lunes, 28 de noviembre de 2022

Desde el fondo del pozo

Cuando el marroquí Said Belgola pitó el final del partido entre Francia y Brasil que coronaba a los franceses como campeones del mundo en París, Ronaldo Nazario, el fenómeno creyó que allí terminaba la peor de sus pesadillas. Apenas veinticuatro horas antes, una voz de alarma sonó en los pasillos del hotel donde se concentraba la selección brasileña: Ronaldo se moría. Si jugó aquel partido no fue por prescripción medica sino por imperativo moral. No debió hacerlo. Brasil no compareció y Francia ganó por apabullamiento físico. Quedaban cuatro años para llegar a Tokio y debían volver a empezar. Lo que nadie sabía entonces es que el camino a seguir se iba a convertir en poco menos que una pesadilla.

Tras una primera temporada fabulosa en el Inter de Milán, Ronaldo siguió siendo el mejor jugador del mundo durante la temporada siguiente. El Balón de Oro fue para Zidane, el mago francés que ejerció de ejecutor en la final del mundial, pero el tipo más decisivo era brasileño y lucía el número nueve. Por ello, cuando comenzó la temporada 1999-2000 todos exigían ya que el Inter diese el paso definitivo hacia la gloria.

Sucede en el Inter una mal gestionada autoexigencia que, a menudo, le ha conducido hacia la autodestrucción. Durante los noventa y hasta muy avanzados los dos mil, el equipo invertía sin techo y cada año comenzaba un nuevo proyecto entregando las riendas a un entrenador diferente. Mientras Milan y Juventus crecían exponencialmente, el Inter miraba de soslayo como otros equipos, aparentemente menores como Lazio y Parma, no sólo le mantenían el pulso sino que, en muchas ocasiones, incluso le superaba. Por ello, cuando el enésimo proyecto estaba agotado, Moratti le dio las riendas a la desesperada a Marcelo Lippi y la hinchada respiró hondo creyendo que aquella iba a ser la definitiva.

Pero la idiosincrasia del Inter no es la misma que la de la Juve, menos dada la extravagancia y más a la concordancia. Lippi fracasó en el Inter y antes de hacer las maletas camino de regreso a Turín, hubo de ver como algunos de sus mejores jugadores se marchaban a sudamérica para iniciar la fase de clasificación de cara al mundial de Japón y Corea.

En el primer partido de la misma, Brasil se enfrentó a Colombia y rascó un punto en Bogotá ante Colombia. Ronaldo, que había tenido molestias musculares durante las últimas semanas, no fue convocado por Wanderley Luxemburgo quien formó con la dupla formada por Jardel y Elber, dos de los delanteros de moda del fútbol europeo y que nunca más volvería a coincidir en toda la fase de clasificación.

El siguiente partido sería en Toledo ante Ecuador. El comienzo no había sido el mejor y lo peor, más allá del resultado, había sido la imagen ofrecida. Un equipo plano, sin ideas y que terminó dando por bueno el empate. Luxemburgo hubo de sufrir la feroz crítica y apostó sus fichas a la carta del mejor jugador del mundo. Con Ronaldo será otra cosa.

Ronaldo reapareció el día doce de abril del 2000 en un partido ante el Lazio. Su objetivo era ponerse en forma de cara al sprint final de temporada y así ayudar a su selección en el objetivo de clasificarse para el mundial de Japón y Corea. Apenas seis minutos después de ingresar en el terreno de juego, mediada la segunda parte, encara a Fernando Couto en la frontal del área y cuando quiere tirar dos bicicletas siente un chasquido en su pierna derecha. La caída es instantánea, el dolor es escalofriante, acuden los médicos, los compañeros se echan las manos a la cabeza y el jugador es retirado en camilla entre lágrimas y aullidos. Los pronósticos, de primeras funestos, no pueden confirmarse de peor manera; rotura del tendón rotuliano y una baja tan prolongada como inestimable.

Doce días después, Brasil recibe a Ecuador fundida en la conmoción. Edilson y Marcio Amoroso forman la dupla de ataque y comienza a sumarse un jugador que resultaría decisivo a pesar del comienzo de su declive; Rivaldo. El partido es duro y el doblete de Rivaldo termina por decantarlo a favor de un Brasil que va con la lengua fuera. Ya sin Ronaldo, han de buscarse la vida goleadora por algún lado y es Zago, el central de la Roma quien, aprovechando un balón suelto, pone el cero a uno definitivo en Perú en un partido a cara de perro.

