martes, 15 de noviembre de 2022

Pica de confianza

La victoria ajena no es fácil de digerir. Aunque mucho menos lo es la derrota propia. Por más méritos que haga el Atlético, siempre habrá un sector que, escocido por motivos diversos, estará dispuesto a lanzar sus misiles contra la línea de flotación de Diego Simeone. Siempre habrá tipos dispuestos a encontrar una mota de polvo en el mueble impoluto, la mancha de tinta en el folio en blanco o el matiz inadecuado en el análisis posterior. La victoria ajena a veces duele tanto que no nos sentamos a confrontar los lugares desde los que se recorrió el camino. Siempre un pero, siempre una mueca de insatisfacción.

Peor aún es cuando la crítica llega desde el propio sector interno. No pretendo evangelizar el cholismo porque los resultados hablan por encima de la memoria reciente. Estar en desacuerdo con el entrenador no significa tirarlo a la basura, el problema es que hay demasiada gente que ha perdido la memoria y la noción de la realidad. Pretender ser el rey cuando hace dos días eras mendigo es como soñar por encima de las posibilidades. Después de las derrotas ante Cádiz y Mallorca no fueron pocos los que salieron a la palestra para rendir cuentas pendientes. La derrota duele, casi siempre en demasía. Lo innecesario es apelar al pequeño fracaso para justificar las ganas de revancha. Cuando se habla de falta de ambición se olvida que este equipo se convirtió en casi intratable, precisamente, porque se merendó, con grandes dosis de competitividad, a casi todos los rivales con los que se fue cruzando.

Sin ambición no se llega a ser uno de los mejores equipos del mundo. Deberíamos tener en cuenta esta última afirmación porque muchos, entre los que me encuentro, aún tenemos que frotarnos los ojos antes de pronunciar la frase. “Uno de los mejores equipos del mundo”. Para un equipo que hace una década se peleaba consigo mismo y había perdido la vergüenza y la identidad, llegar a ser algo así es como ser protagonista del cuento de la cenicienta. Solo falta esperar a que las campanas tarden mucho en anunciar la llegada de la medianoche, porque solamente entonces, cuando falte nuestro hada madrina, será cuando seamos capaces de valorar todo lo logrado. Más allá de jugar con un francés o hacerlo con un portugués, el debate debería centrarse en gracias a quién, el Atlético se ha consolidado en la cúspide. Cuando todos lo tengamos claro será el momento de empezar a autoexigirnos un poco de agradecimiento. El hambre voraz de este Atleti no ha tenido parangón en ningún momento de su más reciente historia.

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