jueves, 21 de julio de 2011

El clásico de Montevideo

A medidados del siglo XIX, luego de la Guerra Grande que dividió a Uruguay, el estado, arrasado, se convirtió en un foco perfecto en el que invertir, dada su desestructuración, su necesidad de cambio y su obligación por regenerarse. De esta manera, decenas de compañías británicas plantaron su base en Montevideo y comenzaron a invertir en nuevos medios de transporte como el ferrocarril y el tranvía. De esta manera, y tras una fuerte inversión por parte del gobierno uruguayo, se fundó la Central Uruguay Railway, encargada de conectar todo el país por medio de las vías férreas.

La gran cantidad de trabajadores y empresarios británicos que se estableció en la capital uruguaya, generó una clase elitista que fundó colegios. De esta manera, en 1874, se fundó el primer colegio británico de Montevideo lo que vino a suponer la creación de los primeros clubes deportivos escolares; clubes que venían a practicar deportes muy comunes en Gran Bretaña, como el cricket, el remo o el fútbol, pero que aún no habían calado en la sociedad sudamericana.

Tras el auge de los clubes de fútbol formados por ciudadanos extranjeros, un grupo de universitarios montevideanos formó un club de fútbol el que solamente tenían cabida ciudadanos uruguayos y tomó los colores de la bandera impuesta por el libertador José Artigas, el azul, el rojo y el blanco, como los que formarían su equipación. Fue el nacimiento del Club Nacional de Montevideo. Un club de más de ciento veinte años de historia que tuvo en 1971 su verdadero año de las luces; fue cuando vencieron hasta en siete ocasiones consecutivas a su eterno rival y levantaron, por primera vez, la Copa Libertadores de campeones de América.

Pero hubieron de ocurrir muchas cosas antes de aquel comienzo de la década de los setenta. Casi un siglo atrás, cuando el fútbol había contagiado el alma de cada ciudadano uruguayo, y había escapado de la exclusividad británica, se disputaron los primeros partidos a vida o muerte. Eran tiempos en los que la población extranjera suponía un treinta por ciento de la totalidad de ciudadanos de Montevideo. Los hinchas de Nacional, con el orgullo patrio como bandera, buscaban un rival a su altura con el que poder cubrir su precipitada gloria.

En 1861 se había fundado el Montevideo Cricket Club y en 1874 el Montevideo Rowning Club, dos instituciones dedicadas al cricket y al remo respectivamente pero que también tuvieron equipo de fútbol. No duraron mucho en la práctica del balompié puesto que lo suyo eran otros menesteres, por lo que Nacional hubo de seguri esperando un gran rival, rival que nació el veintiocho de septiembre de 1891 cuando la compañía ferroviaria adquirió unos terrenos en el alejado barrio de Peñarol y formó un equipo de fútbol para disputar partidos en ellos. Se llamaron Central Uruguay Railway Cricket Club y eran conocidos como CURCC. Vestían los colores identificativos de los empleados del ferrocarril, amarillo y negro y con el tiempo mudaron su nombre al del barrio que les dio acogida. Fue el nacimiento de Peñarol, un club más que centenario que tuvo su año de regodeo en 1986 cuando acordó disputar con su gran rival la bautizada como "Copa de oro de los grandes" al mejor de ocho partidos y consiguió la retirada de su adversario después de ganar los cinco primeros.

Desde entonces, Nacional, que disputa su partidos como local en el Parque Central, y Peñarol, que utiliza el simbólico Centenario como hogar de acogida, han dirimido quinientos duelos en la que ha sido considerada como la rivalidad más antigua fuera de las islas británicas. Más allá de sudamérica también disputaron un encuentro; fue la primera y única vez en la que lo hicieron y fue en el trofeo Teresa Herrera del año 2005. Nacional venció por tres goles a uno y apuntó una muesca más en su particular guerra de pequeñas batallas disputadas.

Con el siglo XX llegaron a Uruguay el tranvía, la electrificación, la industria y la masificación. Llegó el fútbol y llegó el primer clásico; fue el quince de julio del año 1900 y el CURCC venció a Nacional por dos goles a cero. Fue el comienzo de un clásico inolvidable que ha tenido protagonistas tan excelsos como Rocha, Spencer, Morena, Míguez, Gestido, Máspoli, Ghiggia, Schiaffino o Varela por el lado aurinegro, o Mazali, Castro, Cea, Scarone, Andrade, Gambetta, Espárrago, Cubilla, Cabrera u Ostolaza por el bando tricolor. Un mar de goles, un mar de anécdotas y un mar de gritos contra el viento junto al Río de la Plata.

