lunes, 23 de marzo de 2009

Aquella derrota tan dolorosa y aquel orgullo intacto

Todo el mundo, con motivo de su paseo vital por el transcurso de los años, tiene el privilegio de pintar su memoria de recuerdos dolorosos que, sin embargo, y pese a los finales infelices, consiguen colorear de orgullo el matiz del momento vivido. Suele ocurrir que ocasiones perfectas para la tristeza se convierten, sin mediar duda ni extrañeza, en momentos perfectos para sentirse feliz por el instante disfrutado.

Como socio del Getafe, tuve la suerte de vivir en directo, en plena grada del Coliseum, un partido contra el Bayern que cambió la historia del equipo a los ojos del planeta. Como aficionado perpétuo del Atlético, he vivido noches de infortunio y tardes de tedio insoportable, pero en el cúmulo de las derrotas, ninguna me entristeció tanto y, al mismo tiempo, me hizo sentir más orgulloso de mis colores, que aquella sufrida contra el Ajax en la recién estrenada primavera de 1997.

Recuerdo que aquel Ajax era un manual del fútbol ofensivo, el mismo equipo que el año anterior habíamos visto bailar al Madrid en el estadio Bernabéu y el mismo que tanto miedo infundía por lo imprevisible de sus movimientos y jugadas de contragolpe. Recuerdo también que el Atleti pudo haber evitado el enfrentamiento contra los holandeses de no haber ganado en el Calderón aquel último partido de liguilla ante el Widzew Lodz polaco; el empate nos condenaba a la segunda posición del grupo y nos situaba como visitante en el partido de vuelta de los cuartos de final. El rival hubiese sido el Auxerre francés. Pero ganamos, porque Pantic coló una falta de las suyas a pocos minutos del final y porque a aquel equipo no le valían las segundas posiciones después de tanto tiempo sin haber disputado la máxima competición continental.

Y allí estaba el Ajax. Ante un Calderón repleto y pintado en colores de guerra, rojo y blanco, y miles de gargantas postulando un sueño. El partido de ida, en el recién estrenado Arena de Amsterdam, había terminado con un empate a uno más que esperanzador y allí nos plantamos todos los atléticos dispuestos a llevar a nuestro equipo al cielo más rotundo, el de la victoria épica; unos, los afortunados, en su localidad de grada, con bufanda y bandera al viento, otros, los que no teníamos los recursos suficientes, frente al televisor con los auriculares en los oídos y el estómago a punto de estallar.

Y recuerdo, como si fuese ayer, que durante los primeros quince minutos no vimos el balón. Pero cuando lo obtuvimos fue para no soltarlo durante el resto del partido. Y marcó Kiko, y nos volvimos locos, y fallamos mil ocasiones, y nos hundimos en la desesperación. Empató De Boer mientras Aguilera buscaba una lentilla perdida junto a la línea de cal y quisimos creer que aquello no era más que un incidente afortunado que convertiría en más inolvidable aún nuestra victoria. De aquel Ajax que nos pintaron infernal no conocíamos ni el color y de aquel Atleti lanzado recordamos uno a uno cada jugador, desde Molina hasta Esnáider ¡Ay! Esnáider.

Recuerdo que me escondí bajo la cama de mi habitación en el mismo momento en el que el señor Mumenthaler señaló el punto de penalti. Confiaba mis instintos en el grito desgarrador de mi padre, pero pasaron los minutos y este no apareció por ningún rincón de mi casa. Una vez abandoné mi rincón del pánico, pregunté por el lanzamiento y con la voz entrecortada, mi progenitor me explicó como Van der Saar había echado al traste todas nuestras ilusiones.

Y entonces llegó la prórroga. Parecía mentira, pero después de haber borrado del mapa al campeón holandés y haberle chutado a puerta durante una docena de ocasiones, nos veíamos condenados a treinta minutos más de esperanza deseperante antes de comprobar si de verdad éramos capaces de alcanzar las semifinales de la Champions League. Hubiese esperado la Juve de Zidane, hubiese esperado otro Calderón a reventar, hubiese esperado otra eliminatoria de esas que se pintan históricas, si no hubiese aparecido la pierna izquierda de Dani para volver a ponernos de cara a la dura realidad.

