viernes, 1 de junio de 2018

La muesca de Luis Enrique


El paso inicial a la hora de adquirir confianza es el aprender a no equivocarse. Es tarea vital de un buen entrenador el dotar a sus futbolistas de confianza y mentalidad competitiva. Cuando un futbolista se equivoca más de la cuenta y, además, juega con la presión de la expectativa pululando sobre sus hombros, es cuando su mente puede precipitarse hacia el abismo. La espada de Damocles de la obligación constante ha desbaratado la carrera de varios proyectos de buen futbolista.

Cuando Sergi Roberto saltó al primer equipo del Fútbol Club Barcelona, los oradores de la promesa constante nos lo vendieron como una mezcla entre Xavi e Iniesta. Hubiese bastado con decir que se trataba de una promesa interesante, pero la obligación permanente por el titular fácil les empujó a añadir un cliché a un chaval que recién había cumplido los dieciocho años.

Lo que ocurrió fue lo mismo que ocurrió con tantos otros futbolistas a los que las etiquetas terminan mandando al baúl de los jugadores frustrados. El propio Xavi estuvo a punto de tirar su carrera a la basura cuando, en sus inicios, jugaba con la etiqueta permanente de “el nuevo Guardiola”, sobrevolando sobre su espalda. Fue cuando alguien se dio cuenta de que sus prestaciones podían ir más allá de ser un correcto mediocentro, cuando Xavi dio el salto y aprendió, no sólo a no equivocarse, sino a acertar más que los demás.

El paso hacia delante de Sergi Roberto ha venido precedido por un paso hacia atrás. Hasta hace pocos años parecía un centrocampista intrascendente. Su entrada en la final de la Supercopa de Europa, ante el Sevilla, sustituyendo a Iniesta, produjo una debacle casi letal en el equipo. El chaval se equivocaba y, lo que es peor, se torturaba por dentro cada vez que lo hacía. De esta manera, su moral se iba minando y su fútbol se iba convirtiendo en anodino por ausencia. Prefería alejarse de la pelota y pasar desapercibido. Aquella era la mejor manera de dejar de equivocarse.

¿Qué ocurrió desde entonces hasta ahora? Es más que posible que si Sergi Roberto hubiese seguido jugando en la misma posición, hubiese seguido aislado del juego y se hubiese ido apagando como futbolista. La suerte de los talentosos reside en su capacidad para reinterpretar su juego. Como el chico es veloz, listo y tiene un buen pie, Luis Enrique decidió utilizarle como lateral derecho ante las bajas en defensa. Lo que parecía una temeridad se convirtió en una ocasión inesperada para recuperar a un futbolista.

Desde el lateral uno ve el fútbol desde otra perspectiva. Los errores suelen ser menos trascendentes, las intervenciones son más aisladas y, en ataque, la solución pasa por ganar la línea de fondo y tirar un buen centro. Ocurrió que Sergi Roberto aprendió a intervenir con corrección, a no cometer errores y a ganar con solvencia la línea de fondo. En su haber, además, comenzó a contar con una precisa habilidad para tirar centros de gol.

Aquello recuperó al futbolista. A medida que comprendió que equivocarse no es cuestión de azar sino de actitud, el chico fue recuperando las sensaciones perdidas desde que era juvenil. Una vez regresó al centro del campo, en sus primeros partidos aprendió a ocupar los espacios, empezó por tocar fácil, buscar el robo rápido y pasar la pelota al compañero más cercano. En definitiva, aprendió a no equivocarse. Una vez enmendado el error, tocaba dar el siguiente paso; convertirse en un excelso centrocampista, uno de esos que solamente tienen cabida en el equipo que mejor ha jugado al fútbol durante gran parte de las tres últimas décadas.

Aún es pronto para dilucidar qué será de su carrera, pero por lo visto durante las dos últimas temporadas, hemos dilucidado qué puede dar de sí Sergi Roberto. Anduvimos casi seis años esperándole y, cuando parecía que nuestra paciencia había tocado un límite, alguien supo ver en el chico capacidades de sobra para jugar en la élite. Esta muesca también va marcada en el revólver de Luis Enrique. Hablaron mucho de la autogestión, pero lo cierto es que el asturiano se fue apuntando tantos al tiempo que el equipo iba recuperando las mejores sensaciones.

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