domingo, 1 de febrero de 2009

El sueño de cualquier atlético

Yo ya estaba allí aunque no pude verlo. Sé que pasó porque lo he leído cien veces y, sobre todo, porque mi padre me lo ha contado otras cien. “Tenías que haberlo visto”. Quizá lo hice. Puede ser que desde la inconsciencia de mis trescientos sesenta y tres días de edad alzase durante un momento la cabeza y descubriese la sonrisa de mi padre posada sobre aquel antiguo sillón estampado que, durante varios años, formó parte del setentero mobiliario del salón de nuestra casa.

El gol de Rubén Cano terminó con cuatro años de sequía. Aquel era un Atlético algo esporádico pero siempre peleón. Desde el setenta y tres no había cantado el alirón. Antes había tardado tres años y antes otros cuatro años más. Desde entonces, y hasta el doblete del noventa y cinco, pasaron dieciocho. Cuestión de infortunio o de competitividad, el caso es que pasar a ganar ligas cada cuatro años a hacerlo cada dieciocho supone un paso atrás en la grandeza y en las aspiraciones.

Pero volvamos a lo que interesa; a la historia, al partido, al soleado cielo de Madrid en una tarde majestuosa de mayo y en el día en el que San Isidro tuvo para bien devolvernos la celebración que nos había quitado tres años antes con un zapatazo imposible a diez segundos del final. Se presentaba el Atleti en Chamartín con la seguridad que le daba la escasa necesidad de puntos; con uno solo, un empate y una repetición de partidos anteriores, el Atleti acabaría el día como campeón de liga. En las siete ocasiones anteriores habían tenido que esperar a la última jornada para dilucidar su suerte, en esta, le valía un empate en casa del máximo rival, para proclamarse campeón en la penúltima fecha y poder celebrar el título una semana después ante su alborozada hinchada en el Manzanares.

Mi padre sí que estuvo allí. Siete días más tarde, en el Calderón, contemplando como los cohetes invadían el cielo de Madrid y como las calles y las gradas se tenían de rojo y blanco una vez más para dejar bien claro que, a este lado del río, existía otro equipo capaz de plantarle cara a cualquiera. Y aunque aquel día del veintidós de mayo se perdiese en casa por dos goles a tres ante un desquiciado Valencia, la gente supo que el resultado no fue si no una anécdota dentro del festival de cánticos que gobernaban más allá del césped.

No pudo estar en Chamartín pero sí pudo vivirlo con la tensión del aficionado; transistor junto al oído, cerveza en la mesa y garganta preparada para protestar y celebrar. La celebración llegó en el minuto cuarenta y uno, cuando Rubén Cano aprovechó una indecisión en la defensa rival y empaló un balón imposible para Miguel Ángel. La protesta llegó a veinte minutos de final, cuando Roberto Martínez empataba y ponía la angustia en el corazón de cada seguidor colchonero. De allí hasta el final, acoso blanco y defensa firme en rojiblanco. Cuando Carreira Abad señaló el final del partido la parte atlética de la ciudad se echó a la calle, los cánticos inundaron el aire madrileño y los aficionados de toda la vida fueron conscientes de que era verdad; se habían proclamado campeones en Chamartín.

Un Atleti campeón que había ganado en Bilbao, Sevilla y Valencia y empatado en Barcelona, que le había metido cuatro al Madrid en el Calderón y que encajó menos goles que nadie. Aquel era el Atleti del sonriente Luiz Pereira, del mágico Leivinha, del fulminante Ratón Ayala, de los españoles Marcelino, Capón, Salcedo, Bermejo, Robi y Alberto. Del goleador Rubén Cano, el mismo que cinco meses después marcaría un gol con la espinilla en el Pequeño Maracaná de Belgrado, de Vicente Calderón en el palco y de Luis en el banquillo. El viejo zapatones que tantas tardes de gloria vivió en el césped del Manzanares y que, ahora que era técnico de incipiente prestigio, solía salir en la prensa con el “Aragonés” escrito detrás de su nombre.

