viernes, 17 de enero de 2020

Que Viva el Rey

Sobrevive en el gen del ser humano un instinto de supervivencia que le obliga a adaptarse al medio por más que el medio se vuelva salvaje y cruel. En el tiempo de las prisas, de las exigencias y de la necesidad de verse en las portadas del éxito, el dirigente futbolístico ha perdido, no sólo la paciencia, sino también la compostura. De esta manera, se explica esa actitud, tan comprometida con los tiempos que corren, que ha tenido la directiva del Barcelona con su último entrenador antes de despedirlo por los buenos servicios prestados.

Porque Valverde no fue un gato de siete vidas sino que gastó su única oportunidad en Roma y, desde entonces, no fue sino gastando los créditos de una renta ganada por el respeto del vestuario y por el comando obtenido en el campeonato de Liga. El problema, más allá del fútbol, llegó desde la exigencia etérea, porque no sólo contaba con lo que el Barça no podía hacer, sino con todo aquello que su rival sí hizo. Por ello, cualquier campeonato doméstico fue devaluado, cualquier récord de permanencia en el primer puesto fue puesto en duda, cualquier asalto al Bernabéu fue devaluado.

Porque la etapa de Valverde tendrá dos puntos de medición: Roma y Liverpool. Porque a Valverde le esperaban con la soga preparada y el patíbulo lleno de espectadores. Por ello, no resultó extraño a los propios que el tipo fuese vilipendiado después de perder un partido en el que jugó extraordinariamente bien durante más de una hora ¿El problema? La acuciante necesidad de sentirse superior a un sólo equipo en el mundo. Un mes atrás, el Madrid bailó en el Camp Nou y dejó al equipo en cueros en cuanto al juego. Le salvó el resultado, pero no le salvó el día que España rememoraba la lección blanca ante el Valencia en semifinales mientras el Atleti dejaba al Barça sin la final que toda Arabia buscaba.

No hay nada que delate la catadura moral de una persona que las formas utilizadas para llevar a cabo un compromiso. Mientras Valverde regresaba a casa con la moral en el suelo pero la ilusión en las nubes, el Barça llamó a Xavi, llamó a Pochettino y tanteó las posibilidades del entrenador del segundo equipo. Como el Barça no encontraba recambio ni a los postres, Valverde seguía formando parte del club mientras su cabeza pendía del hilo de la última llamada. La urgencia tuvo nombre de Quique Setién y, Valverde hubo de verse en el mercado de abastos como el último mono en un puesto de cacharros.

Tengo gran respeto por la forma de juego que propone Quique Setién. Me parece un tipo que tiene más ego que carácter y que tendrá que adaptar su discurso al de un grupo de millonarios. Tendrá que hacerlos creer, de nuevo, en ellos mismos y saber, sobre todo, que ha caído dentro de una jaula de grillos. Sabemos su faceta como encantador de serpientes, ahora habrá que medir su capacidad para domar leones. La oportunidad, única por el momento y por el club, no es más que un caramelo envenenado ante el que tiene que buscar antídoto. El equipo es líder y pelea por todo. No le quedará otra que mantenerse arriba y no dejarse eliminar en Champions. La exigencia es esa, es el Barça y si no cumple ya sabe como allí se las gastan. Patada en el culo, ningún agradecimiento y, si el Rey ha muerto, pues que viva el Rey.

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