El nueve de octubre de 1949, Nacional rendía visita a un Peñarol que iba puntero y que tenía en su equipo la base de la selección uruguaya que conquistaría Maracaná un año más tarde. Tras los goles de Ghiggia y Vidal y un sinfín de protestas, el árbitro del encuentro decidió expulsar a Tejera y Walter Gómez. Nacional, que habría de disputar el segundo tiempo con nueve jugadores, optó por quedarse en la caseta para mayor regodeo de la hinchada local quien tachó al gran rival como una panda de cagones. Aquel partido pasó a la historia como "el clásico de la fuga".

El catorce de diciembre de 1941 se había jugado un clásico de completo dominio tricolor. Nacional goleó, con despecho, por seis goles a cero, consiguiendo así la victoria más abultada de la historia de los clásicos. Como quiera que el equipo reserva también ganó aquel día al reserva de Peñarol por cuatro a cero, las calles, jubilosas por Nacional, pregonaron su burla y bautizaron la fecha, con sorna, como "el día del diez a cero".

Años antes, el veinticinco de mayo de 1934, Nacional y Peñarol se disputaban la copa uruguaya en su partido final y el encuentro terminó con empate a cero goles después de una trifulca monumental. Resultó que, durante el encuentro, una ocasión de Peñarol terminó en un disparo raso junto al palo que fue a dar contra una de las valijas del masajista allí situadas, y como el balón rebotó hacia adentro, otro delantero aurinegro aprovechó la coyuntura para anotar un gol que terminó celebrando. Se montó la de San Quintín, el gol fue anulado y tres jugadores de Nacional fueron expulsados antes de que el partido se declarase como suspendido. En la reaunudación, el tricolor aguantó el empate con ocho jugadores y forzó un desempate que terminó ganando por tres goles a dos. Aquella hazaña fue bautizada por los hinchas de Nacional como "el clásico de la valija".

Pedro Cea y Álvaro Gestido habían sido dos amigos inseparables fuera del terreno de juego y dos enemigos irreconciliables cuando se habían vestido de corto para enfrentarse entre sí. Cea, hincha encendido de Nacional, juró por lo más sagrado no volver a pisar jamás la sede de Peñarol una vez se hubo retirado de la práctica balompédica. Pero no pudo cumplir su promesa. Una fría mañana de 1957 alguien le dijo que Gestido había fallecido y que su cadáver descansaba en las instalaciones del eterno rival. Desdijo sus palabras, se arropó a la conciencia y se tragó el orgullo para cruzar el umbral de la calle Garay y llorar la muerte de su amigo. "Pérdidas así", dijo tras sus pasos, "es imposible empatarlas".

En 1914, Carlos Scarone, quien había sido jugador de Peñarol y regresaba de su periplo en Argentina, comentó con su padre, fervoroso hincha aurinegro, su intención de fichar por Nacional. Ante el disgusto de su progenitor, Carlos, sentenció una pregunta que se convirtió en leyenda: "¿A qué voy a quedarme en Peñarol, a mangiar merda?". Desde entonces, aquel "mangia merda" que corrió entre las gradas se apocopó en una palabra, "manya", que es, desde entonces el nombre de pila de cada hincha de Peñarol.

Años antes, en 1902, Nacional había cambiado su uniforme. Las nuevas camisetas prescindieron del color rojo porque desteñía las coladas y se cambió al blanco. Las zamarras blancas adquiridas venían adornadas con un bolsillo en el pecho, justo en el lugar del escudo. Aquel detalle provocó más mofas que admiraciones y se comenzó a conocer a Nacional como el equipo del bolsillo. El mote evolucionó y, desde poco tiempo después, Nacional es conocido como "El bolso" y como "los bolsos" son conocidos sus seguidores.

Desde el comienzo de la hostilidad deportiva, la grandeza ha sido fiel compañera de ambas entidades. Así, Peñarol puede presumir de haber salido hasta en seis ocasiones como campeón de América y en tres como campeón del mundo, por las tres Libertadores y tres Intercontinentales de Nacional. Y en el lado doméstico, los aurinegros han sido cuarenta y seis veces campeones de Uruguay por los cuarenta y tres campeonatos domésticos ganados por el tricolor.

En total han sido quinientos cinco duelos, con ciento ochenta y una victorias de Peñarol, ciento sesenta y tres de Nacional y ciento sesenta y un empates. Además del primer duelo directo, los aurinegros contaron, también, en su haber, el primer partido de la era profesional; fue en 1932 y Peñarol ganó por dos goles a cero. Un capítulo más de una enemistad centenaria que rememora tiempos mejores, tiempos en los que no solamente se disputaban la supremacía local, si no la mundial. En su pequeño paso hacia el regreso, Peñarol volvió a disputar la final de la Copa Libertadores en su última edición después de veinticuatro años. Le toca a Nacional dar el golpe en la mesa. Les toca a ambos seguir jugando.

1 comentario:

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

me encantaría ver un clásico uruguayo en la cancha. Pero debería elegir equipo. Y me quedo con Peñarol.