lunes, 24 de febrero de 2020

El renacido

Cuando la suerte da la espalda, cuando el fin se acerca, cuando el dolor castiga hasta el alma, cuando los consejos te dicen que digas adiós, solamente se puede continuar en pie cuando el futbolista le gana la partida a la persona, cuando la cabeza que sueña fútbol le puede al corazón roto, cuando el pie dolorido solo busca el siguiente paso para paliar, no sólo el daño, sino también las consecuencias.

A Santi Cazorla un médico le dijo que se olvidase de volver a jugar al fútbol. Se había roto el tobillo en un partido de la previa de la Liga de Campeones en el verano de 2016 y, tras ocho operaciones, un injerto y una infección en el hueso, apenas era un tipo que soñaba con jugar pero que no podía apenas caminar. Los sueños del futbolista son pesadillas cuando comienza a sentirse exfutbolista. Es por ello que la determinación es tan importante como el trabajo, que la concienciación vale tanto como el esfuerzo. Cazorla desestimó las opiniones negativas y se propuso regresar porque decir adiós así le producía una tristeza tan grande que apenas era capaz de mirarse en el espejo.

Existe una cosa con los tipos que juegan al fútbol con la cabeza y lo ejecutan a la perfección con los pies, y es que el físico pasa a un segundo plano y el talento siempre es un motivo de locomoción hacia la plasmación de las realidades. Y en Cazorla no existe más verdad que la sencillez y el talento. La sencillez para imaginar siempre la jugada correcta y el talento para ejecutar siempre lo que le pide su cabeza. Por ello, lo único prioritario era recuperar el tobillo porque el fútbol se iba a seguir jugando al ritmo que él impusiese. Sencillez y talento. Determinación y convicción ante el reto más importante que le había puesto la vida.

Hay gente que por más lecciones que dicte en sus devenires vitales, siempre tiene un lugar en el mundo donde poder regresar y sentirse persona antes que profesional. Cazorla jugó muy bien en Huelva, en Málaga y en Londres, pero siempre fue Villarreal el lugar común para todos sus momentos de excelsa ejecución. Cuando Calleja volvió a darle el timón de un equipo él no supo hacer otra cosa que agradecer la confianza y volver a hacer lo que siempre había hecho; jugar al fútbol como los ángeles.

Se adivinan en Cazorla las virtudes de los tipos que hicieron grande el fútbol desde sus conceptos antes que desde sus preceptos, porque siempre sabe el lugar correcto de acción, porque sabe perfilarse para la recepción, porque cuando recibe ya sabe donde ha de ejecutar el pase y porque sabe esconder la pelota en situaciones de apuro para no conceder una pérdida innecesaria. Las verdades, que parecen tan fáciles de conocer, no son tan fáciles de ejecutar para aquellos que no viven el fútbol desde la sencillez y el talento. Ocupación, recepción, pase y regate. Para jugar al fútbol como centrocampista no hace falta mucho más, para saber hacerlo bien, sin embargo, hace falta ser muy bueno y amar el juego con la pasión con la que se ama la vida.

Cazorla demostró amar al juego por encima de la vida el día que quiso regresar al césped desoyendo los pronósticos más tenebrosos. Un tobillo roto, un hueso dañado y un alma apagada hubiese sido un motivo más que certero para caer en la tristeza, pero Santi Cazorla sólo creyó en sí mismo y, sobre todo, creyó en el balón. Nada más importante que creer para renacer. Nada más importante que renacer para volver a ser admirado como el futbolista grande que siempre quiso demostrar.

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