lunes, 28 de enero de 2008

Las verdades del resultado

A menudo nos gusta disparar contra la palabra elaborada y atentar contra la conciencia individual pregonando la importancia de la celebración por encima de la sonrisa. Son multitudinarias las ocasiones en las que hemos bajado hasta el infierno para sacar lo peor de nosotros y expiar nuestros pecados lanzando un grito de satisfacción. Generalmente, cuando celebramos un logro, lo hacemos más por gusto que por resentimiento. Por ello la importancia de mantener la conciencia tranquila y la validez indestructible de lo sencillo. Hacer mal las cosas conlleva al fracaso. Hacerlas bien conduce al éxito. Así de simple.

Durante meses estuvimos perdiendo el tiempo enfrascados en un debate nacional; el mal juego del Real Madrid. Cuando los números han ganado por aplastamiento a las palabras, nos damos cuenta del verdadero nivel de este equipo. Como tiene calidad para arrebañar tres puntos en la peor circunstancia, le basta jugar al tran tran para ganar a los equipos pequeños, y como conserva el hambre voraz fruto de cuatro años de inopia y medio año de ensueño, es capaz de sacar lo mejor de sí ante los equipos más grandes del campeonato. Por ello es líder, sólido y eficaz. Fruto de que las cosas se han hecho bien.

Cuando el Barça empezó a tocar el principio de su fondo, salieron al aire los trapos más sucios de un vestuario cansado de ganar. Cuando empezaron a ver al líder tan lejos que ni siquiera bastaba el tiempo como coartada, salieron voces críticas contra el juego abierto del equipo. Como si se tratase de tomar como ejemplo la entereza capelliana como camino más corto hacia la remontada, los oportunistas del fracaso se precipitaron a tomar el sentimentalismo como solución. Algunos pesos pesados, Eto'o a la cabeza, promulgaron la importancia del resultado por encima del juego. El error fue el de no pensar que el Barça no sabe especular. Por ello, cuando se pierde el balón, cuando se pierden los espacios, cuando se trata de robar atrás y montar la contra, cuando se trata de jugar con los minutos, el Barça se encuentra fuera de su hábitat natural, porque la concepción de su juego y la tradición de sus éxitos marcan otro camino. Así, ni el juego ni los resultados llegaron y los objetivos se ven cada vez a una mayor distancia. Síntoma de que las cosas se han hecho mal.

Cuando el Getafe perdió a su entrenador estrella, se avecinó un cataclismo sobre sus sueños de grandeza. Como el perfil de Schuster se había engrandecido tanto como para quedarse agigantado en un estadio tan pequeño, el club retrocedió dos años y volvió a tentar a un técnico de perfil bajo. Ayudado por su prestigio como jugador y por la tranquilidad que supone proponer fútbol bajo presión, la ciudad volvió a regenerar sus sueños. Se empezó mal; porque las aspiraciones habían quedado bastante grandes y porque algunos futbolistas aún no habían despertado de sus sueños de grandeza. Pero el danés apostó por la paciencia, por la confianza en el trabajo y, sobre todo, por la importancia exclusiva del balón por encima de todas las cosas. Agrupó a sus mejores centrocampistas en torno a la pelota, apostó por la elaboración sensata y descargó de presión a una plantilla obligada a soñar por encima de sus posibilidades. El resultado fueron un puñado de grandes partidos, media docena de hazañas y la sensación de que el fútbol está por encima de las pretensiones. Fruto de que las cosas se han hecho bien.

Todos los veranos despertamos nuestro pronóstico vistiendo de gloria rojiblanca la parte alta de la liga. Todas las primaveras volvemos a resetear nuestra desazón obligados por la dinámica perdedora en la que suele caer este equipo. Cuando las necesidades solicitan un par de defensas, se derrocha el dinero en tres extremos que no aportan nada. Cuando el público pide a voces un poquito de creación, se recurre a la resistencia física para alcanzar la heróica. Cuando el fútbol brilla por su ausencia, cuando se apuesta por el choque por encima de la elaboración y cuando los resultados negativos pesan como una losa en la frágil mente de los futbolistas, el equipo vuelve a reencontrarse con los mismos fantasmas de siempre; mediocridad, objetivos inalcanzables y zona de nadie. Aguirre decidió apostar por la contundencia y la pelota, tan caprichosa, le puso en su lugar. Síntoma de que las cosas no se han hecho bien.

