El día que dejamos el fútbol en manos de
mercaderes, de visionarios y de comisionistas, lo convertimos en un circo donde
los trapecistas a veces caen desde el alambre y los payasos se retratan es
escenas esperpénticas.
El día que el fútbol dejó de pertenecernos, se
convirtió en un espectáculo donde desde la parte de afuera del estadio se
vendía más que en la propia cancha.
El día que el fútbol deje de ser de los
futbolistas se iniciará un proceso de autodestrucción que desencadenará desarraigo, desilusión y conformismo.
El día que los hombres vuelvan a cumplir su
palabra, vuelvan a perseguir sus sueños y vuelvan a celebrar victorias con el
corazón; los mercenarios del porcentaje quizá entiendan que no deben permitir
que el deporte deje de ser un juego. La esencia por encima de la presencia.
Ese punto de no retorno.
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