lunes, 5 de mayo de 2008

Al este de La Paternal

Para los que no hayan escuchado nunca la historia de los acontecimientos ocurridos en Chicago, en mayo de 1886, contaré, a modo de brevísima introducción, como a cientos de trabajadores les cortaron las alas, la ilusión y la voz por el simple hecho de reclamar lo que consideraban justo.

En esta época de libertad en la que los derechos han sumado individualidades vocales muy por encima de los deberes, lo de las ocho horas laborales nos suena a cántico diario, a derecho preconcebido y a obligación innata. Pero no siempre fue así. Hubo un día uno de mayo en la que miles de obreros de las fábricas de Chicago, hartos de trabajar de sol a sol sin derechos ni votos, salieron a la calle para contarle al mundo la tiranía a la que se veían sometidos. No pedían mucho menos de lo que ahora gozamos con un mínimo de coherencia; jornada laboral de ocho horas, salario justo y un mínimo de seguridad. A cientos de aquellos inocentes reunidos en el Haymarket de Chicago les acusaron de revolucionarios, les juzgaron como anarquistas y los mataron como a perros.

Desde entonces, el mundo entero celebra el primer día de mayo como el día internacional del trabajador, en homenaje a los mártires que dieron la cara por su justicia y la vida por sus principios. Poco después, y también en homenaje a ellos, un reducido grupo de amigos bonaerenses, reunidos en su pequeño club del barrio de La Paternal, decidieron crear un club de fútbol al que llamaron “Mártires de Chicago”.

Para su inauguración como equipo deportivo, aquel grupo de idealistas del verbo, decidieron invitar a sus colegas ideológicos del “Sol de la Victoria” con el fin de disputar un partido que terminaría con tres a uno a favor de los mártires. Como la idea era grande y la institución era muy pequeña, ambos clubes decidieron fusionarse para formar la “Asociación Atlética y Futbolística Argentinos Unidos de Villa Crespo”.

Villa Crespo, barrio situado al este de La Paternal, vio nacer la primera sede entre las avenidas de Araoz y Corrientes, y una vez inaugurada la sede hacía falta crear un escudo que se convirtiese en seña de identidad de un club recién nacido y de una gente ávida de novedad. Como ningún dibujante, impresor o practicante del diseño fue capaz de introducir tanta palabra en un pequeño redondel, la cúpula creativa decidió rebautizar el club como “Asociación Atlética Argentinos Juniors”. Y aunque en su denominación actual muchos no puedan recordar la magia del comienzo, lo cierto es que los bichitos colorados nacieron como movimiento socialista gracias a las ideas progresistas de un grupo de intelectuales afincados en el viejo barrio de La Paternal.

Setenta años después y con el club sumido en su interminable crisis de identidad, se enfrentaron a Boca en el estadio de Vélez con el fin de dirimir su particular cuota de protagonismo dentro de la capital. En el descanso de un partido anodino, sin goles y sin más historia que un par de disparos lejos de la portería, un jovencito recogepelotas de abundante pelo rizado, prácticamente enano y con pintas de enclenque, tomó el balón cerca del punto de penalti y comenzó a hacer jueguitos como si estuviese en el patio de su casa. La gente, enfervorecida, aclamó el ingenio del pequeño malabarista y denunció la salida al campo de los dos equipos al grito de “¡Qué se quede! ¡Qué se quede!”. Sobre aquel pequeño embaucador se tenían algunas noticias y de aquel pequeño genio se supo mucho más con el paso del tiempo.

Apenas un año después, pasó de encantador de serpientes en el entretiempo a suplente del primer equipo de Argentinos Juniors. Su descubridor, Francisco Cornejo, esperaba impaciente la hora del debut y su entrenador, Juan Carlos Montes, viendo como el partido ante Tigre seguía atascado en la monotonía, le miró a los ojos y le preguntó “¿Se atreve?”. Una simple afirmación con la cabeza le mandó a la banda a calentar y un rutinario examen de sus botas le mandó a la cancha con apenas quince años en su documento de identidad. “Haga lo que sabe. Y si tiene que tirar un caño, hágalo”. En las palabras de Montes se escondía el descaro de un tipo nacido para la gloria y en la obediencia del adolescente se presentaba el genio de un jugador incomparable. Tras aquel primer caño al defensor de Tigre, Cabrera, la platea se estremeció en un sonido de admiración y mientras un tipo preguntaba por el nombre del pibe, otro le contestaba con los dientes apretados y la lágrima candente; “se llama Diego Maradona”.

Dieguito no duró mucho en “El Bicho”. Hipnotizado por la hinchada de Boca desde aquel día en que saltó al campo para regalar un entretiempo de circo, soñaba con vestir la franja amarilla sobre el fondo azul que simbolizaba la camiseta xeneize. Maradona partió rumbo al barrio de La Boca y La Paternal y Villa Crespo quedaron huérfanos de magia pero no de ilusiones. Argentinos recibió dinero dos veces por Maradona; primero cuando el poderoso Boca Juniors lanzó sus garras sobre el fenómeno, y después, cuando el aún más poderoso Barça viajó a Buenos Aires para llevarse a la joya. Con aquellos dineros pudieron juntar un plantel muy competitivo formado por ilustres como Pavón, Castro, Canducci, Comisso, Batista, Borghi o Videla. Fue este último quien puso la piedra en la cúpula del proyecto anotando el penalti definitivo que mandaba a la lona a América de Cali y proclamaba a Argentinos como campeón sudamericano en 1985.