Hace poco más de un año, el Rayo Vallecano pintaba la cara de un cariacontecido Espanyol y le dejaba fuera del sueño alcanzable de la Copa del Rey. La directiva se reunió y se decidió bajo consenso que el entrenador solamente tendría un partido más para demostrar su valía. El entrenador tuvo un partido más y la demostró. Tanto que hoy, bajo el sospechoso rencor de dudas pasadas, el equipo de Montjuic se ha reivindicado como uno de las referencias del campeonato, todo porque ni directiva ni entrenador terminaron por perder los nervios. Y es que finalmente los resultados siempre salen a flote cuando las cosas se hacen bien.

Hace solamente unos meses, la afición valencianista obligó a su presidencia a destituir al infructuoso entrenador Quique Flores. Quique, que aún relamía sus heridas de guerra de la temporada anterior, se encontró indefenso ante el poder lógico del resultado. Lo que nadie se paró a mirar fueron las circunstancias del supuesto fracaso. Con media plantilla lesionada había sido capaz de llegar al último tercio de liga con serias aspiraciones de campeonato y con el ambiente del entorno en contra había conseguido meter al equipo en el selecto grupo de equipos Champions. Como la afición se había acostumbrado a obtener un premio mucho más goloso que una simple clasificación y aún no se había parado a pensar en circunstancias, cuando un par de equipos asaltaron el botín de Mestalla, la cólera general cortó la cabeza de un técnico que durante más de diez años vistió la camiseta de un club que conocía desde las entrañas. Cuando se cambió sentimiento por incertidumbre, el caos sustituyó a la paciencia; se tomaron decisiones surrealistas y los esquemas empezaron a parecerse un crucigrama. Tres meses después, el Valencia añora a Quique y el valencianismo añora el espíritu competitivo que hizo grande el equipo. El descenso se ve más cerca que la Uefa y el miedo hace temblar el corazón de cada futbolista. Es el ejemplo más claro de como no deben hacerse las cosas.

Cuando hace dos años el Villarreal se apeó de su sueño más grande por la dolorosa vía de un penalti mal lanzado, la afición recurrió al aplauso como mejor revulsivo y al perdón como premio al trabajo satisfactorio. El equipo giraba en torno a Riquelme y Riquelme se sentía amo del equipo. Pero aquel penalti trastornó al futbolista y terminó por generar una depresión incontrolable en una ciudad que vivía para el fútbol. Riquelme se rebeló contra el mundo y Pellegrini se rebeló contra él. Las medidas a tomar, a modo de solución, se reducieron a dos: o fuera el entrenador, o fuera la máxima estrella. Como la directiva confiaba más en el trabajo que en el capricho, decidió dar cuerda al míster y sacrificar a Riquelme buscando el máximo beneficio para el club. Año y medio después, Riquelme está totalmente olvidado y el Villarreal ha dejado de ser un equipo aglutinado en torno a un personaje para convertirse en un maravilloso colectivo divirtiéndos en torno al balón. Fruto de la paciencia y el trabajo bien hecho.

El Zaragoza, por su parte, aún relame las heridas causadas por un vestuario roto y la incapacidad asociativa de un niño malcriado. Cuando D'alessandro faltó el respeto a su primer entrenador, la directiva decidió perdonar la salida de tono y mirar hacia otro lado. Era la manera más sutil de quitarle poder al preparador y fortalecer el pataleo de la presunta estrella. Algo parecido debió pasar cuando Garitano quiso poner en fila al jugador y decidió dar la espantada a modo de protesta. Irureta se encuentra pues, ante un problema que no se cortó de raiz y la tesitura de un equipo cargado de calidad pero viciado en las formas. Muchas veces, tomar la decisión errónea suele dejar al club en el disparadero de la duda y con las vergüenzas al aire. Un ejemplo más de como no deben hacerse las cosas.