Siete puntos en tres partidos no es el peor botín, pero toca visita de Uruguay a Maracaná y eso siempre hace revivir viejos fantasmas. El partido es un dolor de muelas, Darío Silva marca nada más comenzar el partido y cuando apenas quedan unos minutos para el final, Rivaldo marca un gol que terminaría siendo decisivo. Empate, ocho puntos y toca visita a Paraguay.

Hablar del Paraguay de principios de siglo es hablar de un equipo fuerte, aguerrido, que no regala nada y que, sobre todo, no sabe dudar. Han dejado fuera a España en el anterior mundial y casi dejan fuera a Francia, a la postre campeona. Por ello, Brasil espera un partido incómodo, pero no cuenta con el volteo que le pega la selección paraguaya. Ante un público entusiasmado, Campos marca en los minutos finales y Brasil se ve derrotado por vez primera en la fase de clasificación. No sería la última. Empieza un camino de baches que le llevaría al límite de sus posibilidades.

La preocupación se agranda cuando son conscientes de que el próximo rival es Argentina. El equipo de Bielsa es un rodillo que ha ganado los cinco partidos del grupo y llega a Brasil sediento de sangre. Ante una hincha enfervorizada, Vampeta, hombre de confianza de Luxemburgo, hace el partido de su vida y anota dos goles que hacen respirar a Brasil. Llega la euforia, temida enemiga que juega una mala pasada en el siguiente partido. Brasil visita Santiago de Chile y se lleva un revolcón terrible. En un partido perfecto de los chilenos, los cariocas se ven borrados del mapa y se marchan a casa con un tres a cero harto doloroso. Han pasado siete fechas y el equipo es tercero empatado con Uruguay y Paraguay, todos con once puntos. Los dos siguientes partidos, en teoría, son los más fáciles; esperan Bolivia y Venezuela y Luxemburgo va a tirar de los clásicos.

Romario, como bien dijo Valdano, era un jugador de dibujos animados. Si Luxemburgo decide contar con él es más por necesidad, agobio y presión popular que por verdadera vocación. Su relación nunca fue fácil, pero tener en su casa al mejor goleador de Brasil mientras Ronaldo está lesionado, es un lujo que ningún entrenador se puede permitir. Romario ya es mayor, viene de vuelta y es un habitual en las noches de Río, pero, como decirlo con tres palabras; es un puto genio. Le marca tres a Bolivia y cuatro a Venezuela. De repente, Brasil es segundo, con diecisiete puntos y tiene otra cara. La gente es feliz pero la sonrisa se desdibuja cuando saben que llega Colombia para inaugurar la segunda vuelta de la fase de clasificación y no está Romario. Claro, que tampoco está Luxemburgo quien, harto de desplantes propios y ajenos, decide abrir la puerta y salir corriendo. El partido es un suplicio y Leao, nuevo seleccionador en espera de una asignación más mediática, alinea a França y Edmundo en la línea de ataque. También da minutos a un joven emperador llamado Adriano, pero el partido sólo se resuelve con un gol de Roque Junior en el minuto noventa y tres.

De repente, el equipo de Leao es aún peor que el de Luxemburgo y a esa apatía no escapa ni Romario. La vuelta de O Baixinho no resuelve los problemas y Brasil pierde en Ecuador para, seguidamente, dejarse dos puntos en casa ante Perú. La solución a los problemas debería estar en Luiz Felipe Scolari, pero el nuevo seleccionador no es capaz de ganar en Montevideo donde un gol de Magallanes termina con Brasil y la deja, en la jornada trece en el quinto puesto empatado con Uruguay, ambos con veintiún puntos y virtualmente fuera del mundial. Quedan cinco fechas y nadie sabe si la pesadilla terminará en tormenta o escampará en un despertar aliviante.

