viernes, 13 de marzo de 2009

Como la maduración de la fruta

Si alguien ha sido tan impacientemente torpe y ansioso como para morder una fruta inmadura, habrá comprobado, con los ojos cerrados por la sensación, como la acidez invade su boca y la sequedad impide tragar el alimento. A las frutas, como complemento energético a nuestra alimentación, hay que dejarlas madurar para que alcancen el punto justo de azúcar y terneza. Como, sin embargo, en la vida ilusoria en la que vivimos, nos empeñamos en pisar los peldaños antes de colocar la escalera, no pensamos en gestaciones ni maduraciones cuando de endiosar a un futbolista se trata.

Cuando nos enteramos que Arsene Wenger había fichado a un chico de dieciséis años por doce millones de libras, todos comenzamos a imaginarnos al nuevo Thierry Henry. Las definiciones eran más esclarecedoras que los conocimientos reales; velocidad, regate y gol. Parecía el extremo perfecto. Comenzaron a resonar los rumores, los idealistas le compararon con los más grandes y le convocaron para jugar el mundial de Alemania cuando apenas había disputado algún partido en la Premier League.

En nuestra prisa por la comprobación no nos paramos en argumentar cada uno de los calificativos. El chaval pasó de promesa a Dios sin haber demostrado nada y, por ello, cada vez que los instigadores le veían en el banquillo comenzaron a pensar que el chaval quizá no merecía tanto la pena ¡Y solamente tenía diecisiete años!

Su entrenador, más consciente de los ciclos que la mayoría de alineadores que imperan en el fútbol, supo conservar la fruta en el árbol y dejar que tomase color con pequeñas porciones de minutos. En su primera temporada apareció testimonialmente, en la segunda dejó algunos fantásticos detalles (recuérdese la jugada del gol de Adebayor ante el Liverpool en la pasada edición de la Copa de Europa) y en la tercera, una vez ha espantado el fantasma de las lesiones, vuelve al once titular para convertirse, por fin, en la estrella de un equipo que, durante el último lustro ha vivido en constante estado de promesa.

Ahora que la fruta ha caído del árbol, que Wenger piensa en él como titular del equipo y Capello se agarra a su velocidad para imponer su ley del fútbol directo, comienza el nuevo ciclo futbolístico de Theo Walcott. Los que le vieron humillar a Croacia, le pedirán una exhibición en cada partido internacional. Los que aún añoran los desbordes de Henry, le pedirán un remake desde el mismo momento en el que reciba el balón. Y los que queremos verle disfrutar, le pedimos que no se deje comer por aquellos adanes que ansian morder la fruta prohibida. Como cada joven que intenta llegar a la cima, debe pararse en cada tramo de la escalada. Solamente con constancia y paciencia, la fruta verde se convierte en pieza estrella del mercado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Asi es, me gusta nucho la comparación de los futbolistas con las frutas porque es cierto que demasiados buenos jugadores se intentan saborear cuando todavía no están dulces. Solo unas pocas frutas elegidas caen del árbol antes de tiempo.Los Raúl o Messi no son ejemplo de nada, son excepciones. El resto, es decir, los Higuaín o Aguero necesitan algo más de tiempo.

E incluso algunas frutas que después son las más sabrosas parece que incluso van a pochar antes de caer. Zidane vino tarde, tb se descubrió tarde a Miajtovic o al mejor Rivaldo.

Y es más, por el camino no hemos sabido apreciar a las más dulces hasta que las hemos podido probar con tranquilidad. Y aqui nos hemos dado cuenta(algunos antes otros despues) de lo bueno que es Xavi.

En definitiva, de la misma manera que es necesario un experto que entienda de frutas, tb es necesario un entrenador que entienda de jugadores y por desgracia no hay tantos.

p.D: siento haberme alargado,gran artículo.

Anónimo dijo...

Hay que dar tiempo al tiempo. Las prisas no son buenas consejeras. Al final, cada uno se pone en su sitio. Un abrazo.

Alba dijo...

Buen post y magnífica comparación de futbolístas con frutas. Se tendrá que ver que caminos siguen.
Saludos

Anónimo dijo...

Ya empieza a sonar para los grandes, pero todavía es muy joven, veremos a ver.