viernes, 1 de mayo de 2009

En vísperas de un nuevo partido del siglo

Siempre que el país se paraliza, siempre que la sociedad encuentra un motivo para bajar al bar a iniciar una conversación junto a la bara, cada vez que las calles se visten de esperanza, pronósticos y apuestas de corazón y recelo y cuando un partido de fútbol va más allá de un acontecimiento deportivo para convertirse en una noticia de portada, es cuando nos damos cuenta de la grandeza de este deporte y, más allá del deporte en sí, del partido y del resultado, es la prueba fehaciente de lo que dos estilos han labrado a lo largo de los años, de lo que Real Madrid y Barcelona han sido capaces de conseguir a base de victorias hasta conseguir eclipsar al resto de contendientes en el campeonato, convertidos, un año más, en meros espectadores sin implicación, en la fiesta decisiva de la liga.

Si algo hay que agradecerle al Real Madrid, más allá de las críticas hacia su propuesta, es que haya logrado que lavida siga viva después de tantas jornadas de paseo azulgrana. En un mundo más corriente, en el que el más fuerte y más guapo sería capaz de pasear del brazo de la más guapa sin rival que se atreviese a toserle, el Barcelona se hubiese colmado de honores hace más de una jornada. Si algo habla bien de este Madrid es que el Barça aún no ha desfallecido a lo largo de la liga y sin embargo aún siguen al pie del cañón, con todas sus aspiraciones intactas y todos los honores pendientes del hilo del resultado. Si mañana gana el Madrid, no tendremos más opción que reconocer su mérito, su aguante de campeón y su merecimiento, sin remisiones, a un título al que no renunciaron ni cuando estuvieron a doce puntos.

Si fuese la justicia futbolística la que impartiese su veredicto en el día de mañana, o más lejos aún, el día del alirón, no cabría duda de que sería el Barça el agraciado con la gloria de los campeones. Ningún equipo ha hecho más por el fútbol, ningún equipo ha marcado más goles, ninguno ha encajado menos y ninguno, hasta ahora, ha logrado más victorias. Como, para los puristas, no se trata solo de ganar, lo que hemos visto en este Barcelona ha sido la máxima expresión de la belleza transportada a un campo de fútbol. Defensores que sacan el balón con limpieza, laterales que ganan la línea de fondo como si de velocistas se tratasen, centrocampistas que entienden el juego como un baile y delanteros que inciden de principio a fin en busca de la posción de peligro dentro del área rival.

Contra esta propuesta de perfección el Madrid ha tirado de orgullo, fe y corazonadas. Es la expresión clásica del equipo conducida hacia las posiciones más extremas. Son arrancadas de rabia incontrolable que sirven para encender al público, para no dejar de creer en alcanzar la meta en primer lugar y para seguir ganando, pero haría mal el madridismo en caer en la monotonía del ganar de cualquier manera. Nos cuentan los columnistas de actualidad que el Madrid siempre fue esto y parecen querer olvidar que este equipo ganó mucho poniendo en el campo algo más que atributos y pasión.

En la dinámica ganadora suelen contagiar su estilo los equipos que aspiran a imitar al campeón. Si de algo sirvió la victoria de España en la última Eurocopa es para que la afición se diese cuenta de que ganar no era ejercicio de simpleza. A la gente, hasta ahora, le ha gustado la vistosidad por encima del resultado y lo bello por encima de lo eficaz. Hasta la más inesperada afición le ha pedido a su equipo un poquito más de fútbol aún sabiendo que las aspiraciones apuntaban menos que las expectativas. Si el Barça terminase imponiendo su estilo al final del campeonato, serían muchas más las aficiones que sabrían que en el fútbol bonito están los secretos del éxito. Si, por el contrario, fuese el Madrid quien terminase triunfando, más allá de reconocer sus méritos irrefutables, serían muchos los oportunistas que saldrían a la palestra para tirar por tierra propuestas como la de Guardiola y serían muchos los entrenadores que ganarían enteros para pronunciar sus coartadas ante el mal juego.

Si algo necesita el Madrid, es recuperar el fútbol por encima de los resultados. Si algo debiese hacer el presidente que este verano saliese electo es cambiar el estilo de un equipo que, para gracia de su afición, aún sigue acordándose de ganar. Parece que para muchos estas victorias sirven como método. Sería un error reconocerlo así, porque un equipo que tiene tantas victorias a sus espaldas no debiese conformarse con virar su estilo simplemente porque mantiene la fe intacta.

Si, por el contrario, hay un equipo que no necesita espejo en el que mirarse, es el Barcelona. Ellos, que hasta hace poco más de veinte años, vivían comidos por los complejos y los llantos, viraron el rumbo el día que decidieron gustar a su gente. Antes que los resultados, encontró un estilo y, desde entonces, no ha parado de ganar. Sería de necios pensar que una derrota en esta liga supondría una derrota de su estilo. Si en algo se ha caracterizado el Barça durante estas dos últimas décadas, es en su maravillosa capacidad de regeneración. Cada vez que apostó por lo que sabe hacer, terminó ganando, cuando apostó por virar el timón, terminó en desastre.

Se acaba el tiempo, se acerca el partido y se aclara la liga. Si hablan las estadísticas, podrían decir que de las dieciocho ligas que ha ganado el Barça solamente las dos primeras las ganó con un técnico español en el banquillo y que siempre que el Madrid ganó diez o más partidos seguidos en una liga, la terminó ganando. Si hablan los corazones, los azulgrana dirán que el miedo puede atenazar a un equipo acostumbrado a ganar sin sombra y los blancos dirán que en su impulso vive la verdadera razón que les conducirá a la victori. Si hablan los jugadores, la calidad debería dejar claro que en Iniesta y Xavi vive la verdadera esencia del juego y la constancia debería dejar claro que en Raúl e Higuaín vive el verdadero secreto de la decisión final. Si habla el fútbol, todo el mundo debería estar de acuerdo en que no existe un partido de fútbol en todo el mundo capaz de hacer sombra a este colosal duelo. Si habla el resultado, todos comprobaremos, una vez más, como la prensa se precipita en vomitar sus teorías más oportunistas.

Por tanto, mejor no hacer caso a lo que se habla sino a lo que se vea. Sea o no un gran partido, no quedará duda de que los corazones palpitarán a cien pulsaciones, el balón circulará a cien por hora y el resultado dará lugar a más de cien opiniones. Serán las consecuencias de un partido centenario que no dejará indiferente a nadie. Que ruede el balón. Y que gane el que lo merezca.

2 comentarios:

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

POor el bien del fútbol ofensivo, espero que gane el Barcelona. Su apuesta merece ser coronado por el éxito. Un abrazo.

rafa dijo...

Felicidades crack por el blog!me parece muy interesante.Buen sabado espera a los amantes del futbol con el madrid-barça.

Saludos ;)