jueves, 13 de septiembre de 2018

El cesto

Lo novedoso, por necesario, es, en ocasiones aliviador, por cuyuntural, es, en ocasiones, evocador y por estructural es, en ocasiones, conciliador. Todos nos agarramos a la novedad porque la novedad, cuando viene con aire fresco, nos convierte en tipos más soñadores, más consensuadores, menos críticos. El momento esperado es, generalmente, el lugar donde vive nuestro deseo y cuando observamos un resultado muy favorable queremos creer que sí, que por fin hemos retomado el camino correcto.

En esta nueva España de Luis Enrique se atisban los conceptos de un tipo que gusta vivir en la libre interpretación. Como el loco suicida que vive en su interior, sus equipos se visten desde arriba y juegan sin concesiones. Nada de balances ni basculaciones, presión alta, apoyos rápidos y balones directos. Jugando así, construyó un Barça fantástico que remató un triplete. Jugando así, quiere construir una España que se rubrique como memorable.

El camino, como todos, es largo y los rivales, como siempre, irán aumentando su nivel a medida que las exigencias vayan aumentando, pero algunos preceptos han quedado claros. No se va a dejar de buscar la portería rival, pero los veinte toques en el medio, si es posible, se van a convertir en cinco y los interiores, en lugar de encajarse en la línea de flotación, serán alfiles que jueguen a dar jaque con sus diagonales hacia el área.

El fútbol, más allá de los estilos, vive en los futbolistas. Es menester del buen entrenador el convertir a sus equipos en conjuntos de asociación. No todo depende del sistema sino de los jugadores con los que cuentes para ejecutar el mismo. La suerte del seleccionador es el amplio abanico del que puede disponer, su mejor virtud, por lo tanto, debe ser saber quienes son los mejores y hacer fluir sus mejores características. El cuatro, tres, tres, está claro, las piezas claves están señaladas y el camino se ha empezado con el pie correcto. Si todos creen en el proyecto, el proyecto puede ser ilusionante porque, aun sin los genios que ya se han ido, España sigue teniendo mimbres para construir un bonito cesto.

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