Paraguay está dos puntos por delante y se está mostrando como una selección muy competitiva. Por eso, cuando sale derrotado por dos a cero de Porto Alegre, nadie espera una mejora carioca tan significativa. La victoria es balsámica y Scolari comienza a crear un grupo fuerte con el que irá a la guerra. Allí están Lucio, Roque Junior, Roberto Carlos, Edmilson y Rivaldo. El incipiente Ronaldinho llama la puerta con fuerza y el fenómeno Ronaldo comienza a dar buenas noticias referentes a su recuperación.

A falta de cuatro fechas y con la clasificación en juego, Brasil visita Argentina en el que será, a priori, el partido más difícil de los que restan. Ayala marca en propia meta en el minuto dos y el ejercicio de resistencia se cae con el gol homónimo de Cris que supone la remontada argentina. Vuelve a jugar Elber en un sistema de tres centrales y dos carrileros que, aun siendo contranatura en el clasicismo brasileño, terminará dando sus frutos. A falta de tres partidos, Brasil es quinto empatado a puntos con Uruguay con Colombia con un punto por detrás. Ahora mismo jugaría la repesca contra un equipo de la zona oceánica y su única oportunidad pasa por ganar los tres partidos y que Uruguay y Colombia pinchen en alguno de ellos.

El siete de octubre de 2001, Rivaldo da la victoria a Brasil ante Chile al tiempo que Uruguay y Colombia empatan a dos en Montevideo. El suspiro de alivio es tan grande que se escucha en toda sudamérica. Quedan dos partidos, ante bolivia y Venezuela y Brasil depende de sí mismo. Queda viajar a Bolivia y esperar la visita de la cenicienta Venezuela para no ser infiel a la historia y seguir estando en todos y cada uno de los mundiales.

Dos días antes del partido ante Bolivia, Ronaldo reaparece en un Inter ya entrenado por Héctor Cúper. Son sólo unos minutos y en una carrera contra su ex compañero del Barça, Popescu, siente una molestia en la parte trasera de su muslo izquierdo. Es el precio que paga por la larga inactividad. Por precaución, vuelve a retirarse y estará otro mes en la enfermería.

Entre dudas y certezas, la selección brasileña llega a Bolivia y, como tantas otras selecciones anteriormente, se deja caer por la altura de La Paz. El resultado es terrible; tres a uno a pesar de comenzar ganando. Por suerte para ellos, Uruguay no ha pasado del empate en Ecuador, pero Colombia ha ganado a Chile y están empatados a veintisiete puntos con los uruguayos sólo un punto por detrás. La última jornada debe ser sencilla, ya que llega Venezuela a Brasil, última de grupo y Uruguay recibe a la intratable Argentina al tiempo que Colombia visita Paraguay. Una victoria y está hecho ya que la diferencia de goles con Colombia está ganada gracias a aquel gol postrero de Roque Junior en el comienzo de la segunda vuelta.

El catorce de enero de dos mil dos, apenas seis meses antes del comienzo del mundial, Brasil resuelve el trámite ante Venezuela en muy pocos minutos. Aquel partido deja alguna certeza, como es la inclusión de Ronaldinho y la esperanza de cara al futuro siempre que Ronaldo se recupere del todo, pues Scolari está dispuesto a esperarle. Su reaparición se había producido un mes antes, en un partido ante el Brescia en el que había anotado el único gol del partido, gran señal. Y es que de los genios no hay que dudar nunca.

En el primer parón de selecciones tras la clasificación para el mundial, Brasil recibe a Yugoslavia en un partido amistoso y, después de dos años. Prometí esperarte y te he esperado, le sonríe Scolari. Y Ronaldo, que también vive con la sonrisa perenne agradece el detalle y espera su momento. Aquel día es suplente y tiene que ver desde el banquillo como Luizao, con quien se tendrá que jugar las castañas, anota el único gol del partido. Pero Brasil está de fiesta; el héroe a vuelto y quedan tres meses para ese momento tan especial en el que cada cuatro años el país entero se paraliza.

