miércoles, 2 de septiembre de 2020

Desmantelar el alma

Cuando las cosas van mal la única manera de revertir el problema es hacer una reflexión ¿Nos paramos y lo arreglamos o lo fastidiamos del todo? No hay mejor medicina que mirar hacia detrás para encontrar los errores y poder, así, administrar los antídotos. No hay mejor camino hacia la puerta de salida del infierno que rescatar la esencia y negociar la recuperación del alma, porque cuando has hipotecado tu historia y has convenido con el diablo que, para dar un paso adelante son necesarios tres hacia detrás, es cuando llega el desastre cuando eres consciente, realmente, de que las decisiones han sido erróneas y que la única vuelta atrás pasa por recuperar todo aquello que te hizo feliz.

El Barcelona se enfrenta a una de sus crisis deportivas e institucionales más graves de su historia. Condenado por sus propios pecados, se ha convertido en la oveja devorada por un lobo que avisaba con llegar mientras ellos seguían mirando hacia otro lado. Con un equipo desvencijado, viejo y desmantelado, ha ido ganando a marchas forzadas mientras a Messi le aguantaba el motor y a sus compañeros les aguantaba la rabia. Sin físico, sin hambre y sin calidad, el Barça se levanta hoy magullado después de haber sido ayer zarandeado. Y lo que podía ser peor se concretó el día en el que el mejor futbolista de su historia se levantó con ganas de mandarlo todo a la mierda y le enseñó los dientes en forma de burofax.

Es el Barcelona un equipo tan acostumbrado a la exageración que no es de extrañar que, después de una época dorada, le suceda otra donde la casa se queme, no queden ni los muebles y sean las cucarachas las únicas supervivientes con capacidad para dirigir la nave. Le sucedió en la época post-Cruyff cuando la holandización extrema le llevó al infierno, en la época post-Rijkaard cuando el aburguesamiento de sus brasileños le llevó al pasillo en casa de su más enconado rival y le puede ocurrir en la época post-Messi cuando, una vez, más, se corra el peligro de amueblar la nueva casa con enseres de mercadillo en lugar de contratar a un buen ebanista capaz de asegurar un futuro más confortable.

El problema que encuentra el Barça es que, más allá de la profundidad del drama, está la profundidad de la realidad. En la plantilla quedan apenas astillas, algún enser de calidad y demasiadas joyas por pulir como para ser optimistas de cara a un futuro temprano. Sabiendo que sus mejores épocas se asociaban a jugadores de la casa, poco a poco, el Barça se fue desprendiendo de ADN propio para ir llenando su circuitos con sangre de otro grupo. Así, mientras iban apareciendo tipos como Mathieu, Braithwaite o Coutinho o se asentaban otros como Semedo, Umtiti o Vidal, el Barça se fue desprendiendo de otros como Thiago, Cesc o Pedro, ya consagrados y con buenos partidos en sus piernas pero sospechosos para la crítica por el mero hecho de haberse criado en casa.

No hay que mirar muy atrás para encontrar el momento en el que Xavi era el culpable de todos los males o en el que Iniesta, con veintitrés años, seguía siendo el suplente de Deco. Porque cuando el desastre acecha, el populismo gana valor entre las masas y el deseo del esfuerzo es siempre tenido en cuenta antes que el deseo del talento. Y el Barça, para querer volver a ser quien fue necesita mirar atrás y analizar lo que perdió, compararlo con lo que tiene y hacer balance de sus errores porque, mientras otros disfrutan de sus frutas caídas ellos empiezan a masticar la arenilla que quedó en su erial.

Jordi Masip es un portero de sobradas condiciones. Sobrio, frío y con carácter, se ha hecho con la


portería del Valladolid mientras a Sergio le intentaron imponer el destello del joven Lunin. Llegó al Barça con quince años y se marchó con veinticinco después de ser el portero del juvenil campeón de España y de encontrar todas las puertas cerradas ante Víctor Valdés. Mientras ha sumado más de cien partidos en primera, el Barça recurrió al talonario para fichar a Neto. Veintiséis millones y cuatro partidos. Todo un dispendio.


Héctor Bellerín llegó al Barcelona en categoría Prebenjamín y se marchó siendo cadete. Desde los diecinueve es el lateral derecho titular del Arsenal con quien ha ganado tres veces la FA Cup. Rápido, incipiente y constante, es una pieza que ha ido añorando el Barça durante los años en los que Semedo seguía siendo superado en su espalda y Sergio Roberto buscaba una zona del campo donde querer ubicarse.

