Cuando el corazón, el alma y la mirada tienen el mismo
objetivo, el fútbol se convierte en un juego de sentimientos. Amar a tu club,
mirar a tu gente, sentirse orgulloso de vestir una camiseta. Cuando los sueños
se cumplen, los ojos brillan y la sonrisa es más cálida porque la ilusión
siempre será el motor que nos conduzca por la vida.
Cuando se va un ídolo no hace falta decir nada y recordar mucho. Y en silencio, así como homenajeamos a los caídos en combate, iniciar un fuerte aplauso que se escribe en la posteridad. Honor y gloria, Steven Gerrard.
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