No se desconecta nunca. Ni siquiera en los inicios del partido como
puede ocurrir con algunos de sus colegas. Él, no. Siempre llega puntual a
su cita. Da igual que sea un partido de Champions, una entrevista o
cualquier otro tipo de acto… Marc André Ter Stegen, el
mejor regalo posible que le pudo dejar Andoni Zubizarreta a su Barça,
acude fiel a ese compromiso con el balón. Es así. Basta ver los primeros
10 minutos del retorno del Barça a la Champions. Ahí, y ya ha dejado de
ser noticia, emergió la mejor versión de un portero descomunal, capaz
de reponerse de un error propio para firmar una gran parada.
Falló Marc en su pase, andaba, eso es verdad, Lenglet despistado
colocándose en su posición de central izquierdo, cuando el Olympique de
Lyón creía haber hallado un tesoro. Y, en realidad, lo tenía. Ese
envenenado disparo de Aouar topó, sin embargo, con las alargadas manos
del portero azulgrana, que reaccionó con energía estirándose hasta el
rincón del poste izquierdo. No era una parada fácil. Ni mucho menos.
Lo parecía al inicio. Pero ese tiro del joven francés (m. 4) tenía un mensaje diabólico, que supo descifrar correctamente Ter Stegen porque
no solo evitó el gol sino que su despeje tuvo la dirección necesaria
para evitar una segunda opción de disparo. Son esos pequeños, y a la
vez, invisibles detalles, pero de enorme trascendencia. Paró y eludió
volver a parar.
Aunque el alemán aún guardaba otra joya cuatro minutos más tarde cuando
el Barça todavía seguía sin hallar su sitio. En la primera acción estuvo
ágil en ese disparo raso. Pero en la segunda acción, en cambio, emergió
ese guardameta volador, al que le falta únicamente la capa de Superman,
como ya demostró en el Nuevo San Mamés. Entonces, Susaeta quedó
asombrado porque aquel balón parecía predestinado a acabar en la red.
Llegó el alemán casi de manera milagrosa, sostenido en el aire como si
estuviera unido por un hilo al cielo, esperando pacientemente a que la
pelota cayera al reencuentro con sus manos.
Pues algo así, sucedió también en Lyón. Parece imposible, pero volvió
a ocurrir. El disparo de Terrier (m. 8) tenía muchísima más potencia
que el de Susaeta. Uno fue suave y delicado; el otro
fue rotundo y contundente. Da igual. Ter Stegen no entiende de balones
rasos o pelotas voladoras. No es nada casual, por lo tanto, que haya
conseguido la cifra impresionante de 17 paradas sobre los 20 remates a
portería que ha recibido el Barça en esta Champions.
Pero no existe mayor valor que la fiabilidad que transmite Ter
Stegen. El vuelo frustró al Olympique ayudado, además, el alemán porque
la pelota fue repelida por el larguero. Justo en ese momento, se levantó
rápidamente para evitar cualquier susto. Cuando los delanteros tiran y
tiran, sin acierto alguno, el Barça puede estar tranquilo porque atrás
tiene un auténtico guardaespaldas. Un portero que no solo gana puntos y
partidos sino que inyecta calma.
Una calma más que necesaria para un equipo atormentado
porque le están fallando sus 'vacas sagradas'. Le están fallando sus
piezas más decisivas en el ataque. Para Ter Stegen, pero los delanteros
se han parado.
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