostezo. Alemania, por su parte, se hizo camino al andar y al andar hizo camino y al volver la vista atrás, pudo ver esa senda que dejó arrasada al pasar. Machacona como pocas, Alemania viró su estilo para enamorar y ganar su cuarto entorchado. Allí, después de aquel mineirazo que asoló un país y deslumbró al mundo, se colocó en el podio de las selecciones más consagradas. Brasil, Italia y Alemania. La santísima trinidad de un fútbol que busca sucesores como el agua busca un cauce en el que depositar su furia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuatro años después de aquel éxtasis brasileño, Alemania viajó a Rusia para confirmar las veleidades de la teoría de la evolución. El cinco de octubre de 2017 ganó por uno a tres en Belfast y sacó billete prematuro para un mundial que debía consagrar a una generación de oro. Líder invicto del Grupo C de clasificatorio europeo, picó billete y se consagró como gran favorito a la reválida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El día veintitrés de mayo de 2018, el equipo alemán aterriza en Eppan, en el Tirol del Sur, lugar donde ya había preparado los mundiales de 1990, 2010 y 2014, todos ellos de grato recuerdo y a la espera de que Toni Kroos, que en el siguiente sábado disputaría la final de la Champions League, se incorporase al grupo para completar una convocatoria en la que Neuer llega enter algodones y en la que Marco Reus buscaba consagrarse, por fin, como el jugador alemán de su generación después de haber sufrido la fatalidad en los dos mundiales anteriores.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El mismo día que Kroos levantaba su cuarta Copa de Europa, la selección alemana le anotaba siete goles a los chicos de la sub 20, equipo al que se enfrentaron apenas dos días más tarde en un partidillo que ganaron con un apurado dos a cero y en el que Neuer jugó setenta minutos con el entorchado juvenil. El equipo, que parece acusar el cansancio de una temporada agotadora, pierde por un gol a dos ante Austria y en el país comienzan a sonar todas las alarmas. Esto, sumado a la tensión generada entre Ter Stegen, quien aspiraba a jugar, y Neuer, el verdadero amo del puesto, hace que el ambiente en el vestuario no sea el más sano y que el equipo, poco a poco, se vaya cuarteando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El día siguiente a la derrota contra Austria, Joachim Löw deja un mensaje claro: "Si Neuer viaja con nosotros a Rusia será para jugar como titular". La tensión se rebaja un punto con la llegada de Kroos a la concentración y la visita de la canciller Angela Merkel quien reparte saludos y ánimos por doquier. Neuer, que ha estado lesionado durante gran parte de la temporada, no quiere intromisiones en su labor y siente que Ter Stegen no es el compañero idóneo para una suplencia en un campeonato donde la convivencia cuenta tanto como el talento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero Löw cuenta con Ter Stegen, faltaría más. El día cuatro de junio anuncia los descartes de Leno, Tah, Sane y Petersen y el día cinco, Boateng, que estaba entre algodones, vuelve a entrenar con el grupo. Los veintitrés están listos y Alemania pone fin a su stage en Eppan con más sobresaltos de los deseados en un principio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente, en Leverkusen, y ante un público entregado, Alemania gana con apuros por dos goles a uno a Arabia Saudita. El partido acaba bien gracias a un gol en propia meta de los saudíes, pero son muchas las voces que hablan de un equipo roto y desquiciado. Preocupan las dudas y preocupa, sobre todo, el cansancio; un lastre tanto físico como mental que impide a los jugadores combinar con la facilidad con la que lo habían hecho cuatro años antes.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero Alemania en un mundial sigue siendo Alemania en un mundial y el día doce de junio, cuando aterrizan en Moscú, las casas de apuestas siguen apuntándoles como favoritos. Son el campeón y tienen un equipazo. Además, en las grandes citas se crecen como nadie así que no hay motivos para creer que no van a ser, una vez más, el equipo a batir. Aún así, Joachim Löw avisa: "El equipo no tiene la dinámica que quisiéramos".</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Encuadrados en el Grupo F, Alemania empezará el campeonato ante México siendo la cuarta vez que ambos equipos se enfrentan en los mundiales. En 1978 y en 1998, Alemania había ganado su partido, mientras que México había logrado arrancar un empate como local en 1986. Así pues, los teutones se presentaban como invictos ante México y aquella situación terminó siendo fatal para el combinado centroeuropeo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El día diecisiete de junio de 2018, México ganó a Alemania por primera vez en su historia, y lo hizo por un gol a cero e imponiendo un ritmo alto que los nibelungos no supieron contrarrestar. Por más que los alemanes trataban de imponer un ritmo lento a base de posesión, cada vez que los mexicanos mordían, sacaban la pelota con ímpetu y corrían al contragolpe como losbos hambrientos. Sorprendida y superada, Alemania tuvo que ver como Chicharito Hernández combinaba a la perfección con Héctor Herrera para dejar en situación de gol al Chucky Lozano quien no falló en su cita ante la historia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sin un arrebato de orgullo ni un conato de reacción, los alemanes dejaron pasar el tiempo mientras los mexicanos seguían imponiendo su ley del más rápido. El final del partido es un alivio para los seleccionados de Löw quien buscan aire y encuentran un reguero de críticas. Les quedan dos oportunidades más y están dispuestos a gastar todos sus cartuchos hasta el último minuto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">También será la cuarta vez que Alemania se enfrente a Suecia en un campeonato mundial de fútbol. Los suecos habían ganado en su primer enfrentamiento, en 1958, mientras que los alemanes se habían llevado el gato al agua en 1974 y en 2006. Es Tovoinen quien enciende todas las alarmas cuando anota el primer gol del partido, pero Alemania sabe reponerse y Marco Reus empata al comienzo de la segunda parte. A raíz de ahí, el partido se convierte en un quiero y no puedo con una Suecia atrincherada en tablas y una Alemania incapaz de generar un mínimo ápice de peligro. Boateng, que es expulsado, y Kroos, que parece totalmente agotado, acaban con la impaciencia de un país necesitado de villanos en los que pagar su frustración.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero los villanos, pueden convertirse en héroes, con un simple golpe del destino. Cuando el cronómetro apuraba los minutos de descuento, Kroos le pegó con el alma desde el lateral del campo y la pelota entró como un obús en la escuadra de la portería Sueca. Era la carta de autohomenaje de un futbolista único y un centrocampista arrebatador. Aquel dos a uno calmó a un país y revitalizó a un equipo que sabía que, con ganar a Corea del Sur, pasarían con toda su artillería a las rondas eliminatorias.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Corea había perdido sus dos partidos y estaba completamente eliminada. Aquello podía ser un arma de doble filo; por un lado, la facilidad de jugar contra un equipo destrozado anímicamente, por el otro, la dificultad de jugar contra un equipo sin ningún tipo de presión. Y en cuanto empezó el partido se vio que los Coreanos no iban a regalar nada. Replegados en su campo y cometiendo continuas faltas, no tardaron en cortar el ritmo alemán al tiempo que aprovechaban cualquier resquicio para correr y tratar de aprovechar sus contras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La victoria de Suecia ante México les dejaba fuera así que Alemania no tuvo otra opción que irse arriba con todo en busca del milagro, pero lo que llegó fue la debacle. Kim y Son detuvieron el tiempo en pleno descuento con dos goles en el noventa y dos y en el noventa y seis. El desastre era real. Corea ganaba por dos goles a cero y Alemania se convertía en el peor equipo del Grupo F siendo su eliminación más temprana en ochenta años.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Era la cuarta campeona mundial que había caído en la fase de grupos desde que se estrenó el siglo después de Francia en 2002, Alemania en 2010 y España en 2014. Todo eso después de hacer una fase de clasificación perfecta con diez victorias en otros tantos partidos. Todo eso después de haber quedado siempre entre los tres primeros en los cuatro anteriores mundiales. Todo eso después de haberse convertido en el rival a batir y en el claro favorito al título. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pobre y sin energía, Alemania se consumió en el campo y dejó ante el mundo la imagen de una catástrofe anunciada de antemano. "El equipo no tiene la dinámica que quisiéramos". Aquella premonición de Löw fue el anticipo de su despedida. Tras aquello no le quedaba otra opción que la dimisión. Tras el crepúsculo de los dioses, Alemania siguió buscando su camino, pero ni en Londres ni en Qatar encontró su redención. Aquellos dioses de la fortuna le siguen dando la espalda mientras el balón, que nunca deja de rodar, sigue escribiendo guiones en los que Alemania siempre es la más fuerte por más que las nuevas generaciones aún no hayan aprendido a ganar en el campo lo que tanto se ganó con el escudo inmortal.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/OKjV2SQfKrw?si=Ysb67vmmdvbo5Zc_" title="YouTube video player" width="560"></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-78330071254843832292023-07-21T12:06:00.000+01:002023-07-21T12:06:00.863+01:00Pichichis: José Eulogio Gárate<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTDllTrg3LIUZwaSlQ6-AEYJMdEkvUvue6clLCUYfPhczDQly5qVAre58yX5bkVs0SOfjZWqA6znAWsOVDSt-iQOET4lgbiiyT1qklXyvhMBtqN29vAM3VTN97qrXbLoinUo54HNl4jkidiIHd2FshOWh_D4dCJL06SEIIDQ27Ebs6v6IiW40P-UFR0jw/s976/1435246939_114548_1435247224_album_grande.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="660" data-original-width="976" height="135" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTDllTrg3LIUZwaSlQ6-AEYJMdEkvUvue6clLCUYfPhczDQly5qVAre58yX5bkVs0SOfjZWqA6znAWsOVDSt-iQOET4lgbiiyT1qklXyvhMBtqN29vAM3VTN97qrXbLoinUo54HNl4jkidiIHd2FshOWh_D4dCJL06SEIIDQ27Ebs6v6IiW40P-UFR0jw/w200-h135/1435246939_114548_1435247224_album_grande.jpg" width="200" /></a></div>Un vasco de Buenos Aires, un Pichichi compartido, una final de Copa perdida y un final de carrera a las órdenes de quien fue su amigo. Toda una carrera marcada por la elegancia, por la victoria más sufrida y por la derrota más cruel. Un tipo que supo ganarse el respeto de un país y la idolatría de una afición que aún lo enmarca como uno de los mejores jugadores de su historia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aquella final de Copa contra el Madrid en el setenta y cinco aún escuece en los tipos que fundaron un club ganador. Se jugó en el Calderón, al abrigo de una afición entregada y un equipo que sabía conjugar el verbo ganar. Apenas había pasado un año de la derrota más dura en Bruselas y, sin embargo, el equipo seguía queriendo competir. Ya eran campeones del mundo pero les faltaba refrendar su gloria ganándole una final a su máximo rival. Pero no pudo ser. Se anularon dos goles a Irureta, se intentó hasta el final y una parada de Miguel Ángel a Salcedo terminó por decantar una balanza que parecía tendida de antemano. Gárate marcó su penalti, como no podía ser de otra manera, y demostró al mundo que se podía jugar al fútbol con un esmoquin y unos zapatos de charol.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La vida de José Eulogio Gárate es la vida de un tipo contrarreloj que alcanza siempre los lugares justos en los momentos oportunos. Aquella derrota ante el Madrid fue una más, total, él ya se había enfrentado a los mejores y los habían competido como ninguno. El Ajax de Cruyff y el Bayern de Beckenbauer, dos auténticos ogros europeos que ganaron al Atleti sudando tinta y obligándose a ser excelsos. Pero no todo fueron derrotas para aquel Atleti que, probablemente, vivió los mejores días de su historia. El tipo que llegó para sustituir al ídolo máximo Mendonça y que fue curtido en los campos de entrenamiento por Jorge Griffa, había abandonado el Indauchu de la segunda división para dar un salto mortal hacia una élite que, sinceramente, no terminaba de esperarle.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Porque el chico, a instancias de su padre, quería ser ingeniero antes que futbolista. Pero resulta que fichó por el Eibar a modo de prueba y terminó siendo el máximo goleador de la tercera división española. Tenía diecinueve años y se había matriculado en la Facultad de Ingeniería Industrial de Bilbao, por lo que fue sondeado por los equipos de la capital vasca hasta terminar fichando por el Indauchu, entonces en segunda división. Fue una carrera fulgurante, pero muy costosa. Como apenas podía entrenar, porque debía ir a la facultad, los partidos se le hacían largos y terminaba siempre sustituído. No obstante, era tan bueno que siempre terminaba jugando. Y es que el fútbol, para él, era un sendero hacia la diversión ya que lo jugaba por placer, como lo había hecho desde niño en el patio del colegio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Con el Eibar jugó dos fases de ascenso a Segunda División, un hito sin precedentes para un club tan humilde. Siempre respetuoso con los rivales, su forma de jugar, elegante y milimétrica, le valió el apodo de El Ingeniero del Área y es que más allá de los estudios, Gárate también sabía calcular a la perfección la valía de un regate y la técnica necesaria para anotar un gol. Como aquella postal inolvidable en su último gran gol con el Atleti, en un cabezazo icónico contra el Zaragoza para levantar su segunda Copa del Rey.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y es que siempre lo tuvo claro; ingeniero primero y futbolista después. Por ello fichó por el Atleti, porque en Madrid había una Facultad de Ingeniería que en San Sebastián no existía. Y es que su preferencia era fichar por un equipo de la zona, pero ante la negativa del Athletic al considerarlo un futbolista extranjero, debido a su nacimiento en Argentina, tuvo que marcharse a la capital para convertirse en ídolo y leyenda.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Desde allí se convirtió en el nueve de referencia del seleccionador Kubala, quien le llegó a convocar hasta en dieciocho ocasiones en las que anotó cinco goles. No fue una gran época para selección española, pero Gárate, que al fin consiguió ser español en 1966 gracias a una gestión pericial del Atlético de Madrid, pudo vestir de rojo y seguir con la estela de un goleador de arte y estilo. En total jugó doscientos cuarenta y partidos en la liga española, en los que anotó ciento nueve goles; una cifra nada desdeñable en una época en la que las defensas eran férreas y los esfuerzos mucho menos generosos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el Atlético de Madrid jugó dos años a las órdenes de Max Merkel, más conocido como Míster Látigo. El austriaco, que se había ganado fama de duro en Sevilla, exprimió a los futbolistas del Atlético hasta la extenuación. Y uno de los que más lo notó fue Gárate, que nunca había tenido una buena base física y terminó la temporada como un tiro. En aquella 1972-73, el Atlético campeonó con un último gol de Gárate ante el Deportivo de la Coruña delante de una masa enfervorecida que ya le amaba por hecho y por derecho.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aunque los tres trofeos Pichichi que logró fueron todos compartidos, tuvo mucho mérito, el de la temporada 1968-69, que compartió con Amancio después de haber podido jugar tan sólo una veintena de partidos durante la temporada debido a unas molestias musculares que le mantuvieron durante varias semanas en el dique seco. Y es que Gárate era un tipo hábil pero físicamente débil. Todo un buenazo que jamás respondía a las intimidaciones y, mucho menos a las agresiones. De ello dio fe su compañero, el eterno suplente San Román, quien un día, en mitad de un partido saltó al terreno para defender a su delantero e increparle en plan consejero "¡Macho, devuélvele alguna que al final te mata!" "¿Y si le hago daño?", respondió el bueno de José Eulogio. Y es que él era corazón viviente y caballero andante. Un tipo sin igual.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando ya era todo un ídolo del Atleti, recordó el sueño de su infancia de triunfar de rojiblanco, pero mucho más al norte. En 1965, cuando era jugador del Indauchu y debido a su gran hacer, el Athletic quiso ficharlo, pero al no tener nacionalidad española hubo de quedarse con las ganas, pero de aquella experiencia ganó la lealtad de Ferdinand Daucik, entrenador glorioso de la época que lo había tenido a sus órdenes y dio detalles precisos a sus amigos de Madrid. De allí lo fichó el Atlético y de allí lo tomó en cuenta Kubala, cuñado de Daucik, que lo convirtió en su delantero titular de la selección española.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No obstante, su carrera como internacional no fue tan fructífera como lo fue como jugador del Atlético, con el que alcanzó la cifra de ciento treinta y cuatro goles y tuvo tardes gloriosas haciendo un estupendo trío de ataque junto a Luis e Irureta. Pero también tuvo tardes malas, como aquella final del setenta y cuatro en Heysel en la que tuvo que ver desde el suelo como Schwarzenbeck les robaba todos los sueños con un tiro lejano o aquella trampa turca ante el Göztepe en la que salieron eliminados en el tiempo de descuento después de sufrir todo tipo de trampas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero las derrotas, por muy duras que sean, no pueden deslucir una hoja de servicios prácticamente impecable. Con el Atleti ganó tres ligas y dos copas y se convirtió en el tipo que todos querían ser; estudioso, educado, elegante y goleador. Un tipo que apenas celebraba los goles por respeto al contrario y que en el día de su despedida juntó a setenta mil personas en el Calderón para hacer corear su nombre y sus respetos. Aquel uno de junio del setenta y siete no se marchó un hombre sino que se despidió una leyenda.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una leyenda que había comenzado once años antes, en un partido ante Las Palmas, cuando el chico llamado a suceder al gran Mendonça, debutó con la rojiblanca para hacer historia. Hasta que llegó aquel partido ante el Elche, vigésima jornada de la liga 1975-76, en la que una entrada salvaje del defensor Indio, contactó en la rodilla de Gárate haciéndole perder el equilibrio. Pese al dolor, el delantero se incorporó, anotó un gol y terminó el partido. Lo que no esperaba es lo que estaba por venir. Él, que había aguantado las tarascadas de tipos tan brutos como Aguirre Suárez, Benito o Migueli, tuvo que decir adios al fútbol después de una entrada de lo más desafortunada. El césped te había en los tacos de Indio, penetró en el tejido de la rodilla de Gárate provocando que una bacteria se fuese comiendo el hueso sin que ningún médico fuese capaz de dar un diagnóstico correcto ante tanto dolor. Cuando le dijeron que iba a perder la pierna dijo adiós al fútbol y tuvo miedo de decir adiós a la vida. Finalmente le salvaron la pierna gracias a un tratamiento adecuado, pero el fútbol ya había perdido a su delantero más elegante. El tipo de la postal a todo color con aquel último gol ante el Zaragoza el día que Heredia remató su rodilla, el tipo que sobrevivió a Glasgow, que terminó sus estudios de ingeniería, que eligió el Atleti para librarse de la mili y tiempo después supo que en cualquier otra vida hubiese seguido eligiendo el Atleti porque lo que encontró aquí no se lo hubiesen regalado ni los dioses de los sueños.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gárate era un delantero atípico en la época porque, además de tener un gran remate de cabeza, era preciso con los pies; tiraba paredes, filtraba balones entre líneas y daba pases de gol. Junto a Leivinha formó un tándem exquisito que duró poco y tuvo que aguantar en sus carnes aquel afán de protagonismo que hacía de Guruceta el personaje más detestable del fútbol español cuando, en un derbi, y ante una leve protesta por una fuerte entrada de Benito, le enseñó la tarjeta roja para así poder presumir de haber expulsado al tipo más limpio del fútbol español. Y es que a Gárate le sobresaltaban hasta los insultos que escuchaba en el vestuario cuando sus compañeros de equipo se recogían y se disponían a compartir opiniones. A él no le salía insultar. Ni pegar, ni protestar. A él sólo le salía jugar de la manera más noble posible.