Del enorme cabreo que engaché, puede dar fé el viejo walkman que hice añicos estrellándolo contra el suelo. Del enorme desasosiego que se apoderó de mí, pueden dar fe todos los familiares que me vieron hundirme en mi propio regazo mordiéndome la lengua para no romper a llorar. Y aunque empató Pantic y, por un momento, albergamos la esperanza de una justicia que merecíamos de veras, el nigeriano Babangida terminó de romper el sueño culminando un contragolpe cuando el Atlético más muerto de desidia y más volcado en el área rival se encontraba.

Ganó el Ajax un partido que no mereció y perdió el Atleti un partido que dominó de cabo a rabo. Del baño que les dimos apenas queda constancia en un puñado de buenas memorias pues, como cada capítulo de la historia deportiva, las gestas son menos para los equipos que terminan derrotados. Pero una vez terminó el partido y aguanté el llanto para no caer en el ridículo que, a menudo, pinté en mi infancia, me rompí las palmas para aplaudir a un equipo que perdió por infortunio y que ganó el corazón de cientos de aficionados agnósticos que, durante un par de horas inolvidables, comprobaron como también existía épica en el otro lado de la capital.

7 comentarios:

Jorge-George Olmos dijo...

Muchas Gracias por el Relato,como me he visto reflejado en el,yo en vez el Walkman tire a la basura aquella cinta de video,cuando iba a tirar el penalti esnaider yo me fui a mi habitacion y a oscuras escuche a mi padre blasfemar
Yo si estaba orgulloso de ese equipo que lo daba todo,yo creo que ese fue el principio del fin del Atleti como alguien Grande que luego fueron dilapidando la familia Gil
Un abrazo y Gracias por el relato me ha dado a hablar mañana o pasado de renovar mi blog

Anónimo dijo...

Igualita que la eliminación ante el Oporto.

Un saludo.
http://www.sillonball.es

Anónimo dijo...

En julio yo también rememoré aquel partido y en la previa del encuentro en Oporto lo recuperé para La Vida en Rojiblanco: Última noche de Champions: Atlético-Ajax
Yo esa noche también acabé muy triste, pero orgulloso de mi equipo. Qué pena que eliminaciones como la de Oporto o el año pasado con el Bolton dejen un sabor de boca tan distinto.

Un abrazo

juan dijo...

Tiene tela que el gol que puso las cosas cuesta arriba lo metiese Dani.

Gran relato Pablo. Muy emocionante. Gracias.

Javi Saiz dijo...

Ese orgullo que a muchos nos hizo ser del Atleti porque en él se reflejaba una serie de valores que eran los que nos hacían sentir y vibrar, porque nos representaban a nosotros mismos. Hablas de un partido de una época en la que con Antic seguramente se vio el mejor fútbol en el Calderón de los últimos 30 años, pero no solo es eso, era esa lucha donde el escudo del Atleti se podía comer (y se comía) a cualquiera, solo por ser quien era, todo corazón, inferior a nadie.

Ese Atleti - Ajax siempre será el partido de mi vida.

Un saludo crack

Mariano J.Camacho dijo...

Recuerdo aquel encuentro y aunque yo no sea colchonero pero sí admirador de vuestro club y vuestra afición no se puede describir mejor. Menuda pareja la de Pantic/Kiko. El destino le jugó otra mala pasada al Atleti como ya hiciera en aquel año de 1974 ante el Bayern con el gol de Schwarzenbeck en el minuto 120 de partido.
Saludos.

Marco dijo...

Viene a cuento por la eliminación con el Porto?

Muy bueno Pablo.

Saludos de Buenos Aires.

LA PELOTA NO DOBLA 2 AÑOS!!!