viernes, 19 de octubre de 2018

Trabajo de Klopp

El buen entrenador siempre tiene algo de psicólogo eficiente. Es importante manejar los conceptos imprescindibles, eso se da por descontado; ser un genio en la táctica, en la estrategia y en el planteamiento de los partidos y, para que el plan se ejecute con precisión, contar con un magnífico preparador físico. Pero todo el plan se vendrá abajo si los futbolistas no están realmente convencidos de su valía.

Cuando el Liverpool contrato a Jurgen Klopp con el fin de reflotar una nave a la deriva, lo hizo teniendo en consideración el excelente trabajo realizado en el Borussia Dortmund. En Alemania, Klopp, que como jugador se había convertido en abnegada leyenda del Mainz 05, levantó a un equipo en horas bajas hasta devolverlo a la élite. Y lo hizo desde el trabajo táctico y psicológico. De esta forma fue convirtiendo a un puñado de jugadores de perfil bajo en excelentes futbolistas por los que se terminó peleando media Europa.

En estas circunstancias, faltaba por saber qué sería capaz de hacer Klopp en una liga más exigente y en uno de los equipos con más urgencias históricas del fútbol mundial. El Liverpool, que hacía solamente año y medio había rozado el título de liga, se desintegraba poco a poco después de perder a sus dos futbolistas referentes en ataque. Después de perder los goles que Suárez y Sterling habían asegurado durante un par de magníficas temporadas, el equipo cayó en una depresión alarmante. No sólo había perdido el juego, es que ni siquiera sabía a qué debía jugar. El naufragio se llevó por delante a Brendan Rodgers y hubieron de agarrarse a la tabla de Klopp como penúltima excusa para no ahogarse en el océano.

Si había un futbolista en la plantilla del que la afición había esperado una constante progresión que no llegaba, este era Philippe Coutinho. Hábil, rápido e inteligente, Coutinho pertenecía a una saga de futbolistas especiales que solamente sabe parir un país como Brasil. Fichado por el Inter de Milán cuando era un adolescente, pudo demostrar parte de su valía en su paso por la liga española vistiendo la camiseta del Espanyol. Aquello fueron pequeños detalles de un chico que prometía grandes tardes de fútbol. Engullido por la presión de un equipo en crisis constante, aterrizó en Inglaterra para cambiar de país, pero no de exigencia.

El Liverpool era un equipo que había dejado de ganar, pero con una historia detrás tan gloriosa que exigía un máximo de competitividad. Huérfano de goles y de juego, había perdido tres cuartos de su alma después del adiós de su eterno capitán. Si había un hombre en la plantilla capaz de volver a ilusionar a Anfield, este era Coutinho. El problema es que ya nadie creía en él. Nadie, excepto Jurgen Klopp.

En aquella historia que recomenzó con el trabajo psicológico de su entrenador, Coutinho encontró mil trampas que fue esquivando gracias a su talento. Nadie podía apostar su fortuna por un par de partidos cuando queda más de media temporada por delante, pero los que vimos su pequeño resurgir en el Liverpool, disfrutamos de un Coutinho sin corsés. Un tipo que se sentía importante y un futbolista con ganas de convertirse en la estrella que muchos le dijeron que podía llegar a ser.

Ya se sabe que un buen entrenador debe ser un buen psicólogo. Recuperar la autestima de los futbolistas es un paso fundamental a la hora de recuperar la pasión por competir. Este Barça de Valverde, como el Liverpool de Klopp, es un equipo que vive en el precipicio de la obligación, pero el tipo parece merecer tanto la pena que, durante un tiempo, mantendremos el deseo de verle crecer. Con Coutinho en el frente, junto a Messi, el Barça debe seguir queriendo ganarlo todo, porque hace años que vive obligado a alcanzar lo máximo. El problema de jugar junto a Messi es que, acostumbrarse a la resuloción ajena, suele conducir al acomodamiento. Ya les ocurrió a otro. Por ello, mientras termina de desperezarse, seguiremos esperando al futbolista que resurgió con Klopp.

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