jueves, 23 de octubre de 2008

Mil razones para no hablar de fútbol

Nunca dejará de admirarme la capacidad que tiene Juan para sacar adelante con tanta calidad y solvencia un blog de fútbol sin hablar una palabra de fútbol. Los que le seguimos a diario sabemos que su secreto reside en sentir el fútbol como una coral de sentidos y sentimientos. El resto, los que nos empeñamos en hacernos valer en este mundo del juego periodístico, escribimos desde la sensación descorazonadora de querer saberlo todo y no poder, porque quisiéramos vivir el fútbol como los entrenadores que no somos o desde la perspectiva de un futbolista frustrado. Pero solamente él es capaz de vivirlo como aficionado.

Por ello, y en homenaje a su ingenio, a su capacidad para regenerar iniciativas, al club de fans que seguimos su día a día como red y, sobre todo, a él, me gustaría escribir un post, en mi blog de fútbol, que no hable de fútbol.

Suelo medir mis probabilidades de tener un buen día con la primera alzada de cortina del día. Si, en mis incoherencias de tipo recién levantado, muevo la cortina y descubro que el día está nublado o lluvioso suelo torcer el gesto; no sé por qué, pero tiendo a pensar que no será un buen día. Como ayer, además, tenía entrada para el partido y conocía mi misteriosa capacidad para atraer la lluvia cada vez que visito el Vicente Calderón, ya me veía yo, a trece horas del duelo, empapado hasta las cejas y con un cero a dos en la espalda que me hiciese interminable el camino de regreso a casa.

Y encima, atasco, mal pintaba la cosa. Como de mi jornada laboral poco importa hablar en este rincón y, además, mucho menos interesa, resumiré mis ocho horas de oficina en un “se me hicieron ocho días”. Fue uno de esos días tranquilos en los que pierdes más tiempo en planear la escaqueada que en planificar las tareas y en las que no dejas de temer que, en el último momento, te caerá el maldito marrón de última hora que te impedirá llegar a tiempo al pre partido. Pero no, justo en el instante en el que dejaba de llover, mi jefe dijo que se marchaba a hacer no se qué gestiones. Por fin el cielo enviaba una señal. Vía libre. Al menos, podría ser que sacásemos un empate.

Podría haber continuado diciendo que el camino desde el trabajo hasta Madrid no tuvo ninguna relevancia especial sino fuese por la llamada que recibí de Juanra a media distancia entre la salida y el destino en la que me dijo que estuviese atento al teléfono porque se venía a Madrid conmigo a vivir los instantes previos al partido. Para quien aún no lo sepa, Juanra es un ex compañero de trabajo reconvertido a mejor amigo que un día voló a Liverpool y quedó enamorado para siempre del ambiente de Anfield. Con él venía Katia, su inseparable compañera de aventuras y una de esas personas por las que te estás felicitando toda la vida por haberla conocido.

Madrid bullía en cánticos red. Ya desde Sol, mirando hacia arriba, olía a partido de fútbol de los de verdad. Y mientras dejaba que mis pelos continuasen erizándose mientras mis oídos se engalanaban una y otra vez con el cántico, ya inmortal, nacido en el Kop y para Fernando Torres, decidí descolgar el teléfono y buscar en la agenda el número que días atrás me había facilitado Stubbins mediante correo electrónico. Allí estábamos por fin; él en la puerta del Moore’s y yo en lo alto de la escalinata de salida de la Plaza Mayor. Como los grandes encuentros se simplifican en una mirada, bastó un caluroso saludo y un fuerte estrechamiento de manos para saber que podíamos ser amigos para siempre.

Stubbins es uno de esos tipos que inspiran confianza desde el primer vistazo. En él descubrí a un hincha de alegría incesante, un tipo al que le gusta disfrutar la compañía y que vive el Liverpool como la religión que derivó de aquellas palabras de Bill Shankly; “más allá de la vida o la muerte”. Pero como los grandes momentos no suelen simplificarse en un deseo cumplido, en la puerta de entrada al pub, abarrotado por camisetas rojas y engalanado para la ocasión por medio centenar de gargantas cantando célebres himnos, tuve la ocasión de conocer a Juan. Para quien aún no le conozca, me referiré a él como el máximo exponente del sentimiento red en Madrid. Desde su blog, es capaz de ponernos al día de la actualidad del Liverpool sin necesidad de citar estadísticas ni tácticas, y eso que sabe de fútbol más que cualquiera de los soñadores que asomamos por aquí día tras día, pero lo suyo, más que el análisis, son las sensaciones, más que las explicaciones, son las anécdotas.

Dos pintas y casi una hora después, aparecieron Juanra y Katia. Como cada vez que volvemos a reencontrar nuestros caminos, sellamos nuestra complicidad en un abrazo y en un sinfín de preguntas. Pero el tiempo impedía perder el rumbo en explicaciones así que les puse rumbo al punto de ebullición y, desde allí, volvieron a sentir el cosquilleo inolvidable de quienes viven el fútbol como una parte de su existencia. Pude presentarles a Juan, a Stubbins, e incluso a Lover y de nuestro encuentro quedaron para la posteridad un par de fotos que, una vez lanzado el guante, me enviaron con premura para dar formato de cabecera e ilustrar este post ¿Quién se acordaba, a esa hora, de que el día había amanecido lluvioso?

