miércoles, 4 de mayo de 2022

El fuego y la tormenta

El fuego es un fenómeno que precisa condiciones extremas para convertirse en incontenible. Sequedad, viento y, sobre todo, un elemento natural que le ayude a propagarse hasta lograr la devastación total del territorio. Por ello, cuando nos enfrentamos a él sólo podemos correr y agarrarnos al milagro, pues si esperamos a que nos alcance, mientras permanecemos impasibles, no seremos más que un pasto fácil de las llamas y una víctima más en el reguero de muescas de un ente incontrolable.

Por ello, como todo héroe o antihéroe que busca redimirse o enfrentarse a la adversidad, la naturaleza también fabrica sus némesis y también ofrece sus dotes de autodestrucción. Contra el fuego, el agua es un elemento purificador, aniquilador, sanador y a la larga, contra el desarrollo natural y artificial de la vida, termina siendo un elemento tan necesario como temible porque, gota a gota o en avalancha, es capaz de erosionar, arrastrar e incluso destrozar cualquier atisbo de vida.

Y es que el fuego arrasa a lo grande, pero sólo el agua es capaz de sostener un infierno por sí sola por más que su belleza nos parezca incluso hipnótica. Por ello, el Liverpool de Klopp, avalancha frecuente, riada incontenible y tormenta perfecta en cada una de sus apariciones, pareció ayer un arroyo a punto de perder su cauce ante el fuego irreverente de un Villarreal que salió a quemarlo todo, incluso sus naves, aún sabiendo que a la larga corría el riesgo de no regresar a puerto.

Comandados por Parejo y empujados por Capoue, el fuego amarillo amenazó con arrasarlo todo mientras el rojo se convertía en cenizas y la Cerámica entonaba, alegre, canciones de otros tiempos. Era imposible escapar de aquel incendio, no había espacio material ni natural por el que encontrar una vía de escape y así, Mané chocaba contra Albiol, Jota era un fantasma en manos de Foyth y Coquelin se acostaba a la izquierda para ayudar a Estupiñán en su trabajo de borrar del mapa al faraón Salah. Tiago perseguía fantasmas, Keita trataba de romper líneas y terminaba perdido en tierra de nadie y Fabinho intentaba apagar fuegos pero no había ventana por la que escapar aún tirándose al vacío.

No había hecho sino empezar el partido y Gerard Moreno ya le había ganado la espalda a Van Dijk para ponerle en bandeja el uno a cero a Boulaye Dia. Lo que parecía un aviso a navegantes se convirtió en un acto de fe en el que el Villarreal presionaba, el Liverpool se quemaba y el balón viajaba en una única dirección en busca del milagro. La batalla del centro del campo tuvo un dueño y mientras Parejo se erigía en comandante, Capoue, un tipo que aparece en cualquier sitio con tan sólos segundos de diferencia, ganó la línea de fondo y puso el dos a cero en la cabeza de Coquelin. Trabajo hecho, un mundo por delante y la duda de un penalti en el limbo que no empañaba la fiesta vivida en la grada. El descanso señalaba un ganador por KO, pero quedaba la mitad del combate y Klopp no pensaba permanecer callado durante los minutos que le dejasen gritar desde su rincón.

El primer cambio fue en el campo y el segundo en la actitud. Si una cosa quedaba clara es que el Villarreal no podría mantener el ritmo durante noventa minutos pero que si el Liverpool seguía esperando arrodillado a que el incendio no le achicharrase, quizá sólo era cuestión de dejar pasar el tiempo y que la lotería volviese a sacar su boleto en la portería de Allison. Pero no ocurrió lo esperado por la parroquia amarilla y el Liverpool que salió en la segunda parte fue el equipo de fútbol que todos habíamos esperado ver. De repente Tiago y Fabinho ocuparon la zona ancha, Keita sí encontró al compañero en su zona de nadie y Estupiñán comprobó que Luis Díaz no tenía nada que ver con Diogo Jota.

Y es que el colombiano, con su continua mordiente y afán por desbordar, fue el conducto eléctrico de un equipo que entró en conexión y empezó a arrinconar al Villarreal en su área hasta conseguir, poco a poco apagar el fuego que le había quemado durante el primer acto. Primero fue tormenta, más tarde huracán y terminó siendo avalancha que lo rebasó todo, incluido el marcador, dejando claro que hoy en día, salvando al Real Madrid, cualquier equipo de la Premier está muy por encima de los equipos de nuestra liga.

Para llegar lejos, e incluso aspirar a ganar una competición, hay que tener en cuenta dos condicionantes principales más allá de la necesidad de contar con una defensa férrea y un centro del campo con talento para el gobierno, y es que un buen delantero te ayuda a ganar títulos al mismo tiempo que un buen portero te ayuda a no perderlos. Durante los meses que ha durado la competición para el Villarreal, e incluso en los milagros perpetrados en Turín y Munich, Rulli se había mostrado como un portero sobrio e incluso tendiente a los milagros, pero al final la cabra, como la serpiente, tienden a tirar al monte y todos esperaban temerosos a que llegase el día en el que la caja de pandora extendiese sus vientos y la moneda en el área del Villarreal saliese cruz. Rulli eligió el peor día para dejar de fumar y entre sus piernas se escaparon parte de los sueños de un pueblo que puede estar muy orgulloso de su equipo y puede regresar a la cotidianidad con el pecho bien erguido y la cabeza bien alta.

Hace un año, el Liverpool era apaleado por el Real Madrid y sufría horrores para engancharse al tren de la Champions. Era el peaje a pagar después de un lustro amarrado a la máxima exigencia. Tras la depuración, tras el perdón y tras el borrón, viene esta cuenta nueva donde la redención es el objetivo y la excelencia es la cima que quieren alcanzar. Están en la final de la Champions y a tan solo un punto del Manchester City en liga. La tormenta perfecta puede arrasar con todo o puede que al final tan sólo se quede en lluvia de verano.

No hay comentarios: