lunes, 2 de agosto de 2021

Milagro extremeño

Recién estrenado el año 1924, un grupo de aficionados extremeños, afincados en Almendralejo, decidieron crear un club de fútbol para satisfacer su abstinencia y poder divertirse, al mismo tiempo, los domingos por la mañana. Como la mayoría de ellos eran aficionados al Fútbol Club Barcelona, eligieron para su equipo los colores azul y grana y lo bautizaron como Club de Fútbol Extremadura, ya que la región no tenía un equipo con su nombre representativo.

Durante treinta años, se estuvo curtiendo el lomo en categorías regionales y competiciones locales hasta que en 1952, por fin, consigue el ascenso a la Tercera División, todo un hito en aquella época para un club de orígenes tan humildes. Pero el logro no se queda aquí, ya que el buen trabajo en el campo se plasma con el ascenso a Segunda dos años más tarde. Son siete temporadas históricas las que el equipo se mantiene en la categoría de plata, pero la competencia brutal termina por absorberle y se ve de nuevo en tercera en el año 1961. Durante treinta años, el equipo se mantiene inestable en categoría Preferente con algún ascenso a Tercera pero sin ninguna consolidación.

Se va convirtiendo, poco a poco, en un equipo sin aspiraciones dentro del fútbol extremeño hasta que Pedro Nieto, un empresario de la zona, toma la presidencia del club en 1982. Con su figura, desaparecen todos los puestos intermedios entre el presidente y el entrenador, formando ambos un tándem en el que se acuerdan todos los aspectos deportivos del club. Eso sí, pese a que el equipo logra el ansiado ascenso a Segunda División B en 1990, el presidente, que ha estado ocho temporadas trabajando sin cesar para ver a su equipo en su lugar de correspondencia, no termina de encontrar un capitán apto para su nave. Y es entonces cuando decide fichar a uno de los personajes clave en la historia del Extremadura; Josu Ortuondo.

Ortuondo es un ex jugador del Athletic de Bilbao que terminó su carrera en campos de tierra y saltó al banquillo curtiéndose entre el barro, vestuarios gélidos y tipos de rostro enjuto y ceja junta. Su primera temporada es esperanzadora y Nieto decide seguir confiando en él, confianza que resuelve jugando la promoción de ascenso a Segunda en 1992 quedando a un sólo punto del Lugo, equipo que terminaría jugando en la categoría de plata. 

Son cuatro las temporadas que se mantiene Ortuondo en el banquillo de Almendralejo con dos conceptos claros: mentalidad de trabajo y defensa en zona. Con una exigencia mental fuera de los límites, los jugadores van captando los conceptos y el trabajo termina obteniendo sus frutos cuando, en 1994, el equipo consigue el ascenso a Segunda División más de treinta años después. Aquello supone una fiesta para una localidad tan pequeña y todo un pulso a tener en cuenta pues el objetivo no es sólo llegar allí sino lograr consolidarse. El problema es que, con el ascenso conseguido. Ortuondo acepta una oferta del Badajoz donde sólo dura once jornadas y el Extremadura ha de agarrarse al trabajo de tres entrenadores distintos para terminar agarrando la permanencia en el último suspiro.

Como las cosas, cuando funcionan, no deberían de tocarse, Ortuondo regresa a Almendralejo la temporada siguiente y ha de pelear la permanencia con una plantilla corta y carente de recursos. Es un año complicado y marcado por la fe. Tras cuarenta y dos agotadoras jornadas, el equipo acaba quinto y, gracias a una carambola, se gana el derecho a jugar la promoción de ascenso a Primera División. Nadie cree en ello, pero ya que estamos aquí, vamos a jugar. Así que la ilusión es grande y la presión es mínima.

Para poder acceder a la quinta plaza, el Extremadura ha de ganar en Marbella y el Alavés, que juega en Sestao, no debe pasar del empate. Ambas circunstancias se dan. El gran Manuel Mosquera acaudilla al equipo marbellí y los vitorianos empatan a cero con lo que el Extremadura es quinto. Como el Real Madrid B había quedado cuarto y no puede promocionar al ser filial de un equipo de Primera, la plaza es para los extremeños que han de enfrentarse en la promoción contra el decimoséptimo clasificado de la máxima categoría.

El decimoséptimo clasificado es el Albacete que, unos días antes, había visto como el Atlético de Madrid cantaba el alirón a su costa y se hundía en la tabla después de un final de temporada desastroso. Como el año anterior, en el que había sido vapuleado por el Salamanca, se veía obligado a jugar la promoción por la permanencia contra un equipo, a priori, inferior. Pero la experiencia ya era una muesca y este año ya no había colchón institucional, puesto que el año anterior había sido salvado burocráticamente tras los descensos y ascensos en los despachos de Sevilla y Celta.

