lunes, 25 de febrero de 2008

La maldición de Guttman

“Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea”. Con esta frase lapidaria se despidió Bela Guttman del Benfica el día que fue cesado como entrenador, meses después de haber situado al equipo en el lugar más alto del escalafón europeo.

Un cruce de palabras con el presidente se había convertido en una herida que fue engangrenándose poco a poco hasta convertirse en un agujero sin tiempo ni oportunidades para cicatrizar. Guttman se sintió despechado y abandonó la sede del club con una frase que con el paso de los años llegó a convertirse en maldición.

El Benfica sin Guttman también supo jugar al fútbol y como muestra de ello se presentó, por tercer año consecutivo, en el partido final de la Copa de Europa. El escenario no podía ser más solemne y el rival, como en años anteriores, era un equipo aguerrido y no exento de calidad, más los portugueses se sentían en pleno proceso eufórico y, después de haber terminado con el sexto sueño del Real Madrid el año anterior, ya no sentían temor alguno hacia el rival que se encontrarían enfrente.

El rival era un equipo que en aquellos años intentaba reescribir su historia. El Milan era un grupo creado al estilo de Nereo Rocco, un entrenador de tácticas disciplinarias y amante del trabajo. Se trataba de un equipo que vivía de los recuerdos de un trío “Grenoli” que había convertido en la ciudad de Milán en la segunda capital de Suecia en pleno corazón de la Lombardía. Era un equipo que disputaba su segunda final de la Copa de Europa después de haber salido derrotado por un Real Madrid imparable en la famosa final del átomo, en Bruselas, en 1958.

Al Benfica lo seguía liderando Eusebio, aquel jugador que el lapidario Guttman había encontrado en las calles de Mozambique y había llegado a Lisboa para convertirse en leyenda. Tras tres emotivas exhibiciones frente a Norrkoping, Dukla de Praga y Feyenoord de Rótterdam, se presentaban en la octava final de la competición con el cartel de favoritos colgando del cuello.

En el Milan, por su parte, se conjugaba un juego de equipo que les convertía un equipo muy difícil de Batir. Desde la defensa, Cesare Maldini, empujaba a todos sus compañeros hacia el objetivo del gol; se trataba de un defensa sobrio y con una condición técnica tan impropia de un jugador de su puesto, que toda Italia vivía emocionada por la nueva concepción que le había aportado al juego.

Pero quien, en realidad, acaparaba todos los flashes de las cámaras fotográficas era un jugador de aspecto endeble y rostro infantil que respondía al nombre de Gianni Rivera. En tan sólo tres años en el equipo, Rivera se había convertido en el guía espiritual de un grupo que disputaba los partidos como si de un compromiso con la vida se tratase. Criado en Alessandría, Gianni le había aportado al centro del campo milanista la fantasía que tanto tiempo había buscado desde que Liedholm y Schiaffino habían decidido marcharse del fútbol.

Para llegar a la final, los italianos habían despachado al US de Luxemburgo, al Ipswich Town inglés, al Galatasary turco y al Dundee United de Escocia. En cada eliminatoria, el Milan había despertado una atracción sin precedentes y en cada partido había emergido la figura de Jose Altafini como auténtico maestro del remate; de los treinta y un goles que el equipo había anotado en el torneo, doce habían tenido la firma del fornido delantero brasileño que un día fue apodado como “Mazzola” en honor al gran Valentino, futbolista italiano de exquisita capacidad goleadora, que había sido víctima del accidente aéreo que había acabado con la vida de toda la plantilla del Torino en la localidad de Superga.

Como Mazzola, Altafini recorría el área con el instinto asesino que cada goleador lleva en las venas, y como el gran jugador que era, vivía pendiente del balón y del juego deseando que cada jugada de ataque terminase en sus pies para hacer gala de su imparable lanzamiento hacia la portería.

