Tras los partidos del Real Madrid nadie se detiene a analizar la distinta escala de grises. O todo es negro o todo es blanco. No hay medias tintas ni lugares de análisis en voz baja. O es el mejor equipo del mundo o es el desastre más absoluto. Nadie mira las circunstancias ni el desarrollo de las mismas. Solamente se mira el resultado y si este no es el adecuado, entonces empiezan los análisis. Pero nunca se habla de fútbol. O si se hace es para recriminar errores antes de posicionarse sobre el motivo de los mismos.
Resulta curioso el contraste en el análisis de los partidos en función de cómo hayan terminado los mismos. Contra Celta de Vigo o Villarreal, el Real Madrid hizo partidos flojos y sin apenas profundidad, viéndose, durante largos tramos, sometidos al dominio del rival. Todo aquello dio igual, el Madrid terminó ganando y se apeló a la contundencia, la mística y la testosterona. Y si lo hace sobre la bocina, aunque juegue igual de mal, se apela a la épica. Porque siempre hay una hipérbole a la que recurrir, siempre el resultado se pondrá por encima del juego. Por ello, resulta cuanto menos sorprendente comprobar cómo tras un partido en el que durante un buen tramo dominó los tiempos ante un rival de altura y en un escenario complicado, se le somete al cadalso de la crítica feroz después de rozar un empate que le hubiese aclarado ciertamente el camino moral hacia la siguiente ronda.
Y es que no existe el gris. El día que iguala un récord histórico se habla de equipo sin precedentes, el día que confirma su tercera derrota después de un año sin conocerla, se habla de un técnico sin la preparación suficiente para dirigir en la élite. El día que Vinicius se cuela entre tres rivales se habla de una cintura prodigiosa, el día que se va blasfemando se habla de caprichos de niño incomprendido. Nadie se convierte de bueno a malo en dos días. Y tampoco viceversa. Sería conveniente recordar esto porque es muy posible que esperen dos victorias consecutivas a la vuelta de la esquina y entonces, todos aquellos que hoy le niegan el pienso al gorrino, serán los primeros que se apunten a la fiesta, porque para ellos no importa el fútbol, solamente viven gracias al vaivén del resultado.
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