miércoles, 20 de noviembre de 2019

Hurricane

Nunca está de más la actualidad, nunca una noticia no ha dado pie a un comentario, a un recuerdo, a un análisis. Nunca en su historia, el Tottenham había jugado una final de la Copa de Europa. Pocas veces, en su historia, un club ha destituido a su entrenador cinco meses después de rozar el cielo. Pero las circunstancias mandan y cuando las circunstancias se apellidan "resultado" no hay paciencia ni mediación. A rey muerto, rey puesto y seguir compitiendo en la ruleta de la suerte.

José Mourinho hereda un equipo de espíritu contragolpeador y corazón intenso. Su fe inquebrantable se puso a prueba de fuego el día que el Ajax anotó dos goles en su estadio y se las creía totalmente felices. Fue entonces cuando surgió el alma guerrera de un equipo al que Pochettino había enseñado a no rendirse. Si ahora se ha rendido ha sido más por la resaca tras la borrachera que por la aceptación de la realidad. La plantilla se ha reforzado y apenas ha perdido efectivos. Si alguien quiere rescatar la nave ha de poner de nuevo, rumbo a Ítaca con un Ulises al mando. Ese no es otro que Harry Kane.

Los cantos de sirena no han hecho sucumbir a un tipo que nació goleador por planta y se hizo jugador por aprendizaje. Conocía el arte del remate casi desde cuna, pero para llegar a convertirse en punta de lanza de todo un país, necesitaba de alguien que le enseñase a administrar los esfuerzos y a aprovechar su corpulencia. Kane ahora sabe jugar al desmarque cuando su equipo ataca en estático y, sobre todo, sabe ser el primer punto de apoyo cuando su equipo sale en velocidad. Su juego de espaldas está tan perfeccionado que han bastado trabajo y fe para poner en marcha los mecanismos. El delantero siempre busca socios y, cuando los encuentra, si es bueno de verdad, se encarga por sí solo de ganar partidos.

Si alguien ha hecho algo por el Tottenham, durante los último años, han sido Mauricio Pochettino desde el banquillo y Harry Kane desde el césped. Cuando el argentino llegó, el equipo era un mar de dudas y un grupo acomplejado. Si algo les enseñó fue a competir, si en algo confió fue en la academia del club. Allí había un tipo rubio, espigado y pasado de peso que anotaba goles como churros. Conocido el misterio del gol, había que trabajar el físico y el juego. Cuando aprendió a jugar y se acostumbró a marcar, el equipo empezó a crecer. Tanto que hoy nadie podría imaginarse un Tottenham sin ambos. Fuera Pochettino de la ecuación, ahora es cuando nadie es capaz de imaginarse un Tottenham sin Kane.


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