miércoles, 12 de junio de 2019

El predecesor

La algarabía colectiva, cuando se hace eco de la memoria, nos remite a los momentos de inflexión. Puntos temporales a partir de los cuales se cruza la frontera entre lo que fue y lo que podría haber sido. En muchas ocasiones, tipos tan dispuestos como el que más, son capaces de marcharse de casa con más gloria en el corazón que en la sala de trofeos y con la agradable sensación de haber cumplido una misión para la causa; servir de puente emocional para las nuevas generaciones.

Fue en el momento de observar a Henderson levantar la codiciada presea de campeón cuando la reminiscencia nos evocó un recuerdo y nos retrotajo hacia un lugar y un momento preciso; Estambul, año 2005. Allí, un tipo con alma de capitán y pies de plomo fundido, levantó el espíritu de un equipo hasta hacerlo creer en todo. Era el tipo que se arrancaba el alma para llegar a las finales y que, una vez acechada la misión, cumplía con creces anotando un gol en cada una de ellas. Porque, puestos a tirar del carro, sus espaldas eran siempre las primeras voluntarias.

El Liverpool de hoy, todo corazón y esperanza, no se entendería sin el legado de Steven Gerrard; el tipo que sacrificó su gloria para poner su espíritu al servicio del club. En su herencia espiritual reconocemos la entrega incondicional de tipos tan abnegados como Henderson, Milner o Wijnaldum, o el recorrido infinito de sus dos laterales, porque aquel Liverpool que se levantó en Estambul es, en esencia, el mismo que tumbó al Barcelona en una noche de esas que convierte a Anfield en templo de dioses y hombres divinos.

Gerrard era recorrido incansable en busca de la pelota, era juego directo hacia el desmarque más veloz, era disparo de larga distancia, era un pedazo de cesped segado por sus piernas incansables, era potencia en el salto y disparo lejano hacia el gol. Pero, sobre todo, fue una manera especial de entender el fútbol y una manera especial de entender el sentimiento por su club. El brazalete no era un adorno y el escudo no era un símbolo; ambos eran apéndices de un cuerpo entregado a su mayor pasión. Músculo y corazón. Fútbol y entrega. El precedesor miró hacia el césped y se reconoció en el tipo que levantaba la Copa. Sin él, el camino posterior hubiese sido mucho más difícil.

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