Un Atleti de los de antes, de los que nunca debió dejar de ser, un Atleti que dio paso a épocas más difíciles, que pudo perder su identidad entre el dominio de los equipos vascos, que sufrió la fulgurante aparición de la Quinta del Buitre y que vivió en la sombra del Dream Team de Cruyff. Para entonces, ese Atleti ya era una sombra de lo que fue, y aunque hubo un doblete que intentó recuperar el norte, hubo también un descenso que dejó bien claro quién era quién en este mundo de sueños incumplidos. Y a día de hoy, mientras seguimos escupiendo maldiciones mientras debatimos alineaciones y fichajes malogrados, no podemos olvidar que hubo un día en el que un puñado de buenos jugadores cumplió un sueño y salieron campeones de liga un soleado día de San Isidro en el estadio de Chamartín.

10 comentarios:

Rubén dijo...

¿Es posible que un equipo así haya podido decaer tanto hasta el punto en el que está hoy en día? Hechos así sí son dignos de un grande, por jugadores así sí, pero es que, relatos como éste, no hacen más que darme la razón de que el Atlético actual (bueno, desde el doblete), es un equipo la mar de vulgar. ¿Y sabes cuál creo que es el problema? Que va a ser difícil crear otro parecido al de la historia, porque aunque no lo viví, como es obvio por tener sólo 20 años de edad, creo que esos jugadores sí sentían los colores. Y ahora va a ser muy complicado encontrar futbolistas que se impliquen con la historia rojiblanca.

Un abrazo, amigo!

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

Me he emocionado leyendote. Ese es el Atleti del que yo me hice seguidor, no la farsa de equipo que es hoy en día. Y lo peor es que ahora nos conformarmos (yo no por supuesto) con quedar cuarto, qué pena!!!!

un abrazo.

piterino dijo...

Está claro que el Atlético debe volver a ser el que fue. La meta está clara, el apoyo de la gente y las señas de identidad también. Sólo falta que el club se estructure de una vez de arriba a abajo en base a esa meta y esas señas de identidad, y aunque parezca mentira, mentes sinceras y brillantes como la tuya sirven para iluminar el camino a quienes miran antes por sus propios intereses.

Saludos, magnífico post, como es costumbre.

Jorge-George Olmos dijo...

Gracias Pablo
ese era el Atleti lo de hoy es una pantomima,ese era el Atleti el cual no luchar por la liga o quedar 4 era una desonra,el de hoy se conforma con entrar en intertoto,tener jugadores mediocres,asi nos va

Un abrazo

Anónimo dijo...

Fantástico post y de acuerdo con las opiniones vertidas. No tengo nada más que decir porque como atlético no tengo ganas.

Un saludo!

Anónimo dijo...

Un relato precioso. Yo no recuerdo ese título, ya había nacido, pero tan sólo tenía dos meses. Emociona revivir esos momentos mágicos, sobre todo porque en la actualidad estamos abocados a la mediocridad con los Giles y Cerezos en el palco.

Un saludo

Marco dijo...

Excelente Pablo! Mucha nostalgia condimentada con realidad y claridad de ideas.

Saludos porteños.

Anónimo dijo...

Como bien dices ése era el Atleti un equipo con altibajos, pero que siempre luchaba con los grandes.

Vivimos tiempos difíciles y quién sabe si volverán las épcoas gloriosas rojiblancas.

Saludos.

José Sellés dijo...

hola, ¿Qué opinas del fichaje de quaresma por el Chelsea? contéstame en futbol-chicks.blogspot.com por favor GRACIAS

miguel diaz dijo...

Estuve con mi padre en el 4-0 de esa temporada al Madrid en el Calderón y la superioridad fue tal que hubo un momento que me daba pena el Madrid (hay que joderse !!!). Sí, ese era el Atleti del que nos enamoramos y del que nos hicimos seguidores a perpetuidad. un abrazo. miguel