miércoles, 20 de febrero de 2019

En busca de la luz

El mosquito es un insecto irracional que se mueve por impulsados por la fototaxia, es como una especie de nirvana interior que encuentran cada vez que un resplandor aparece en su camino y se sienten atraídos hacia un lugar que, sin saberlo, termina siendo su fin. Orientación, dirección, placer, muerte. Nosotros, aficionados de un deporte donde los lugares comunes se fijan con sentimientos y se localizan en los recuerdos, tendemos a la irracionalidad cada vez que encontramos un sueño y, como aquellos mosquitos irracionales, buscamos la luz hilarante de aquella copa que nos copa de esperanzas la memoria.

El reto de los mosquitos racionales, líderes de una manada de sueños y de un grupo de jugadores inducidos por los mismos, es el de no dejarse cegar por el brillo de una copa que está por encima de cualquier expectativa. La obsesión, la ansiedad y la expectativa son enemigos demasiado crueles como para no tenerlos en cuenta. Cuando el talento no es suficiente para alcanzar el sueño, queda el remedio del trabajo y, como proceso inherente al mismo, queda el derroche necesario de fe. Trabajar, creer, conseguir. Preceptos de un cholismo que, exportado a la universalidad, salpican las esperanzas de cada candidato a derrocar al Real Madrid de su trono de hierro.

El propio Simeone, presión mediante en cuanto al conocimiento de que la final se disputará en su propio estadio, deberá enfrentar al coco sabiendo que su equipo, con el paso del tiempo, ha ganado en candidez y ha perdido fiereza. A su favor cuenta con una plantilla talentosa y la tranquilidad que otorga saber que, cuando lo ha pretendido de verdad, sus jugadores le han seguido hasta el mismísimo infierno. Pero ha perdido dos finales y sabe que las balas se acaban con el peligro que supone gastar un último cartucho con un disparo a ciegas.

Allegri, que también ha perdido dos finales, sabe que a su afición ya no le sirve el Scudetto como acicate. Siete títulos consecutivos, con el octavo a la vista y en la mano, colman la sed de cualquier aficionado. Quieren más y eso Allegri lo sabe igual que lo sabe una plantilla que, al contrario que la del Atlético, ha ido ganando peso y compostura con el paso de los años. Afrontarán su primera final a tres meses vista de la que se disputará en el mismo estadio. El equipo con peor suerte en los sorteos es el coco al que se tendrá que enfrentar Simeone. A Madrid regresa Cristiano, otro coco que ha goleado al Atlético en formas dispares y casi siempre con un resultado común: la victoria. Apagar la sed de este monstruo es tarea ardua, por lo que el plan pasa por desactivar los cables de conexión y rezar porque no aparezca el latigazo inesperado.

Esta plaga de mosquitos racionales que acuden al brillo de la copa más preciada, habrán de tener en cuenta que, ante las exigencias, el largoplacismo es la trampa que les lleva a deslumbrarse. Partido a partido, de nuevo la vieja filosofía cholista y, sobre todo, orgullo. Cuando este está intacto las derrotas duelen menos porque cuando satisfacemos el ego nos damos cuenta que, por más que busquemos la luz, no siempre es oro lo que reluce.

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