Eric García entró en la escuela del Barça con seis años y se marchó a Manchester recién cumplidos los


dieciséis. Su carácter, su liderazgo y su capacidad para competir, le convirtieron en capitán en cada uno de los equipos de las inferiores en las que fue jugando. Titular en el Manchester City de Guardiola, se ha mostrado como un tipo que, pese a no ser grande, sabe entender el juego y es listo para cruzar y anticipar. El día que debutó con el primer equipo del City, el Barça cerraba con el Valencia la cesión de Jeison Murillo.


Alejandro Grimaldo y Juan Miranda son dos laterales izquierdos con experiencia en las grandes ligas. Grimaldo fue el jugador más joven de la historia en debutar con el filial del Barça, tiene un gran disparo con la izquierda y, desde el 2015 es un fijo en el Benfica donde ya ha superado el centenar de partidos. Miranda es un sevillano integrante de la plantilla que ganó la Youth League en 2017. Con catorce años ya era titular en la selección sub-16 y ha regresado de su primera temporada en el fútbol alemán a la espera de que el Barça le busque una nueva cesión. Y mientras tanto, el equipo ha ido quemando a Jordi Alba sin encontrarle ya no sólo sustituto, sino apenas un suplente con un mínimo de garantía.


Dani Olmo es hoy un centrocampista consagrado en todo un semifinalista de la Liga de Campeones y Adrián Bernabé es una promesa en ciernes que va quemando etapas en el segundo equipo del Manchester City. Ambos llegaron al Barça procedentes del Espanyol y ambos se marcharon en edad juvenil cruzando fronteras hacia otros países de Europa. Olmo aterrizó en Zagreb con dieciséis años y con diecinueve ya fue nombrado mejor futbolista de la liga croata. Bernabé debutó con diecisiete en un partido de Copa de la Liga deslumbrando con su clase y maravillando con su zurda. Mientras ellos se buscaban el pan, el Barça quemaba a Rakitic, a Paulinho y a Vidal y miraba como pasaban por su centro del campo tipos tan sospechosos como Arda Turán, André Gomes, Arthur Melo o Kevin Prince Boateng.


Carles Pérez, Marc Cucurella y Adama Traoré son tres extremos con diferentes características pero con un denominador común; el hambre de triunfo. Los tres, como Olmo y Bernabé, fueron reclutados desde el Espanyol de Barcelona y los tres hubieron de buscarse acomodo fuera de casa después de que se les cerrara la puerta de la paciencia y de la oportunidad que quizá merecían. Pérez, comparado con Robben en su etapa juvenil, mostró muy buenas maneras el día que debutó en

primera de la mano de Ansu Fati. En una de esas operaciones opacas del Barça, terminó en Roma mientras los aficionados blaugranas se encogían de hombros. Cucurella es la intensidad hecha futbolista, se adapta al lateral cuandos se lo piden y es uno de los tipos con más minutos de la liga en el Getafe de Bordalás. Traoré, por su parte, es una fuerza de la naturaleza que deslumbra en Inglaterra y gana duelos en carrera ante el asombro de todos. Mientras el Barça apenas ingresaba treinta millones por ellos, se gastaba trescientos por Dembele y Coutinho, uno para no dejar

de sufrir lesiones y el otro para que le apuntillase en la derrota más dolorosa en la historia del club.

Abel Ruiz ya era una de las grandes promesas del Barça el día que anotó el último penalti en la tanda de la final de la Copa de Cataluña de 2018. Capitán y campeón con la selección sub-17 y capitán y goleador del equipo campeón de la Youth League, fue vendido al Braga el pasado invierno en una de esas operaciones extrañas de la directiva, quizá en pago de favores pendientes por fichajes pasados. Y mientras el chaval busca su sitio, Luis Suárez se ha ido apagando sin encontrar un tipo (llámese Paco Alcácer o Martin Braithwaite) que se haya atrevido, ni siquiera, a hacerle sombra.


Cuando las ascuas queman más que el fuego es porque la hoguera es artificial. Aún así, cualquier chispa es capaz de hacer estallar el polvorín y así se encuentra el Barça hoy, desnaturalizado, descentrado y descapitalizado. Sin patrón, sin estrellas con capacidad para coger el timón y con un tipo que, después de arrasar con todo, sigue escondiéndose en su camarote para dejar que a otros les partan la cara mientras él sigue poniendo sonrisa de tonto y mirada de perdonavidas. El día que se vaya, como Atila, tardará la hierba a recuperar su verdor y tardarán los ejércitos en recuperar la confianza. Sin alma, ningún equipo es nada, y cuando la desmantelas, te abocas a la ruina social y, en circunstancia, a la ruina económica. Dura tarea la de Koeman, quien, mientras mira el mercado en busca de algún parche en plena crisis, quizá quisiera tener alguna de esas piezas que el Barça perdió por pereza o por incompetencia.

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