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aquella Copa Intercontinental ante Independiente le coronó como un tipo inigualable y, mientras daba la vuelta de honor en un estadio que no paraba de corear su nombre, recordó por un momento que una carambola de la vida le había llevado hasta allí. Su abuelo, teniente de alcalde en Eibar de la España republicana, hubo de huir a Argentina ante el miedo a ser fusilado. Debido a que sus padres marcharon allí para pasar una temporada con él, provocó que él naciese en el país del Río de la Plata, lo que hizo que, pese a ser vasco durante toda su vida, no pudiese fichar por el Athletic y que, por ello, pudo llegar al Atlético de Madrid. El efecto mariposa trae hechos extraordinarios y jugadores inolvidables. Gárate, sin duda, es el más extraordinario en la historia del Atleti.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-67944879638549365262023-06-12T15:28:00.000+01:002023-06-12T15:28:42.164+01:00En el segundo palo<div style="text-align: justify;">Dice un viejo dicho futbolístico que la basura se recoge siempre en el segundo palo; algo que viene a decir que cualquier balón suelto y falto de despeje, debe ser siempre aprovechado por un barrendero con oficio y saberlo meter a la papelera. Eso, que a priori parece fácil, es una acción sólo apta para listos y para olfateadores del oficio, porque más allá del error debe permanecer siempre, intacta, la percepción ya que desde la intuición se ganan más partidos que desde el conformismo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El Real Madrid de hoy, lleno de grandeza y superioridad, es el vestigio de un pasado que pintó en negro por momentos y se volvió blanco de esplendor desde la conquista, el milagro y la competitividad salvaje. Pero todo héroe tiene su camino y todo camino está lleno de trampas y barro con los que hay que lidiar para llegar a ser el tipo de portada al que todos admiran. Antes de la fama llega el abismo y en el borde del mismo se encuentra un momento de peligro en el que un paso en falso llama a la muerte y una mirada de valentía llama al entusiasmo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Son muchos los que contraprograman, como momento culmen en la reinversión de la fatalidad, aquel cabezazo de Ramos en Lisboa que lo voló todo por los aires. Pero aquel Madrid, que se cayó en liga ante la insistencia del Atleti y la apoteosis de Messi, hizo una Champions cuasi perfecta, desplazando del camino, muchas veces con crueldad, a cuanto equipo alemán se le ponía por el medio. Aquel fue un grano de arroz en una montaña de alimentos, pero tras aquello, el equipo volvió a caerse ante la Juve y no masticó la liga, una vez más, después de que Mourinho pusiese el listón por las nubes con un récord histórico.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La temporada 2015-2016 apuntaba a fracaso después de que el Barcelona abusase una vez más del Madrid en el Bernabéu. Tras aquella decisión política de sentar a Casemiro para poner a James, Benítez cavó una tumba que había resistido a abrir. La primera parte de la temporada había sido honrosa, salvando la bala del Paris Saint Germain en la fase de grupos y clasificándose como primero de grupo en espera del enfrentamiento de octavos contra la Roma. Pero aquella batalla perdida en liga, quedándose sin opciones ya en enero, puso al madridismo patas arriba y a Florentino con la obligación de tirar de la opción más popular posible ante la avalancha de críticas internas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Zidane adoptó un enfermo y, aunque en un principio las medicinas parecieron adecuadas, poco a poco se vio que el equipo iba cayendo en un estado de estupor del que no se veía capaz de salir. Poco después de su llegada, el Atleti asaltaba el Bernabéu por tercera vez consecutiva y se dejaron puntos en Málaga y Sevilla. De repente, el Barcelona tenía cuatro partidos de ventaja y el equipo afrontaba la eliminatoria de cuartos frente al Wolfsburgo con la intranquilidad de quien se sabe caminando por la cuerda floja.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En plena crisis de identidad, el Madrid visitó Las Palmas con la incertidumbre de saber si aquel partido serviría de trampolín o de cadalso. En tierra de nadie y sin más aspiración que la gloria eterna de la Champions, la única victoria que buscaba el equipo era la moral por encima de la deportiva. Y no se puso la cosa del todo mal cuando Ramos remató a gol un córner en el primer palo mediada la primera mitad. Sin embargo, lo que podía haber sido un paseo se convirtió en una tortura cuando Las Palmas se hizo con el balón y terminó el partido aculando al Madrid dentro de su área.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por ello, cuando William José batió a Keylor en el ochenta y siete, aquel gol supuso, aparte de un merecido premio, una dura dosis de realidad. Pese a los primeros brotes, aquel Madrid, ni estaba, ni se le esperaba. Fueron muchas las voces que identificaron a Zidane como un gran jugador con muy poca categoría directiva para afrontar un reto de tamaño calibre. Y mientras el genio de Marsella preparaba su discurso pacífico en rueda de prensa, el Madrid, que llevaba minutos sin rondar el área pequeña del equipo insular, cobró un córner como quien cobra un céntimo de más en una nómina cargada de trabajo y desgana.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El balón, que no va muy bien, puesto, con más temple que fuerza, se pasea por el área ante la incrédula mirada de un Javi Varas que lo deja pasar como quien observa una mosca hacia un destino incierto, y es cuando parece que va a perderse en las postrimerías de la línea de fondo, cuando aparece el basurero especial del Real Madrid para meter la cabeza y tirar a la papelera aquella basura que había llegado, inerme, hacia el segundo palo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Casemiro, en marzo de 2016, era un elemento sospechoso a medio camino entre la promesa y la realidad. Acabada la etapa Xabi Alonso-Khedira, el Madrid quiso tapar con Kroos el agujero central y no sólo no encontró contención, sino que perdió juego en la zona de tres cuartos. Como quiera que Modric tenía que trabajar por dos mientras que James apenas sí trabajaba para sí mismo, Zidane redobló la apuesta de Benítez y demostró que el entrenador cesado había tenido razón jugándose el cuello por el brasileño. Aquella apuesta terminó siendo ganadora y Casemiro terminó salvando el pellejo de su entrenador con aquel gol postrero en Las Palmas que terminó por cambiarlo todo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Porque aquel gol terminó revitalizando a un equipo que parecía entregado a su suerte. Tras aquello, el Madrid ganó diez partidos seguidos, incluida una victoria en el Camp Nou que puso al barcelonismo con los bemoles de corbata. Remontó al Wolfsburgo una eliminatoria que se había puesto cuesta arriba, anotó más de treinta goles y rozó la heróica jugándose la liga contra el Barça en la última jornada. Y, aunque fue capaz de remontar aquellos doce puntos, su logro más importante volvió a tener al Atlético de Madrid como protagonista final, en una tanda de penaltis que le volvió a alzar al cielo para levantar esa copa que tanto prestigio da y tantas veces han terminado ganando desde entonces. Desde que estaban muertos y Casemiro, como un buen basurero, recogió a tiempo la basura del segundo palo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/QTrziwTw5ag" title="YouTube video player" width="560"></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-58036370002553584382023-05-11T16:47:00.000+01:002023-05-11T16:47:33.259+01:00Tití<div style="text-align: justify;">La leyenda dice que para ser considerado como el mejor, hay que ganarlo todo, los aduladores de la épica, sobreimpresionan en negrita los logros por encima de las virtudes y las copas por encima de los esfuerzos. Pero la historia está llena de tipos que no lo ganaron todo o que, incluso, ganaron hasta poco y el recuerdo les ha situado en lo más alto de los escalafones deportivos. Maradona no ganó la Copa de Europa y está en lo más alto del pedestal, Di Stéfano y Best jamás jugaron un mundial y son dos referentes únicos, Cruyff, que cambió el fútbol, no consiguió levantar la Copa del Mundo y el propio Ronaldo se retiró con la Champions como única asignatura pendiente.</div><div><br /></div><div style="text-align: justify;">Nadie osaría dudar de ellos como nadie osaría, ahora, dudar del potencial de Thierry Henry durante el primer lustro del siglo. Aquel Arsenal imperial se dio de tortas contra el mejor United de la historia y, aunque muchas veces salió perdedor, desde las llamas resurgió siempre la figura imponente de un francés de piernas largas y mirada desafiante que corría más rápido que nadie, cuerpeaba como el más fuerte, regateaba como el más hábil y marcaba goles como si no le costase trabajo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aquel Arsenal no ganó la Champions porque se estrelló una y otra vez contra muros infranqueables, pero Henry silenció el Bernabéu una noche de febrero que jamás se olvidará en el imaginario colectivo. Esa jugada pudo haber valido una carrera, pero el Barça coral de Rijkaard con Víctor Valdés en plan superhéroe, le cortó las alas y le dejó sin premio. Aquellos fracasos en Europa ponían el dedo señalando a su frente, pero él era el Rey de la Premier y, ciertamente, el mejor jugador del momento, porque aunaba clase, talento y abundancia. Suyos eran las mejores jugadas, los mejores pases, los mejores goles. Tanto abusó de los defensores ingleses que llegó a creerse invencible.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Henry, que tuvo que emigrar al Barça para poder ganarlo todo, dejó en el Arsenal la estela de un futbolista único, irrepetible y arrebatador. En Barcelona no fue ni la mitad de lo que había sido y, sin embargo, encajó como una pieza perfecta en el puzzle diseñado por Guardiola. Aquel último año como azulgrana le supuso toda la gloria, pero antes, bien con Francia, bien con el Arsenal, había dejado la verdadera impresión de ser un futbolista de auténtica leyenda.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/wCBRtiI6I9w" title="YouTube video player" width="560"></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-92184456456239415522023-04-19T14:24:00.000+00:002023-04-19T14:24:48.762+00:00Diferencial<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRqQUS3uvgXHn6cY3U8cYvYAuBngAPKsTFVgV9GV7ohdZfbo7n2hZ5AT7QtmSEE2kYa5PiunDLaRbBK3w2LLx7Yf1iFi6Z6lsYjVu6xLZdx9NJQ6C_s5Ra_h87RuyXPHcbfnZo7FpgORY9szI85srd2cgjWibCwkzV5g1Tvb9my2_bLCRxYtlxTAIX/s615/0_GettyImages-1481769667.