miércoles, 6 de octubre de 2010

Cuando la Masía era un caserío y no una factoría

Hubo un tiempo, y no hace demasiado de ello, que la Masía no fabricaba productos de primer nivel. Si acaso, y en un intento más de reinventarse que de realmente aprovechar los recursos, de vez en cuando sus valedores viajaban a algún torneo y descubrían al que, para ellos, iba a ser la perla del futuro.

En estas circustancias llegó Samuel Okunowo al Fútbol Club Barcelona. Avalado por Quique Costas y Oriol Tort, Okunowo encontró aposento, comida y botas de fútbol en la casa de los canteranos azulgrana. Tenía diecisiete años, había ganado la Meridian Cup con Nigeria y llegaba para ser el sustituto del inefable Michael Reiziger. Palabras mayores.

No duró mucho su periplo aunque, para honor propio e historia impresa del club, quedará como el tipo que jugó como titular en el lateral derecho el día que el Barcelona celebró sus cien años de existencia. Galas de sábado noche que dirían los antiguos rememorando viejos programas de televisión.

Una vez que Van Gaal había sacado lustre a su currículum, Okunowo abandonó el Barça para recorrer el mundo sentado en la grupa de la ilusión. No fue mucho lo que dejó su estela. Doce partidos con el Benfica, media temporada en el Badajoz, dos partidos en el Ionikos griego y otros dos partidos en el Dínamo de Bucarest.

Pasaban los años y Okunowo se iba convirtiendo en nómada como aquellos corresponsales de prensa que saltan de un país a otro en busca de un bocado de actualidad. En Albania y en Ucrania se relamieron los labios imaginando en sus equipos a un ex futbolista del Barça. Nada menos que un ex futbolista. Eso es lo que habían fichado. Si es que acaso lo había sido en alguna ocasión.

Con más kilómetros que velocidad en sus piernas y con el saco de las ilusiones rotas se puso a prueba en el Bryne noruego primero y en el Vilanova del Lamí de la regional catalana después. En ninguno de los equipos pasó el periodo de adaptación. Así pues, volvió a cargar las maletas, tomó un nuevo avión y pensó que qué mejor manera que dignificar sus ahorros que invertirlos en bonitas playas paradisiacas.

Actualmente, y sin que se tengan nuevas noticias sobre su paradero, juega al fútbol en las Islas Malvinas y de vez en cuando recuerda lo que pudo haber sido y no fue. En aquellas tardes de verano también habían llegado al Barça tipos como Rustu, Rochemback o Zenden. Gracias para el fútbol que la Masí dejó de ser un caserío para convertirse en una factoría. Tras Okunowo llegó Carles Puyol, tras Rustu llegó Víctor Valdés, tras Rochemback llegó Xavi Hernández y tras Zenden llegó Andrés Iniesta. Casi siempre es preferible mirar lo que se tiene en casa antes que ir a buscar afuera.

1 comentario:

Manuel Lidueña Góngora dijo...

La verdad es que el curriculum de este chaval tras salir del Barça es lamentable...

Saludos