Tras varias semanas de baja de nuevo por varias recaídas musculares, Ronaldo reaparece de nuevo en un partido contra el Brescia en el que anota los dos goles del Inter que sirven para remontar el partido. En un sprint final apoteósico, Ronaldo marca diez goles en siete partidos con el Inter y ya nadie duda de que estará en la lista de veintidós convocados para el mundial de Corea y Japón. No puede correr como antes, ha cogido peso y rehuye el choque, pero sigue teniendo ángel de cara a la portería. No se puede prescindir de un jugador así. Y para corroborarlo, Scolari le convoca para el amistoso que se jugará contra Portugal tres días más tarde. Vuelve a ser suplente, pero en los pocos minutos que juega deja muy buenas sensaciones, así que los pronósticos se cumplen y Scolari le convoca para el mundial, ya sólo falta saber qué Ronaldo se verá y, sobre todo, qué Brasil se verá.

El único amistoso previo al mundial es placentero. El rival es Malasia y Brasil gana tres a cero con un gol de Ronaldo que, por primera vez en mucho tiempo es titular con el nueve en la selección brasileña. Han tocado los tambores y se da el pistoletazo de salida. El último partido de Brasil en un mundial había sido, ni más ni menos, una final, pero desde entonces Brasil había empobrecido su juego al tiempo que el resto de rivales de sudamérica habían crecido exponencialmente. Por ello, no se esperaba mucho de la verdeamarelha en aquel mundial pero sí se espera, por el contrario, un buen mundial de Uruguay, Paraguay, Ecuador y, sobre todo, Argentina.

Pero los pronósticos se caen a la primera de cambio. Ni Uruguay, ni Paraguay, ni Ecuador, son capaces de ganar sus partidos y tan sólo Argentina y Brasil son capaces de salvar el honor sudamericano, algo que empeorará en la segunda jornada cuando Paraguay pierda con España, Ecuador con México y Argentina contra Inglaterra. Uruguay apenas rasca un empate contra Francia y vuelve a ser Brasil quien salva el honor de la zona latina goleando a China por cuatro goles a uno.

El desastre se consuma en la última jornada. Argentina y Uruguay no pasan del empate y caen eliminados, Ecuador gana a Croacia pero el empate de Italia le condena a la eliminación y Paraguay se clasifica con apuros después de ganar a Eslovenia. Brasil, mientras tanto, sigue a lo suyo, le marca cinco goles a Costa Rica y se clasifica con solvencia sumando nueve puntos con cuatro goles de Ronaldo. Se abre un mundo nuevo.

Los octavos dejan a Brasil como único representante sudamericano después de que Alemania se deshaga con muchos apuros de Paraguay gracias a un gol de Neuville a última hora. Brasil, por su parte, gana solventemente a Bélgica, con un nuevo gol de Ronaldo y va encontrando sensaciones y, sobre todo, alegría en su juego. No es la mejor Brasil, parapetada con tres centrales y dos medios defensivos, pero sus laterales son los mejores de la historia y por delante, la triple erre, Ronaldinho, Rivaldo y Ronaldo, se encargan de disipar cualquier conato de rebelión en el equipo rival.

Y son Ronaldinho y Rivaldo quienes se encargan de liquidar a Inglaterra en cuartos para que, en semifinales, una genialidad de Ronaldo tumbe a Turquía y catapulte a Brasil a su tercera final consecutiva en un campeonato del mundo. Aquel día, Ronaldo apareció con todo el pelo rapado excepto un pequeño mechón abultado en su flequillo. Creyó que todo el mundo iba a estar pendiente de su juego y para quitarse presión, decidió hacerse ese extraño peinado para que todo el mundo comenzase a hablar de su pelo. Así se quito presión y se consolidó, una vez más, como el mejor futbolista del planeta.

En la final espera Alemania. Para cualquier otro equipo, jugar la final de un mundial significaría un exorcismo completo, pero para Brasil no hay otra opción que la victoria o todo el trabajo de Scolari no quedará más que en anécdota y mal recuerdo. Ante una Alemania que aprieta y goza de las mejores ocasiones, Ronaldo vuelve a sacar su genio de la chistera para anotar dos goles y coronarse ante el mundo. Aquella Copa al cielo en manos de Cafú no es sólo un logro, es una redención, una promesa cumplida y, sobre todo, la certeza de que todo un pozo tiene fondo pero que el talento, la fe, la constancia y la valoración ajena, forman una cuerda más que sostenible a la que poder agarrarse no sólo para salir de allí sino para remontar el camino y poder demostrarle al mundo que las leyendas no se forman por casualidad.

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