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="409" data-original-width="615" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRqQUS3uvgXHn6cY3U8cYvYAuBngAPKsTFVgV9GV7ohdZfbo7n2hZ5AT7QtmSEE2kYa5PiunDLaRbBK3w2LLx7Yf1iFi6Z6lsYjVu6xLZdx9NJQ6C_s5Ra_h87RuyXPHcbfnZo7FpgORY9szI85srd2cgjWibCwkzV5g1Tvb9my2_bLCRxYtlxTAIX/w200-h133/0_GettyImages-1481769667.jpg" width="200" /></a></div>Un equipo de fútbol es un conglomerado de personalidades que han de confluir en una mentalidad común. A parte de las características, existe un factor diferencial que es talento, el cual te lleva a lomos más rápido hacia el éxito cuando el trabajo se iguala y cuando la fe acompaña. Dentro del grupo existen los trabajadores, auténticos estajanovistas del balón que no dudan nunca y sobrepasan el ánimo; los virgueros, aquellos que buscan el lucimiento por encima de la sensatez; los líderes, aquellos que con una sóla voz son capaces de llenar estadios y producir una piña, y los definidores; aquellos que consiguen que, cuando el balón llegue a sus pies, el estadio guarde un silencio premonitorio. Pero si hay un tipo de futbolista que te eleva hacia el Olimpo y te hace mirar hacia adelante con la seguridad de que el trofeo acabará en tus vitrinas, ese es el futbolista diferencial; ese tipo tocado por la varita que convierte en oro cualquier jugada, que sale de cualquier trampa, que arranca en dirección a la portería contraria y provoca tantos estragos en el rival que es capaz de provocar que toda una defensa tenga pesadillas durante más de una noche consecutiva.<p></p><p style="text-align: justify;">Acostumbrados, durante años, a la tiranía excelsa de Messi y Cristiano, todo parecía allanado para que dos tipos de tan opuesto repertorio como Mbappe y Haaland, se disputasen el trono de mejor jugador de la próxima década; uno por velocidad y otro por apabullamiento, se miraron a los ojos creyendo no tener a nadie por detrás, pero de lo inesperado surge siempre el outsider y desde el talento extremo, surge siempre el futbolista diferencial.</p><p style="text-align: justify;">Durante un lustro, al menos desde que Cristiano marchó a otras tierras, nos acostumbramos a ver al Madrid sobreviviendo gracias al ángel de Courtois, al mando de Modric y a la sapiencia de Benzema. Estos tres tipos, que por sí solos podrían haber construído un monumento futbolístico, se vieron abocados a entender a un extremo brasileño que, tras la duda primero y tras la mofa después, se ha convertido, con su permiso, en el futbolista más diferencial del equipo y, visto como está el Madrid, quizá en el futbolista más diferencial del planeta.</p><p style="text-align: justify;">Vinicius aúna las virtudes de los grandes futbolistas de siempre; talento, velocidad, descaro y una capacidad especial para convertirse en imparable. Conocedor de los defectos de los laterales modernos, se sitúa siempre a la espalda para encontrar el pase preciso e iniciar una carrera que le conduce siempre hacia el área contraria. Pero no sólo del desmarque vive el brasileño; cuando trata de encarar en estático, tiene recursos de sobra para salir airoso y ganar la línea de fondo, ya que tiene una culebra en la cintura y dos propulsores en los pies. A tan alto nivel ha llegado su fútbol que se ha convertido, casi sin quererlo, pero con total merecimiento, en el principal arma ofensiva del mejor equipo del mundo.</p><p style="text-align: justify;">Con Mbappe en la cuneta y Haaland en el horizonte, Vinicius afronta un mes crucial para convertirse, por derecho, en el máximo candidato a esos trofeos de fin de año que coronan a los mejores futbolistas del planeta. Para ello ha de seguir driblando y sortear las trampas que le pondrá Guardiola en la Champions y los autobuses a los que deberá enfrentarse en una etapa final de la liga en la que el miedo tiene más poder que la ilusión. De su capacidad para seguir saliendo airoso de las trabas dependerá su consagración definitiva como futbolistas. Porque el día a día otorga admiración, pero cuando se es diferencial en los días grandes, es cuando se inscribe tu nombre en los libros de historia.</p><p style="text-align: justify;"><br /></p>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-37641722102573707832023-03-24T11:33:00.000+00:002023-03-24T11:33:34.700+00:00Encontrarse<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzVqKsn6t6qdy-wmNhKhmVsa51yOKV1ewxY196rqazlRzkiQjnJ6JbyDP-Ye8cvqB5o02aqGjvz2t6Y_LUfTFswYW-2WeEUcshhTFaevIFRJa0Ctf4vymztTSGqv5W0e2G-ce3fIK2bL0rFTaa7cDLXKGIxHHmjQgcDmL3hTF__bFtFBeOaXjI3qTC/s1200/enes-unalin-yeni-adresi-b-556_2-41.webp" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="675" data-original-width="1200" height="113" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzVqKsn6t6qdy-wmNhKhmVsa51yOKV1ewxY196rqazlRzkiQjnJ6JbyDP-Ye8cvqB5o02aqGjvz2t6Y_LUfTFswYW-2WeEUcshhTFaevIFRJa0Ctf4vymztTSGqv5W0e2G-ce3fIK2bL0rFTaa7cDLXKGIxHHmjQgcDmL3hTF__bFtFBeOaXjI3qTC/w200-h113/enes-unalin-yeni-adresi-b-556_2-41.webp" width="200" /></a></div>La duda es el peor enemigo del futbolista, porque le obliga a pensar en lo innecesario, le conduce a decisiones intemporales y le maniata en los lugares de decisión; por ello, cuanto más adaptado, más confiado y más centrado se encuentre un jugador, mayor será su rendimiento porque, talento aparte, nada mejor que una cabeza bien situada para conseguir que un deportista de élite compita como tal y sea capaz de atesorar sus aptitudes por encima de sus miedos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Existen lugares y, sobre todo situaciones, que no siendo aptas para el buen rendimiento común, terminan convirtiéndose en una losa para el buen rendimiento de quien ha sido tocado por la varita. De este modo, un discurso mal medido, una falta de confianza, una impaciencia mal calculada o un estilo poco favorable, terminan con un proyecto de futbolista sumido en el mar de las dudas. Y así, mientras rebota y la confianza explota, se van pasando los años y se van diluyendo los goles. Fueron muchos los que perdieron el tren y algunos, muy pocos, fueron los que se situaron de nuevo en la línea del andén.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Enes Ünal fue un tanque sin control en Valladolid y una piedra sin pulir en un Villarreal que le ofreció tantas oportunidades como decepciones fue cosechando. Aturdido por el discurso común de un fútbol que cada vez demanda más atletas hasta en posiciones de ataque, se vio atrapado en una red sin saber utilizar ni el arpón, ni la mandíbula. El chico tenía aptitudes, pero era tan perezoso que no merecía la pena seguir haciendo un esfuerzo por él. Por ello, cuando llegó una oferta lo más mínimamente interesante, el equipo amarillo lo vendió al Getafe y le deseó la paz necesaria acorde al descanso que les regalaba.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La carrera del futbolista es tan corta que suele alcanzar una edad en la que sólo mirar hacia atrás produce el vértigo de lo inalcanzado. La sensación del tiempo perdido es tan desoladora que muchas veces se enciende un interruptor dentro de la cabeza y se acciona el mecanismo de la competitividad. Los que tienen la suerte de revertir su actitud y convertirse en soldados de una causa, saben disfrutar el doble del éxito porque en cada gol sobrevive la lágrima por la frustración pasada y la rabia por las oportunidades perdidas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ünal llegó a Getafe como un bulto sospechoso y se convirtió en el delantero de moda de la liga gracias a su buena labor y a sus ganas de encontrarse. Porque Quique no dejó de pedirle nada que no le pidiesen sus anteriores entrenadores, la única diferencia medió en el interruptor; el turco lo activó, supo al instante que estaba a punto de echar al traste su carrera y se convirtió en un tipo voraz que perseguía con el mismo ahínco el balón en el área que al defensor rival en la salida del balón. Gracias a su reencuentro consigo mismo, Ünal ha reencontrado el fútbol, el gol y, sobre todo, la sonrisa. Ahora todos los equipos de la liga saben que el Getafe tiene un arma de cara a la permanencia y eso, que no es poco, es motivo suficiente como para amenazar a cualquier defensa y, sobre todo, para soñar con seguir agarrados a esa división en la que lleva sobreviviendo durante las dos últimas décadas.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-68226348056490662982023-03-08T13:16:00.000+01:002023-03-08T13:16:20.264+01:00Rías xoias<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPf4mYXEQwFsTZSwdh_zWWfZOYDDwe1Pr-XMxUaAGH-b2rayyCU_wSl8x0SwrzdMf50-YALkg3yCc5i6ePqshiXxf9a65i6BZ88w8PNcr0dd53HkXry4IGJE0F9moSlINfPxLhe6eSGbXrKwfupORb60tJVw4gcvJjjnRJSbn_lWMdRaEhcRyNna5U/s960/2022091200145860792.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="540" data-original-width="960" height="113" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPf4mYXEQwFsTZSwdh_zWWfZOYDDwe1Pr-XMxUaAGH-b2rayyCU_wSl8x0SwrzdMf50-YALkg3yCc5i6ePqshiXxf9a65i6BZ88w8PNcr0dd53HkXry4IGJE0F9moSlINfPxLhe6eSGbXrKwfupORb60tJVw4gcvJjjnRJSbn_lWMdRaEhcRyNna5U/w200-h113/2022091200145860792.jpg" width="200" /></a></div>Las señas de identidad son los lugares comunes a los que acudir cuando las crisis arrecian y las necesidades apremian. Para el hombre, igual que el aficionado, no hay mejor lugar común que la casa propia porque en casa se encuentran aferradas las costumbres, escondidos los miedos y organizados los planes. Es cuando nos encontramos fuera del entorno cuando todo se vuelve gris y necesitamos reconocer la pertenencia con un recuerdo, una frase o una sonrisa cercana.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Para un equipo de fútbol no hay mejor receta contra las crisis que acudir a sus equipos inferiores y señalar con el dedo a aquellos que han sido concebidos como los hijos pródigos; elegidos por el talento y acuñados por el sentimiento, muchos canteranos se diluyen como un azucarillo ante la presión, pero otros, los verdaderamente elegidos por el oráculo, serán aquellos que marquen el camino a seguir a las generaciones venideras, porque todo chico necesita una referencia y todo hombre necesita dejar un legado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando el Celta dejó de ser un súper equipo comandado por soviéticos, en los albores del nuevo siglo, se vio abocado a un descenso cruel y a una reorganización obligada para tener la oportunidad de salir de los infiernos. En aquella jungla llena de fieras implacables que es la Segunda División, se dejó comandar por un chaval de ojos vivos y fútbol sencillo. Borja Oubiña fue la clave de una cantera que, desde entonces, no ha dejado de sacar perlas a cuentagotas pero que ha puesto al equipo en una situación de élite continua durante más de dos lustros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Iago Aspas es, probablemente, el mejor jugador en el historia del equipo. Criado en los brazos de aquella incipiente cantera abierta con Oubiña de par en par, Aspas es un tipo listo que juega como lo hacía en el corrillo de la plaza de su pueblo y aprovecha cada balón suelto como si fuese la moneda perdida por un cobrador ambulante. Aquí un caramelo, aquí un gol, aquí un refresco, aquí una genialidad. A lomo de su empuje, el Celta ha sobrevivido a sus peores pesadillas gracias al ingenio de un tipo que nació para jugar en Vigo y sintió la morriña lejos de Balaídos. Porque el hogar es el mejor lugar común a la hora de ingeniar jugadas y, sobre todo, a la hora de celebrar goles.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tras la irrupción de los laterales Mallo y Otto, que sanearon la economía y dotaron de sentido y pertenencia al equipo, llegaron los tipos que dieron aplomo y, sobre todo, distinción al centro del campo. Fran Beltrán es un ejecutivo con traje de faena que organiza el caos en mitad de una tormenta. Abnegado y cabizbajo, luce menos de lo que juega, porque lo suyo es tan simple que resulta hasta difícil; apagar el fuego y darle la pelota al compañero mejor colocado. Muchos quisieran hacerlo bien. Y Brais Mendes es la nota de distinción en la sala de baile. El fino estilista que tomó rumbo a San Sebastián para convertirse en uno de los mejores jugadores de la liga.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando Brais se marchó, fueron muchos los que pensaron que el equipo caería preso de la monotonía y abocado, más que nunca, al milagro cotidiano de Aspas, pero el joyero aún guardaba una joya tan reluciente como las anteriores. Gabri Veiga es un híbrido entre centrocampista y delantero que igual rompe que descose, igual trabaja que aporta, igual filtra que aparece. Un tipo con la capacidad suficiente como para albergar los tres cuartos del terreno y llegar al área con el aire aún en los pulmones y la cabeza lo suficientemente fría como para hacer la elección correcta. Un jugador que, visto lo visto, saldrá por una millonada y dejará en la afición ese poso tan bonito que sólo dejan los jugadores que ves crecer, levantar los brazos y señalarse el escudo sin la necesidad de caer en un populismo. Porque los buenos de verdad, si son tuyos, son doblemente buenos.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-6990571086258216602023-02-15T16:25:00.000+01:002023-02-15T16:25:09.005+01:00El iniestazo<div style="text-align: justify;">La vida de los equipos de fútbol, igual que la de los hombres, está marcada por puntos de inflexión, bien en negativo, bien en positivo; momentos que significan un matiz de comprensión propia en el que eres capaz de discernir si tu camino está llamado para la gloria o más bien es el fracaso quien se convertirá en tu más fiel compañero. Por ello, cuando la desesperación apremia, es cuando más nos volvemos locos, porque sabemos que, cuando ya está todo perdido, queda poco más que perder.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El Barça de Guardiola tocó el cielo un sábado y estuvo a punto de marcharse al infierno de los fracasos, tan sólo cuatro días más tarde. El periodo que fue de la éxtasis a la desesperación duró más de noventa minutos y estuvo salpicado de varias decisiones ajenas que bien podrían haberle costado todas las líneas posteriores que se volcaron a hablar de épica y glosar las virtudes de un equipo sin igual; pero lo cierto es que sin aquel zapatazo de Andrés Iniesta en Stanford Bridge, el sextete hubiese sido doblete y, quien sabe, la euforia podría haberse convertido en un laberinto de dudas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El día dos de mayo de 2009, el Barcelona humilló al Real Madrid en el Bernabéu. Aquello seis goles aún se recitan como si de un set se tratase y se pone en la picota la actuación colectiva incidencia en la genialidad del entrenador, pues aquel día fue el estreno de Lío Messi como futbolista total. Confiados en la astucia de su fútbol y en la coral que había formado el grupo, se presentaron en Londres el día seis confiados de dar por resueltas las dudas generadas tras el partido de ida, tratando de reventar al Chelsea por el lado del fútbol espectáculo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lo que no se esperaba el Barça es que el Chelsea le iba a tender la trampa más vieja del fútbol; la de la competitividad más extrema. Llevándolo al límite físico, los jugadores azulgranas, pronto pudieron comprobar que aquello no iba a ser un camino de rosas y que por más que Eto'o, Messi, Iniesta y Keita cambiasen de posición, el muro seguía firme y no había ni un sólo resquicio por el que hacer filtrar el agua. El partido de ida había terminado con empate a cero, por lo que un empate con goles favorecía a un Barcelona que no pensaba volverse loco por la urgencia, pero que tuvo que tirar de la palanca de cambios en el momento en el que vio como Essien clavaba un zapatazo imposible en la escuadra de Víctor Valdés.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Poco antes del comienzo del partido, cuando la tensión de los jugadores iba en aumento, Bojan Krkic se acercó a Andrés Iniesta para hacerle una apuesta personal: "Si marcas y nos clasificamos, me das tres entradas para la final". Andrés le miró con susceptibilidad y se concentró en la tarea de hacer el partido un monólogo como venía siendo habitual, pero aquel golazo de Essien en el minuto nueve hizo aflorar los nervios y, sobre todo, les metió a todos en el cuerpo algo que hacía mucho que no sentían: miedo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mucho más se complicaron las cosas cuando Dani Alves hizo una entrada violenta y el árbitro, Tom Henning Obrevo, le castigó con una tarjeta amarilla que le impediría jugar una hipotética final de la Copa de Europa. Si el partido pintaba en bastos, ahora el Barça había perdido a una de sus figuras en el aspecto mental de la competición. Pero no fue esta la única baja a la que tendría que hacer frente Guardiola, pues comenzada la segunda parte, una caída dudosa de Anelka en el borde del área fue castigada con tarjeta roja para Eric Abidal. Ahora sí que el Chelsea llevaba todas las de ganar en aquella partida de póker.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Si alguien salvó al Barça aquella noche, aparte de las discutibles decisiones arbitrales, ese fue el guardameta Víctor Valdés. Altamente cualificado para los uno contra uno, Valdés le sacó una pelota de gol a Drogba que hubiese significado la sentencia y hubiese terminado con un equipo de ensueño. Y es el Barça monopolizaba la pelota, la movía, la tenía, casi siempre la robaba, pero las ocasiones claras, una detrás de otra, se iban salpicando siempre hacía el color azul del Chelsea.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Desesperados por las veces que el árbitro noruego había dejado pasar por alto acciones punibles dentro del área del Barcelona, los jugadores del Chelsea apretaron los dientes y se dijeron que allí, en su casa, nadie iba a profanar su templo con un gol a destiempo, así que defendieron con fuerza su botín hasta el punto de hacer infructuoso cualquier intento de ataque de los jugadores blaugrana. Así hasta que en el minuto noventa y dos, Iniesta pierde un balón en el centro del campo y todos comienzan a pensar que aquella oportunidad ha sido un sueño perdido durmiendo dentro de un sobre en un cajón con llave.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero el robo no es del todo efectivo y la pelota cae a los pies de Yaya Touré quien viene viendo la jugada de frente. Touré, que está jugando como defensa central ante las bajas que acucian al equipo en la zona defensiva, sabe que su complicación no puede pasar de darle la pelota al compañero mejor situado y como este es el mejor centrocampista del mundo, le pasa el balón a Xavi para que inicie una conducción hacia la zona central. La apertura a banda para Dani Alves es casi perfecta, pero el centro del lateral es horrible, una vez más. Terry lo prolonga hacia el lado opuesto y Eto'o no es capaz de controlar un balón que le cae a Messi después de que Essien falle en el despeje. Con el reloj a punto de dictaminar el final y todos los huecos desaparecidos, Messi ve a Iniesta acercarse a la frontal del área con el rabillo del ojo. Ahí la tienes, Andrés, hazlo lo mejor que puedas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El resto es historia. Un zapatazo y el grito liberador de un tipo con un talento descomunal llamado a dominar el fútbol desde el centro del campo. "La pegué con todo el alma", afirmaría después Andresito. Y tanto que lo hizo, pues el balón entró como un obús en la escuadra de Cech y de repente fue el Chelsea el que se vio dentro de un pozo negro al que no sabía cómo había llegado. Eliminados de la Champions sin perder ningún partido ante el mejor equipo del mundo. Cabeza alta, sí, pero mucho mucho enfado. Y mucha frustración.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Iniesta era un centrocampista excelso, pero apenas asomaba en el área. En cinco años, apenas había alcanzado la veintena de goles y eso que Guardiola incidía en ello. "Tienes que llegar al área, Andrés. Tienes instinto". Y ahí estaba, el gol de Iniesta y la celebración descontrolada de Pep Guardiola viéndose como el mejor entrenador del mundo con apenas un curso en la élite. Aquel Iniesta de mi vida que retumbó en nuestro oídos un año más tarde se anticipó en Stanford Bridge con un grito de liberación. "¡Tus entradas!" Gritaba "¡Tus entradas!" Los compañeros le miraban extrañados pero Bojan Krkic sabía exactamente de qué se trataba. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Inmediatamente después de la celebración multitudinaria del gol, Iniesta es sustituido por Gudjohnsen y despedido por Stanford Bride con un silencio reverencial. Sus pasos lentos son increpados por los jugadores de un Chelsea que aún tendrán una última opción en un zapatazo de Ballack que se estrella en el antebrazo de Eto'o. De nuevo, Obrevo, se hará el sueco. O el noruego. Allí murió el Chelsea y allí comenzó el dolor. Por la tele pudimos compadecernos de las lágrimas de un niño roto por dentro y pudimos levantar la vista ante las protestas de unos jugadores que podrían haberse comido al árbitro si les hubiesen dejado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">"El fútbol ama al fútbol", dijo más tarde Laporta. Se clasificó el mejor equipo, sí, pero el Chelsea hizo un esfuerzo tan grande que no costó identificarse con aquellos tipos que golpeaban su rabia contra el cielo. Aquel gol de Iniesta fue elegido por el Barcelonismo como el mejor instante de sus vidas e hizo que la natalidad ascendiese en Barcelona nueve meses después. Aquel gol empujó al Barça a convertirse en lo que hoy recordamos como el "Barça de Guardiola"; un equipo de autor lleno de estrellas que supieron combinar entre ellas hasta el punto de alcanzar la sublimación. Iniesta jugó la final infiltrado y fruto de una conducción suya se abrió el partido con un gol de Eto'o. Después fue Messi quien puso la guinda y todo el barcelonismo quien celebró el éxtasis que les coronaba, con justicia, como el mejor equipo del mundo. Pero puestos a alabar, pocos podrían optar a una porción de mérito mayor a la de Andrés Iniesta, porque sin aquel zapatazo en Stanford Bridge no sabríamos a qué clase de miedos y dudas se habría enfrentado el que después llegaría ser considerado como el mejor equipo de la historia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/cR1sOKEdzg4" title="YouTube video player" width="560"></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-25114923120595463172023-02-08T12:10:00.000+01:002023-02-08T12:10:43.434+01:00El pupas<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-nNuGjbfSMv8_v0J1LAa4QKR8vXzQ2bsfGupVRDS6hcZPyWERxb7xo7IEj8cwLixlmMdpkeu19EsAq_du5dmtJPAJWENSSWj9mBTNq3onwsfxleme0Ag1PxXitKHU5G-_HK1AqfeRP-YENyCOXoCWtag1vMcw0HM7FKibR4CgAkiyKys3LB6xbdkA/s700/1242338405_740215_0000000001_noticia_grande.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="700" height="143" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-nNuGjbfSMv8_v0J1LAa4QKR8vXzQ2bsfGupVRDS6hcZPyWERxb7xo7IEj8cwLixlmMdpkeu19EsAq_du5dmtJPAJWENSSWj9mBTNq3onwsfxleme0Ag1PxXitKHU5G-_HK1AqfeRP-YENyCOXoCWtag1vMcw0HM7FKibR4CgAkiyKys3LB6xbdkA/w200-h143/1242338405_740215_0000000001_noticia_grande.jpg" width="200" /></a></span></div><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Cuando
Reina vio a Luis hacer lo que sabía, su espíritu percibió que aquella no iba a
ser una noche cualquiera. La historia del club había dado tantas bofetadas que
parecía imposible que el sueño glorioso de <st1:personname productid="la Copa" w:st="on">la Copa</st1:personname> de Europa estuviese a punto de hacerse
realidad.<o:p></o:p></span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Enfrente, los rocosos alemanes
habían hecho toda una demostración de fuerza, más lo que era el peligro, tan
sólo lo había visto de lejos a lo largo de los ciento nueve minutos de partido,
y aquello era un síntoma extraño. A punto de abrir la puerta grande y sus manos
de felino guardando fielmente la puerta de atrás.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Había sido muy duro llegar hasta
allí, por eso, cuando Luis clavó la falta en la escuadra, todas las lágrimas
que se había guardado en Glasgow por el puro estigma del orgullo, aparecieron
entonces cuando la victoria les hacía un pequeño guiño más que merecido.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Lo de Glasgow no había hecho sino
reforzar a un equipo irrompible, aunque las víctimas de aquella batalla habían
sido numerosas e importantes; no iban a dejar escapar aquella oportunidad de
oro por las meras ausencias de Panadero, Ovejero y Ayala. Si ellos eran tres
pilares, el equipo tenía quince pilares más donde sustentar el ánimo y mantener
intacta la ilusión del logro imposible.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">El partido de vuelta en el
Manzanares había sido histórico. Cómo gozaba al recordar el baño que le habían
pegado a los escoceses. Ya no había guerra, solamente quedaba fútbol y del
bueno. Y bajo los palos, Miguel Reina se encargaba de detener todas las
sorpresas. Atrás quedaban ocho años en el Barcelona y un récord del mundo de
imbatibilidad; atrás quedaban todas sus paradas y todas sus
internacionalidades. Aquel momento lo borraba todo; el gol de Luis, la copa que
se tocaba con la mano y la gloria que se respiraba en Bruselas eran motivo más
que suficiente para esbozar una sonrisa. Aquel grupo de jugadores irrepetibles
estaba a punto de alcanzar el cénit y cambiar para siempre la historia del
club.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Para ello sólo había que aguantar;
para ello sólo había que sufrir diez minutos y saber que la copa esperaba allá
arriba para ser levantada entre reflejos rojos y blancos.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Un escalofrío invadió el cuerpo
atlético de Miguel Reina. Aquel momento era tan grande que quiso olvidar todos
los malos augurios que querían impedir un triunfo cantado. Su recuerdo más
curioso databa de tres años atrás, justo del mismo momento en el que regalaron
la liga al Valencia. Aquellas historias iban en sintonía con el club, aquellas
historias se grababan a fuego en la leyenda de un equipo nacido para ganar pero
hecho para sufrir. Aquel memorable día de fútbol él defendía el marco del
Barcelona y visitaron el Manzanares con tanto miedo como vergüenza. No le
andaba a la zaga el conjunto colchonero, más impaciente por no encajar que por
liquidar. Una victoria de cualquiera de ellos les daba la liga, un empate se la
daba al Valencia. Empataron. Así era el club que, dos años después, había de
acogerle; o todo o nada, o la gloria o la desesperación.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Pero era la gloria la que se ponía
entonces del lado de su infortunio. Las botas mágicas de Luis parecían apagar
un fuego inquietante y los alemanes parecían dejar caer la prórroga y dejar que
la machada cayese por la propia inercia.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Arriba, miles de almas en rojo y
blanco ofrecían su espíritu para soñar con un grito de victoria que, hacía años
llevaban guardando en un rincón del alma. Abajo, once colosos sedientos de
triunfo se empeñaban en defender lo que hacía un par de horas se presentaba al
mundo como una sorpresa.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Pero el gol de Luis había desatado
la euforia y Miguel Reina sentía llegar el triunfo empapado en el entusiasmo.
Recorrió el césped viendo venir el peligro y comprobaba con alivio como Heredia
imponía en el área la ley del más fuerte. Apenas había leña que cortar y las
brasas estaban a punto de difuminarse. Un esfuerzo más. Solamente un último
esfuerzo y </span><st1:personname productid="la Copa" style="font-size: 10pt;" w:st="on">la Copa</st1:personname><span style="font-size: 10pt;">
de Europa viajaría a Madrid para vestir el cielo de rojiblanco.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Había preparado aquella final con
tanto entusiasmo que en aquel momento en el que la obviedad estaba a punto de
convertirse en realidad de la buena, apenas sí recordaba en qué momento de la
tarde se había calzado los guantes. Lo que sí recordaba era el ambiente que
recorría Bruselas de boca en boca aquella tarde en víspera de un acontecimiento
que se presentaba como histórico. Aquel club le había dado tanto cariño que
estaba ansioso por devolver, desde su puesto de guardameta, toda la gloria que
había prometido. Tantas buenas palabras, tanto ánimo domingo tras domingo,
tanta ilusión en los ojos de los seguidores sólo podía pagarse con una victoria
como aquella a modo de recompensa definitiva.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Respiró hondo. Quedaba tan poco
tiempo que pensar en el final se había convertido en una obsesión más que en el
único objetivo. Irureta aguantaba la pelota a duras penas y ver correr a
Eusebio tras los fornidos alemanes le causaba tanta emoción como lástima. No
podían dejar escapar aquella oportunidad.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Todos estaban tan sofocados que
parecía mentira la resistencia fiel que estaban haciendo de aquella victoria
épica. Cada vez que el balón llegaba a Luis o a Gárate era más que un motivo
para el aplauso; los alemanes se habían hecho tan dueños de la situación que,
por primera vez en la tarde, sintió el miedo a perder lo que tanto esfuerzo
había costado conseguir.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Le animó contemplar la mirada de
niño que Adelardo mantenía un partido tras otro. Y un año tras otro. El capitán
era de hierro y su planta de guerrero se imponía por coraje en cada avance
alemán. Estaba tan agotado como los demás, pero su orgullo de juvenil no le iba
a obligar a hincar la rodilla por muy duros que se mostrasen los teutones.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Alzó la mirada para intentar
averiguar el motivo de la caída de Gárate. El goleador estaba muerto de
cansancio y se había caído sobre el área alemana sin hacer ademán alguno por
levantarse. Los ojos de Miguel Reina denotaban la impresión por el esfuerzo
derrochado; quedaba apenas un minuto para la finalización del partido y las
fuerzas andaban tan justas, que parecía imposible que aquello fuese a tener un
final definitivo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Gárate mascullaba su cansancio sobre
el césped y Luis zapateaba agónico sobre la línea del mediocampo. Cedieron un
saque de banda y los alemanes apretaron en el saque. Reina contradijo a los
Dioses y maldijo la mala decisión; si sacas el balón del campo, sácalo fuerte, no
se lo dejes en bandeja al enemigo. En plena discusión mental andaba cuando vio
a Beckenbauer manejar el balón con la soltura de un juvenil. Aquellos alemanes
no bajaban la mirada ni a palos. Andaba tan centrado en un recibir un susto
que, cuando el balón llegó a Schwarzenbeck, Reina apenas podía vislumbrar idea
alguna. Pero vio el balón tarde. El disparo de Schwarzenbeck no era fuerte y la
distancia era muy lejana, pero no percibió su salida y hubo de rectificar su
esfuerzo. Lo vio venir; se lanzó convencido de sus habilidades y creyó
alcanzarlo, pero iba ajustado y dando trompicones.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Se acabó el sueño. Tres segundos
antes había visto el balón en los pies de Beckenbauer y ahora se comía la
hierba de su área impotente ante el gol del empate que lo echaba todo al traste
y que definía mejor que nadie la idiosincrasia del club que defendía a muerte.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Treinta metros más allá, un grupo de
jugadores fornidos, celebraban entusiasmados un logro que parecía impensable
más que imposible. Con el gol de Schwarzenbeck había nacido un equipo de
leyenda.</span></p>
<span face=""Arial",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt;">Sobre
su cabeza se agolparon todos los recuerdos que le había dejado aquella
competición; sobre sus puños incapaces se acumuló toda la rabia de una derrota
y en su alma se unieron todas las miserias. No quedaba tiempo ni para llorar.
