jueves, 18 de febrero de 2021

Inmortal

"Jugar en un grande es un reto, jugar contra los grandes y poder ganarles es un reto todavía mayor". Con esta declaración de intenciones, Matt Le Tissier desgranó su filosofía de vida. Porque él era un tipo de gestas, de público en pie, de cosquilleo en las manos deseosas de aplauso y vacío en la garganta previo a un "ooooooooh" que recorría cada rincón de la ciudad de Southampton. Porque cada vez que ingeniaba una maravilla, la gente cercana a The Dell, sabía que el ídolo de todos los sotonians había vuelto a hacer feliz a mucha gente.

Hay quien dijo que Le Tissier jamás pagará un café en Southampton. Esa es la base de la teoría de la inmortalidad, porque tú puedes ir al club más exitoso del mundo, llenar tu palmarés de copas y peregrinar de un lado a otro saciando tu sed con el único objetivo de convertirte en leyenda del deporte. Pero hay tipos que entienden el fútbol como la vida y allí, donde la mirada la gana a la patada y el corazón le gana al sudor, los títulos no se cuentan con los dedos sino co las sonrisas. Le Tissier hizo feliz a mucha gente en Southampton y por ello, pese a no tener copas en su historial, siempre será inmortal en un lugar donde el fútbol es un pedazo de religión pagana.

Porque a nadie le llaman Dios sin ningún motivo. Le God hacía milagros en The Dell cada quince días, un ritual mundano con tintes de maravilla precedido de las cervezas de rigor, los abrazos previos y la locura colectiva. Porque cada domingo de fútbol, Southampton se vestía de fiesta para ver jugar a su Dios particular. Porque cada vez que Le Tissier vestía su smoking, inventaba bailes de salón tan difíciles de imitar que terminaron convirtiéndose en ecos de una leyenda. Y si no, miren lo que le hizo al Newcastle una sombría tarde de otoño de 1993. Pasen y vean.

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