jueves, 3 de octubre de 2019

Volvió la Champions

A veces, un pírrico final ensombrece un camino fastuoso. Hay veces que la memoria juega malas pasadas y nos redacta un informe de valoración basado en últimos detalles con tendencia a obviar aquellos que condujeron hacia el último suspiro. La última final de la Champions League fue tan mala que quedará en la mente como un ejemplo de inoperancia, porque nuestra memoria es tan selectiva que gusta de los extremos antes que de la degustación pausada; aquella sopa estaba fría o aquella sopa estaba caliente. Tenemos el paladar tan sensible que corremos el riesgo de olvidar el sabor de la mejor carne a la brasa en el mejor banquete de nuestras vidas. Todo porque el postre vino con la leche cortada. Es igual. La final fue un tostón, vale, pero el camino hacia la misma fue tan ostentoso que resulta imposible no volver a mirar atrás y tener ganas de más. Porque nada nos gusta más que aquello que, aunque sea capaz de herirnos, saque de nosotros las mejores dosis de disfrute banal.

Vuelve la Champions y con ella regresa el espectáculo. Como diría Pepe Domingo Castaño, la de la emoción, la de los goles, la del sonido inconfundible. Porque hay algo de reverberación pegadiza en esa sintonía que nos retrotrae a la infancia, a los duelos a cara o cruz, a los goles fastuosos, a las celebraciones más desbocadas. Porque la Champions separa el trigo de la paja, resucita muertos, cura enfermos, analiza consecuencias. No vale el miedo porque el coco está al acecho, bien lo puede jurar el Atleti. No vale la confianza porque la sorpresa siempre vive pendiente de una alerta, bien lo puede asegurar el Madrid. No valen las medias tintas porque el vigor siempre será un arma de destrucción contra los pusilánimes, bien lo puede recordar el Barça.

Porque la Champions volverá a ser un gol de Lucas Moura contra el cronómetro, una carrera desenfrenada de Meres contra el Bernabéu, un gol de Origi contra la caraja, un hat trick de Cristiano contra la euforia desmedida. La Champions no hace prisioneros y retrata al más pintado. La Champions es glamour con traje de faena y un otoño frío que se calienta en vísperas de primavera.


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