Todos sus compañeros regresaban cabizbajos a su posición natural e intentaban
consolar a Reina con una serie de miradas sin pertenencia. Todo el esfuerzo,
toda la ilusión y todas las ganas de ganar se habían ido al traste en el último
segundo del partido. Con el gol de Schwarzenberg había nacido la leyenda del
pupas.</span></div></span>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-77213741136513380972023-01-26T17:08:00.000+01:002023-01-26T17:08:42.200+01:00Con Dios en la memoria<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrSCw0IXutuLng7DTf9LryF8qyLTCtRpVr4TvefI__PcpXlr9oOZt3-bL6hmUEqNGXnbJygHIuhwICCwkPfdRVlWO2Lp9TWdFsdZA-Zeps01sWEwcml5CvQ2H6xo7D2dNCFAtViHqe6nvjKN_v7V_8inUlT8o1BQp3khpREWFLZ2l-pTQVbREQrPIk/s900/900x600-8672cef4450841a1b1e3b181e7f8814d.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="900" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrSCw0IXutuLng7DTf9LryF8qyLTCtRpVr4TvefI__PcpXlr9oOZt3-bL6hmUEqNGXnbJygHIuhwICCwkPfdRVlWO2Lp9TWdFsdZA-Zeps01sWEwcml5CvQ2H6xo7D2dNCFAtViHqe6nvjKN_v7V_8inUlT8o1BQp3khpREWFLZ2l-pTQVbREQrPIk/w200-h133/900x600-8672cef4450841a1b1e3b181e7f8814d.jpg" width="200" /></a></div>No hay mejor ganador que aquel que ha sabido perder cien veces, porque lo que importa no es lo fuerte que golpeas sino lo que haces cuando logran golpearte. Estar acostumbrado al fracaso otorga una perspectiva frente al éxito de prudencia y, sobre todo, de certeza; los que no compran boletos ganadores han de agarrarse fuerte al timón y luchar contra el viento y la marea, porque aquí nadie regala nada y todo tiene un alto precio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El Nápoles lleva amagando varias temporadas sin llegar a dar el zarpazo definitivo. Después de hacer primeras vueltas extraordinarias ha terminado con el bofe en la garganta y el carenado destrozado. Unas veces la Juve, otras el Inter e incluso el Milan terminaron por adelantarle por la derecha y diciéndole adiós con esa presuntuosidad que gastan los poderosos. Al año que viene lo intentas otra vez, si eso.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y en ello anda de nuevo el equipo de Luciano Spalletti, en intentarlo otra vez. Esta vez ha subido la apuesta y ha puesto en riesgo todo su prestigio después de firmar una primera vuelta tan brillante que casi ha rozado la perfección. Agarrado al lomo de un núcleo duro fichado en los suburbios el fútbol modesto, Spalletti ha sabido dar con la tecla y otorgar a cada uno su rol necesario para que el equipo funcione como un reloj suizo. Y es que el Nápoles no sólo gana, también se divierte.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Clasificado como primero en un grupo donde estaban Liverpool y Ajax, mira su comparecencia en octavos de la Champions como un premio mientras sigue a lo suyo en la liga doméstica y ha dejado al Milan a doce puntos después de firmar una primera ronda de cincuenta puntos. Como cuando lleguen las curvas, es posible que sufran algún rasguño, se ha asegurado una ventaja lo suficientemente cómoda como para no llegar a sufrir de aquí a final de temporada. O eso es lo que deben creer, porque los escribientes de la memoria saben lo que ha pasado otros años y que todo punto de más es necesario sino se quiere caer de nuevo por el precipicio condenado por el miedo y acuciado por el vértigo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y es que todos lucen en su empleo a la hora de lucir la carrocería del coche más rápido del Calcio. Allí donde Lobotka y Anguissa hacen oficio, Zielinski obtiene beneficio, allí donde Rrahmani y Kim-Min Jae hacen muralla, Di Lorenzo y Rui saltan la valla y allá donde Politano y Kvaratskhelia hacen magia, Osimhen se encarga de volver a meter todos los conejos dentro de la chistera. Allí donde hay una sonrisa hay un napolitano porque desde aquellos años de Scudetto pegados al pie inmortal de Maradona, no han vuelto a ver un equipo tan completo. Solo falta que, además, también sea concreto.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-78630263281117880212023-01-19T15:24:00.000+01:002023-01-19T15:24:22.770+01:00El número uno<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0JA1yOk4Fd4U5k5ZyxIaCzwKB-vdP_eI2pIdIPemiYUfhv-GYbSp0GNwkmCKd3oC5UUeN49nkJPVJbaLzk_wPmcm6aduh_wbEHhIMYwuAznzuZNryd8pdBlt3rw2Dq6pkkFwS-M5oGHn_l-6kzPt_scC3qacnzouz3bkjiFNu0mcInk_ti5xnmvOj/s2745/GettyImages-1450089283.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1830" data-original-width="2745" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0JA1yOk4Fd4U5k5ZyxIaCzwKB-vdP_eI2pIdIPemiYUfhv-GYbSp0GNwkmCKd3oC5UUeN49nkJPVJbaLzk_wPmcm6aduh_wbEHhIMYwuAznzuZNryd8pdBlt3rw2Dq6pkkFwS-M5oGHn_l-6kzPt_scC3qacnzouz3bkjiFNu0mcInk_ti5xnmvOj/w200-h133/GettyImages-1450089283.jpg" width="200" /></a></div>Las mesas de debate suelen ser basureros de discusiones superfluas o peleítas de baja estofa por hacer saber quien la tiene más larga y, sobre todo, por tratar de potenciar lo que nos late en el corazón por encima de lo que nos dicta la cabeza. Por ello, el periodismo deportivo se convirtió en una barra de bar donde cada uno muestra su carné de simpatizante creyendo que así se acercaban más al pueblo mientras se alejaban cada más de la realidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Durante los años en los que Messi gobernó el juego con fútbol y goles, los predicadores de lo suyo se empeñaron en izar a Cristiano hacia lo más alto de los altares por la simple premisa de que vestía la camiseta que a ellos les gustaba. Sin menospreciar a Cristiano, quien ha sido un goleador implacable y con una alta dosis de decisión en los momentos clave, los soldados de la sensatez trataban de hacer saber que ser el segundo mejor jugador del mundo no tenía porqué ser una ofensa, pero ellos erre que erre, no queremos al enano y si hace falta nos inventamos un Chitalu para desprestigiarle.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Acabados los debates históricos tras el mundial, ahora empieza el debate de los forofos al otro lado del puente aéreo. Uno, que puede afirmar y confirmar, que Messi es lo más grande que ha visto sobre un terreno de juego, podría estar de acuerdo, en cierta manera, en que pudiese recibir un nuevo balón de oro, pero en lo que no estaría de acuerdo, ahora mismo, es que el argentino siga siendo, por más que pese, el número uno.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y es que el jugador más decisivo del mundo juega en el Paris Saint Germain pero no viste el número treinta. Killian Mbappé tiene todas la virtudes de los mejores futbolistas de la historia y, sobre todo, tiene la capacidad competitiva de evitar que se descubran mucho sus defectos. Con una velocidad endiablada y un sinfín de recursos en el área, Mbappé ha llegado para quedarse y para decirle al mundo que los balones de oro se regalan en base a títulos pero que la capacidad para ser el mejor se gana en el campo y él lo lleva demostrando durante un par de temporadas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Acicatado por la llegada de Neymar primero y la de Messi después, Mbappé no encontró presión sino motivación a la hora de jugar al lado de los mejores, lejos de apartarse, analizó aquello como un reto y no sólo se propuso ser complemento sino ser incluso mejor que ellos. Porque de eso trata la verdadera grandeza, la que vive en los pies de los privilegiados y en la cabeza de los elegidos; ser el mejor por hecho y por derecho.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mbappe, que juega a mil por hora y vive con la mueca de Mona Lisa incrustrado en su rostro, presentó su mayor credencial ante el mundo llevando a Francia hasta la final en un mundial fastuoso, lleno de detalles y de jugadas para el recuerdo. Y aunque perdió, su sello quedó impregnado para siempre en forma de hat-trick en la final y, sobre todo, en la mirada pavorosa de todos los argentinos que se cruzaron con él durante el tiempo que duró la prórroga. Y es que respeto no se suplica, sino que se gana y los jugadores rivales ya saben de sobra quien es Killian Mbappé. Ese futbolista que mientras miraba a Messi recorrer el espacio que le separaba de la copa del mundo, pudo decirle con la mirada; tú ahora eres el campéon, pero yo ahora soy el número uno.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-27541715940501678582023-01-11T13:41:00.000+01:002023-01-11T13:41:51.333+01:00Una luz en el bosque<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJxeIOC9Ap7_2V4xgKHfH-ZUinY83Kh6iLJBteoULvMkHEfgNKyPMjViome-I9lAhxcHFQb-tNxM8PYO9c4hh7lwp32yV3QZjxYWqz_mEOypIy1-z4XfPl3MMT-LFmTWrn7FNGvE8lj6wDb_oh8AfTbzsjbbnMlmbSurRJclVxTTWA0X5YdR2ZovZ3/s414/6OM2QAJYHZGG5KZZXX6FWOW4MA.webp" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="276" data-original-width="414" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJxeIOC9Ap7_2V4xgKHfH-ZUinY83Kh6iLJBteoULvMkHEfgNKyPMjViome-I9lAhxcHFQb-tNxM8PYO9c4hh7lwp32yV3QZjxYWqz_mEOypIy1-z4XfPl3MMT-LFmTWrn7FNGvE8lj6wDb_oh8AfTbzsjbbnMlmbSurRJclVxTTWA0X5YdR2ZovZ3/w200-h133/6OM2QAJYHZGG5KZZXX6FWOW4MA.webp" width="200" /></a></div>Cuando nos hayamos perdidos, cuando la oscuridad atrapa nuestros nervios, cuando la parálisis puede con las iniciativas, cuando tenemos miedo a fenecer y, sobre todo miedo a ser olvidados, cuando los pies se congelan y el bosque es oscuro, siempre miramos hacia el horizonte con la esperanza de encontrar una luz de guía; esa cabaña, aunque sea encantada, que siempre aparece en las películas, esa señal del destino que nos diga sígueme, ese motivo para la esperanza que nos haga enchufar la tele y volver a ver los partidos de tu equipo después de haber jurado en arameo que les iban a dar por donde amargan los pepinos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El Atlético de Madrid es un equipo vacío, sin alma, sin espíritu, sin nervio, sin carácter, sin atisbo de salvación a corto plazo. Un equipo que se olvida de competir es como un reo que se olvida de vivir. La depresión crece, los fantasmas acechan cada noche y los miedos salen a relucir en cada partido. Es la actitud, sí, pero también es la aptitud. A Simeone le entregaron un Volkswagen que parecía un Skoda y al que finalmente sacó las prestaciones de un Audi. Poco a poco le fueron desguazando las piezas mientras los recambios eran de desguace y las solicitudes eran apiladas en el montón de los sueños imposibles. Aquel buen coche es hoy un utilitario de segunda y de los polvos, lodos y del lodo atasco. No hay jugadores, ni juego, ni pasión por reencontrarlo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y en este bosque de tinieblas, cuando la brújula se ha desimantado y las ganas de sobrevivir se marchan con la noche estrellada, de pronto parece distinguirse un destello. Nos conformamos con tan poco, que con sólo ver dos pases consecutivos entregados de manera correcta a un compañero, se nos enjugan los ojos y nos inclinamos para mirar mejor hacia el terreno de juego; parece que allí hay un buen centrocampista.