7 comentarios:

Juanjo dijo...

Y en casi todos los casos hay un denominador común: la impaciencia, esa que te hace elegir mal y precipitadamente.

Y el fútbol español es eso, un puñado de equipos impacientes con aspiraciones exageradas que no saben aguantar los malos momentos y digerir los buenos.

Así les va a unos y a otros.

Gran post Pablo. Un abrazo

piterino dijo...

Enorme post, repaso profundo y sesudo al presente y pasado reciente de los equipos más importantes de nuestra Liga a día de hoy.

La evidencia más clara de lo que supone una planificación acorde con las exigencias actuales y tradicionales del club y plasmar una idea en un equipo.

Doble J dijo...

Buen repaso a los temas candentes de la liga, el madrid tiene a día de hoy una superioridad pasmosa que hace que tenga mucho ganado, el Barça parece que la lesión de Messi secó su inspiración y ahora con el no aciertan a buscar soluciones, el vestuario le pesa a Rijkaard.

Que decir del Valencia, crisis de Caballo aderezado con subrealismo puro y duro, los numeros del equipo y de Koeman son desastrosos serían el peor equipo en liza...

Al Atleti una de cal y otra de arena y demostrando que falta madurez para aspirar a cotas elevadas...

saludos

zaragocista dijo...

Excelente Pablo, disecciones la actualidad y los problemas de una gran parte de los equipos, y casi todas las lecturas que haces son acertadas. En el resto no tengo datos suficientes para juzgar.

Lo del Zaragoza fue así como dices. Es cierto, no conviene olvidarlo, que tampoco es D´Alessandro el culpable de haber llegado a los problemas, porque está claro que si los resultados hubieran sido otros, ni él hubiera peleado con Pablo, ni Victor hubiera sido cesado....



Un abrazo.

Pablo Malagón dijo...

@ juan jose mateo socorro

De la impaciencia en los proyectos deriva la gran diferencia entre el fútbol español y en inglés que todos veneramos. Imagínate si en el United o en el Arsenal no hubiesen tenido paciencia con Ferguson o Wenger. Ahora quizá seguirían siendo equipos de nivel medio. Ninguno de los dos consiguió títulos en sus primeros años, pero sentaron una bases que no solo cambiaron sus clubes sino el fútbol inglés en general.

@ piterino

La idea de equipo no existe, existe la necesidad y en España solamente hay dos equipos capaces de vivir en la necesidad y si me apuras, solamente el Real Madrid es capaz de asumirla realmente como un factor adherido a su presente.

@ doble j

El Barça y el Valencia tomaron decisiones equivocadas en sentido contrario. El Barça mantuvo a cierta parte de la plantilla cuando las necesidades pedían un cambio. El Valencia, por contra, despidió a sus señas de identidad sin explicación ni planificación previa.

@ zaragocista

Es cierto que cualquier buen resultado es capaz de tapar cualquier crisis. Pero no es menos cierto que con un vestuario enfrentado resulta mucho más difícil llegar al buen resultado. Han pasado los meses y aún no sabemos quien fue realmente el culpable del problema porque está claro que ha resultado ajeno a la marcha de Víctor.

Unknown dijo...

Muy buen post pablo, largo pero de calidad. En lo del Madrid, tengo que decir que el sentimiento derrotista de los 4 fatídicos años lo inviertió Capello. Puede que el juego no gustara, pero el espiritú quedó ahí, y con el nuevo juego más ambicioso sumado a este espíritu se ha conseguido un éxito total. Lo que me mosquea es el mal juego empleado contra equipos pequeños. Pero los partidos contra los grandes, ahí ni un reproche.

Respecto a los demás toda la razón. Un proyecto debe ser a largo plazo, nada de fechas. Si de verdad confias en quién contrataste debes darle un amplio margen. Por eso me gusta tanto inglaterra, porque confian en sus managers y les dan libertad durante años. Un abrazo pablo

Anónimo dijo...

Yo siempre apuesto por el buen juego que a la larga da más resultados. De todos modos, siempre es subjetivo que es jugar bien o mal.

un abrazo.