martes, 28 de mayo de 2019

¿Miedo o prejuicio?

Es común en el ser humano el llevar los prejucios hacia el extremo y el poner vendas en heridas que aún no se han ocasionado. Es relativamente fácil alarmar porque, datos en mano, en un ejercicio de predestinación, el ciudadano es capaz de ver al demonio en cualquier individuo extraño y es capaz de exorcirzar sus miedos corriendo lo más lejos posible en lugar de pararse a comprobar si las alarmas son más verdad por miedo o por certeza.

Está claro que el pasado es un factor que siempre atemoriza al presente y que también, tras ser testigos de agresiones esporádicas en noticiarios, se tienda a pensar que todos los hinchas ingleses son unos becerros y no conocen el civismo cuando cruzan su frontera. Es el problema de la estigmatización; llenas un saco manzanas y la única que se pudre las va corrompiendo a todas. El saco es tan extenso que basta con mirar las estadísticas y comprobar quienes son los causantes del alboroto. Si realmente están identificados, no deberían viajar a Madrid y no deberían existir portadas tan temerarias como las que vimos ayer.

Porque el fútbol debería ser una fiesta en la que no debería haber excepciones. Hemos visto finales entre Madrid y Barça, entre Barça y Atlético y entre Milan y Juve. Las hemos visto entre Manchester United y Chelsea y entre Bayern Munich y Borossia Dortmund; en cada rivalidad existe un conato de prudencia, pero ante cada acontecimiento debe existir, siempre, un conato de ilusión.

Confiar en las fuerzas de seguridad y pararle los pies a los cuatro tontos que siempre tienen ganas de montar lío. Eso, y dejar que la gente que viene a disfrutar del fútbol, lo disfrute. No quedan más opciones, porque poner en pie de alerta a una ciudad y convocar al cierre de comercios y portales solo es una manera de hacer creer a la gente que los que vienen son una horda de bárbaros y yo quiero creer que son simplemente fieles aficionados a un equipo de fútbol.

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