viernes, 3 de abril de 2009

Bajándose del carro

Quién sienta interés por el modo de entender la vida que tienen los italianos, sabrán que en lo bueno y en lo malo, encontrarán personalidades cargadas de pasión y esquelas de diferencia firmadas en iguales dosis de fé, convencimiento y demagogia, porque los italianos no viven en el centro de la templanza; u ocupan un extremo o lo hacen con el otro, o defienden a muerte una postura, una idea o un estilo, o desprecian por completo el lado opuesto de lo que creen cercano a la perdición.

Igual que para el arte crearon escuela de genios y pactaron los cánones de la perfección, para la política prefieron no abandonar nunca el pasado y anclarse en los viejos designios de su retrógrada ideología. Igual que para marcar estilo siempre fueron un paso por delante, para imponer costumbres, siempre anduvieron más abajo de lo contemporáneo. Igual que fueron capaces de sacar los mejores futbolistas, fueron incapaces de generar un estilo en torno al balón que les hiciese tan adorados como eficientes.

Hace algo más de dos años, numerosos analistas y oportunistas de rigor, se tiraron al cuello de los románticos y aduladores del verbo, para restregar el poder del resultado por encima del juego, para pregonar la importancia del músculo sobre el talento y para ignorar los verdaderos secretos al tiempo que aplaudían el poder de lo evidente. Italia ganó el mundial de fútbol y los usureros del jaleo se precipitaron a postular a Cannavaro como ganador del Balón de Oro y a proclamar a Gattusso como rey de los centrocampistas.

Los mismos que entonces ignoraron la importancia de Pirlo o la inteligencia que Totti y Del Piero aplicaron a los finales de cada partido, son los mismos que hoy vuelven la cabeza ante el presente y se dedican a aflorar su palabrería para alabar la velocidad, la superioridad y la contundencia del fútbol inglés. Lo que ayer era el poder del resultado, hoy es la pobreza del espectáculo. Lo mismo que ayer rechazaban el ímpetu y el fútbol sin careta, hoy lo ensalzan como el descubrimiento de la fórmula secreta.

A los mismos que se les olvidó pasado y obviaron la llegada del futuro, hoy ya no les vale Italia. A los mismos que ignoran que, salvo Cannavaro, los mismos campeones del mundo que un día loaron, continúan prestando servicio tras el calor de sus fronteras, hoy ya no les vale Italia. A los mismos que hasta hace no mucho vanagloriaban al Milan por ganarlo todo y a la Juve por convertirse en imperecedero ejemplo de la competitividad, hoy ya no les vale Italia.

A los críticos, a los vende opiniones y a los conservadores ultraordinarios de la verdad personal, se les olvida que discrepar es valorar y que ignorar es despreciar. Cuando los deslumbrados abandonaron las calles, los mismos que un día reconocimos a Italia como la mayor cuna del fantasismo futbolístico y los mismos que un día nos paramos a protestar por el ensalzamiento de un estilo que va en contra de la exquisitez, somos los únicos que continuamos en pie escrutando las realidades. Sabemos que volverán los oportunistas y que regresarán los agoreros, aquí hay sitio para todos, pero que nadie de por muerto a un león herido.

En tiempos de crisis, los que saben conservar el estilo saben regenerar su materia prima. Hoy deslumbra el poder económico y deportivo de la Premier y seguimos, más de cerca, el devenir diario de los gigantes de nuestra liga. Pero los que creen que el Calcio ha muerto están perdiendo la noción de lo que siempre significó el fútbol; pueden morir los soñadores y pueden morir los que se rinden, pero los que viven para competir nunca mueren porque siempre tendrán un bocado en la mesa con el que saciar su hambre. Insta saberlo porque cuando vuelvan a ganar, los que denunciamos su estilo volveremos a morir de desidia y los que solamente se fijan en el resultado volverán a subirse al carro y atronarán nuestros oídos haciéndonos creer que el fútbol no es un juego si no una guerra donde solamente gana el más fuerte.

7 comentarios:

Marco dijo...

Estupenda redacción Pablo. El fútbol italiano está muy manchado y ultrajado. La pasión latina de su gente la vemos reflejada en el fútbol nuestro, no menos ultrajado y manchado que aquél.

Un saludo porteño.

Marco dijo...

Ya dejé mi voto en la encuesta.

fernando dijo...

Pablo, casi siempre coincidimos. Opino igual que tú. Hay mucho oportunista. Nunca me ha gustado el modo de jugar de Italia. Me aburre. No niego que puede dar resultados, pero si juega Italia casi seguro que apago la televisión. Un abrazo.

Javi Saiz dijo...

No es mi preferido pero si que lo admiro, no creo que haya un fútbol tan duro y que ponga a prueba a tantos jugadores como el Calcio. La única realidad es que Italia siempre vuelve, o que nunca se fue, como lo quieran ver. Y cuanto más herido esté, con más fuerza volverá.

Un saludo crack

miguel diaz dijo...

La competitividad italiana en el fútbol está fuera de toda duda. Yo les llamo los "superprofesionales": saben leer todos y cada uno de los partidos, aplican las justas recetas a cada uno de los casos, manejan los tiempos como nadie, la disciplina y el orden individual dentro del campo son admirables.

Pero a veces, muchas veces, pendientes del resultado, se olvidan de que el fútbol es también deporte y de que la improvisación, la creatividad, la anarquía controlada, el descontrol organizado, ... todo eso también es fútbol, y a veces, muchas veces, también es la receta correcta.

un abrazo. miguel

Luisi dijo...

Gran post Pablo.

Me alegra ver que para ti importa más el espectáculo que el resultado. Eres de los míos.

Anónimo dijo...

Hola amigo m aes bn y tu blog esta interesante!

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