martes, 5 de junio de 2018

Las dos orillas

La trinchera es un lugar incómodo para debatir, pero un lugar demasiado cómodo para expandir el populismo. En este periodismo de trincheras al que nos han acostumbrado, cualquier titular es ensalzado y ninguna noticia, mucho menos una declaración, es analizada en su detalla. Salta la liebre y nos preciptamos en correr tras ella. Nunca la cazan, pero no importa, tras el trastabillazo, tras el fracaso y tras la sangre, queda el rencor. Y, muchas veces, el difama que algo queda.

Guardiola es el tipo más odiado en esta orilla del río. Cometió un grave pecado, y es hacer jugar maravillosamente al fútbol al equipo rival de la mayoría de los contertulios de plató y barra de bar. Esa cuenta pendiente se la han ido cobrando, poco a poco, a medida que el tipo, a pesar de ir ganando ligas como quien come pipas, perdía semifinales de Champions. Le llamaron fracasado por no repetir la excelencia y le tildaron de impopular porque cierto día se levantó con ganas de reivindicar sus ideas. Es igual, ninguno de sus errores derivan de la cuestión política y, mucho menos, de la futbolística, el imán del odio viene de años atrás; desde que los humilló dos veces en dos partidos de ensueño. Si además, durante el camino a la excelencia, levantó tantos títulos como cabían en el imaginario, el odio deriva en desprecio.

Pero no es menos extremista la postura al otro lado del río. Allí, con el sentimiento de la ofensa siempre a flor de piel, el discurso victimista siempre ha encontrado demasiados fieles como para no arrojarlo a la basura. Hablamos de gente que, durante los últimos treinta años, ha disfrutado las mayores glorias posibles. Es igual, todo sigue tribulando en su contra, todos los poderes siguen confabulándose para hacerles caer al precipicio.

Y entre la rabia, la envidia y el victimismo, nos encontramos con situaciones tan absurdas como el análisis de un titular. Touré abrió la boca y los carniceros de lo absoluto tardaron medio segundo en volver a despreciar a quienes les recordó el sabor de la hiel. Por otro lado, los transportistas de la ofensa, tardaron otro medio segundo en afear a unos lo que ya hacían los otros. Porque cuando el protagonista del titular cambia de color, son ellos mismos los que voltean la zamarra del sinsentido. Miren el ejemplo de Ramos; acusado ahora de entumecer el cráneo de Karius durante la final de Champions. Para los que se lanzaron a la yugular de Guardiola, esto es una cortina de humo para no inclinar la cerviz ante la superioridad de su equipo. Para los otros, al contrario, tan prestos a defender a su Dios, no dudan de la veracidad de las noticias porque para ellos todo lo que gana el rival lo hace robando.

Y así continúa la rueda del molino. Siempre la sombra para el que busca el sol y siempre el sol para quien busca la sombra. El buey sigue girando la rueca y seremos nosotros, estúpidos consumidores de su repelente show, quienes seguiremos alimentando su gula. Esperan nuevos episodios; Neymar, Griezmann, el mundial... su sed no conoce la saciedad porque siempre buscarán una víctima en la que depositar sus frustraciones. Así son y así nos los comemos.

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