Fue el canto del cisne de un equipo que tocó techo con pocos recursos y un gran trabajo en las categorías inferiores. Poco antes de deshacerse un equipo que llegó alto y duró muy poco, la Juventus de Platini les robó el sueño del campeonato mundial y mientras el equipo se desangraba, nuevos jugadores llegaban a la primera plantilla para intentar formar parte de una historia interminable. Diez años después de que el pequeño Diego deslumbrara a la grada del José Amaltafini con su impecable repertorio de recursos, un joven de pelo rubio y anchos hombros se atrevió a debutar en primera con los mismos quince años que atrás habían dejado a Maradona como jugador inolvidable. Se llamaba Fernando Redondo y tampoco tardó mucho tiempo en emigrar en busca de gloria y fortuna. Fue una piedra más en un proyecto inagotable; el mismo que posteriormente bautizó a Fernando Cáceres, Diego Cagna, Lucas Biglia, Federico Insúa, Cristian Ledesma, Diego Placente, Juan Pablo Sorín y Víctor Zapata. Un proyecto que comenzó como un sueño y como un homenaje en color rojo, a la memoria, ideología y sangre derramada por un puñado de mártires que un día pidieron un mundo mejor y murieron con la cabeza alta tras alzar los puños en el Haymarket de Chicago.

11 comentarios:

Christian dijo...

joder, no conocía la historia de argentinos. Que bonita, coño. La verdad que su cantera es interminable, pero vivir a la sombra de los grandes siempre es dificil.
El José Amaltafini siempre ha sido uno de mis estadios favoritos. me gusta su nombre, no sé por qué.

un abrazo!!!!

piterino dijo...

Una delicia repasar los orígenes del "Bichito colorado" de la mano de tu pluma. Un club obrero, sentimental y trabajador, muy querido en todas partes. Hizo bien Maradona en empezar allí su carrera ...

Álvaro dijo...

Me ha gustado tu blog,¿quiéres intercambiar links?Si aceptas contesta en mi blog www.hablemosdfutbol.blogspot.com

Saludos.

chimoeneas dijo...

grandísimo el post. y grandísimo el bicho, ojalá vuelva pronto a la paternal (recordame escribir sobre su estadio).
el que tiene que intercambiar links soy yo. que no sé cómo está el mío aquí y no al revés!

Stubbins dijo...

Impresionante la historia de Argentinos Jrs. No tenia ni idea de su orígen obrero. Un diez para Argentinos!!! Claro que después de tener en sus filas al 10 por excelencia..... ya me parece un poco abusivo.

¿Así que te hemos convertido a la Red Faith? Eso está muy bien hombre! Celebro de tener a mi lado a un nuevo Kopite.

Y no culpes a tu amigo sobre la camiseta antigua del LFC. La nueva no se pone a la venta hasta junio. Si la quieres puedes hacer un pre-pedido a través de la web oficial del club.

Saludos Don Pablo.

AD dijo...

TE AGREGUE A MIS LINKS
UN ABRAZO Y SUERTE

No, gracia a vo´ dijo...

Realmente magnífico!

Te felicito por semejante post compañero!

Argentinos ha sido históricamente el club que mejores inferiores ha tenido. Gran parte de esos talentos venían del club "Villa Parque". Hoy el club de baby fútbol esta en manos de Boca!

Saludos,

Migue

Anónimo dijo...

Excelente artículo, realmente.

Argentinos, si no me equivoco, es el único club argentino que tiene sus raíces dentro del proletariado obrero, de ideología anarquista/socialista libertaria, como casi todos los sindicatos de todo el mundo por aquel entonces, principios de siglo XX. También Chacarita tiene esos mismos orígenes, de ahí su camiseta roja y negra.

El resto de la historia del bicho es magnífica. Sobre todo por el hecho de cómo un club de barrio se transforma en una de las grandes canteras no sólo del fútbol argentino y sudamericano, sino mundial. Sería realmente un trabajo engorroso el hecho de ponerse a contar la cantidad de enormes jugadores que de allí han salido.

Como bien dijo Migue, ahora el centro proveedor de esos jugadores, el Club Parque, están en manos de Boca, con su maestro Madoni a la cabeza. Aunque, vale decirlo, no lo están aprovechando tan bien como lo hacía el Bicho. De todos modos, Gago ha salido de allí, del Club Parque, por poner un ejemplo.

Saludos!!

Nico dijo...

Que buena la historia de Argentinos Juniors...no la conocía y es una nueva anécdota que anotar. Muchas gracias por ellos y por tus fabulosos escritos. Diego fue el mejor y seguirá siéndolo durante mucho tiempo. Ídolo desde los quince años de unos aficionados que desean ilusionarse con cualquiera pequeña promesa y que no le pudieron disfrutar durante mucho tiempo.

Saludos!

Enamorado Del Fútbol dijo...

Gracias por la historia pablo, no la conocía, una historia muy linda.

Saludos->Artículo: La profesionalidad brilla por su ausencia.
wwww.enamoradodelfutbol.blogspot.com

NoTe dijo...

Espectacular la historia. Muy buena e ilustrativa