jueves, 22 de julio de 2010

El jugador que mandó a Junior a la izquierda

Cuando se habla de Junior con los seguidores del Flamengo, es más que posible que observen como más de uno se pone en pie como símbolo reverencial. Hablar de Leovigildo Lins de Gama es hablar del jugador que más veces ha vestido la camiseta rojinegra, es hablar del maravilloso lateral que asombró al mundo en el ochenta y dos, es hablar de uno de los mejores laterales izquierdos de la historia del fútbol. Lo que pocos saben es que Junior era diestro y lo que casi ya nadie recuerda es que la culpa de aquel cambio de ubicación la tuvo un chico de piernas arqueadas y andares cómicos que respondía al nombre de José Leandro De Souza Ferreira y que, para los aficionados que abarrotaban Maracaná cada domingo de partido, era simplemente Leandro. El ídolo.

Muchos aficionados, los que aún retienen en la memoria el asombro palpitante de aquella selección brasileña que bailó la samba en el verano español de 1982, recordarán a Leandro como aquel lateral vestido de amarillo que ocupaba todo el costado derecho, subiendo y bajando, atacando y defendiendo, regateando y regalando, ganando con autoridad y perdiendo con belleza.

Pudo haber tenido una carrera memorable, autoritaria, casi inigualable, pero siempre fue víctima de sus rodillas antes que de las derrotas. Arrastrando una artritis crónica desde que cumplió veinticuatro años, en 1985, seis años después de debutar como símbolo del Flamengo, hubo de reconvertirse a defensa central, ya no era aquel tipo fuerte de sus primeros años, ya no podía correr sin parar, pero podía seguir dando clases magistrales y como comandante de la zaga, guió al Flamengo al campeonato carioca de 1987. Fue casi la penúltima reseña de un tipo nacido para la gloria y que hubo de conformarse con quedarse sin conocer el final del camino.

Los que le vieron, o quizá los que más le adoraron, afirman que durante sus primeros años se había convertido en el mejor lateral derecho que había dado la historia de Brasil. Las palabras no serían tan mayores si no hablásemos del país que parió a Djalma Santos, a Carlos Alberto y que, más adelante, hubo de aplaudir la arrebatadora carrera de Cafú. De lo que no cabe duda, es que fue, y sigue siendo, el mejor lateral derecho en la historia del Flamengo, equipo del que formó parte cuando, a principios de los ochenta, y comandados por el genial Zico, lograron ganar todos los títulos posibles a nivel de clubes. Se puede decir que Leandro formó parte, durante un lustro, del mejor equipo de América y prácticamente del mundo.

Y aquello no fue, más allá de un camino hacia la gloria, si no un sueño cumplido. Desde su humilde residencia de Cabo Frío, Leandro acudía cada semana a Maracaná, acompañando a su padre, para disfrutar de los partidos del Flamengo. Los triunfos pues, se saborean mucho más, cuando se logran en el club que has aprendido a amar desde pequeño. Y fue aquel hincha del club, el joven José Leandro, quien, cuando hubo cumplido treinta y un años y cansado de arrastrar sus rodillas acuciado por el dolor, puso en pie a Maracaná el día que dijo adiós al mundo del fútbol vestido con sus colores de siempre. Habían pasado once años desde que llegó, había sido en 1979 y se había colado como titular en equipo casi invencible. Y se despedía en 1990, como un anciano de treinta años, leyenda de un equipo que se había forjado como inolvidable. Después de vestir durante cuatrocientas once ocasiones la camiseta del Flamengo y durante veintisiete la camiseta de Brasil, se marchó un lateral inolvidable que cedió los trastos a otro tipo inolvidable. Tras Leandro llegó Jorginho, el lateral que revolucionó al mundo con su velocidad. Fue un cambio de cromos, el de un genio por otro. La diferencia entre ambos es que Jorginho abandonó la nave en cuanto se dejó seducir por el poder de los marcos alemanes, solamente Leandro fue One Club Man, el único en la larga historia del Flamengo.

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