lunes, 25 de octubre de 2021

El fútbol puro de toda la vida

El fútbol es un juego sencillo matizado por las complejidades. Lo que en teoría resulta más fácil y cómodo, termina siendo un ejercicio de incomprensión para la mayoría de los futbolistas, más pendientes de figurar en la foto que de quedar fuera de foco por más que en las cocinas se cuezan los ingredientes que se servirán calientes en el corazón del área.

El ejercicio más sencillo, darle el mejor pase al compañero mejor colocado, es incomprendido por muchos y tan solamente sublimado por unos pocos. Fueron muchos los equipos que se auparon con delanteros intratables y otros tantos que lo hicieron haciendo del ejercicio defensivo un máster de categoría, pero sólo los equipos con buenos centrocampistas entraron en el olimpo de los mejores de la historia, porque el fútbol de verdad, es que sólo ven quienes saben manejarlo, se juega en la zona media y se decide, por cordura, en la zona de tres cuartos.

Retirado Xavi, apartado del foco Iniesta y casi vencido por la edad Modric, quedaba dirimir quién era el verdadero dueño de la esencia futbolística en el plano mundial. Muchos son los jugadores que, por incisión o percusión, se han convertido en valores necesarios dentro de su club, pero a día de hoy, ninguno tiene la capacidad perceptiva de Joshua Kimmich para jugar a la pelota.

Kimmich entiende el juego con la complejidad de los sabios y lo interpreta con la simpleza de los necios, porque nada hay más arriesgado que acompañar la jugada, asegurar el pase y romper líneas con el pie tras una orden exacta emitida por la cabeza. Porque así juegan los futbolistas de verdad, siempre encontrando el espacio, acomodando y dejando la conducción para los osados y el regate innecesario para los ignorantes. El pase, siempre concreto, debe ir al pie del compañero en mejor posición para que la jugada, limpia y clara, llegue hasta el punto el que un penúltimo centro suponga la certera seguridad de que el siguiente sea el lance definitivo.

Si el Bayern de Munich es hoy el otro de antaño, más allá de la fuerza bruta a la que siempre ha recurrido para ganar por empuje, es porque ha encontrado a un tipo que en las circunstancias más agónicas mantiene la calma y en las circunstancias más dañinas mantiene el cuchillo. Kimmich es el orden convertido en desorden ajeno, porque sus pases rompen líneas, hacen avanzar a su equipo y el Bayern, gracias a sus grandilocuencia, siempre encuentra la ventaja necesaria en cada avance hacia el área rival. Los goles son cosa de Lewandowski, el grado emocional está en propiedad de Muller, el vértigo es el elemento diferencial de Gnabry y la contundencia barredora vive en el alma de Goretzka. Pero el fútbol puro de toda la vida sobrevive en los pies del gran Joshua Kimmich.

No hay comentarios: