miércoles, 30 de agosto de 2023

El crepúsculo de los dioses

Norma Desmond delira, busca a Joe Gillis, se refugia en su fracaso, se aprovecha de su urgencia, se buscan con la mirada y se encuentran en el vacío. Norma Desmond fue grande y Joe Gillis apenas lo soñó una vez. El Crepúsculo de los Dioses es una fábula sobre la verdad disfrazada de mentira y sobre la mentira cruelmente vestida de verdad. Cuando los dioses hablan el mundo calla, cuando el mundo calla, los dioses otorgan.

Los mundiales de fútbol viven de dos deidades definidas en dos estilos contrapuestos; uno, que perdió la alegría por camino, hizo de la samba su seña de identidad. Brasil murió el día en el que trató de imitar a aquellos europeos que metían pierna fuerte y marcaban después del primer bostezo. Alemania, por su parte, se hizo camino al andar y al andar hizo camino y al volver la vista atrás, pudo ver esa senda que dejó arrasada al pasar. Machacona como pocas, Alemania viró su estilo para enamorar y ganar su cuarto entorchado. Allí, después de aquel mineirazo que asoló un país y deslumbró al mundo, se colocó en el podio de las selecciones más consagradas. Brasil, Italia y Alemania. La santísima trinidad de un fútbol que busca sucesores como el agua busca un cauce en el que depositar su furia.

Cuatro años después de aquel éxtasis brasileño, Alemania viajó a Rusia para confirmar las veleidades de la teoría de la evolución. El cinco de octubre de 2017 ganó por uno a tres en Belfast y sacó billete prematuro para un mundial que debía consagrar a una generación de oro. Líder invicto del Grupo C de clasificatorio europeo, picó billete y se consagró como gran favorito a la reválida.

El día veintitrés de mayo de 2018, el equipo alemán aterriza en Eppan, en el Tirol del Sur, lugar donde ya había preparado los mundiales de 1990, 2010 y 2014, todos ellos de grato recuerdo y a la espera de que Toni Kroos, que en el siguiente sábado disputaría la final de la Champions League, se incorporase al grupo para completar una convocatoria en la que Neuer llega enter algodones y en la que Marco Reus buscaba consagrarse, por fin, como el jugador alemán de su generación después de haber sufrido la fatalidad en los dos mundiales anteriores.

El mismo día que Kroos levantaba su cuarta Copa de Europa, la selección alemana le anotaba siete goles a los chicos de la sub 20, equipo al que se enfrentaron apenas dos días más tarde en un partidillo que ganaron con un apurado dos a cero y en el que Neuer jugó setenta minutos con el entorchado juvenil. El equipo, que parece acusar el cansancio de una temporada agotadora, pierde por un gol a dos ante Austria y en el país comienzan a sonar todas las alarmas. Esto, sumado a la tensión generada entre Ter Stegen, quien aspiraba a jugar, y Neuer, el verdadero amo del puesto, hace que el ambiente en el vestuario no sea el más sano y que el equipo, poco a poco, se vaya cuarteando.

El día siguiente a la derrota contra Austria, Joachim Löw deja un mensaje claro: "Si Neuer viaja con nosotros a Rusia será para jugar como titular". La tensión se rebaja un punto con la llegada de Kroos a la concentración y la visita de la canciller Angela Merkel quien reparte saludos y ánimos por doquier. Neuer, que ha estado lesionado durante gran parte de la temporada, no quiere intromisiones en su labor y siente que Ter Stegen no es el compañero idóneo para una suplencia en un campeonato donde la convivencia cuenta tanto como el talento.

Pero Löw cuenta con Ter Stegen, faltaría más. El día cuatro de junio anuncia los descartes de Leno, Tah, Sane y Petersen y el día cinco, Boateng, que estaba entre algodones, vuelve a entrenar con el grupo. Los veintitrés están listos y Alemania pone fin a su stage en Eppan con más sobresaltos de los deseados en un principio.

Al día siguiente, en Leverkusen, y ante un público entregado, Alemania gana con apuros por dos goles a uno a Arabia Saudita. El partido acaba bien gracias a un gol en propia meta de los saudíes, pero son muchas las voces que hablan de un equipo roto y desquiciado. Preocupan las dudas y preocupa, sobre todo, el cansancio; un lastre tanto físico como mental que impide a los jugadores combinar con la facilidad con la que lo habían hecho cuatro años antes.

Pero Alemania en un mundial sigue siendo Alemania en un mundial y el día doce de junio, cuando aterrizan en Moscú, las casas de apuestas siguen apuntándoles como favoritos. Son el campeón y tienen un equipazo. Además, en las grandes citas se crecen como nadie así que no hay motivos para creer que no van a ser, una vez más, el equipo a batir. Aún así, Joachim Löw avisa: "El equipo no tiene la dinámica que quisiéramos".