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pablo Barrios es joven y tiene un mundo de trampas por delante, pero parece valiente, dispuesto y, sobre todo, juega siempre con la cabeza levantada y la vista en el desmarque de sus compañeros. En una época de tristeza absoluta en la que Koke se ha dejado ir y los De Paul, Kondogbia o Witsel son simples complementos sin chicha ni limoná, la aparición de Barrios supone un soplo de aire fresco y, sobre todo, supone esa luz de guía a la que agarrarse para seguir aguantando en este bosque tenebroso en el que nos ha vuelto a sucumbir el tan cacareado gilismo.</div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-26284529370520369002022-12-22T15:50:00.001+01:002022-12-22T15:50:56.389+01:00El Mineirazo<div style="text-align: justify;">Hay momentos diseñados para la épica al igual que los hay para la más profunda tristeza y son estos últimos, los que apuñalan el corazón, los que quedan grabados a fuego en el corazón de una generación dispuesta a vengar la ofensa, pero nunca a olvida, porque aunque lo intentasen, el momento fatídico aparecerá siempre en sus cabezas para hacerles saber que las pesadillas también pueden ser muy reales.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Le generación que creció a la sombra del Maracanazo propiciado por Uruguay en el templo del fútbol brasileño, aprendió que la victoria no se regala y que la derrota, aún más por inesperada, puede ser el peor puñal y al mismo tiempo el mejor acicate para mirarle a los ojos al destino. Brasil salió de allí con la firme idea de ser lo que más tarde concertó: la mejor selección de todos los tiempos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando Brasil organizó su primer mundial, en 1950, no había sido capaz de ganar ni uno sólo de los tres campeonatos anteriores, cuando lo organizó por segunda vez en 2014, ya lo había ganado cinco veces y la verdeamarelha la habían vestidos tipos tan ilustres como Pelé, Garrincha, Rivelino, Zico, Ronaldo y Ronaldinho; una pequeña muestra en una constelación de estrellas que llevó al país sudamericano, cuna del Amazonas, hacia el lugar de honor del planeta fútbol.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En 2014 Brasil era una fiesta y no iba a dejar pasar la oportunidad de hacerle saber al mundo que estaban en el centro del foco. Tan sólo dos años más adelante, el país organizaría los Juegos Olímpicos de verano y aquel mundial no era sino el mejor escaparate posible para poder mostrarle al mundo que Brasil era fiesta y verano perpétuo. Por ello, sus habitantes, uno por uno, se pintaron la cara, se vistieron de futbolista y se dispusieron a acompañar a su selección en su camino hacia la gloria. Porque jugándose el mundial en casa no cabía otra opción que no fuese la victoria.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No era el mejor equipo posible, pero tenían a Neymar y tenían toda la ilusión de un pueblo cosida a su espalda. El partido inaugural comenzó con susto cuando Marcelo desvió a su propia portería un centro envenenado del incombustible Ivica Olic. Los corazones volvieron a latir cuando Neymar golpeó dos veces y Oscar sentenció en el descuento. La primera piedra estaba puesta, pero el edificio necesitaba muchos más cimientos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El empate contra México no hizo sino llenar de dudas y desazón el ánimo del pueblo brasileño, pero cuando todo parecía dirigido a la crítica feroz llegó un balsámico cuatro a uno contra Camerún con otro doblete de un Neymar dispuesto a darlo todo para hacer feliz a sus compatriotas. En los octavos, ante Chile, la lágrima estuvo a punto de estallar cuando Hulk falló el cuarto penalti de la tanda y parecía que los fantasmas del pasado regresaban al vuelo, pero Neymar enfundó el quinto y Gonzalo Jara erró el suyo para darle a Brasil toda la vida que necesitaba.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero aquella manera de caminar dando bandazos no era la más prometedora. En la siguiente ronda tocaría otro equipo sudamericano igual de duro y correoso que los chilenos con el aporte de un James Rodríguez que venía haciendo el torneo de su vida. Aquel partido, Brasil lo solventó con carácter gracias a un gol de cada uno de sus centrales, pero fue una victoria agridulce que se cobró la lesión de Neymar, quien terminó el partido con una vértebra fisurada después de una terrorífica entrada de Zúñiga, además de la segunda tarjeta mostrada a Thiago Silva. Así pues, el peaje para pasar a semifinales era la baja de sus dos jugadores más importantes quienes tendrían que ver el partido ante Alemania lejos del terreno de juego y rezando para que aquella falta de referentes no se notase sobre el césped.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero se notó. Vaya si se notó. Lo que ocurrió aquel ocho de julio de 2014 es, como aquel Maracanazo uruguayo del cincuenta, historia pura del deporte y del fútbol brasileño. Historia negra, pero historia. Porque todos los que vimos la exhibición alemana quedamos perplejos ante la facilidad del baile y ante la nula reacción de un equipo brasileño que, cuando recibió el primer golpe, cayó a la lona cual niño débil de parvulario.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y eso que Brasil trató de salir intenso, pero cualquier conato de apuro era solventado por el centro del campo alemán como ese tripitidor de Cou que juega con la chorra fuera en el patio del instituto. Khedira dio un máster, Kroos impartió un canon y Müller campó a sus anchas entre las líneas brasileñas. No iba ni media hora de partido y los brasileño, atónitos, observaban como estaban siendo derrotados por cero goles a cinco. Aquello volvía a ser el cúlmen de sus peores pesadillas. Si en el cincuenta, un grupo de escuálidos uruguayos se habían atrevido a dislocar el orden establecido, estaba vez era un grupo de fornidos alemanes quienes estaban lanzando por los aires todos los pronósticos. El uno a siete final no hizo sino dejar en claro que aquella Brasil no era fiera ni pintona y que Alemania había regresado de su infierno particular para demostrarle al mundo que fútbol más sencillo es el más difícil de jugar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El dieciséis de junio de 1950 fue fecha negra por acción y el ocho de julio de 2014 lo fue por omisión. Y analizadas ambas vicisitudes queda el orgullo en una y la vergüenza en la otra, porque perder después de merecer ganar duele, pero no deja de ser un lance del juego, sin embargo, perder sin hacer hincapié en el intento de ganar, no sólo duele sino que avergüenza. Por ello, aquellos brasileños del cincuenta cosieron sus heridas sabiendo que el camino no era incorrecto, mientras que estos brasileños de hoy siguen buscando un sentido a su fútbol sin saber que si se han alejado de la victoria es, simplemente, porque se han alejado de su esencia. El Maracanazo les puso de frente con la mentira, pero el Mineirazo les puso de frente con la verdad y ocho años más tarde parecen no haber terminado de asumirla.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/n2yqljP8J6s" title="YouTube video player" width="560"></iframe>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2972120304761955487.post-52232105473806885192022-12-04T11:59:00.000+01:002022-12-04T11:59:06.470+01:00Camino del abismo<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1ebasOmreJTSNlxNH9KPKZEv38wQFX_zVLm56c2k_nX52lnqfpWx9HNYuBJaFFP5-UcMwtiLPTSsrbhbQccr5T1cyW8CVgyZ4Oy2bQKHcu76s7AIaMy-Fu98M-jzix1c2kkbXCIhAWqnv0PSwpja947H03DhJXU_G5qK-6rzxlUE5pJ-S5zBtfaOg/s274/descarga.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="184" data-original-width="274" height="134" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1ebasOmreJTSNlxNH9KPKZEv38wQFX_zVLm56c2k_nX52lnqfpWx9HNYuBJaFFP5-UcMwtiLPTSsrbhbQccr5T1cyW8CVgyZ4Oy2bQKHcu76s7AIaMy-Fu98M-jzix1c2kkbXCIhAWqnv0PSwpja947H03DhJXU_G5qK-6rzxlUE5pJ-S5zBtfaOg/w200-h134/descarga.jpg" width="200" /></a></div>Si
algo debe tener claro un equipo de fútbol es que jugando mal no se llega a
ningún sitio. Durante algún tiempo, se hizo extensible una falacia que, de
tanto ser contada, terminó alcanzando tintes de verdad a medias, esa que,
aplicada al análisis, termina siendo la peor de las mentiras. A medida que el
Atleti iba ganando partidos, superando barreras y desmitificando populachadas,
se dictó, por norma, que el juego del equipo era bronco, estúpido y aburrido.
No siempre fue así. Mi</span><span class="textexposedshow" style="font-size: 11pt;">entras el equipo se instaló
en la grandeza más absoluta, dejó en el tintero más de una docena de partidos
memorables y gestas en estadios donde solamente los valientes son capaces de
escribir páginas de memoria. Todo cambió el día que Simeone vio a su equipo
agotado y decidió jugarse el cartucho de toda una final de la Champions League
a la lotería de los penaltis. El derbi, el mismo duelo que le había coronado
como estratega en partidos anteriores, se convirtió en su tumba mediática. A
raíz de entonces, el equipo se contagió de la palabra ajena y se convirtió,
durante muchos meses, en una conjugación más cercana a la nada. Aunque tuvo
excesos de grandeza contagiándose del ánimo de su propio discurso, aquellos
lodos fueron fabricando un barro tan pesado que cualquier paso, a lo largo de
las temporadas, cuesta aún más que el anterior. Le cuesta combinar, le cuesta
presionar y, por ende, le cuesta un mundo ganar. Una pésima señal es la de
terminar dando la razón a tus detractores. Una señal aún peor es la de caminar
cuesta abajo y sin frenos. O mejora su fútbol y, sobre todo, o mejora su
condición física y anímica, o el Atleti se encamina al abismo.</span></div>Pablo Malagónhttp://www.blogger.com/profile/11166256579837550099noreply@blogger.com0