miércoles, 13 de marzo de 2019

Bruneleschi

La Eurocopa sub 21 de hace dos veranos supuso el despegue mediático de un grupo de futbolistas que venían pegando fuerte en los equipos importantes del país. Asensio, por condición y Ceballos, por distinción, se convirtieron en piezas de museo acaparadas por el Real Madrid. Más allá de la retórica, Saúl puso la distinción, aniquilando en semifinales a Italia en un partido colosal consagrándose como el gran referente del futuro.

En aquella Italia, enquilosada por su pasado, destacaba la figura imponente de un futbolista que entonces era de la Fiorentina y acabaría fichando por la Juventus. El diamante a pulir se llamaba Federico Bernardeschi y, en una apocopación de su apellido, quisieron bautizarle como Bruneleschi porque era el arquitecto perfecto de un equipo había empezado a soñar de nuevo.

La manera en que la España de Saúl se comió a la Italia de Bernardeschi nos hizo perder la perspectiva y nos hizo perder, sobre todo, de vista a un futbolista descomunal. Atrapado por el radio de acción de Dybala, se ve obligado a vivir de las pequeñas oportunidades y a encontrar un hábitat en la jungla de asfalto en la que se ha convertido este fútbol físico. Anoche, mientras Saúl y los suyos deambulaban por el césped, Bernardeschi gobernó un partido dibujado para él. Muchos metros para pensar, libertad para moverse, un radio de acción ilimitado y la posibilidad de tirar siempre una pared.

El Atleti ni hilvanó ni mordió, en ese escenario, Bernardeschi tomó escuadra y cartabón y dibujó un monumento al fútbol. El arquitecto, por fin, apareció en un partido grande de verdad. Desde las derrotas, como en aquel europeo, se pueden divisar nuevos horizontes y dibujar nuevas esperanzas. De ello bien podría tomar nota el Atlético.

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