viernes, 8 de julio de 2011

El colectivo

La utilización del dedo como modo de acusación es un mal común en esta raza de oportunistas en la que hemos derivado los aficionados al fútbol. A menudo, nos basta ver un balón más largo de lo normal, un mal control o un disparo al segundo anfiteatro para revolver nuestro instinto, fijar un objetivo común y jugar a la diana cargando todas las culpas sobre su espalda.

Si bien es cierto que Messi debe afrontar todas las responsabilidades que derivan de su posición privilegiada en el trono del fútbol mundial, no es menos cierto que su provisional fracaso no le corresponde a él en exclusiva si no al poco entendimiento que el seleccionador tiene de sus características. Cuánto peor lo hace Messi en la Copa América, nos vamos dando cuenta de la gran labor que Guardiola ha realizado con su plantilla. Antes de su llegada, Messi, Xavi e Iniesta ya eran muy buenos, pero con Pep ahora son los mejores.

Messi, que gusta de jugar con los espacios y buscar acomodo entre líneas, no encuentra en Argentina una zona de flotación donde descargar paredes, buscar el área y culminar la jugada, bien con un remate o bien con un último pase. Batista ha entendido tan mal la teoría del falso nueve que busca jugar con Messi en un islote y con todos sus compañeros remando tras él. De esta forma, cada balón es un milagro, cada arrancada es una apuesta consigo mismo y cada jugada es el acto suicida de un hombre solo ante el peligro.

En el esquema del falso nueve del Barça, Messi juega con la sorpresa; siempre encuentra, al menos, dos jugadores por delante a quien filtrar un balón, y cuando se incorpora al centro del campo, desahoga el juego porque tiene alma de centrocampista. Además, arrancando desde atrás, cuenta con el factor sorpresa, algo que le convierte en prácticamente indetectable para cualquier defensa. Messi es imparable cuando se aprovecha del colectivo; Cincuenta y seis goles y una veintena de asistencias en la temporada le avalan

Dicen que Argentina no es el Barça, y eso es cierto, ningún otro equipo del mundo lo es. Pero un entrenador no debe entrar en comparaciones para justificar un fracaso, sino que debe aprovechar todos sus recursos para encontrar el éxito. Echar a Messi a los leones delante de todo el país no es la solución; retrasar su posición, protegerlo y colocarle un socio sí lo es. No se trata de aglutinar toda la responsabilidad del juego en un solo futbolista; se trata de aprovechar el colectivo. Argentina está a tiempo, aunque parezca que Batista no quiera aprovechar la oportunidad.

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