Antes del primer partido a jugar en Almendralejo, Pedro Nieto es claro: la salvación económica del club pasa por el ascenso. No se sabe si es boutade o un intento de meter presión, lo que está claro es que le mensaje está mandado y los jugadores deben darlo todo. Lo hacen en el partido de ida, ganando por uno a cero con gol de Manuel. Siempre Manuel. Este, como se comprobará más tarde, será el verdadero gol del ascenso, aunque todo el mundo ha mitificado aquel trallazo al ángulo de Tirado en el último segundo del partido de vuelta, pero aquel partido ya estaba terminado y el ascenso ya estaba hecho.

Aún así, no fue un partido fácil. El Albacete, arropado por su público, salió con todo. Y todo hubiese cambiado si el árbitro no hubiese anulado un gol a Luna por fuera de juego. Aquello desestabilizó al Albacete quien jugó con mucho corazón y muy poca cabeza y se estrelló una y otra vez contra la muralla de un Extremadura muy bien ordenado. Bjelica y Manolo ponían el peligro por la banda izquierda y Zalazar buscaba pases imposibles entre líneas. El acoso llegó a los veinte córners a favor del Albacete y a convertir a Amador, portero extremeño, en el héroe de la noche. Toda una agonía hasta que llegó aquella recordada jugada en el último suspiro del partido. Al árbitro ya iba a pitar el final y Verde encara la portería tras aprovecharse de un error en la zaga. Es derribado flagrantemente a dos metros de la frontal. La gente celebra porque pase lo que pase, el partido está acabado. Pero Tirado pone la rúbrica con un tirado que aún perdura en la memoria colectiva de cada vecino de Almendralejo.

El equipo, con mil quinientos socios, y la ciudad, con apenas treinta mil habitantes, se convierten en comidilla y portada en todo el país. En España es todo un hito y en Almendralejo es una locura. Este equipo es una familia, repite Ortuondo. Y la familia se abraza, se felicita y se congratula. Algunos saben que no jugarán en Primera, pero aún así lo han dado todo para que el sueño imposible se haga realidad.

Almendralejo se convierte en el primer municipio relativamente pequeño en tener un equipo en Primera Divisón. Más tarde llegarían el Villarreal (Cincuenta mil habitantes) y Eibar (Veintiocho mil habitantes). Y se convierte, además, en el segundo equipo extremeño en jugar en la máxima categoría después del Mérida, que había ascendido un año antes. Es, pues, el cénit del fútbol extremeño. Sus equipos suben al cielo y la junta se vuelca dando dinero al club para la remodelación del estadio. En pocos meses, el Francisco de la Hera está preparado para recibir a los gigantes. Y el pueblo está preparado para disfrutar del sueño con los ojos bien abiertos.

El campeonato español es bautizado como La Liga de las Estrellas. El Boom televisivo genera una locura y los clubes firman un contrato suculento que, en muchos casos, les terminará llevando a la ruina. Pero es época de vacas gordas y todos quieren un trozo del pastel. El Extremadura no es menos y Pedro Nieto firma un contrato con Antena 3 por ochocientos millones de pesetas. Todos juegan a ser el tío gilito, pero los contratos tienen aristas y muchos de ellos terminarán pinchándose en el dedo y durmiendo el sueño de los justos.

Aún con todo, nada puede evitar que el Extremadura sea la Cenicienta de la liga. Es el equipo con menor presupuesto, con menor experiencia y con menores aspiraciones. Aún con todo, hay que jugarlo. Ahora toca disfrutar, es el mensaje de Ortuondo a la plantilla y al afición, pero disfrutar, lo que se dice disfrutar, se disfruta poco. Los primeros siete partidos se saldan con derrota y tan sólo se acaricia el empate en la jornada seis cuando el Racing, gracias a un gol de Correa en el minuto noventa y uno, se lleva la victoria del Francisco de la Hera. Los primeros siete partidos se saldan con derrota y no se gana el primer partido hasta la jornada nueve; un exiguo dos a uno contra el Zaragoza que sabe a gloria y a historia.

Todo lo que está pasando es lógico, dice Ortuondo. Somos nuevos, no tenemos experiencia y no somos el mejor equipo. Ganarlo todo es para los equipos grandes, nosotros estamos aquí para sobrevivir. Sólo pido, y lo dice con voz clemente, que nos respete más el estamento arbitral. Y es que ya lo dejó claro el presidente Nieto en su primera gran pataleta de la temporada: Estamos en manos de una mafia arbitral. Nada le salía bien al equipo, ni el juego, ni la suerte, ni las decisiones ajenas. Aun así siguió remando y, como pedía Ortuondo una rueda de prensa tras otra, no perdía la fe.