De cómo terminé por perderlos, es algo que no puedo detallar pues requiere una explicación que no sería capaz de aportar. El caso es que unos tiraron hacia un lado, otros hacia otro y nosotros nos entretuvimos más de la cuenta enviando un mensaje desde un aficionado de Madrid para un nostálgico futbolero de Ciudad Rodrigo. Si de algo me siento mal por haber dejado de sentir su compañía sin mediación ni aclaraciones, es por no haber tenido la oportunidad de haberme despedido de ellos y, de paso, volvernos a citar para otra ocasión inolvidable. Quizá, como me recordó Juanra, sea hora de ir un día de estos al Triskel a vivir un partido de los de verdad. Como si el de ayer no lo fuera. Pero no voy a entrar en detalles, porque he prometido hablar de fútbol sin hablar de fútbol.

De cómo pasé de sentir envidia a sentir orgullo, van por delante treinta minutos de previa y noventa más de partido. El Calderón bullía, en su alrededor, de la misma ilusión de siempre. Había desconfianza, fruto de una racha maldita que nos había convertido de nuevo en un simple invitado en la fiesta ajena de la liga, y había esperanza, porque de ilusiones, desgarradoras muestras de cariño y amor a las probabilidades, vive esta afición nacida para gestas más grandes a las que se empeñan en ofrecernos. Y aunque entré al partido con la música de la Champions ya en el recuerdo y el silbido inicial del árbitro perdido en un pequeño periodo de tiempo, fui capaz de recalentar mi garganta y convertirme, una vez más, en dueño de mis propios ánimos. A esas alturas ya daba igual que me hubiese tocado asiento en la fila número trece; depués de vivir aquello ¿Quién podía creer en supersticiones? Había sentido el calor desprendido de un partido de fútbol, había dejado de llover y, sobre todo, ahí estaba mi Atleti.

Le tenía más que abandonado. De las cuatro últimas veces que había visitado el Calderón, una había sido para ver un concierto y en las otras dos, los equipos que ofrecían la condición de local fueron la selección española y el Getafe de mis finales de Copa. A mi Atleti lo tenía abandonado, sufriéndolo desde la distancia e intentando, en vano, desenganchar mis lágrimas del filo de sus derrotas. Y como apenas recordaba como sonaban las gradas en las noches de gesta imaginaria, pude volver a ser testigo de que ningún sonido es capaz de competir con el eco del Calderón en las noches de vida o muerte.

Un partido feo, un Atleti incapaz, un arreón final y un empate que nos dejó buen sabor de boca porque durante muchos minutos estuvimos soñando con firmarlo. Del camino de regreso a casa me quedaron los recuerdos y un sinfín de detalles. Sobre el partido no puedo añadir más de lo que ya han publicado los medios especializados. Sobre las personas, el ambiente y las sensaciones tampoco puedo añadir más porque los momentos resultan mucho más fácil vivirlos que contarlos. Yo hice lo que pude; si no pude exprimir más el encuentro con mis amigos reds es porque, generalmente, mi timidez me impide preguntar mucho más de lo que me gustaría. Y si puedo agradecer mi estancia entre aquella comunidad y sentir el calor de una afición que me acogió con los brazos abiertos pese a ver en mí la camiseta del equipo rival, es gracias a la sonrisa, la complicidad y la confianza que me regalaron Stubbins, Juan y el resto de aficionados reds. Incluso los que comprobaban mi cara de asombro cada vez que intentaban dirigirse a mí con su, para mí, incomprensible idioma natal.


El día se coronó como el final del partido; con dos aficiones entregadas en un hermanamiento envidiable, en una demostración a la UEFA de que para medir la sensatez de una afición no hacen falta mentiras sino testigos y en la definitiva, e irrefutable prueba, de que Fernando Torres ha conseguido que dos aficiones sean la misma hasta en un mismo partido. Yo también soy de ellos y creo que ellos, hoy, también son de mí. Por ello, quisiera ofrecerles un nuevo abrazo desde la distancia y, por fin, tener con ellos la despedida que ayer se me escapó por culpa de un despiste. Hasta pronto, amigos, y muchas gracias por todo.

10 comentarios:

Jorge-George Olmos dijo...

Genial me ha encantado tu relato
Que envidia,si no hubiera llovido me hubiera pasado por la Plaza Mayor
te dejo mi blog por si quieres pasarte y dejar un mensajito o tu opinion
http://atletico-liverpool.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Vaya odisea la que cuentas jeje pero bueno al final llegaste viviste un gran ambiente, en definitiva viviste un partido de Champions con tu Atleti de protagonista.

Te haré dos preguntas a ver si me las contestas:
1- Hubieras preferido que jugara Torres, porque supongo que ahí entra la parte del "cuore" y la parte de los intereses para tu equipo....
2- Crees de verdad que ver el sol o el cielo tapado puede variar tu día¿? (es curiosidad pura y dura)

Saludos y repite más las visitas por tu estadio que te van a prohibir la entrada al final.

