miércoles, 11 de enero de 2023

Una luz en el bosque

Cuando nos hayamos perdidos, cuando la oscuridad atrapa nuestros nervios, cuando la parálisis puede con las iniciativas, cuando tenemos miedo a fenecer y, sobre todo miedo a ser olvidados, cuando los pies se congelan y el bosque es oscuro, siempre miramos hacia el horizonte con la esperanza de encontrar una luz de guía; esa cabaña, aunque sea encantada, que siempre aparece en las películas, esa señal del destino que nos diga sígueme, ese motivo para la esperanza que nos haga enchufar la tele y volver a ver los partidos de tu equipo después de haber jurado en arameo que les iban a dar por donde amargan los pepinos.

El Atlético de Madrid es un equipo vacío, sin alma, sin espíritu, sin nervio, sin carácter, sin atisbo de salvación a corto plazo. Un equipo que se olvida de competir es como un reo que se olvida de vivir. La depresión crece, los fantasmas acechan cada noche y los miedos salen a relucir en cada partido. Es la actitud, sí, pero también es la aptitud. A Simeone le entregaron un Volkswagen que parecía un Skoda y al que finalmente sacó las prestaciones de un Audi. Poco a poco le fueron desguazando las piezas mientras los recambios eran de desguace y las solicitudes eran apiladas en el montón de los sueños imposibles. Aquel buen coche es hoy un utilitario de segunda y de los polvos, lodos y del lodo atasco. No hay jugadores, ni juego, ni pasión por reencontrarlo.

Y en este bosque de tinieblas, cuando la brújula se ha desimantado y las ganas de sobrevivir se marchan con la noche estrellada, de pronto parece distinguirse un destello. Nos conformamos con tan poco, que con sólo ver dos pases consecutivos entregados de manera correcta a un compañero, se nos enjugan los ojos y nos inclinamos para mirar mejor hacia el terreno de juego; parece que allí hay un buen centrocampista.

Pablo Barrios es joven y tiene un mundo de trampas por delante, pero parece valiente, dispuesto y, sobre todo, juega siempre con la cabeza levantada y la vista en el desmarque de sus compañeros. En una época de tristeza absoluta en la que Koke se ha dejado ir y los De Paul, Kondogbia o Witsel son simples complementos sin chicha ni limoná, la aparición de Barrios supone un soplo de aire fresco y, sobre todo, supone esa luz de guía a la que agarrarse para seguir aguantando en este bosque tenebroso en el que nos ha vuelto a sucumbir el tan cacareado gilismo.

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