Eusebio también se sentía imparable. Durante setenta minutos apenas había reparado en las palabras de su anterior técnico. Guttman había debido hablar desde la nube oscura de un calentón, una pataleta que no tenía más sentido que la de ser entendida e inmediatamente olvidada, pues tanto el fútbol, como el Benfica, debían continuar su camino cogidos de la mano con Guttman o sin Guttman en el banquillo de los maestros.

Y tanto Altafini como Eusebio marcaron sus goles prometidos para poner un empate a uno en el marcador que ponía la incertidumbre en lo más alto del deseo de cada uno de los presentes en viejo estadio de Wembley. Hubo un día en el que en aquel escenario, Stanley Mathews le enseñó al mundo que la categoría y el regate no se pierden con el tiempo por más que los años intenten dejar su huella sobre las piernas del futbolista. Y hubo un día en el que en aquel escenario, la selección húngara empezó un partido siendo ninguneado por una imbatibilidad histórica y lo terminó siendo protagonista de una humillación y con sus jugadores bautizados como “Los Magiares Mágicos”.

Aquella victoria de Hungría sobre Inglaterra, primera de un equipo continental en suelo inglés, había sido titulada como “El partido del siglo” y aquel partido, aunque no se estaba convirtiendo en inolvidable en el plano técnico, transpiraba el aroma de los partidos disputados a vida o muerte. Maldini suspiraba cada vez que Eusebio rondaba la portería italiana y, en la otra portería, el extraordinario guardameta Costa Pereira sentía el peso de la dificultad cada vez que tenía que batirse en duelo frente a Altafini.

Rivera, como el fiel amante del espectáculo que era, buscaba en cada jugada la sonora ovación de la grada, por eso, cuando en el minuto setenta del partido recibió el balón en las inmediaciones del área, supo que para convertirse en jugador de primera plana debía tratar aquel regalo con el agradecimiento que se merecía y en apenas un segundo discutió consigo mismo las dos opciones que le presentaba la ocasión. Bien podía optar por quitarse el balón de encima con un chut milagroso o con un centro fácil, o bien podía optar por hacer historia y enseñarle al mundo que un centro de gol podría ser tan hermoso como un gol en sí mismo. Rivera avanzó unos metros, amagó una maniobra y ante la incredulidad de la defensa benfiquista escondió el balón hasta hacerlo llegar a los pies de Altafini y comprobar como su compañero no había renunciado a la capacidad anotadora que le había hecho famoso en el mundo entero.

Eusebio, que llevaba setenta minutos sin pensar en Guttman ni en sus agoreras palabras, comenzó a sentir miedo a la derrota por primera vez en los dos años que llevaba en la élite del fútbol. Guttman se había marchado con un portazo y una sentencia que estaba convirtiendo aquella final en un pronóstico anticipado.

Un pronóstico que se confirmó con el pitido final y que consagró al Milan como mejor equipo de Europa por primera vez en su historia. Maldini pensó en sus esfuerzos imperecederos por conseguir cada balón, Altafini pensó en los goles que le había consagrado en la élite, Rivera pensó en los aficionados que aplaudían al buen fútbol y Eusebio pensó en Bela Guttman como posible responsable de aquella catástrofe.

Bela Guttman. El húngaro que enseñó a ganar a los brasileños y consagró en la élite a los portugueses. El entrenador que fue maestro y descubridor de Eusebio. Y la persona que situó al Benfica en lo más alto del escalón de la mala suerte. “Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea”. Sin Guttman, el Benfica ha disputado seis finales europeas y las ha perdido todas.

18 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonita historia Pablo. A mi el portugués que me cae bien es el Sporting, pero la historia es estupenda.

Oye gracias por la entrevista. Que no te lo dije pero me encantó. Un saludo!

J. Urrutia dijo...

Excelente post.

la verdad es que los aficionados del Benfica están deseando romper la maldición de Guttman. Tienen uná buena ocasión este año en UEFA. ¿La aprovecharán?

