martes, 13 de septiembre de 2022

Conciencia de clase

Los comienzos de temporada no siempre son el termómetro indispensable para medir el logro final; son muchos los equipos que han empezado como una moto y han terminado como un triciclo oxidado. Lo que sí asegura empezar bien es, para los equipos menores, afianzar su promesa y, para los equipos de mayor enjundia, el aplomar la moral de sus perseguidores.

Para los equipos de aspiración mediana e ínfulas de predisposición a la altura, un buen comienzo significa un empuje anímico hacia la cima de la ilusión. Si hay un puñado de equipos que reflejan hoy su ánimo en el terreno de juego son el Betis, Villarreal, Athletic y Osasuna. La clase media.

Si asimilamos que la ubicación en la parte de arriba de la tabla de los colosos se asocia más al poderío brutal que al juego en sí, la presencia en el codo con codo de estos equipos significa que el fútbol sigue guardando rincones para la agradable sorpresa. Lo mejor de todo es que, más allá del resultado, lo que queda en la retina es la propuesta. Estos equipos están plagados de futbolistas jóvenes, rápidos, vigorosos y con un talento descomunal. De esta manera se comprobará que, a medida que vayan ganando, su autoestima se disparará hasta cotas insospechables. Es el premio al trabajo planificado en favor del espectador. Otra cosa será cuando las exigencias les coloquen en la disyuntiva y lo que hoy son agradables alabanzas por la sorpresa se conviertan en agudas obligaciones por la continuidad. Será en aquel momento cuando se distinga la pasta de un equipo grande con la fragilidad de un invitado sorpresa.

En el lugar opuesto se encuentran dos absolutos históricos como Sevilla y Valencia. Rebotados ambos de un éxito mal gestionado, se han visto obligados a reinventarse sin llegar a conocer sus verdaderas aspiraciones. No hay peor consejo para un holgado trabajador que hacerle creer que puede codearse con un millonario. Desde el momento en el que se pierden las perspectivas, se pierden las realidades. Cuanto peores resultados vayan cosechando, irá decreciendo su autoestima en detrimento de su condición. Hace un par de años eran el adalid de un nuevo fútbol y ahora mismo tan sólo son dos equipos llenos de dudas. Las malas rachas solamente se apagan con trabajo, fe y unión. Para ello, todos deben saber de dónde provienen los problemas, y entonces quizá tengan claro hacia donde deben caminar.

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