martes, 14 de enero de 2020

El pájaro

Es extraña la capacidad de algunos futbolistas para adecuarse en un entorno, generalmente, seducidos por la falda corta de la sencillez, son muchos los que destacan en equipos menores sin ser capaces de dar el salto cuantitativo porque para ellos, la exigencia no pasa más allá de los meros objetivos. Nada que reprochar, la historia de cada club está llena de auténticos héroes que hicieron carrera en casa o tuvieron que regresar a ella cuando fueron conscientes de que sus capacidades, tanto mentales como competitivas, no casaban con las máximas exigencias.

Otros, sin embargo, quizá los menos, han seguido el camino opuesto sin demasiados traumas. De haber fracasado en su intento de consolidación, han dado el paso al frente con la seguridad de los que saben que las puertas se derriban con aplomo y, sobre todo, con constancia. En este lugar, ningún ámbito ha sido históricamente tan particular como el Real Madrid. Trufado, históricamente, por los mejores talentos que han visto los tiempos, sus espectadores, más ávidos por el mordisco que por la degustación, han encumbrado a tipos que, en principio, parecían de lo más improbables.

Así, entre la omnipresencia de Di Stéfano, la genialidad de Amancio o la asombrosa improvisación de Juanito, sobrevivieron, durante décadas, el trabajo de Zárraga, la incansable consistencia de Pirri o la pierna constante de Camacho. Del Bosque tuvo a su Stielike, La Quinta a su Chendo y hasta los galácticos gozaron del favor de Makelele para que pudiesen flotar mientras él corría. En este Madrid de nuevo cuño ha aparecido un tipo que sube y baja con la cabeza flotante y las piernas incansables y que ha dotado de oxígeno a un centro del campo que respira fútbol desde el vestuario.

La improbabilidad de Fede Valverde radica en su pasado más reciente. Cedido al Deportivo La Coruña hace un par de temporadas, no sólo no fue capaz de derribar la puerta sino que se mostró como un futbolista tímido y sin radio de acción. Le pudo el debut en la élite y le pudo, sobre todo, la desidia de un equipo que caía en barrena hacia el pozo. Con esa carta de presentación no parecía que el Real Madrid tuviese un futbolista apto para su primera plantilla, pero el tiempo, la paciencia y la recuperación anímica del equipo han dado con un futbolista brillante que no sólo brilla sino que hace brillar a todos sus compañeros.

Se adivina en Valverde un despliegue físico que, a simple vista, parece improbable en un jugador de aspecto tan liviano, pero no sólo tiene físico sino que muestra una potencia en la conducción capaz de romper líneas al enemigo. Le apodaron "pajarito" porque, de pequeño, volaba por el campo. De mayor, con mayores alas y mayor rango de alcance en el vuelo, el pajarito es todo un pájaro rapaz que, garras mediante, roba pelotas y las conduce, en vuelo rasante, hacia las inmediaciones del área contraria.

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