Pero el calvario duró toda una vuelta. Durante aquellos veintiún primeros partidos solamente se obtuvieron tres victorias y el equipo terminó la primera ronda en última posición. Así, pues, sólo quedaba una opción viable; ir hacia arriba. Y a fe que lo hicieron. Durante el invierno, el equipo se refuerza con los argentinos Montoya, Basualdo y Silvani. El chute de energía es colosal y se empiezan a sacar buenos resultados. El equipo, durante algunas jornadas, llega a salir de las zonas de descenso y de repente siente tras de sí el aliento de toda España quien, admirada ante su esfuerzo, convierte al Extremadura en uno de sus equipos predilectos.

Pero, más allá de los argentinos, prevalecen tres futbolistas españoles como auténticos aparatos de locomoción del equipo. Nadie olvida a Pedro José, con su aspecto de trabajador incansable, su oficio estajanovista y su cara marcada por el esfuerzo y la agonía. Nadie olvida a Ito, quien llegó a ser internacional y que, tras jugar en el Extremadura encontró su lugar en el Betis; un centrocampista fino, de buena conducción y pase preciso. Y todos recuerdan a Pineda, el sevillano estilista, el tipo que, como el Guadiana, desaparecía entre la bruma pero que, cuando volvía a aparecer, todos le estaban esperando de pie y con las manos dispuestas para el aplauso.

Y cuando todo parecía destinado a encontrar un final feliz, un paupérrimo rush final terminan condenando al equipo en su regreso hacia el infierno. No ayuda nada la lesión de Duré, el delantero que había entrado en combustión y se pegaba con cada una de las defensas rivales, y no ayuda nada el calendario diseñado para las últimas jornadas, donde ha de visitar a Barcelona, Atlético y Real Madrid en plena pelea por la liga. Aún así, se llega a la última jornada con posibilidades de permanencia y, para ello, hay que ganar al Dépor, uno de los gallos de la liga, en Riazor. Será una empresa difícil pero la gente cree hasta tal punto que se fletan veinticinco autobuses desde Almendralejo llenos de aficionados con destino a La Coruña. El Deportivo no se jugaba nada y, además, la victoria del Extremadura podría condenar al descenso al Celta de Vigo, por lo que los aficionados del Extremadura no se sienten solos; Riazor en bloque anima a los extremeños.

El partido es tenso, feo, disputado, con un equipo al que se le nota la falta de presión y otro equipo al que se le nota el exceso de tensión. Las noticias desde Balaídos no son nada halagüeñas; el Real Madrid, campeón matemático, está perdiendo por goleada dejando al Celta salvado, el Rayo pierde en Vallecas contra el Barcelona, pero la victoria del Celta condena a todos. No hay nada que hacer. Cuando la grada se convierte en un murmullo llega el gol de Begiristain, su último gol en la liga española. Un gol que condena al Extremadura. Un gol que pondrá rúbrica a un partido con muchos nervios pero con poca historia.

El Extremadura queda en el puesto diecinueve de veintidós equipos. Por la posición podría creerse que estaba salvado, pero la necesidad de reajustar la competición de nuevo a veinte equipos, hace que no tengan que bajar dos sino cuatro, por lo que los cuarenta y cuatro puntos obtenidos, que hoy sería un puntuaje de media tabla, termina por condenarle de nuevo a la Segunda División. Fue bonito mientras duró, piensan. Sí, muy duro, pero muy bonito.

La promoción sólo ha quedado a un punto. Una pena, porque de haber empatado el gol de Begiristain, hubiese podido acceder a tener una segunda oportunidad, pero tocará empezar de cero. Ortuondo da un paso al lado y se marcha al Rayo, quien después de haber accedido a la promoción, había perdido en una dura eliminatoria contra el Mallorca y había de emprender, como el Extremadura, el camino de retorno a la élite. Así, pues, toca contratar a un nuevo técnico y tras una reunión entre Pedro Nieto y Vicente del Bosque, responsable deportivo de las categorías inferiores del Real Madrid, este le convence de apostar por Rafa Benítez.

Benítez, que había tenido un comienzo prometedor como técnico del Real Madrid B, había visto como su carrera, lejos de la casa blanca, comenzaba a estancarse después de dos cortas y traumáticas experiencias como responsable de los banquillos de Valladolid y Osasuna. No obstante, Nieto decide hacer caso a Del Bosque y contrata al entrenador madrileño con el objetivo de consolidarse en Segunda y, por qué no, buscar de nuevo el ascenso a la élite. Se puede decir que Almendralejo fue el trampolín de lanzamiento de Rafa Benítez. Hoy todo el mundo conoce su trayectoria, sus títulos en Valencia y Liverpool, su carrera por los mejores banquillos del mundo, su caché internacional. Pero entonces, Almendralejo era un pueblo, el Extremadura un equipo de Segunda y Benítez un tipo que aspiraba a altas cotas. La exigencia es buena y cumplirla da una satisfacción enorme. La temporada es excelente y se rubrica el ascenso en la penúltima jornada después de ganar en Orense por cero goles a uno. La segunda posición en la tabla es un regalo y los aficionados vuelven a frotarse los ojos. Ya estamos de nuevo aquí.

