martes, 3 de noviembre de 2020

Plan de futuro

La consciencia racional es el primer paso hacia la sensatez. Hacer inventario de elementos y posibles concreciones, revisar las probabilidades, pasar la palabra al lado del raciocinio y saber que el futuro pasa por el presente aunque la actualidad no pinte de rosa un cuadro en matices grises y negros. El Barça, Koeman mediante, sabe que este puede no ser su año pero que el futuro del club pasa por tomar decisiones drásticas que implique empeñar una temporada para arrancar desde cero en futuros compromisos.

El mayor activo de un club es su juventud. La apuesta por futbolistas jóvenes y de calidad es el mejor motor de arranque cuando la crisis deportiva agudiza el alma y estrangula el entusiasmo. Más allá de las certezas, quedan algunas dudas por despejar, como quien heredará el carril izquierdo, quien será el nuevo Busquets y, sobre todo, quien tapará el hueco de Messi cuando el argentino decida que su etapa en el Barcelona ha tocado a su fin.

Todos sabemos que el hueco sentimental, estadístico y deportivo que deje Messi será irremplazable, por ello, el Barcelona está obligado a trabajar desde la sensatez para conseguir que, cuando Messi se marche, el nuevo proyecto ya haya arrancado y no dependa en exclusiva de los goles salvadores del diez de Rosario sino de la coral que el entrenador sea capaz de conjuntar en el terreno de juego. Es por ello que Koeman, con más sensatez que miedo y más aplomo que urgencia, ha tomado dos decisiones que, presente mediante, pueden terminar condicionando el futuro que vive una urgencia histórica desde el día en el que la exigencia se instaló en el entorno acompañada de la figura de Johan Cruyff.

Cruyff dotó al Barça de dos factores que, aún hoy, identifican al club como un paradigma de cara el mundo: el estilo y la necesidad de ganar. Fuera el victimismo histórico del discurso institucional, el Barça creció exponencialmente hasta lograr dieciséis ligas y cinco copas de Europa en los últimos treinta años. Una quimera en los arranques de la década de los noventa y un discurso cargado de exigencia a día de hoy, porque al Barça, desde entonces solo le vale un camino; o la excelencia o nada.

Para alcanzar el hito, el Barça siempre ha necesitado jugadores de buen pie y de incisivo juego profundo. Sublimado en el éxtasis con la presencia de Xavi, Iniesta y Messi, cada proyecto ha intentado derivar aquel momento con futbolistas dotados y futbolistas incisivos. Así, con aquellos, con Neymar, Suárez y algunos otros fuera de la ecuación, Koeman se ve obligado a reinventar el juego sin perder la mácula del estilo, para ello ha de apostar por tipos que comanden durante una década y decidan durante noventa minutos.

Por ello, la apuesta de hipotecar una temporada para ganar un equipo, es más que acertada porque en el plan de futuro de Koeman se sustenta el verdadero proyecto del Barça, porque darle galones a Pedri y a Ansu Fati, significa dar de comer a un equipo que necesita creer en alguien y que ha encontrado en dos adolescentes a sus verdaderas piedras filosofales. Porque los niños aún no deciden campeonatos, aún no comen en la mesa de los balones de oro, aún no gobiernan el fútbol con puño de hierro, pero en la confianza de su fútbol sobrevive la esencia de las mejores virtudes del juego, ese que pasa por el balón y se concreta en el espacio. Pedri es fútbol visionado con microscopio y Fati es vértigo asumido como forma de vida. En la cabeza de uno y en los pies del otro se ha dibujado un esquema cuyo verbo se conjuga en tiempo pluscuamperfecto.

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