lunes, 1 de febrero de 2021

Otra muesca en el revólver del Cholo

La historia de los tipos que se reinventan suelen escribirse en renglones torcidos y terminar en rúbricas espectaculares. Algunos se quedan a medio camino y otros terminan completando su metamorfosis hasta alcanza el cénit de la gloria personal porque ha encontrado su lugar en el mundo como pieza indispensable de un colectivo. Es la historia común de un tipo que parecía servir para una cosa y terminó sirviendo para otra, una especie de viaje del héroe particular que, en forma de expiación, termina convirtiéndose en odisea con final feliz.

Marcos Llorente parecía servir para mediocentro. Una temporada excelsa en el Alavés lo demostró y regresó a Madrid con la intención de disputarle el puesto a Casemiro y convertirse en referencia del equipo. Ni pudo ni supo hacerlo. Sin contar para Zidane, cuando Solari apostó por él le pudieron el escenario y la crisis del equipo. Utilizado más como parche que como proyecto, se fue diluyendo mentalmente hasta que el regreso de Zidane le obligó a buscarse la vida fuera del club de su vida.

Debe ser difícil, para un futbolista que juega en el equipo al que es aficionado, aceptar una oferta del equipo rival. No debió ser fácil para Llorente, procedente de una estirpe de jugadores que dieron gloria al club, decidirse por marcharse al Atlético de Madrid, con todo lo que implicaba; marcharse a un equipo menor, adaptarse a una forma de jugar diametralmente distinta y tener que pelear por un puesto ante tipos del carisma de Koke, Saúl o Thomas.

Y de hecho, no fue nada fácil. Ante la marcha de Rodrigo, Simeone intentó tapar el hueco del mediocentro con la presencia de Llorente, pero, por algún motivo, Llorente no terminó de adaptarse al puesto. En un equipo que precisaba del robo y continuación, Marcos se perdía en conducciones absurdas y necesitaba de más de un toque para terminar jugando el balón, lo que provocaba que eliminaba, de un plumazo, cualquier factor sorpresa.

Hay un factor indispensable en los grandes competidores que es lo que provoca que el grano se termine separando de la paja: el amor propio dirigido al amor por el trabajo diario. Ante las malas, ante las críticas y ante las dudas, Llorente trabajó como ninguno en espera de su recompensa, y su recompensa terminó llegando en forma de reinvención. Porque se pueden sacar defectos a Simeone como entrenador, está claro que todo el mundo los tiene, pero una cosa es ser crítico y otra es ser capcioso. Los segundos jamás reconocerán un acierto, mientras que los primeros saben que la lectura de las condiciones de sus futbolistas es una de las virtudes de un entrenador que suele sacar el máximo de sus futbolistas. Si no valía como mediocentro, con esas condiciones atléticas y esa velocidad, quizá podría valer como volante o incluso como delantero.

La primera prueba válida llegó en la Supercopa de España. Después de estar durante más de una hora sometido por el Barcelona, Simeone tiró de Llorente para afrontar el tramo final y, de repente, el equipo ganó en vigor, en fuerza y en frescura. Aquellos diez últimos minutos de locura dieron la vuelta al marcador y señalaron a Llorente como uno de los protagonistas, pero, aún así, siguió agazapado en el equipo y olvidado en la opinión hasta que la Copa de Europa llegó en forma de salvavidas. Porque todo el mundo tiene un momento de redención, todo el mundo tiene un instante en el que la vida, de una manera o de otra, le cambia para siempre. Si en la ida había ayudado a oxigenar el equipo dando apoyo defensivo desde la banda derecha, en la vuelta se convirtió en el hombre de la noche conquistando el templo de Anfield con dos goles para la historia.

En una de esas noches que marcan la carrera de un futbolista, la vida de Marcos Llorente dio un vuelco convirtiéndose, de un día para otro, en un jugador imprescindible y una referencia para sus compañeros. De mediocentro a delantero hay una evolución tan grande que sólo se puede analizar desde los matices y los fundamentos, porque Llorente ha dejado de pedirla al pie para jugar al espacio, porque ha abandonado el juego posicional para convertirse en un tipo anárquico que ataca los espacios con la voracidad de quien busca una expiación tras cada carrera. De cuestionado a titular y de titular a indiscutible, la vida de este equipo líder no se entiende si la aportación de Marcos Llorente, un tipo que hizo de su capa un sayo y supo encontrar su sitio a base de trabajo y de creer en todo lo que le dijo su entrenador. Porque, no lo olvidemos, esta es otra muesca en el revólver del Cholo.

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