Anónimo dijo...

Gran homenaje a un gran blog.

En lo de las cortinas, soy distinto y a la vez igual que tú. Cuando pego el primer vistazo y veo que llueve, noto que el día va a ser diferente, especial... Será por eso de ser andaluz y estar tan acostumbrado al sol.

Saludos.

piterino dijo...

Es bonito pensar que aún queda gente como vosotros, capaz de vivir a fondo un partido así.
Dos aficiones de postín unidas en armonía durante un partido de bandera; y, de fondo, un testigo de excepción que da brillante cuenta de lo sucedido en otro precioso post: tú.

Un saludo.

miguel diaz dijo...

Dos aficiones unidas contra la UEFA y por Torres. un abrazo. miguel

Anónimo dijo...

CADA DIA ME ALEGRO MAS DE HABER ENCONTRADO ESTE BLOG. ME ENCANTA COMO ESCRIBES, COMO DESCRIBES LA VIDA, COMO HABLAS DE TUS AMIGOS... DA GUSTO PONERSE A LEER LO QUE ESCRIBES. EN UNA COSA, SOBRE TODO, ESTOY DE ACUERDO CONTIGO: LOS MOMENTOS SON MUCHO MÁS FACILES DE VIVIR QUE DE CONTAR. POR ESO TIENE AUN MAS MERITO, LO QUE HACES EN EL BLOG, Y LO QUE JUAN HACE EN EL SUYO. UN SALDUDO A AMBOS.

Luis JFT96 dijo...

Hola Pablo, la verdad es que fue un placer compartir la tarde contigo. Todos estamos diciendo un poco lo mismo, que fue una pena que no hubiera tiempo para mas, sobre todo para conocernos mejor. No conocía tu blog aunque Stubbins (tu fan nº1) ya me había puesto sobre la pista, de ahora en adelante me pasaré mas por aquí porque hay hay muchos artículos esperando ser leídos.

Atleti & Liverpool - We´ll never walk alone (como ponía en el famoso Armband de Torres)

Pablo Malagón dijo...

@ jorge

A la hora que llegué yo apenas llovía. Hubieses disfrutado un montón. De todas formas, tengo entendido que vas al Triskel del domingo. Podrás desquitarte con media docena de pintas.

@ silvi

Cuando Torres se lesionó le comenté a un amigo madridista que era una putada, me miró raro y me dijo "pero si es el mejor jugador del Liverpool, deberías estar contento". Y no, no lo estaba.
En cuanto a los días lluviosos, no es que crea exactamente que me traerán mala suerte, pero la lluvia me da muy mal rollo, no me gusta nada. Me encanta ver el sol en todo lo alto, eso sí me da optimismo. No sé, manías. Jeje.

@ ladoblevisera

Debe ser que cada uno añoramos lo que no tenemos.

@ piterino

Creo que tú no eres muy distinto a nosotros y también sabes vivir un partido de fútbol con la emoción y la deportividad que merece un buen espectáculo. Muchas gracias.

@ miguel díaz

Poco a poco nos vamos dando cuenta de que Torres ha hecho más por el Atleti que lo que el Atleti ha hecho por él. Ojala algún día podamos devolvérselo.

@ carlos tur

Muchas gracias amigo. Por palabras como las tuyas es por las que sigo escribiendo mis cosillas en este humilde rincón.

@ luis jft96

Una sorpresa tu visita y, al mismo tiempo, un verdadero honor. La verdad es que fue una pena no habernos conocido un poco más, pero bueno, aún quedan muchos partidos por delante y muchas pintas de cerveza como excusa para volver a encontrarnos.

Stubbins dijo...

Siento la demora en mi comentario, pero ha habido muchas cosas que hacer a mi llegada a Barcelona.

Pablo! Mi maestro y mentor!

Pero como quereis que no le sonrojen mis loanzas hacia vos, si no hay más remedio que manifestarlas.

Que relato! Nadie podia describir con más acierto lo que compartimos en apenas una o dos horas.

Lo cierto es que cuando vos hiciestis acto de presencia en el Moore's, mi estado no es que fuera muy "católico", jejeje. La ocasión así lo requeria. Creo que el ambiente era excepcional.

Me gustó conocer a Juanra y a Katia. Por cierto, por consecuencia de mi estado, recordaba que mientras hablaba con Juanra, me daba la impresión de hacerlo con Oscar Pereiro, brillante ganador del Tour del 2006. Pero es que viéndolo ahora en la foto, es que su parecido con el ciclista gallego es más que razonable. Jajaja. Espero que sepa encajar bien la broma. Dos grandes amigos Juanra y Katia. Un fuerte abrazo desde aquí a ambos.

Se ha de repetir el encuentro muchachos.

Anfield dijo...

Si hubiera tenido entrada seguro que habria estado con vosotros, pero tranquilos que igual el Liverpool vuelve antes de lo que pensamos.