miércoles, 17 de enero de 2024

El Rubio

Los especiales, normalmente, suelen ser tipos discutidos por el jefe al tiempo que son venerados por sus compañeros y clientes, porque los tipos especiales saben encontrar el momento idóneo para sacar la chistera, hacer la gracia, vender la aspiradora y saber que pueden volver a casa con la conciencia tranquila y el expediente inmaculado, pero aquellos que siempre piden una venta más, una hora más o una llamada extra, serán los que reprochen al mejor comercial de la empresa su falta de implicación por más que la gente haya acudido a ellos solamente para dejarse seducir por sus dotes de convencimiento.

John Lauridsen fue el tipo más querido por la grada del Espanyol al tiempo que fue siendo reprochado por sus entrenadores. Todos pedían una entrada extra, una carrera de más, un esfuerzo adicional mientras el tipo golpeaba a la pelota con pasión, daba siempre el centro preciso y sabía levantar todos los corazones gracias a su talento innato para jugar al fútbol. Cuando Clemente consideró que aquellas dotes no eran suficientes para hacerle valedor de un puesto como titular, la gente se puso de uñas, pero el equipo funcionó tan bien que si bien no podían reprochar del todo la decisión, al menos sí podían ponerse de pie cuando El Rubio pisaba el terreno de juego.

Porque El Rubio era un futbolista de una pieza que entendía el juego como una concepción de individual al servicio de un conjunto ¿Para qué sacrificarse por todos cuando todo podían sacrificarse por él? Lauridsen era un tipo especial; en su empresa no hacía horas extra, ni llamadas a deshora, pero tenía a todos convencidos para comprar la aspiradora. Y es que el danés era un artista ímprobo, un tipo que sabía manejar los tiempos y que, sobre todo, flotaba sobre el césped. Uno de esos jugadores especiales por lo que merece la pena pagar la entrada y cuyo recuerdo ha sobrevivido incluso al tipo que le cortó las alas mandándole al banquillo de los acusados.

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