Si hay un nombre en mayúsculas para aquel segundo ascenso no es otro que el de Igor Gluscevic. Igual que había ocurrido con Manuel Mosquera en la temporada del anterior ascenso, Gluscevic había anotado goles de todos los colores y casi todos ellos con bálsamo decisivo. Gracias a él y al trabajo incansable de un equipo donde Pedro José seguía siendo ídolo y pieza clave, el equipo volvía a Primera donde tendría que volver a remar si quería, esta vez, consolidarse como un equipo de élite.

Y no se hizo del todo mal. En la penúltima jornada estaba salvado y dependía de sí mismo para salvarse. Ganando al Villarreal, la continuidad en Primera estaba garantizada, si no lo hacía y el Alavés no ganaba a la Real Sociedad, estaba salvado. Pero se dieron todas las peores circunstancias. Extremadura y Villarreal, que también se jugaba la vida, empataron a dos y el Alavés se llevó el derbi vasco en un partido marcado por la polémica y las acusaciones a los jugadores de la Real de no dar de sí todo lo que debían.

Así pues, el Extremadura ha de jugarse las lentejas en una dura eliminatoria de promoción contra el Rayo Vallecano donde ya no estaba Josu Ortuondo. Los resultados son catastróficos. El Rayo, que con Juande Ramos ha encontrado la perfecta velocidad de crucero, gana los dos partidos; dos a cero en Vallecas y cero a dos en Almendralejo. Incontestable. Una vez más, el sueño no ha durado más de un año, pero esta vez la situación es más dramática, ya que las inversiones no han generado el fruto esperado y el club encuentra deudas en sus cuentas bancarias y telarañas en su caja fuerte. Se ha dilapidado el contrato televisivo y hay que hacer cábalas para intentar mantenerse con cierta estabilidad en la categoría de plata.

La primera decisión, tras el adiós de Benítez, el volver a contratar a Josu Ortuondo. Estamos de nuevo en tus manos, Josu. Pero Ortuondo ya no es el mismo y, sobre todo, la plantilla ha perdido mucha calidad. En los tres años que dura su última etapa en el club, el equipo va de más a menos. En su primera temporada, después de establecerse en puestos de ascenso durante toda la temporada, se desfonda en el tramo final y solamente saca un punto de los últimos quince. Toca esperar. Pero la octava posición final de aquel año es empeorada al año siguiente cuando se termina en el puesto undécimo. Al menos nos queda el fortín de casa, piensan algunos. Porque el equipo ha fallado fuera pero al menos se ha mostrado sólido en el Francisco de la Hera, cosa que también deja de hacer en la temporada 2001/02.

No hay mucho más de donde sacar, Ortuondo es destituido, el equipo no encuentra el rumbo y, pesea a que llegan fichajes tan mediáticos para la delantera como Kiko o Pier, estos no son más que una sombra de lo que fueron y el equipo pierde tanto en casa como fuera donde sólo es capaz de ganar un partido en toda la temporada. El descenso a Segunda B, de nuevo al limbo de los olvidados, se confirma en la penúltima jornada. Ha sido un año para olvidar, pero han sido unos años para recordar. Cómo no hacerlo.

Los cuarenta y tres puntos finales invitan a creer que hay margen de mejora, que se puede volver, pero los pensamientos si no van acompañados de trabajo, talento y suerte, suelen convertirse en sueños imposibles. Tras varias temporadas mediocres en Segunda División B, el Extremadura desciende a Tercera en 2007. Es el principio del fin. No queda orgullo, ni ilusión, tan solo el halo de un bello recuerdo fundido diez años atrás. Una inyección de capital local evita la desaparición del equipo. Pedro Nieto intenta regresar, pero segundas partes nunca son buenas y el pozo no termina de tener fondo. En 2008, el equipo se salva de bajar a Preferente, lo que hubiese sido estocada letal, gracias a un gol en el último segundo del útlimo partido. Esos son los milagros cotidianos a los que ha de acostumbrarse, milagros de perfil bajo. Dos año más tarde Pedro Nieto dice basta y esta vez sí, se desciende a Preferente. La caída no se puede sujetar y el equipo firma su acta de desaparición. Ya no existe el Club de Fútbol Extremadura, en su lugar se ha creado el Extremadura Unión Deportiva que ocupa su plaza y hereda sus colores azul y grana. Es otro equipo, es otra historia, pero todos viven del mismo recuerdo.

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