miércoles, 25 de julio de 2018

Renovación

Toda renovación requiere de descaro, toda revolución requiere de un ideario. Implantado el estilo, presentado el plan de choque y analizados los puntos débiles, el nuevo seleccionador tiene ante sí el reto de reintegrar a los mejores jugadores y, sobre todo, el de dar la alternativa a aquellos tipos que llevan tiempo llamando a la puerta.

El lateral izquierdo ha sido, tradicionalmente, el gran talón de aquiles del fútbol. Brasil aparte, tradicionalmente, ha sido difícil, para casi todas las potencias, encontrar a ese tipo que aporte el equilibrio necesario entre el ataque y la defensa. Todos sabemos que los zurdos suelen ser tipos libres, virtuosos que gustan de distinguirse en zonas de definición y galanes de sala de fiestas que siempre son dueños del último baile.

Hay pocos defensas zurdos competentes, y los pocos que hay son un caudal de disputa porque en su juego vive la necesidad ajena. Jordi Alba ha sido el dueño del lateral izquierdo de la selección durante el último lustro. Como tantos otros que terminaron por recorrer el carril desde atrás, nunca tuvo vocación de defensa. Incisivo extremo en sus inicios, hubo de reconvertirse en lateral por orden de Emery y, desde entonces, ha evolucionado en el puesto hasta convertirse en uno de los hombres más fiables del Barça. El tipo que dibuja sociedades con Messi es el mismo que terminó en el banquillo en los estertores de la era Luis Enrique.

Pero ahora el asturiano vuelve a la picota y Jordi Alba no las tiene todas consigo. España viene de tres batacazos seguidos y el equipo necesita una renovación. Tras el biombo de los sustitutos se encuentra Marcos Alonso. Un tipo que, convertido en jornalero del carril, hubo de recorrer Europa para encontrar su sitio. Asentado en el Chelsa, amenaza con ser titular en la selección, pero hasta ahora, todos sus amagos han quedado en la nada.

Dicen que es un tipo que sólo funciona en sistemas de tres centrales y dos carrileros, dicen que es débil defensivamente y que le pierden los partidos trascendentales. Más allá de las faltas, quedan las virtudes. Es rápido, es certero, va bien por alto y tiene un buen pie. Es un candidato más, uno de los fiables. Uno de esos tipos por los que Luis Enrique debe empezar a apostar para conseguir que la selección no se termine de acartonar. Las renovaciones con descaro y las revoluciones con ideario.

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