jueves, 6 de septiembre de 2018

El chico al que compararon con Messi

Deslumbrar, en un momento puntual, puede llegar a ser fácil. Basta con que se den los condicionantes y el escenario sea el propicio para demostrar una valía. Chicos de tu edad, promesas en el hilo de su cumplimiento, potencia en las piernas, descaro en el alma. Cuando Quincy Owusu Abeyie disputó el mundial sub 20 de 2005, los expertos, aquellos tipos que rellenan libretas con datos y suelen excederse en el análisis, le pronosticaron una carrera exitosa y unas comparaciones sobredimensionadas.

En un campeonato en el que Messi gobernó con pie de plomo, el joven Quincy regaló un repertorio de detalles dignos del mejor malabarista. Acostado en la zona izquierda del ataque, el extremo de la selección holandesa fue un quebradero de cabeza para cada uno de sus rivales. Aquel campeonato lo terminó ganando Messi, pero para Owusu Abeyie se abrió un mundo de probabilidades tan extenso que ni el mismo supo abarcar.

Propiedad del Arsenal en aquel momento, el chico no supo aprovechar la oportunidad que Wenger le ofreció en sus primeros minutos. Celta de Vigo, primero, y Málaga después, se hicieron con su cesión, pero empezó a quedar claro que el fútbol de los mayores le venía grande a un chico que pareceía querer seguir siendo un niño. El peregrinaje le llevó a Rusia, a Inglaterra, a Gales, a Grecia y, de nuevo, de vuelta a Holanda intentando reverdecer aquel laurel que floreció en Amsterdam cuando era un mero imberbe.

Las promesas, en ocasiones, son palabras huecas que desviste el tiempo y congela la memoria. Las promesas, cuando son a lo grande, se convierten en cristales rotos cuyos resquicios se van desparramando por el suelo a medida que encontramos un recuerdo puntual. Echando la vista atrás, rresulta difícil no sorprenderse con aquellos regates espectaculares. Echando al vista adelante, conviene guardar prudencia ante la próxima aparición. No muchos pueden ser estrellas. Casi ninguno puede ser Messi.

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