lunes, 18 de marzo de 2019

El fracaso como matiz

Tendemos a ponderar el hecho por encima del esfuerzo simplemente porque somos esclavos del glamour y fieles seguidores de la concrección. Por ello, hemos terminado tirando a la basura carreras enteras por el simple hecho de que ha habido momentos en los que un equipo no ha dado la talla y hemos terminado sacando a los leones después de girar el pulgar en dirección al suelo.

Antonie Griezmann está comenzando a sentir la guadaña que ya sintieron antes jugadores como Neymar o Zlatan Ibrahimovic. No estaría de más la comparación si en el agravio no hubiesen entrado tipos de tan escasa dudabilidad como Lío Messi o Cristiano Ronaldo; puestos en la picota simplemente porque, durante años, no fueron capaces de conducir a sus equipos al más alto nivel internacional.

Ganar la Champions es tan difícil que hasta ahora sólo la ha ganado un equipo al año. Sirva esta perogrullada para indicar hasta qué punto somos capaces de delimitar el fracaso simplemente porque un equipo repite lo mismo que otros treinta y uno. Treinta y un equipos que no ganan la Champions son unos fracasados. Lo fue Cristiano mientras el Barça de Guardiola se paseaba por Europa, lo fue Messi mientras el Madrid de Cristiano recuperaba la fe, lo es Neymar cada vez que su equipo cae en octavos y ahora lo es Griezmann porque no ha sido capaz de marcar un gol en Turín aún jugando a sesenta metros del área contraria.

Pero no crean que la acusación es propiedad privada de los futbolistas; ha habido entrenadores marcados con el estigma del fracaso a pesar de haber construido equipos que eran un monumento en algún sentido futbolístico. Guardiola fracasó en el Bayern porque no levantó la Champios (risas), Mourinho fracasó en el Chelse por lo mismo (más risas) y ahora es Simeone el fracasado porque no es capaz de ganar un torneo en el que sale a competir con once presupuestos superiores (más y más risas).

Nos hemos acostumbrado a poner un listón a medida de las capacidades del equipo dominante. El ciclo del Real Madrid ha pretendido eclipsar, y mediáticamente lo ha hecho, el trabajo de otros equipos que, durante años, han estado dominando sus ligas con puño de hierro y han compaginado grandes tardes en Europa con dobletes nacionales. Pero, claro, medimos el éxito en comparación al gran éxito internacional. Cuando Guardiola se refirió a los tres mejores equipos de la década y obvió al Madrid lo hizo en base a esa regularidad que aportan los fines de semana y en los que Barça, Juve y Bayern han sabido manejarse con puño de hierro. El problema es que exigimos la Champions siempre como moneda de Champions y la Champions es una gran competición en la que no se exige ser el más regular para ganar sino un manejo emocional por encima del resto. En ese aspecto el Madrid se ha manejado como un pez en el agua, lo que no significa que los que no hayan sabido hacerlo, sean unos fracasados.

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