Encuadrados en el Grupo F, Alemania empezará el campeonato ante México siendo la cuarta vez que ambos equipos se enfrentan en los mundiales. En 1978 y en 1998, Alemania había ganado su partido, mientras que México había logrado arrancar un empate como local en 1986. Así pues, los teutones se presentaban como invictos ante México y aquella situación terminó siendo fatal para el combinado centroeuropeo.

El día diecisiete de junio de 2018, México ganó a Alemania por primera vez en su historia, y lo hizo por un gol a cero e imponiendo un ritmo alto que los nibelungos no supieron contrarrestar. Por más que los alemanes trataban de imponer un ritmo lento a base de posesión, cada vez que los mexicanos mordían, sacaban la pelota con ímpetu y corrían al contragolpe como losbos hambrientos. Sorprendida y superada, Alemania tuvo que ver como Chicharito Hernández combinaba a la perfección con Héctor Herrera para dejar en situación de gol al Chucky Lozano quien no falló en su cita ante la historia.

Sin un arrebato de orgullo ni un conato de reacción, los alemanes dejaron pasar el tiempo mientras los mexicanos seguían imponiendo su ley del más rápido. El final del partido es un alivio para los seleccionados de Löw quien buscan aire y encuentran un reguero de críticas. Les quedan dos oportunidades más y están dispuestos a gastar todos sus cartuchos hasta el último minuto.

También será la cuarta vez que Alemania se enfrente a Suecia en un campeonato mundial de fútbol. Los suecos habían ganado en su primer enfrentamiento, en 1958, mientras que los alemanes se habían llevado el gato al agua en  1974 y en 2006. Es Tovoinen quien enciende todas las alarmas cuando anota el primer gol del partido, pero Alemania sabe reponerse y Marco Reus empata al comienzo de la segunda parte. A raíz de ahí, el partido se convierte en un quiero y no puedo con una Suecia atrincherada en tablas y una Alemania incapaz de generar un mínimo ápice de peligro. Boateng, que es expulsado, y Kroos, que parece totalmente agotado, acaban con la impaciencia de un país necesitado de villanos en los que pagar su frustración.

Pero los villanos, pueden convertirse en héroes, con un simple golpe del destino. Cuando el cronómetro apuraba los minutos de descuento, Kroos le pegó con el alma desde el lateral del campo y la pelota entró como un obús en la escuadra de la portería Sueca. Era la carta de autohomenaje de un futbolista único y un centrocampista arrebatador. Aquel dos a uno calmó a un país y revitalizó a un equipo que sabía que, con ganar a Corea del Sur, pasarían con toda su artillería a las rondas eliminatorias.

Corea había perdido sus dos partidos y estaba completamente eliminada. Aquello podía ser un arma de doble filo; por un lado, la facilidad de jugar contra un equipo destrozado anímicamente, por el otro, la dificultad de jugar contra un equipo sin ningún tipo de presión. Y en cuanto empezó el partido se vio que los Coreanos no iban a regalar nada. Replegados en su campo y cometiendo continuas faltas, no tardaron en cortar el ritmo alemán al tiempo que aprovechaban cualquier resquicio para correr y tratar de aprovechar sus contras.

La victoria de Suecia ante México les dejaba fuera así que Alemania no tuvo otra opción que irse arriba con todo en busca del milagro, pero lo que llegó fue la debacle. Kim y Son detuvieron el tiempo en pleno descuento con dos goles en el noventa y dos y en el noventa y seis. El desastre era real. Corea ganaba por dos goles a cero y Alemania se convertía en el peor equipo del Grupo F siendo su eliminación más temprana en ochenta años.

Era la cuarta campeona mundial que había caído en la fase de grupos desde que se estrenó el siglo después de Francia en 2002, Alemania en 2010 y España en 2014. Todo eso después de hacer una fase de clasificación perfecta con diez victorias en otros tantos partidos. Todo eso después de haber quedado siempre entre los tres primeros en los cuatro anteriores mundiales. Todo eso después de haberse convertido en el rival a batir y en el claro favorito al título. 

Pobre y sin energía, Alemania se consumió en el campo y dejó ante el mundo la imagen de una catástrofe anunciada de antemano. "El equipo no tiene la dinámica que quisiéramos". Aquella premonición de Löw fue el anticipo de su despedida. Tras aquello no le quedaba otra opción que la dimisión. Tras el crepúsculo de los dioses, Alemania siguió buscando su camino, pero ni en Londres ni en Qatar encontró su redención. Aquellos dioses de la fortuna le siguen dando la espalda mientras el balón, que nunca deja de rodar, sigue escribiendo guiones en los que Alemania siempre es la más fuerte por más que las nuevas generaciones aún no hayan aprendido a ganar en el campo lo que tanto se ganó con el escudo inmortal.

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