miércoles, 15 de abril de 2020

El rey mago

Los niños del Atleti elegimos a Baltasar como rey mago favorito desde que, en 1988, aterrizó un brasileño en el Calderón y nos regaló un año de goles y pichichi. Fue la ilusión mágica de un rey mago que apareció guiado por la estrella del norte y se marchó con la estrella de oriente apenas dos años más tarde sin saber por qué los goles se le habían secado y por qué los recuerdos se habían esfumado.

Baltazar fue un excelso goleador en Vigo donde empezó como un héroe y terminó atormentado después de un fortuito choque con el portero del Málaga José Antonio Gallardo. Gallardo murió tras ocho días en coma y Baltazar llegó a Madrid para empezar  de nuevo. La creencia en sus posibilidades y su fe en Dios le ayudaron a continuar el camino y abrirse paso en los libros de historia como el Pichichi de la temporada 1988-89 después de anotar treinta y cinco goles, hat trick al Madrid incluido.

No era el más rápido, ni el más hábil, pero era un rematador nato y un oportunista infalible. Durante aquella temporada frenética nos acostumbró a los goles más inverosímiles; de falta, de cabeza, de volea, con ambas piernas, amén de no fallar ni un penalti. Fue su año de gloria, el año en el que vivió el éxito y se dejó llevar por la corriente. Después llegaron Clemente y las prisas. Gil no ayudó y cuando dejó de creer en él le dio la baja para contratar a un viejo alemán que llegaba libre desde el Madrid.

Con Schuster el Atleti encontró el juego, el contraataque y dos Copas del Rey. El gol se personalizó en la figura de Manolo y el vértigo siguió siendo propiedad de Futre, pero quedó la espina grabada por ese tipo que nos hizo muy felices durante una temporada y desapareció con el tiempo como sólo desaparecen los tipos legendarios que llegan desde oriente para darnos ciertas noches de ilusión cumplida.

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