Un saludo.

Marco dijo...

Que drapie por Dios. Excelente el relato. Y que jugador Eusebio!!!

Saludos de Buenos Aires.

Chechu dijo...

Ufff, pues sí que se cumplieron las palabras. Menos mal que no estuvo en el MAdrid y lo echaron, que si no me hacía del Atleti

Chechu dijo...

Magnífico post, con una historia muy epculiar eh.
Salud

Anónimo dijo...

y la maldición continúa. He oído que en el Benfica han puesto hasta ajos en la portería para acabar con esta maldición.

un abrazo

Álvaro dijo...

La historia es buenísima, la conozco bien (ahora que leo este artículo aún mejor) Guttmann luego de la maldición fue entrenador de mi equipo Peñarol. Afortunadamente no lanzó ninguna maldición en estas tierras.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

@ sergio cortina

Gracias, pero el mérito fue tuyo, amigo.

@ j. urrutia

Personalmente espero que no lo consigan, porque de ser así, significaría dejar fuera al Getafe y a mí me haría ilusión disfrutar en directo alguna eliminatoria más.

@ caligula

Eusebio fue un grande con unas cifras demoledoras.

@ chechu

Pues sí, cualquier equipo con una maldición tendría pocas ganas de ilusionarse. Aunque, esto, como todo, durará hasta que se rompa.

@ fernando

Más que ajos, necesitarán los mejores jugadores, aunque cualquier fórmula de autoconvencimiento es valuable.

@ alvaro cabrera

Afortunadamente, como dices, la grandeza de Peñarol fue más allá de la del propio Guttman.

Anónimo dijo...

Buen post para aprender un poco de historia del fútbol. Pues si ni Eusebio pudo con esa maldición, vamos a tener que creer en ella.

Me sumo a Pablo al decir que espero que no se rompa este año. Hay que ver al Geta en cuartos de final.

Un saludo!

Anónimo dijo...

¿ hasta cuándo durará la maldición??

un saludo

No, gracia a vo´ dijo...

No estaba al tanto de esta maldición.
Igual que en Portugal se queden tranquilos que hay equipos que ni siquiera disputan finales continentales.

Buen post!

Saludos

Juanjo dijo...

Por historias cómo ésta es por las que amo este deporte...

Impecable en el proceso y brillante enla ejecución Pablo.

P.D. No te pierdas la entrevista que hice a Lama.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Impreesionante historia y me ha gustado porque no la conocía, que fuerteeeeeeee.

Un poquito gafe si que era el tal Bela Guttman y lo peor es que perder 6 de 6 te hace pensar que no vas a ganar una final ni aunque te piten 6 penaltis a favor.

En fin siempre se pueden hacer del Sporting no? Lo digo por no sufrir.

Saludos

piterino dijo...

Todo un personaje, además ganador Bela Guttman. El fútbol está plagado de leyendas e historietas así de llamativas.

Creo que el Benica ha de ir paso a paso, y primero pensar en recuperar el dominio en Portugal, donde el Oporto lleva muchos años siendo muy superior.

Christian dijo...

q pasada de post... flipante. la historia de guttman, mitica.
a mi me recuerda a un tio de barakalo q entrenó a la real, pero q no dijo nada. aunq la maldicion fue igual o peor...

y de rivera, pues bueno... q decir. para mi es uno de los mejroes futbolistas de la historia. una version mejorada de lo q oy seria una mezcla entre pirlo y kaká...

un abrazo

jcastellano dijo...

Si quieres saber que fue de los jugadores más carismáticos del mundo entra en:

http://quefuedeaqueljugador.blogspot.com

Anónimo dijo...

Rahvan: tremenda historía, estaba mirando hoy (14-09-2011) el Benfica vs Manchester United; y comentarón la historía de Bela Guttman, así que me leí tú post. Saludos!

Anónimo dijo...

Hoy 15-05-2013 volvieron a perder otra final europea.......