viernes, 31 de mayo de 2019

Como pierde Guardiola

Que los medios deben vender un producto es algo tan obvio como que deberían hacer honor a la verdad y, sobre todo, a la honestidad. El problema de la realidad es que suele destruir más titulares que la imaginación, el problema, más allá de la propia realidad, es el de la lógica imperante, pero todo ello da igual siempre y cuando el extracto elegido compense siempre la función rebuscada; debemos hacer creer que el mundo está en contra del enemigo porque si plasmamos lo contrario nadie creerá en el valor de nuestra cruzada.

Hace tiempo que el espectro mediático español se volvió en contra de Pep Guardiola. Su pecado había sido descarado y las consecuencias más humillantes aún; había ganado mucho y, sobre todo, había ganado muy bien. Su discurso, siempre respetuoso, se tradujo como la de un falso humilde que gusta de humillar con la palabra y mear colonia con el razonamiento. Para excusar su falta de argumentos apoyaron su ideario en la exposición pública de la persona y en la capacidad regenerativa del personaje. Dijeron que era un independentista indecenta y achacaron sus éxitos al talento ajeno antes que al trabajo propio.

Los éxitos de Guardiola son tan notables que buscan aliarse a la lógica del conocimiento al tiempo que huyen a la plasmante autoridad del reconocimiento. Cualquiera de sus palabras es sacada de tiesto y su nombre sirve igual para vestir una entrevista a un presidente del gobierno como para ensalzar una derrota asociada siempre al fracaso. Ningún titular sin su hipérbole, ningún razonamiento sin su rencor. Guardiola se ha visto tan obligado a pagar cuentas que en cada temporada tiene que jugar contra su propia exigencia para consguir superarse.

Y ha perdido, claro que ha pedido ¿Quién no pierde en el deporte? El problema es cuando la derrota se convierte en un ajuste de cuentas y el análisis se convierte en una oportunidad para resaltar el fracaso. La obra de Guardiola se resume en diez temporadas y ocho ligas; quien a eso no lo llame regularidad es que observa la realidad con una venda y solamente analiza con el sesgo del resentido. Pero, más allá del éxito, el trabajo de Guardiola es un legado difícil de comparar, porque hasta en la derrota es tan honesto que pierde con todas sus cartas. Como le canto Joaquín Sabina a Chavela Vargas; quién pudiera reir como llora Chavela. Quién pudiera ganar como pierde Guardiola.

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